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En tiempo de halcones

En tiempo de halcones (Fran Zabaleta)

Fran Zabaleta
Grijalbo
2016
585 páginas

Fran Zabaleta ambienta esta novela en Galicia, entre los años 1458 y 1460. Una historia a la cual no le falta de nada. Son los años previos al final de La Reconquista, aunque esta no tiene peso en la historia, más allá de ver como el Rey Enrique IV, está más a pactar que a reconquistar.

Lo determinante y la sustancia de la novela es mostrar ese juego de poder que se traen en Galicia los nobles, los halcones que se nombran en el título, Los Trastamara, Los Mariñas, Los Moscoso, Los Andrade, etc quienes no están dispuestos a desprenderse de sus privilegios de ninguna manera y llevan a cabo toda clases de pactos, ardides y tretas que les permitan arrimar el ascua a su sardina, a fin de mantenerse en el poder.

El detonante es cuando el arzobispo don Rodrigo de Luna ejerce el ius primae nocte, cioè, el derecho de pernada, con doña Xoana de Castro, esposa de Roi de Moscoso. Haciendo de esta manera que los Moscoso se alíen con sus enemigos los Trastámara, buscando la cabeza del procaz arzobispo.

El protagonista es Estevo un mocete que deja a la carrera su pueblo, al ayudar en un bosque a unos titiriteros y plantar cara a quien no debe, buscando luego en Santiago de Compostela su libertad, si logra pasar un año en la misma, desprendiéndose así de condición de siervo. Una llegada a la ciudad que no puede ser más trágica pues allí será apalizado por el rufián local, un tal Arcanxo, que dejará a Estevo al borde de la muerte en un callejón y en manos de su ángel de la guarda, la bella y buena Mencía.

La novela es coral y esto tiene sus pros y sus contras. Si en otras novelas que disfruté mucho como Assur o Las páginas del mar, había un protagonista casi absoluto, aquí Estevo es importante, pero también lo son Mencía, la joven de la que cree estar enamorado, Ramla la mora que le hurtará el corazón, el joven y maldito picaflor Arnao, Martiño, hermano de Mencía quien no puede vivir su homosexualidad con normalidad y anhela hacer carrera eclesiástica. Estos son sólo algunos, de los 115 personajes que aparecen en la novela.

El autor opta por diversificar las tramas, lo que da una mayor perspectiva a la historia, al tener más frentes abiertos, aunque sí que echo en falta más espacio para Estevo, un mayor protagonismo del mismo.

Lo más interesante de la novela es ver que el pueblo, a mediados del siglo XV, por una vez, quiere tener la voz cantante y para ello recurren a la figura de la Hermandad. La primera se crearía en 1167. Hermandades que surgían de la voluntad popular y que luego buscaban ser legitimadas. Hermandades integradas por individuos de toda condición que perseguían criminales e imponían justicia, lo cual no dejaba de ser visto con malos ojos por los Reyes, para quienes estas fórmulas no eran otra cosa que un desafío a su autoridad, al poder establecido, al orden natural de las cosas. Unos mandan y otros obedecen. Siervos y Señores.

Así las cosas, mientras los nobles buscan aliarse con el Conde o bien con el arzobispo, o con todo aquel que les permita mantener su estatus, entre la población de Santiago y de otras villas surge el deseo de hacer frente a tanta tiranía, a tanta sinrazón, toda vez que los más humildes ven como una y otra vez los nobles abusando de su posición, los roban, violan a sus mujeres, las mutilan o las dejan tullidas, les exigen diezmos y tributos, hasta dejarlos en la miseria más absoluta, al tiempo que la situación de quienes les imponen tan gravosas penalidades no deja de mejorar.

Vemos por tanto como se va cociendo lentamente ese sentimiento popular de querer cambiar las cosas, de dinamitar las bases del feudalismo, y lo vemos a través de los ojos de Estevo, vemos cómo se malvivía en barrios insalubres a las afueras de Santiago, y como las clases más humildes no tenían ni recursos, ni esperanza, como la mujer no era para el hombre algo más que orificios donde colmar su deseo, hasta que la Hermandad llama a sus puertas y les da algo parecido a una esperanza.

Lo pone fácil Zabaleta al lector, ya que sin darte cuenta te ves devorando las más de 500 páginas que tiene la novela, y no porque sea de esos libros que podrías leer en diagonal sin que se resintiese el resultado, sino porque a través de más de un centenar de personajes y múltiples aventuras, mediante una prosa vibrante, detallista (que luce bien en lo tocante a la recreación histórica), sin altibajos, te metes presto en la historia, revives el siglo XV y te ves abocado hacia un final trepidante, donde todo se enloquece y donde finalmente constatamos lo que ya barruntábamos, que cuesta mucho cambiar las cosas, porque como dice un cura en la novela, los poderosos no van a renunciar a lo que tienen a cambio de nada.

