Archivo de la categoría: Libros

Xoan Tallón

Fin de poema (Juan Tallón)

Juan Tallón
Editorial Alrevés
160 páginas
2015

Este libro de Juan Tallón, de quien no había leído nada hasta ahora, ha sido una muy grata sorpresa. Lo publicó hace dos años en gallego y a finales de 2015 el autor lo tradujo al castellano. Recoge el devenir de cuatro poetas; Cesare Pavese, Alejandra Pizarnik, Anne Sexton y Gabriel Ferrater. Lo acertado de la selección viene dado por lo singular que resulta cada uno de ellos, por su deambular cerca del precipicio. Hay un alimento común en este cuarteto: la soledad.

Más allá de su prestigio, de su fama, de los libros que pudieran vender, se sentían solos, lo suficientemente solos y desamparados como para pensar en suicidarse y llevarlo a cabo. A menudo, quien no deja a nadie atrás, no muestra tantas reticencias de cara a dar el paso final.

Tallón, en breves capítulos nos va avanzando retazos de la vida de cada uno de ellos y los va intercalando. Las anécdotas se suceden y algunas son memorables como la de la joven Pizarnik encargada de pasar a máquina Rayuela de Cortázar, ensimismada con la lectura novela, al punto de hacer dejación de sus funciones de mecanógrafa y finalmente desapareciendo (temporalmente) el manuscrito en su casa, para desesperación del escritor. O bien, la negación de Cesare Pavese a publicar en la editorial Einaudi, Si fuera un hombre de Levi, porque buscaban cosas más modernas y lo que Levi le mostraba resultaba trasnochado. Libro que luego se convirtió en un clásico y que para mí es de obligada lectura. Un Levi que después de trabajar durante más de diez horas de químico llegaba a su casa y se ponía a escribir, a contar su vida, a revivir. Eso se llama tesón.

Tenemos al poeta Ferrater, emboscado en el alcohol, sin escribir poesía, porque cree en lo que enuncia.

«El verdadero poeta deja de hacer las cosas cuando ya las sabe hacer, no las alarga, porque entonces hace estilo de su propio estilo»

En cuanto a Anne Sexton, su vida es un desastre, con intentos de suicidio, internamientos en sanatorios, saltos de amante en amante, pero hay algo diferente: la poesía. Una Sexton a quien un cura al que confiesa sus ganas de suicidarse le replicará.

«Dios está en tu máquina de escribir…tienes que seguir escribiendo, mucha gente necesita tus versos, sobre todo esos versos son necesarios para ti».

Cesare, persevera en el amor, sin éxito, lo cual le ha hecho fracasar el doble, el triple, ilimitadamente. Una lógica que el poeta no entiende, pues lo que suele funcionar en otros terrenos, en el amor no funciona.

La prosa de Tallón, pródiga en hallazgos, aviva la narración, la ilumina, nos subyuga y sitúa frente a los poetas, nos deja ser testigos de excepción de su intimidad, y certifica que ni la literatura, ni la poesía, son capaces de vencer al impulso suicida, más bien, en algunos casos, dará argumentos al suicida para llevar a cabo su jugada maestra.

Leer los artículos de Enrique Vila Matas o libros soberbios como este de Juan Tallón, los concibo como el mejor Plan de fomento de la lectura y de paso una manera de amar la literatura y a aquellos escritores que la sustancian y dan esplendor. Aquello que experimenté hace ya casi dos décadas leyendo El periodismo es un cuento, lo he vuelto a sentir con esta obra de Tallón.

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Golpes de gracia (Joxemari Iturralde)

Joxemari Iturralde
Malpaso
2016
162 páginas

A pesar de que en la portada vemos a un fulano con guantes de boxeo y la narración versa sobre la vida y milagros de dos de ellos, Paulino Uzcudun e Isidoro Gaztañaga, la historia puede gustar a quienes no les atraiga el boxeo. Eso en teoría, porque la narración es bastante plana y el tonillo coloquial va bien para referir historias amarrado a una kupela, pero sobre el papel, creo que hay que exigirse más y no hacer del texto poco más que una crónica periodística.

