Perú (Gordon Lish 2009)

Gordon Lish 2009 portada libro
Gordon Lish
Editorial Periférica
2009
222 páginas

Perú se publicó originalmente en Estados Unidos 1986. En 2009, la Editorial Periférica lo publica en España con traducción de Isabel Centeno.
El libro viene avalado por personalidades como Harold Bloom o DeLillo. A mí me ha gustado bastante poco.

A los seis años un niño americano, pobre, mientras juega en un cajón de arena con un amigo de buena familia y otro niño al que conoce por vez primera, acabará matando a este último. No sabremos ni al principio ni al final si había premeditación en el acto. Sabremos que el que iba a morir, estaba más sorprendido que asustado con su casi inminente estado de difunto y que se fue al otro barrio gracias a una mini azada con la que su agresor le destrozó la cabeza, dejando su cara como un melocotón al que se le ve el hueso.
Ese niño de seis años lejos de sentirse culpable de lo que ha hecho, pensará que le ha hecho un gran favor a la madre del muerto, en la creencia de que ésta no sabía cómo desprenderse de su hijo y de paso, de su labio leporino (el del hijo).

No hay moral pues. Un niño puede matar a otro, de la misma manera que podría violarlo, o tirar piedras a un río. Actos sin consecuencias.

La muerte sucede en los años 40 del siglo XX. Décadas más tardes, ese niño, ya crecidito, es padre de familia y tiene un hijo. Actúa como un padre sobreprotector (ve unas escenas en la televisión donde aparecen unos amotinados en los tejados de una cárcel, montando la de Dios es Cristo y llamará a la cadena para pedir responsabilidades, dado que su hijo, sin querer ha visto esas dantescas imágenes y pueden trastornarlo).
Haciendo un ímprobo ejercicio de memoria, nuestro narrador echará la vista atrás, regresará al pasado, al momento en el que tenía esos seis años, para traer del pasado sus recuerdos: la ñiñera, la señorita Donnelly, los hermanos Lieblich, el perro, el sirviente negro y musculado , las verduras, el cajón de arena, el Buick, los baños con su padre, el labio leporino del muerto, la escuela Pública nº5, los huevos pasados por agua de sus vecinos ricos, su casa de madera blanca con cesped, la fosa aséptica, la piscina de mierda, etc…

El narrador de esta historia interpela a un posible auditorio. Os lo voy a contar todo, no dejaré nada en el tintero, os vais a reír con esto, etc. Así nos va contando la historia, la cual es plasmada como un ramalazo que alguien siente para tratar de recomponer esos años, así, sobre la marcha, da pie al titubeo, a la circunvalación y por eso las palabras se repiten una y otra vez, desbastando el marmol de los recuerdos a golpe de palabra, una y otra vez, golpeando con los mismos términos, hasta lograr algo parecido a lo que queremos expresar y reflejar mínimamente, qué es lo que sucedió ese día fatídico en el que un niño mata a otro. Y como el empeño del narrador es narrar todo tal cual ocurrió lo hace como si el narrador en lugar de tener 50 años, tuviera seis, y hay a quien todo esto le resulta poético y algo nunca visto o leído, a mí sin embargo me resulta pueril.

La forma que tiene de narrar Lish habrá a quien le sugestione, como si le estuvieran poniendo un péndulo frente a las púpilas, logrando efectos hipnóticos, pero a mi me ha llevado hasta las playas del tedio y de la modorrez en un sinfín de ocasiones, saturado de tanta sarta de memeces y reiteraciones.

Echad un vistazo a lo que se dice en la blogosfera de este libro, porque me parece, y eso me gusta, que voy peleando a la contra. Algunos tienen muy claro que este libro nunca se les borrará de la mente (quizá porque el libro es genial y no me he dado cuenta o porque son de los que leen un libro al año/lustro/década/vida y así, es evidente que es difícil de olvidar, el libro)

Mala suerte (Juan Aparicio-Belmonte 2003)

Portada libro Juan Aparicio-Belmonte
Juan Aparicio-Belmonte
Editorial: Lengua de Trapo
Año: 2003
189 páginas

Una amiga se empecinó en que me comprara, Un amigo en la ciudad, el último libro de Juan Aparicio-Belmonte. Lo busqué en la Biblioteca y no lo habían comprado (!malditos recortes!), pero me llevé otro del mismo autor, Mala suerte, el primero que Aparicio-Belmonte publicará allá por el 2003 y por el que se llevaría el I Premio de Narrativa de Caja Madrid.

El premio consolación de todas maneras me ha salido un patanegra.

