La misma ciudad (Luisgé Martín 2013)

La misma ciudad Luisgé Martín
Luisgé Martín
Editorial Anagrama
2013
131 páginas

Porque sabemos hacer del escapismo un arte (Porque las cosas cambian, Enrique Bunbury)

Mi manera de comprometerme fue darme a la fuga (Viudita de Clicqout, Joaquín Sabina)

Paradoja del interventor (Gonzalo Hidalgo Bayal), El bolígrafo de gel verde (Eloy Moreno), Un estado del malestar (Joaquín Berges), Absolución (Luis Landero), son algunos libros que recuerde donde el protagonista quiere dar un giro a su vida, lo cual a menudo pasa por hacer las maletas.

En el libro de Luisgé Martín, que se lee en un visto o no visto (alrededor de 1800 parpadeos) el protagonista, Brandon Moy, trabaja en Nueva York, en Las Torres Gemelas (aunque ubicarla allí parece un chiste porque la novela es un ejercicio de deslocalización, pues en nada he percibido el aliento americano en la historia), la vida que lleva no le convence, su relación marital no tiene el fulgor ni el apasionamiento de los comienzos. Tampoco participar de la educación y crecimiento de su hijo es razón suficiente para seguir a su lado, así que cuando ve una de las Torres desplomarse (un suceso que narró con extrema verosimilitud Don Delillo en su libro El hombre del salto, que podría bien ser el mismo que vemos en la portada de libro de Luigsé) decide que a partir de ese momento él será uno de los miles de muertos en el atentado. Tras despojarse de cualquier seña de identidad, tiene lugar su alumbramiento. Moy pone entonces tierra de por medio. Puede ir a cualquier parte. Acaba en Bostón.
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El manuscrito de piedra (Luis García Jambrina 2008)

El manuscrito de piedra 2008
Luis García Jambrina
2008
Editorial Alfaguara
316 páginas

Si Giulio Leoni echaba mano del poeta Dante Alighieri para resolver unos casos misteriosos, nada tiene de especial que por ejemplo, Luis García Jambrina, recurra a un escritor patrio, Fernando de Rojas, para esclarecer unos asesinatos que se suceden a finales del Siglo XV en la ciudad de Salamanca.

Una vez leída la novela, me he quedado con ganas de más, porque me ha sabido a poco. Lo cual me parece positivo, y quizás es lo que haya tratado de paliar Jambrina con la publicación de El manuscrito de nieve, de nuevo con Fernando de Rojas como protagonista.

El texto está muy cuidado, El manuscrito de piedra, es un claro ejemplo de que se puede hacer novela histórica para el gran público, cuidando los detalles, ofreciendo una historia vibrante, sumamente entretenida, bien ambientada y documentada, con un lenguaje de época, rico y florido, que nos invita a conocer Salamanca (sí que he echado de menos unos mapas para visualizar mejor las localizaciones descritas), y a fantasear, con esos paralelismos que se dan con los anillos del Infierno de Dante, con los misterios que se ocultan bajo tierra, con esas grutas a las que se accede presionando las teclas, o mejor, los sillares adecuados y un sinfín de detalles que concilian con acierto lo real con lo fantástico, sin olvidar el marco tablero histórico donde se afincan los personajes de la obra, donde aparecen los Reyes Católicos, el Príncipe Juan y su mujer Margarita de Austria, Cristobal Colón, la Celestina, Diego de Deza o Fernando de Roa, entre otros.
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Hitler 1938 (Giles Macdonogh 2010)

Hitler 1938
Giles Macdonogh
2010
Editorial Crítica
396 páginas

No faltan cada año nuevas hornadas de libros sobre los nazis más destacados: Hitler, Goebbels, Göring, Himmler, ya sean biografías, o bien libros que versan sobre la II Guerra Mundial (Hastings, Beevor, Kershaw..).
Este libro de Giles Macdonogh me lo compré en la Feria del libro antiguo y usado de Logroño. Lo compré por cinco euros cuando el año que lo publicaron superaba los veinte, quizá sea porque está descatalogado por el distribuidor.

