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El lector autárquico

La autarquía aplicada en mi leer cerraría las fronteras a los libros tomados en préstamo en la biblioteca, también a las futuras compras. Sería la única manera de reducir el número de libros pendientes de leer que moran hace décadas en las estanterías dispersas por toda mi casa. De esa manera me pondría de una vez con Las mil y una noches, las Memorias de ultratumba, la Historia de mi vida de Casanova. Libros que fueron regalos de seres queridos y cuya no lectura asumo ahora como una descortesía. Volvería a Filloy si acometiese la lectura de Op Oloop. A Gaddis con Los reconocimientos. Me mediría de una vez con Pynchon y su A contraluz. Regresaría a los clásicos, a Cervantes y sus Novelas ejemplares, a La celestina, a la narrativa completa de Valle-Inclán. Como hice hace semanas con Rodoreda y la Plaza del diamante, leería Nada de Laforet y Nubosidad variable de Gaite. Sabría qué es La forja de un rebelde. Comprobaría cuánto hay En el juego de los abalorios del Dockor Faustus. Emprendería el viaje Al fondo de la noche. Sería testigo de Las conversaciones de Goethe. Escalaría paredes verticales al acometer Larva y Paradiso. O me bastaría con ir Peñas arriba. Me complacería que me viniesen con cuentos de Cheever, Thomas Wolfe, Cristina Fernández Cubas, Carlos Castán, Thomas Mann, Evelio Rosero, Tolstói, Pushkin, Svevo o Edgar Allan Poe. Haría tripletes al consumar La trilogía de la memoria, La trilogía de los sonámbulos o El día del Watusi, y así sabría si el de Casavella es o no es ya un clásico moderno. Me embarcaría en lecturas extensas como La muerte de mi hermano Abel, La novela de Genji, La familia real, Los inconsolables, La muñeca, Escenas de la vida de Annie Ernaux, La palabra del mudo o Días de llamas. Habría más Gallardo con Los galgos. Me entregaría al debate y al pensamiento escatológico si leyese Por qué soy católico y Por qué no soy cristiano. Sé que validaría otra vez las buenas recomendaciones de mi librero de confianza al leer El barrio del incienso. Volver a casa es volver a Cunqueiro y sus Artículos. Leería Manhattan Transfer y luego La colmena y jugaría mentalmente a las siete diferencias. Me tumbaría en el catre y me daría a la lectura de las Novelas de Santa María. Repararía el monumental descuido de no haber leído aún a Pla. Comenzaría con El cuaderno gris. Encerrado en mi cuarto, fajado en la lectura y con las pupilas a punto de nieve entendería la trágica situación de El conde de Monte Cristo. Seguiría con Contra toda esperanza, con los Diarios de Zweig, y después me pondría con sus biografías de María Estuardo y Fouché. Me embarcaría en la lectura de Maqroll y Mediterráneo. Sería un flanêur en mis Paseos por Roma. Dentro de un reloj de cuco acometería El viaje pendular. Afilaría el lapicero al leer El oficio de vivir. Leería con la puerta de la nevera abierta Bajo el volcán. Compararía la novela con la película después de leer El doctor Zhivago. Retornaría a Gopegui con Lo real. Tendría esa sensación tan excitante de leer a una escritora por primera vez. Así Infiel o Leonora. ¿Me quedarían fuerzas para leer La invención y la trama, A sangre fría, Ruido de zuecos, El barón rampante, Maniac, Circular 22, El interior, Conversación en la catedral o Los hermanos Karamázov? No lo sé, si sé que dejaría para el final a Auster, su 4 3 2 1.

2023

Librería
Este año espero llevar a cabo algunas lecturas que tengo pendientes de libros que tengo por casa desde hace tiempo, y pienso en Las mil y una noches, La historia de mi vida de Casanova, Los héroes griegos, Cuentos salvajes o La obra completa bilingüe de Arthur Rimbaud, editados por Atalanta. También en los Escritos sobre arte, literatura y música de Baudelaire, en Acantilado, Los hermanos Karamázov en Alba. Un pequeño demonio, en mármara, Mía en Candaya, Los Galgos en Malas Tierras, Paraíso de Lezama, Escenas de la vida de Annie Ernaux en Krk, La muerte de mi hermano Abel en Sexto Piso, Larva en Jekyll & Jill, El barrio del incienso en Fulgencio Pimentel, Ensayos literarios de Samuel Johnson en Galaxia Gutenberg, La familia real en Pálido Fuego, Cuentos de Thomas Wolfe en Páginas de Espuma, Filosofía y consuelo de la música en Acantilado, La palabra del mundo en Seix Barral, Todos los cuentos de Antonio Pereira en Siruela, Las sacas en Pepitas de calabaza o El Doctor Zhivago en Galaxia Gutenberg.

A las que habrá que sumar otras novedades de interés, relecturas, préstamos bibliotecarios, etc.

Ya sabemos que los caminos de la lectura son inescrutables. Y los de la escritura, ni te cuento.

¿Y tú, que piensas leer este año?