Los libros hay que sacarlos de las bibliotecas, de las casas, cogerlos de las manos (del lomo), que vean mundo, que vayan de bares. Este ejemplar me lo llevé a un bar, y mientras lo leía, no pude menos que echarme unas risotadas, lo que propició que el camarero levantara la cabeza por encima de la barra, la recorriera hasta el final y echara un vistazo al nombre del libro que lo tenía así dispuesto (mirando al tendido) mientras iba al baño.

¿Belmonte?. Al leer ese nombre, el pueblo, piensa en corridas de toros. Habrá quien incluso mente a Manuel Chaves Nogales y su libro sobre el torero y hay que coger entonces el toro por los cuernos y rematar la faena. No, no es ese Belmonte, éste, nació en Londres y no es torero (que yo sepa).

El libro me ha gustado mucho. Ha sido una descomunal sorpresa. Tengo otros cuatro libros más de Aparicio-Belmonte en la recamara.

¿De qué va? ¿Por qué es tan bueno?. Apuntad, despacito y con buena letra:

Un legionario, técnico de luces, histérico, psicopático, de la margen izquierda.
Una Comisario despampanente, con aureola, entregada a su trabajo y a la resolución de un caso: dos crímenes.
Un novio joven (el de la comisario) que está escribiendo una novela de mierda.
Un inspector de policía fofo y blando y una panda de oficiales, que son una panda.
Un abogado obsesionado con su mala suerte, examinado por un psicoanalista.
La mujer del abogado (su carichi) que pinta cuadros de paisajes.
Un camello con una melena bisbaliana, que de tan perfecta parece una peluca.
Un psicoanalista que recibe los envites del abogado, guarecido tras sus gafas oscuras, a quien le hubiera venido bien un chaleco antibalas.
Madrid. El Barrio de Salamanca. El Barrio de la Ventilla.
Un novio celoso que ve fantasmas donde sí los hay.
Una secretaria (la del abogado) que convertirá su coqueteo en la perdición de su novio.
La pasión, el deseo, las infidelidades (no consumadas), las heridas que van camino de cerrarse, la Mala Suerte que dará título a una novela dentro de la novela.

¿Es esto una reseña?.
No
¿y?

Los soldados (Pablo Aranda 2013)

Pablo Aranda portada libro Los soldados El Aleph 2013
Pablo Aranda
El Aleph Editores
2013
172 páginas

En esta novela de Pablo Aranda (Málaga, 1968) todo bascula en torno al concepto de la Patria. La historia no transcurre en Madrid o Barcelona, sino en Bilbao y hablando de Patrias y estando en el País Vasco uno no puede menos que pensar en la Patria Vasca y en Sabino Arana. Aranda nos habla también del desencanto, de cómo nos engañamos o nos dejamos engañar, y siempre vamos buscando una patria, un concepto que cada cual definirá en sus propios términos. Puede tratarse de algo físico o de algo más espiritual. La Patria puede ser un par de zapatos, un caserío en la montaña, una mujer-refugio, una cálida amistad, una pistola y seis balas, una familia, el cuerpo de la Guardia Civil, la hinchada de un equipo de fútbol, un plato de comida sobre la mesa, etc.

Si hablamos del País Vasco, por parte de alguien que no es vasco, parece ineludible, así lo han propiciado casi cuatro décadas de atentados, no mencionar a ETA, el terrorismo, los batasunos, los Guardias Civiles asesinados por la banda terrorista (dejando de lado sus magníficas playas, su excelsa gastronomía, su buen vivir y otros tantos aspectos positivos marginados tras el fragor de las bombas y el velo de la pólvora. Todo lo cual afortunadamente se va superando ahora que ETA ha dejado de matar y el terrorismo de cualquier intensidad, definitivamente)

Y ahí tenemos a Fran, Carmen y Óscar. Tres hermanos. El primero curra en una ferretería, la segunda está casada con Julio, un guardia civil residente en el País Vasco y el tercero es Óscar, que quiso ser guardia civil, como su padre, pero a quien una chiquillada en la adolescencia no le llevaría a la trena pero si le imposibilitaría entrar en el cuerpo y si no podía ser guardia, sería soldado.

Como los niños que quieren cambiar el mundo mientras tiran piedras a la vía, Julio animará a Óscar a hacer algo importante, cosa de hombres, un acto que mida su hombría y valentía: nada mejor que la peregrina idea de llevarse por delante un etarra. Y así Óscar cargado de idealismo y con menos luces que una lancha de contrabando, dejará Málaga, empecinado en llevar a cabo su luctuoso encargo en Euskal Herria, la Patria de todos los Vascos/as.