Hitler, al contrario que otros muchos dictadores sigue teniendo tirón. De hecho, en casi todas las casetas de libros vendían, Mi lucha. Ahora que la crisis económica exacerba y radicaliza ciertas posturas, propiciando el auge de la extrema derecha, nunca viene mal, leer, para conocer mejor, en qué derivaron las políticas raciales y posterior exterminio, llevadas a cabo por Hitler y sus correlegionarios.

El autor, el británico Giles Macdonogh, centra su atención en lo que sucedió en 1938, año en el que se tomaron grandes decisiones. El libro se estructura en doce capítulos, uno por cada mes, una conclusión, un epílogo, y casi 90 páginas con notas.

El autor no descubre nada nuevo, y más allá de comentar esos momentos claves (Hitler se autoproclama Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, el Anschluss el 12 de marzo), el Acuerdo de Munich y conferencias (de Evian del 6 al 15 de julio), reuniones (con Neville Chamberlain, Primer Ministro Británico, encaminadas a evitar la Guerra), La noche de los cristales rotos, los movimientos de la oposición para acabar con Hitler, que tuvieron lugar, echará mano de esas notas a pie de página de la historia, de testimonios, e historias sumninistadas por quienes sufrieron las decisiones adoptadas por los Nazis, que les obligarían a dejar su países, Alemania, Austria y luego Polonia, Hungría, etc, o bien les condenaría a morir exterminados en un campo de concentración, por ser judíos.

En 1938 Alemania sufre problemas económicos graves, carece de materias primas, tiene una elevada deuda, problemas que se ven agravados con su autarquía y que trataran de paliar mediante los planes de expansión, primero anexionando Austria y después obteniendo territorios de Checoslovaquia -ocupación de los Sudetes-, zonas ricas en materias primas, a la vez que le permitirá a Hitler revertir las punitivas medidas adoptadas en el Tratado de Versalles. Otra fuente de ingresos consistirá en esquilmar a los judíos. En 1938 el judío ya es el enemigo, objeto de burla y escarnio, si bien no parece que en la mente de Hilter tuviera ya decidida «la solución final«. A lo largo del 38 la política racial de Hitler alentará, mediante la coacción o la cárcel, a los judíos a emigrar de Alemania. La idea es que se marchen lo antes posible y con lo menos posible, tras ser esquilmados de todos sus bienes y patrimonios, que los judios ricos financien la emigración de los menos favorecidos. A medida que se va produciendo la salida de los judíos, se irán convirtiendo en una patata caliente, ya que el resto de países comienzan a cerrar sus fronteras, se vuelven legalistas, y ya ni les vale, que estén bautizados o no. Esto me recuerda mucho las imágenes de esas pateras con subsaharianos a bordo que van a la deriva frente a la costa de Malta sin que nadie salga en su auxilio.

El autor recoge las historias de esos curas que bautizaban a cientos de judíos en un día, dándoles así una oportunidad de sobrevivir, cómo algunos alemanes que no habían perdido la dignidad al comienzo y también después, se ofrecían a echarles una mano, ayudándoles a cruzar una frontera, los múltiples casos de suicidio que se sucedieron entre aquellos que intuyeron que la vida que se les avecinaba no era vida, como los que lograban salir de los campos de concentración ese año, volvían a sus hogares demacrados y sin ganas de comentar lo sucedido, ante el miedo de que sus familiares corrieran la misma suerte, etc. Y estas historias menores se alternan con los menudeos amorosos de los jerarcas nazis, con sus pequeñas obsesiones o sus delirios de grandeza, con su afán por llenarse los bolsillos, mientras Hitler irá tomando decisiones sobre la marcha (muchas de las cuales horripilarán a los generales y al Alto Mando que se llevaban las manos a la cabeza a la par que eran cesados en sus cargos), pero sin que nadie fuera capaz, desgraciadamente, de pararle los pies.

Hubiera resultado más enjundioso el libro si hubiera habido un mayor análisis de las circunstancias por parte del autor, dado que su lectura resulta poco consistente, de escaso calado. Esta clase de libros me resultan coyunturales, parecen encargos para el gran público, que distan mucho de la capacidad analítica ofrecida, por ejemplo, en la estupenda biografía de Himmler, de Peter Longerich, por citar uno.

