www.devaneos.com

Pabellón de reposo (Camilo José Cela)

A sus 26 primaveras, en 1943, Camilo José Cela (CJC) escribió esta novela otoñal, Pabellón de reposo, donde unos enfermos de tuberculosis, constatan cómo los esputos de sangre que salen por sus bocas vienen a ser como el heraldo de la muerte, el fruto de su desdicha y consecuente infelicidad.

Pabellón de reposo que es un pabellón del responso, pues el ruido de fondo es un oración fúnebre, la de aquellos que esperan su final, pues el pabellón es para la inmensa mayoría un punto de no retorno, un campo de exterminio donde la parca se aplica con eficacia y eficiencia, pues son muy pocos los que de allí salen vivos.

El pabellón viene a ser un corredor de la muerte, donde los reclusos, que allí dejan ya de tener oficios, inquietudes, sueños, para ser simple y llanamente enfermos, apuran sus últimos meses, horas, minutos. Los enfermos, presos en su soledad (la cual acarrea negros pensamientos) y desamparo se identifican con un número: el 52, el 40, el 11, el 103, el 37, el 11; sus cartas las firman con iniciales. Da igual, la muerte los alcanza por igual a todos, aunque se oculten detrás de un guarismo, de un carácter. El amor es una promesa magra, una suerte de cuidados paliativos. Los días de estos moribundos pendulean entre la la rutina y la ruina.
Mejor que el manido «venirse abajo» me suena «me noto muellemente en declive«.

CJC que escribió esta novela por entregas, que se iban publicando en un periódico, recibe una carta de un médico pidiéndole que deje su novela, que no escriba más, que su lectura perjudica a sus enfermos tuberculosos. La ficción atemoriza, vemos, a la realidad. Los personajes innominados, numéricos, afectan a los lectores que tienen el mismo mal, que correrán la misma suerte (desdicha).

Afuera del pabellón la naturaleza sigue con sus ciclos, los pájaros vienen y ver, el campo florece y se agosta, las estaciones se suceden y los de dentro, los enfermos, van muriendo sin remisión, y hay siempre una queja hacia Dios, que los abandona a su suerte, que no les impide morir, que no alivia su sufrimiento, pues se van al otro barrio descompuestos, destrozados de dolor, un dolor que les lleva a desear ser cualquier otro ser vivo distinto del homo sapiens, pues vivir aquí es un sinvivir, una desdicha, un porvenir que no vendrá, una esperanza muerta por inanición y todo esto nos lo cuenta CJC sin arabescos sensibleros, con mano firme, con naturalidad, pues a fin de cuentas, y como canta (o susurra) El Rulo: Se nace y se muere sólo, y en mitad de ese camino, quiero un rato divertido), pero estos pobres desgraciados, que lo son, todos ellos, ni siquiera tienen ese momento divertido, porque sus cuerpos fueron casas tomadas por la Parca, que poco a poco los va desahuciando, dejando a sus legítimos herederos en la puta calle, en la puta nada.

Novelas tan lúcidas como estas deben servir para que apreciemos más la vida dichosa y saludable.

Lectura guiada de Pabellón de reposo vía El infierno de Barbusse

Lecturas afines: El aliento (Thomas Bernard)

Camilo José Cela en Devaneos
La colmena
Mazurca para dos muertos
La familia de Pascual Duarte
Cuaderno del Guadarrama

Semana Santa

Nos adentramos en un periodo festivo y nada mejor en esta semana de pasión, lectora, que darse a la lectura con todas las consecuencias. No para leer un “libro para desconectar” o de los de “no pensar” y que nos hermanan con un macetero, sino para entregarse a un libro de esos que te exprimen el cerebro como un limón y convierten la literatura en alimento para el cuerpo y para la mente. La hostia, vamos.

Mi selección ha sido esta:
La saga/fuga de J.B.
Las referencias no pueden ser mejores. Razón aquí.

Arrinconado (Bukowski)

Bueno, ellos ya decían que llegaría esto:
viejo,
perdido el talento,
titubeando con las palabras.
escucho pisadas sordas,
me vuelvo,
miro detrás de mi…
aún no, perro viejo.
demasiado pronto.
ahora
ellos están sentados hablando de mí:
sí, le ha ocurrido,
está acabado…es una pena.
nunca fue gran cosa,
¿verdad?
bueno…no, pero ahora,
ahora están celebrando mi defunción en tabernas que yo ya no frecuento,
ahora yo bebo solo dentro de esta máquina defectuosa.
mientras las sombras cobran formas,
peleo en lenta retirada,
ahora la promesa que fui
mengua, mengua…
ahora enciendo otros cigarrillos,
me sirvo otras copas,
ha sido una hermosa pelea
y aún lo es.

9788416379101

Los extraños (Raül Garrigasait)

La visión del extranjero hacia lo nuestro siempre resulta refrescante. Disfruté mucho leyendo por ejemplo las Cartas desde la Alhambra, en las que Irving contaba su pormenores, aventuras y desventuras por los caminos y trochas andaluzas, donde la imagen fantasiosa que se había hecho de nuestro país, le permitía afrontar cualquier eventualidad con templanza, pues lo vivido le resultaba fruitivo tanto para su vivir, como para su escritura, pues obtenía así materia prima de primera calidad.

En Los extraños, Raül Garrigasait (Solsona, 1979), nos presenta a un extraño, a un extranjero, el joven Rodolf von Wielemann, un prusiano que en 1837 llega a España, hasta Cataluña, para en Solsona combatir en la primera guerra carlista en favor del Orden y la Tradición del pretendiente al trono, don Carlos María Isidro de Borbón. Una guerra, que parece, en sus comienzos, como la guerra de Gila, pues hasta que Wielemann lleva un año por estos lares no recibe ninguna orden y actúa más bien como un observador, una suerte de flâneur militar, si bien al final llegarán los muertos, como Wielemann tendrá la ocasión de ver y de condolerse.

Raül Garrigasait a su vez está traduciendo las memorias del príncipe Felix von Lichnowsky, y de esta manera el presente dialoga con el pasado, mientras vemos las cartas que Raül intercambia con su editor.

Como tarea especulativa que es la literatura, Raül sirviéndose de mimbres históricos, abunda en la extrañeza del título, que se despliega a su vez en su prosa, en su manera de narrar, registrando tanto elementos históricos con un tratamiento cómico, a ratos vulgar (como asoma en las conversaciones de los soldados), a ratos elevado como sus encuentros (que incluyen momentos musicales, con Wielemann al piano) con el Doctor y donde incluso el presente se filtra en el pasado, como cuando Wielemann lee en un periódico llamado El Constitucional: «Imposibilidad de que Cataluña se declare nunca independiente«.

Una extrañeza, la de Wielemann, que es la que experimentamos a menudo ante un mundo que no entendemos, por muchas etiquetas que se le pongan, por mucho afán que se ponga en categorizar, clasificar, separar, pues entre Wielmenann y el Doctor, que casualmente se apellida Foraster, hay algo más fuerte que la ideología que rige sus encuentros, a saber, su curiosidad, su amor por la cultura, y diría que su ejercicio crítico, pero no lo puedo afirmar porque Wielemann , muy a mi pesar me resulta un personaje bastante insulso, por muchas cosas que le pasen, y encuentro mucha más sustancia en las historias que le refiere el Doctor, en su fatigosas caminatas, en la imagen de ese maestro censurado por los católicos por llevar éste hasta las últimas consecuencias su pensamiento y razón de ser.

Entre Ambos editorial. Traducción de Concha Cardeñoso. 2017. 192 páginas.