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Danilo Kiš

Penas precoces (Danilo Kiš)

Danilo Kiš
Muchnik Editores
2000
121 páginas

Penas precoces es primer acercamiento al mundo de Danilo Kiš (1935-1989).
En esta breve novela Danilo nos habla de sus años de mocedad en un pueblo de la antigua Yugoslavia.

Respira la novela un aire naturalista, rural, ingenuo, en esa sucesión de recuerdos que se suceden en el campo, en la granja, en la escuela. Una candidez que no esconde la tragedia, pero Danilo se muestra más lírico que desgarrador. Pero el drama está ahí. Danilo es judío y su padre es enviado al campo de concentración de Auschwitz del que nunca regresará.

Danilo, no es el único que emplea la escritura como un arcón, como un ancla para fijar la memoria, pues como dice, «el archivo paterno que se llevará con él, cuando dejen el pueblo será el ajuar de su infancia, la única prueba material de que alguna vez existió su padre, porque sin esas fotos ni esos manuscritos, estaría convencido de que todo aquello no había existido, de que todo había sido una historia posterior, soñada, inventada para consolarse. De no hacerlo así, el personaje de su padre se habría borrado de su memoria, como tantos otros y cuando extendiera su mano, tocaría el vacío». Pues eso. Para fines tan elevados sirve la literatura.

Y cuando uno sueña con ser escritor y lo consigue como le sucede a Danilo puede entonces rendir tributos como el que le dedica al perro Dingo, al que cederá la voz para contar en su relato El niño y el perro, la trágica historia de su perra vida, un perro tan sensible que cuando su amo, el niño Andi, se tenga que separar de él, decidirá dejarse morir.

Cierra el libro El arpa eolia mi relato preferido, el colofón perfecto, pues ¿no es acaso el libro otra arpa eolia?, y si acercamos el oído a sus hojas no reconoceremos también el sonido del tiempo, el reverberar de historias en sordina, el grito desesperado de unos recuerdos que no quieren ser pasto del pasado.

Iván Goncharov. Editorial Minúscula

El mal del ímpetu (Iván Goncharov)

Iván Goncharov
Editorial Minúscula
2010
109 páginas
Traductora: Selma Ancira

Leyendo esta exaltación del paseo, del deambular, de esa comunión andariega con la naturaleza, me viene en mientes esa obra tan jocosa de Guy de Maupassant que lleva por título Los domingos de un burgués en París, donde su personaje, el Sr. Patissot por prescripción facultativa recorría los alrededores de París, aunque sin el ímpetu desmedido de esos rusos de la novela de Goncharov (1812-1891), que comparte con Maupassant ese tono burlesco, que propicia que uno lea siempre obras como esta con una sonrisa en el rostro.

Aquí, el narrador nos cuenta como unos conocidos suyos sufren una enfermedad desconocida hasta el momento, tal y como le refiere Nikon Ustínovich, quien pasa todo el día haraganeando, dejando reposar sus carnes en postura horizontal, las 24 horas del día, alarmado este, porque a los Zúrov (una familia donde no faltan personajes pintorescos como esa abuela preAEMET convertida en una barómetro casero viviente, capaz de predecir el tiempo), les ha dado por salir de su casa y estar continuamente al aire libre, en el campo, haciendo excursiones y paseos casi a diario. Una fiebre que lejos de remitir, empeora, pues ante cada excursión, por muchas penalidades y malestares que estas les acarreen, tras llegar a su mansión, ya fantasean con su próxima escapada.

Podía ser la narración proclive a lo bucólico y pastoril, a la exaltación de una naturaleza que sólo brindara dones y parabienes al curioso viajero. No es el caso. Goncharov, pergeña una muy divertida, humorística y mordaz sátira, de tal modo que cada excursión lleva a los Zúrov al borde de la muerte, ya sea por hambre, sed, frío, extenuación, o cualquier otra circunstancia, pero ellos impetuosos y empecinados siguen erre que erre, inasequibles al desaliento.