Daniela Astor y la caja negra (Marta Sanz 2013)

Daniela Astor y la caja negra
Marta Sanz
2013
272 páginas
Editorial Anagrama

Una hoja, una castaña, un (magnífico) libro sobre la verde hierba. Eso vemos. No es una indirecta, el libro no es un castaña, todo lo contrario. El marco es intencionado, porque el libro me resulta otoñal, melancólico, cadencioso, pluvioso.

Al haber leído La lección de anatomía necesitaba seguir leyendo a Marta Sanz. Dicho y hecho. Daniela Astor y la caja negra, su última novela, me ha hecho sonreír, reír, llorar, emocionarme, en este ejercicio de memoria, ejecutado por Marta Sanz, muy plausible y recomendable, que se ha ganado mi fervor.

Al igual que en La lección de anatomía, la autora, buscará en el baúl de los recuerdos, para mostrarse con las mejores galas o para arrancarse la piel a tiras. Su capacidad de recordar, o de fabricar recuerdos es notable.

Catalina, la protagonista de este libro tiene doce años y la visión que ésta tiene por tanto del mundo es su mirada sobre la familia, las amistades de los padres, las revistas que consulta en la consulta donde trabaja su madre y poco más. Como la piel que habita, a Catalina no le gusta, acomodará en su mente a Daniela Astor, una mujer elegante, bella, políglota, inteligente, cosmopolita, a la cual quisiera parecerse. Y Catalina y su mejor amiga Angélica fabricaran con sus manos su propio micromundo entre las paredes de su cuarto, un cuarto que será testigo de la expansión de esos cuerpos núbiles, que devendrán mollares o magros, de esas nuevas protuberancias, de los desarreglos hormonales que certificarán su capacidad de procrear, de esos juegos que erizan la piel y convierte el deseo en algo húmedo…..

Ocupan un papel central en esta historia los padres de Catalina: Alejandro Hernández y Sonia Griñán. El primero con nombre de mariachi, que irá desdibujándose en pequeños pasos hacia la nada, como si una existencia se pudiera borrar sin apenas esfuerzo con una goma Milán y luego al repasar el contorno del nombre que fue, no se experimentara sensación alguna. Y la madre, Sonia, presencia ineludible, que agota, cansa, aborrece y odia, a ratos, Catalina, pero a la cual no podrá menos que amar, no porque sea su madre, que también, sino porque en el lote no solo van los genes, sino todo lo demás.

A la par que constatamos brutalmente la realidad que circunda, horada, socava y sostiene (los afectos, la constancia y el tesón afectivo ofrecido por Angélica y sus padres) a Catalina, tenemos un falso documental poblado de musas del destape, de mujeres convertidas en icono sexual, en películas ya olvidadas, una vez superados los viajes a Perpignan, donde una teta o un culo eran objeto de culto, la piel femenina un mapa inexplorado, mujeres que anhelaban ser amadas más que comprendidas, que querían tener una voz propia, ser algo más que un cuerpo escultural, un objeto admirado y deseado por pajilleros de manos rápidas u hombres acaudalados.

No debemos tampoco olvidar que hace poco más de tres décadas hubo mujeres y médicos que fueron a la cárcel por abortar y practicar abortos, como la madre de Catalina, para quien aquello que hizo, sería algo no agradable pero necesario.

Marta Sanz narra todas estas cosas con una sencillez que pone los pelos de punta, porque a medida que vas leyendo, lo leído va ganando en intensidad y como si de una bola de nieve se tratara, cada palabra, alimenta la siguiente, para ir creando algo grande, que arrolla y desmantela mis defensas a su paso, sí, una gran bola de nieve, que fundiré con mis recuerdos, cosidos a los de Catalina, al echar la vista y recordar como era la vida a los doce años, qué papel jugaron (y siguen jugando) los padres en todo este trayecto, si el adulto que todo niño lleva ya dentro de sí, haría buenas migas con el niño que todo adulto lleva dentro, o no se dirigirían la palabra, porque es absurdo hablar ante el espejo.

Marta Sanz en devaneos | La lección de anatomía