Los protagonistas, Paulino e Isidoro son vascos, púgiles y jóvenes. Les va bien en el boxeo, tras dejar su ocupación como aizkolaris, ganan combates, pierden algunos, cogen fama, las mujeres quieren llevarlos de la lona al colchón y así la narración encadena las múltiples aventuras amorosas que ambos tienen. Mujeres, que dan nombre a los capítulos, para quienes tener un boxeador en su cama es como cobrarse una buena pieza de caza.

Los combates se suceden fuera de nuestras fronteras y los púgiles conocerán así los Estados Unidos, Cuba y otros países europeos y no será ya su fama sólo local.

La medianía y simpleza de los dos boxeadores se cifra en beber, trasnochar, alternar, derrochar y subir al ring cuando toca a soltar mamporros. A pesar de llevar esas vidas disipadas, Uzcudun sería tres veces campeón de Europa.

Comienza la narración en los años 20 del pasado siglo y acaba con la Guerra civil ya finalizada, con Paulino convertido en un aterrador fascista y en un miserable, en palabras del doctor Goiti, quien puso a Paulino en el camino del éxito cuando este empezaba, y un Isidoro criando malvas, porque hay desaires amorosos que los cornudos no solucionan a golpes, sino a tiros.

Así las cosas, el combate entre Paulino e Isidoro (afín a la República), esas dos Españas limando sus diferencias a mamporros, nunca llegaría a materializarse.

El Sistema

El Sistema (Ricardo Menéndez Salmón)

Ricardo Menéndez Salmón
Editoria Seix Barral
2016
326 páginas

Ricardo Menéndez Salmón nos ofrece una gesta distópica. Hablo de gesta, no de gesto, porque en manos de escritores menos solventes, hablaríamos de eso, de un gesto, una mueca, un esbozo, un empeño estéril, pólvora mojada, sin embargo Ricardo, una para mí de las mejores prosas españolas del panorama actual, aúna contenido y continente, para trascender el ensayo y de la mano de El Narrador, situarnos en una sociedad futurista, que bien podría ser un presente continuo, si prestamos atención al mundo cada vez más convulso que vemos en las imágenes que vomitan los telediarios cada día.

El mundo como lo conocíamos es un Sistema, con las hechuras de un archipiélago. Hemos superado la Protohistoria, la Historia Antigua, la Historia Moderna, la Historia Nueva. El mundo está divido entre los Propios y los Ajenos. El poder, y por tanto también el relato de la Historia, está en manos de los primeros. Los otros, los Ajenos, se rebelan, desafían el Sistema, quieren abolirlo dado que éste no conoce la compasión, e inician la rebelión, la posible toma del Poder.

Esto lo podríamos leer como ciencia ficción. No lo es. Está pasando. La Unión Europea lejos de integrar y acoger, se une contra el bárbaro, contra los otros, contra los Ajenos, si empleamos el lenguaje de El sistema, y levanta muros, alambradas, sustituye el concierto por la concertina. Ceba la tragedia, la orilla, la justifica, hacina a seres humanos (emplear el término refugiado, frena el efecto de la alteridad) de todas las edades, los deja a la intemperie, los abandona a su suerte. Nosotros, como parte de esa Unión, somos ejecutores, cómplices.

La narración se articula en cuatro actos.

El primero es la espera en la estación meteorológica, en la isla Realidad. El protagonista es El Narrador, dueño y señor de su soledad, de su tiempo, de su horizonte. Una espera que me recuerda El desierto de los tártaros de Buzzati. Una espera del enemigo, del invasor, que no conforta, pero tampoco socava. Tiempo que le permite a nuestro centinela ir olvidando a su mujer a sus hijas. Una espera amniótica.

El Narrador entonces huye. Quiere volver a ver a su familia. El presunto reencuentro con su familia no será tal. Se ha volatilizado. La familia y la esperanza. Recala en La Academia del sueño, donde allí nadie tiene sueños, con la ingesta de la sustancia T29. Puede irse si quiere, buscar nuevos horizontes, pero el miedo a la desconocido es un condón umbilical que en la edad adulta nos anuda irremisiblemente a ese presente sólido en el que creemos hacer pie.