Al igual que los alpinistas que se la juegan una y otra vez en la montaña, dispuestos a sacrificar sus vidas en cualquier cresta, los Zúrov, sienten algo parecido, una voz, una llamada, del tal manera que el final no pueda ser menos que un trágico misterio.

Una gran novela corta, la que nos brinda Goncharov. No creo que tarde en leer Oblómov, su novela más conocida.

Leonid Andreyev

Las tinieblas (Leonid Andréyev)

Leonid Andreyev
Acantilado
2009
104 páginas

Un revolucionario, un terrorista, un joven de 26 años, virgen, perseguido por la policía recala en un lupanar, y solicita los servicios de una mujer y una vez allí no quiere echar un polvo con Liuba, sino dormir, aunque sea solo un par de horas, porque nuestro joven está que no se tiene y la mujer alucina con él, para mal, y cuando vuelve de los brazos de Morfeo, ella ya le ha calado, barrunta que es un revolucionario, un idealista, un terrorista, y él le confiesa entonces que es virgen, que la piel de una mujer desnuda, para él es un acontecimiento, pero no se lanza, no toma posesión de ella, no obtiene sexo a cambio de dinero, y su confesión (sexual y revolucionaria) lejos de liberarlo lo atormenta y ella al tiempo que lo golpea y ridiculiza, amenaza con denunciarlo, a él, que hasta sus 26 años no ha hecho otra cosa que servir a un ideal que va camino de dejar de serlo, porque quizás la única guerra que valga la pena librar en esta vida sea la que libramos sobre un colchón, pero la noche los confunde y durante unos momentos creerán ser dueños de sus vidas, nada más lejos de la realidad, porque el destino ya ha dicho su última palabra, y él va para mártir, mientras ella se perpetuará como puta.

Relato de Leonid Andréyev (1871-1919) publicado en 1906, planteado como un intercambio de puyazos verbales, donde cada uno defiende sus posiciones, que corren el riesgo de intercambiarse, cuando las certezas son un castillo de naipes y la virginidad no es ya sólo algo físico sino también mental.

Ana María Fischer, Ediciones Alfabia, 2014

El poeta y el pintor (Ana Rodríguez Fischer)

Ana Rodríguez Fischer
Ediciones Alfabia
2014
169 páginas

Si en Muerte súbita de Álvaro Enrigue el autor enfrentaba a Quevedo y a Caravaggio, en esta novela Ana Rodríguez Fischer juega con la posibilidad de un encuentro entre Góngora y El Greco. El poeta y el pintor del título. Lo sitúa en 1610, en la ciudad de Toledo, cuando Góngora deja Madrid para volver a su tierra cordobesa.

Hay un claro vencedor en esta historia y es El Greco, quien se erige como protagonista absoluto mientras que Góngora actúa como convidado de piedra ante el genio del griego y sus reflexiones (lo más interesante de la novela) acerca de su arte que no entiende de una anatomía que le ponga trabas, bajo el supuesto de que es la proporción la verdadera hermosura, algo que está más allá de la geometría y más próximo a la intuición, donde El Greco defiende la imaginación, rompiendo los corsés del método, pues para él, el arte va más allá de copiar, de imitar y quien haya visto los cuadros del Greco (como el de la portada que lleva por nombre, Vista de Toledo) gusten o no, no podrá negar su singularidad, un estilo propio, sobre el que la autora también abunda.

Góngora ve, escucha y aprende del Greco que oficia de maestro, pues el arte entendido como disciplina transversal le permitirá a Góngora ampliar sus horizontes literarios tras su encuentro con el Greco, o eso parece darnos a entender.

No carece de interés esta novela (no histórica, o al menos no estaba en el ánimo de la autora que así resultara) más próxima al ensayo, aunque en ciertos momentos haya tenido la sensación de caminar por una tierra de nadie, como si la narración quedara en manos de esa danza de luz y de las sombras y tras el encuentro de ambos, todo lo posteriormente narrado fuera ya oscuridad.