Un intento que puede fracasar, pero que dejará el germen de lo que vendría después, como sucedería con la revuelta irmandiña de 1467.

Theodor W. Adorno

Mínima moralia (Theodor W. Adorno)

Theodor W. Adorno
256 páginas
Taurus

Mi primera aproximación a Theodor W. Adorno ha sido con Mínima moralia y tendrá continuidad.

153 entradas donde Adorno trata un alud de temas, algunos de más fácil comprensión que otros, todos marcados por su prosa ágil y certera de tal manera que sin retórica ni farragosidad transmite bien su pensamiento.

Unos textos siempre interesantes que invitan a la reflexión, ya sea por ejemplo sobre la conciencia crítica del pasado y lo necesario que es la memoria, el consumismo desaforado, la industria cultural, el ansia de novedades y de estar siempre a la última, el tráfago en el que nos movemos cada día y que nos devora, desperdiciando nuestro tiempo cada día, sin aprovechamiento personal (cómo no pensar leyendo estas lúcidas palabras en Sobre la brevedad de la vida de Séneca), enzarzados en tareas, actividades, distracciones, etc, que logran apartarnos de nosotros mismos, o sobre como la sociedad alemana estaba perfectamente preparada para llevar a cabo las atrocidades cometidas durante la II Guerra Mundial.

Textos donde la guerra y lo que esta supone, como el holocausto judío, está muy presente al ser escritas las tres partes que conforman este ensayo entre 1944 y 1947 en el exilio al que se vio abocado Adorno cuando los nazis llegaron al poder.

Crónicas de viaje

Crónicas de viaje (Julio Camba, 2014)

Julio Camba
2014
Fórcola ediciones
364 páginas
Prólogo de Antonio Muñoz Molina

Las crónicas viajeras del gallego Julio Camba (1884-1962) no deben faltar en ninguna biblioteca pública ni particular.

En este libro de Camba sus crónicas nos llegan desde ciudades tales como Berlín, Nueva York, Londres, Roma, París, Estambul, Ginebra, Madrid, etcétera, y el humor siempre está muy presente, en ese punto intermedio entre la ironía y el sarcasmo.

El hecho de que sus estancias no se dilatasen en el tiempo, el ser ave de paso, sumado a su aguda mirada, le permite a Camba, asombrarse de todo lo que ve, o bien no asombrarse, pero dar testimonio de primera mano de aquello que es expuesto ante sus ojos, lo cual hace que sus crónicas vayan mucho más allá de la manida información de una guía de viajes, donde la narración siempre es algo lineal, donde todo consiste en ir enumerando los lugares que hay que ver» «donde comer» «donde dormir», y poco más.
Al hilo de esto se menta a Thomas Cook y su Agencia Cook, la cual facilitaría desde mediados del siglo XIX lo que hoy se conoce como turismo de masas, al mover a gente con ansias viajeras por Europa a unos precios asequibles. También se habla de la guía Baedeker, para muchos, en esos años, algo similar a la biblia del viajero.

Camba se ríe de todo y de todos, sin poner trabas a su escritura, la cual resulta muy fluida, y certera en su concisión, rasgando con su pluma cual estilete la membrana de la realidad ante la cual siempre surge, ora lo absurdo ora lo patético de nuestro proceder.

A pesar de que algunas de estas crónicas daten ya de hace un siglo, pues Camba en algunos de estos países estuvo incluso antes de la I Guerra Mundial, a pesar, digo, de que algunas cosas está claro que hayan cambiado (en su crónica de Nueva York y su visita a Coney Island, el racismo todavía era una realidad en los Estados Unidos, y por ejemplo, una de las atracciones consistía en lanzar a la cara de personas negras (y Camba se pregunta si los americanos le dejarían utilizar las palabra personas, tratándose de negros), distintos objetos), analiza, creo que con mucho tino la forma de ser de los británicos, los franceses, los ingleses, los americanos, y los que mejor conoce, los españoles y sus comentarios resultan jocosos, ingeniosos, propios de una inteligencia que trasciende una mirada superficial, en pos de una mayor profundidad, donde se cifra su talento, pues lo que ofrece Camba no es tanto el ir dando cuenta del reguero de sitios visitados, hacer de los lugares comunes su materia prima narrativa o dejarse llevar por los tópicos, sino el mostrar al lector qué tipo de personas viven allí, y cómo son, y en qué se diferencian unos de los otros, en ese momento histórico que les ha tocado vivir (así podemos entender también estas crónicas como un fresco histórico, valga el oximorón, de las décadas de los años 10, 20,30 y 40 del siglo XX) y cual era también la fisionomía de esas ciudades en las que vivían, como lo que escribe Camba sobre esos rascacielos neoyorkinos donde hay toda suerte de tiendas y donde uno puede encontrar casi de todo, que el autor asemeja a «calles verticales«, o la diferencia entre las calles de Londres, París, o Nápoles, donde las primeras son como las vías de un tren que sirven sólo para desplazar ciudadanos de un lado a otro, las parisinas que son calles para pasear y las napolitanas que son casas para vivir en ellas, ofreciéndonos un buen número de páginas inolvidables (que nos permiten emplear el papel como la pista de despegue para que nuestra imaginación coja vuelo) como por ejemplo las dedicadas al Lago Leman (adonde se dirigen todos aquellos que viven sus vidas en prosa, y por unas días quieren darse el capricho, el lujo, la ilusión o la experiencia de vivir en poesía) en su periplo por Ginebra.