A la mitad del libro se descubre el pastel y la posible intriga se diluye sin dejar huella. Aranda nos muestra hombres que buscan el cariño, el amor, como animales heridos. Amor que encuentra por casualidad Fran en los brazos de Mónica, la cual es Vasca y con quien se trasladará a Bilbao un fin de semana al ser requerido por un amigo de la Guardia Civil de Fran y que le servirá de paso para conocer mejor cual era la vida de Mónica antes de dejar su patria e irse para el Sur. Óscar encontrará a su vez el amor, no el fondo de una botella, pero trasegando eso sí, acodado en un bar, donde Begoña será un ángel que lo meterá en su vida, sin preguntas, como si la existencia fuera algo engrasado y simple que no requiriese ninguna complejidad ni complicación porque el viento siempre sopla a favor.

Aranda ciñe su novela a esas relaciones de pareja que tratan de afianzarse, cosiendo días y momentos en la memoria de cada uno de sus miembros, y a esas otras surgidas de manera inopinada, donde uno sería de capaz de dejarlo todo, abandonar su anterior existencia, mudar de piel y soñar con su nuevo alumbramiento. Y está Carmen que también quiere cambiar el rumbo, aferrarse el acuerpo de su amado, soñando despierta con ser feliz, con ser capaz de enhebrar su esperanza por el anillo del compromiso de una vida en común, a fin de domesticar ese amor furtivo que la colma y la atormenta.

Pero surge el muro, la resistencia, la imposibilidad, la estulticia, los sueños traicionados, los traumas mal curados, en la piel de los personajes, buscando luego el torrente sanguíneo.

Hubiera deseado una mayor hondura y entidad en los personajes, mas capas en la trama, un desarrollo más explícito y detallado por ejemplo de lo que supone vivir en una casa-cuartel o el hecho de ser guardia civil y provenir de un familia que lo es. Un montón de cosas que quedan flotando en el aire, sin afianzarse, ni tomar tierra, en mi ánimo lector y que hubieran hecho de esta nouvelle algo más contundente y potente, más allá de devenir un pasatiempo divertido.

Para un Andaluz, los Vascos y los Riojanos tenemos un acento parecido. A nosotros, los norteños, nos pasa lo mismo y nos parece que un Sevillano, un Gaditano o un Malagueño hablan igual (o como le pasa a Begoña, para quienes los extremeños, andaluces y murcianos hablan todos parecido).

Al Alquimista, por cuyo cuerpo corre vino tinto Riojano por sus venas además de otras tantas bebidas espiritosas, le apetecía hacer esta observación, aunque como decimos por aqui, qué chorra más da, el caso es entenderse, con acentos o sin ellos.

Islas flotantes (Joyce Mansour 2012)

Islas Flotantes Joyce Mansour Editorial Periférica
Joyce Mansour
2012 (Editorial Gallimard 1973)
Editorial Periférica
103 páginas

Acabo de leer El libro de las maravillas de Clemot, donde la historia transcurre en una Residencia de enfermos terminales, y ahora recién termino un libro de Joyce Mansour (1928-1986) que habla sobre el cáncer y deja el libro de Clemot en un cuento infantil.

La autora francesa en poco más de cien páginas plasma sobre el papel la enfermedad, el delirio de su protagonista, su paso por un hospital en Ginebra donde está ingresado su padre, y donde luego ella también es ingresada, donde moran los cancerosos, y nos va metiendo de rondón, momentos pornográficos, ellos con el alfanje en la mano buscando agujeros donde colmar su deseo y ellas, vulvas resplandencientes dispuestas a ser acometidas por todos los orificios de los que las ha surtido la naturaleza, donde el sexo es la última barrera antes de llegar al mar abierto.

Y la protagonista nos habla de su padre y de su pene, se masturba mentalmente al tiempo que se deprime, y se siente barrenada por la enfermedad, en ese hospital, cuyos pasillos son arterias, y los enfermos coágulos que serán expulsados al depósito de cadáveres, ese sumidero donde acaban los enfermos que adquieren la categoría de fiambre. Mientras, las parturientas a su vez aportan savia nueva.

Brilla el humor macabro (Mi padre se hizo el muerto tan bien que lo dejaron sin cuidados) y el ambiente se enrarece con el hedor del semen, orines, vómitos, suciedad y carne arrumbada.

Lo que me ha sucedido es que todo esto que he leído me ha resbalado, quizá porque de modo inconsciente, hay que blindarse para que todo esto que uno lee, no llegue a anidar en nuestro interior, nos cercene y ampute el ánimo, dejando la nube negra instalada sobre nuestras testas o quizá porque mi estado anímico estaba en modo centrífugo y la llegada de la primavera ha hecho el resto.