Lo embarcan luego en el Aurora. Imposible no pensar, leyendo esa singladura fluvial, en El corazón de las tinieblas de Conrad. Un tripulante especial, un niño misterioso, un enigma de carne cifrado, que se erige como líder. El Narrador es el encargado de contabilizar la realidad. Llegan finalmente al meollo de la trama, a la Cosa, ese ente inmaterial, del que todos hablan, pero que nadie ha visto. Un trasunto de Cristo.

Si la historia avanza fluidamente, pero a toro pasado siempre vemos las cesuras de este Poema Histórico, como esos anillos en los árboles que nos permiten ir descifrando las distintas edades, en la Cosa y ante un prototipo quizás podamos pensar que una nueva época ya está en marcha, quizás repican las campanas, ante el advenimiento de un nuevo Hombre.

Primordial deviene en el relato La lección de anatomía del doctor Tulp de Rembrandt, en su estudio anatómico del difunto Kindt. Al hilo del cuadro se pregunta el Narrador si la sabiduría no pasa por renunciar a toda vocación de complejidad. Si la claridad no es otra cosa que un fortín inexpugnable.

La distopía no le obliga al autor a tener que renombrar cada una de las cosas que conocemos, empeño que a menudo cifra el talento de los autores creadores de mundos fantásticos. Ricardo nos sitúa en el vector tiempo/espacio con muy pocos elementos: El Sistema, El Dado, La Cosa, los Propios, los Ajenos, la T26, etc y esto redunda en que la trama resulte inteligible.

Hay escritores que al escribir centrifugan párrafos, despachan las palabras con ansia, en pos del anhelado ritmo, otros, como Bayal, como Andrés Ibáñez, como Salmón, renuncian a soltarlas tan pronto y las trabajan, las amasan, van construyendo significados, siempre buscando la palabra justa, oportuna y se produce entonces la alquimia de que lo leído se nutre de palabras no gastadas por el uso, y ha lugar entonces el fulgor, la sorpresa, luego el asombro, y finalmente mi reconocimiento hacia una novela brillante.

Lecturas periféricas: Rendición (Ray Loriga), El año del desierto (Pedro Mairal)

Nikos Nazantzakis

Lirio y serpiente (Nikos Kazantzakis)

Nikos Kazantzakis
Acantilado
67 páginas
2013
Traducción: Pedro Olalla

En la contraportada leo que Nikos Kazantzakis escribe Lirio y serpiente a sus 22 años, inspirado por una joven irlandesa que le trajo de cabeza. Una obra, ésta, que le atormentó toda su vida, lo que le haría ir entregando todos los ejemplares que le quedaban al fuego.

Batallitas a un lado, lo que nos ofrece Nikos en esta breve obra es el diario de la pasión que devora al narrador, un pintor, cautivo de su amada, su Diosa, y a medida que van pasando los días, a medida que los cuerpos se funden y se desacoplan y ambos vayan cartografiando la piel ajena, cada rincón, cada oquedad, cada pliegue en la piel, en cada noche de pasión y entrega consumada, según se van dando, borrándose, todo se torna más febril, más enajenado, rayano en la locura, y él fantasea entonces con el desierto, la soledad, el recogimiento, pero es una fantasía que se agota tan pronto como siente el cuerpo de su amada cerca, y entonces lo que desea ya no es tomar posesión de ella, ahíto como está ya de ella, sino ir más allá, buscar en el interior carnal de ella y dibujar flores rojas con su sangre sobre la sábana, por ejemplo. La prosa de Nikos es exaltada, delirante, febril, inflamada, pueril a ratos, excusable habida cuenta de su mocedad.

Una tragedia griega amorosa solo puede acabar de una manera.

Una enorme serpiente reptaba sobre la arena y, en sus mandíbulas emponzoñadas, mordía, como acariciándolo, un lirio marchito, pequeño y blanco