Leer estas crónicas de Camba es otra manera de viajar.

instante

El instante de peligro (Miguel Ángel Hernández 2015)

Miguel Angel Hernández
Editorial Anagrama
223 páginas
2015

Tras Intento de escapada, Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977), ha publicado recientemente esta novela, con la que quedó finalista del Premio Herralde.

En su anterior novela, Marcos, el protagonista, era un joven que se veía transformado tanto por Helena como por su contacto con el artista Jacobo y donde el autor planteaba jugosas reflexiones sobre el papel del arte, acerca de sí lo estético debe ser ético, si un artista puede ser un hijo de puta sin dejar de ser artista, si el arte debe siempre ser ético o incluso legal, cual es el valor de una vida, si todo tiene un precio, si la dignidad humana es algo intrínseco o es un atributo más que viene conformado o impuesto desde fuera, etc).

Ahora el protagonista se llama Martín, su vida hace aguas, se ha divorciado de su mujer y quiere un cambio, poner tierra por medio, y se traslada a los Estados Unidos, a la ciudad de Williamstown, en Nueva Inglaterra, donde ya estuvo hace diez años como becario.

No se debe volver a los sitios donde fuimos felices, nos dicen.
Pues Martín, vuelve, entre otras cosas porque su plaza de interino en la Universidad se la quitan, al no estar acreditado, e ir al Clark Art Institute, y atender la invitación (semestral) que le hace la artista Anna Morelli, le parece lo más acertado en esos momentos.

Anna conoce la novela que ha escrito Martín sobre el mundo del arte, así como sus ensayos, y en el proyecto que se trae ésta entre manos «Fuisteis yo«, con el que pretende recordar las historias que ya nadie recuerda, necesita que Martín le proporcione una historia a las seis películas que Anna ha encontrado, donde se muestra un muro, un bosque, una imagen fija, seis películas de igual duración, 46 minutos, donde una imagen se repite sin apenas variación en cada película.

Al igual que Cercas en su novela El impostor, Martín, también se siente tal, ya que tras publicar su novela, el mundo del arte, e incluso su labor docente en la universidad le resulta ahora impostado, y no le interesa nada de todo aquello, si bien todavía ejerce sobre él este mundo del arte el influjo necesario como para tenerlo por ahí dando charlas y conferencias.

La tensión sexual entre Martín y Anna es inevitable, solo que Martín lo intenta y es el suyo un intento de empalmada, sin éxito. Pero todo cambia una noche en la que Rick, sodomiza a Martín y mientras este experimenta una satisfacción extraña, y siente que se llena, !llega la erección! y la posterior cópula con Anna, de quien toma posesión física, penetración mediante.
Así, que si necesitáis ayuda, pedirla, siempre.

Lo que escribe Martín lo escribe para Anna, pero lo escribe también para él, y lo escribe para Sophie, la mujer de quien se enamoró cuando estuvo de becario, ya casado con Lara, intentando algo parecido a un triángulo amoroso que a Lara nunca acabó de convencer.

En la narración, se mezcla el sexo, la aventura(hay un viaje hasta el lugar donde se rodaron las imágenes de marras, e incluso una entrevista con el hijo del filmador de las mismas), el misterio (Anna no sabemos si está zumbada o es que las artistas de verdad son así), reflexiones Walterbenjaminianas (sobre el pasado), y esto hace que la misma me resulte fluida, a ratos divertida y me libre incluso de estar cabeceando cada quince minutos. Me gusta Martín porque es un perdedor, y escribe para cerrar heridas o para abrirlas, para escribirse y comprenderse, o simplemente para tratar de decirnos que cuando busca en el espejo el rostro de su padre muerto, allí ya no ve nada.

A los seis meses todo acaba y Martín se vuelve para España, con su libro escrito y Miguel con su flamante novela finalista del Herralde.

Me gustó bastante más Intento de escapada, pero si sois de los que os van las listas de los mejores libros del año (que publican por ahí), tanto como los libros premiados, con esta novela podéis hacer doblete.