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Lecturas 2022

2022 ha sido un año de lecturas que me ha deparado muchas alegrías. He leído por primera vez a autores como Francesco Pecoraro. Mordaz con su crítica social en La avenida, en un relato vivaz que mezcla historia, sociología y urbanismo. O Mario Martín Gijón. La pasión de Rafael Alconétar me parece el mejor libro que he leído este año. Un hallazgo ha sido la voz de Marta Aponte en su novela La muerte feliz de William Carlos Williams. Una de mis favoritas. Me he reído mucho con Santiago Lorenzo y Los Asquerosos, disfruté de su peculiar lenguaje y rocambolesca historia. Interesante me pareció la historia que nos cuenta Bibiana Candiana en Azucre. Un relato breve, Empate a diciesiete, me permitió conocer, afortunadamente, la escritura de Sonia San Román. Viajé hasta tierras sorianas con Enrique Andrés con Los montes antiguos. Di cuenta de un clásico moderno, El desierto y su semilla de Jorge Baron Biza. Leí las novelas de jóvenes autores como Pablo González con Los que sufren, Diego Lázaro, Pablo Lafuente o los relatos, Temblor y otros cuentos perturbadores de J. Mordel. Descubrí por lo tanto nuevas voces, aunque a menudo reincido con autores que leo hace años, como Rubén Martín Giraldez (un hacedor de lenguaje), José Ángel Cilleruelo, Julio Camba, Menchu Gutiérrez, Roberto Vivero, Enrique Gallud Jardiel, Ricardo Menéndez Salmón, Eduardo Ruiz Sosa (mi obra favorita sigue siendo Anatomía de la memoria), Eva Baltasar (mi favorita es Boulder), Fernanda Melchor (prefiero Temporada de huracanes), Tomas Sánchez Santiago (con un libro que recoge sus textos periodísticos), Javier Moreno (por partida doble: novela y ensayo con un elemento común: el Big data), Manuel Fernández Labrada (también por partida doble con su estupendo libro de minificciones: Al brillar un relámpago escribimos, y la novela La mano de nieve), Paco Cerdà y su muy necesario 14 de abril, Juan Bonilla, Juan Ramón Santos, Cartarescu, que ha puesto final a su monumental trilogía Cegador o Vicente Valero (que incursiona en el libro de viajes, por tierras provenzales)

He seguido explorando el género del ensayo. Luis Rodríguez incursionó en el género con De la sidra, de su fabricación y de sus defectos, seguido de unas cuantas reflexiones nuevas al respecto. A pesar del título, que nos haría pensar en un ensayo hortofrutícola, el autor en el mismo se propone y creo que consigue, acrecentar nuestro interés por leer a Flaubert; su Madame Bovary y sobre todo las cartas dedicadas a Colete. Juan Vico, también publicó el ensayo La fábrica de espectros, que arroja una interesante y lúcida mirada sobre el cine, desde sus orígenes hasta hoy. Gustavo Faverón Patriau encareció a Borges y escribió un interesante ensayo sobre su obra El Aleph (que aproveché para releerla de otra manera; mejor). Igual de interesante me resultó Las desapariciones, de Hilario J. Rodríguez y el de Clara Obligado, Todo lo que crece, naturaleza y escritura. Los ensayos que más he disfrutado han sido Un paseo por los limbos de Anna Adell. Una lectura subyugante, vertiginosa. Liturgia de los días, un breviario de Castilla de José Antonio Martínez Climent. Otro descubrimiento ha sido la figura del pensador húngaro Béla Hamvas. Los dos ensayos suyos publicados por Ediciones del subsuelo son una lección de sabiduría.
Siempre me gusta leer a Cioran. Este año accedí a él través de una biografía esplendida de Oriol González. De Roberto Valencia leí su plausible ensayo sobre doce museos europeos. Y no puede faltar Montaigne. Rachel Bespaloff escribe sobre la libertad en Montaigne en un ensayo insoslayable.

Hacía un tiempo que quería leer cómics. Este ha sido el año. He descubierto, entre otros, a Alfonso Zapico, Javier de Isusi, Santiago Lorenzo, Ana Penyas, Jaime Olivares, Manuel Fior o Keum Su Gendry-Kim, autora de un cómic fantástico: Hierba.

Dado que Proust había muerto hacía 100 años, y ya que la única manera de honrar la memoria de un escritor es leer su obra, volví a la carga (hace diez años abandoné la lectura en el segundo volumen) con En busca del tiemo pérdido. Me perdí por el camino de Swann, por la parte de Guermantes, vi el efecto de los celos sobre Albertina, prisionera y luego fugitiva, la creación de un universo de papel y lo tuve a mi vera, a Proust, durante seis meses. Fue una compañía agradable, un magnífico observador. He comprobado lo bien que escribe Michel Leiris. Edad de hombre es de lo mejor que he leído. Autoficción de pata negra. Leí por vez primera a Concha Alós. Los enanos no me ilusionaron en exceso. Y volví a los tiempos de la adolescencia leyendo de nuevo a Julio Verne, Agatha Christie, Ana María Matute.

Alguna lectura filosófica interesante también hubo, como No cosas de Byung-Chul Han. También ensayos sobre neurociencia como El espejo del cerebro de Nazareth Castellanos.

No descuidé la poesía y me queda en el recuerdo dos libros maravillosos: Recaya de Adriana Bañares y El árbol de agua de Tonino Guerra.

Los libros leídos son de editoriales como Candaya, Wunderkammer, KRK ediciones, Hermida editores, Ediciones del Subsuelo, Seix Barral, Astiberri, Periférica, Impedimenta, Trea, Malas Tierras, Chamán Ediciones, Espasa, La Navaja Suiza, Pepitas de Calabaza, Libros del Asteroide, Ápeiron Ediciones, Laetoli, Reservoir Books, Eterna Cadencia, Páramo Editorial, Blackie Books, Los Aciertos, Letrame Editorial, Literatura Random House, Alianza Editorial, NewCastle Ediciones, Dosmanos, Destinolibro, Con Pluma y Papel, DVD Ediciones, Menoslobos & Eolas, Salamandra Graphic, Sinsentido, Dólmen Editorial, Planeta Cómic, Páginas de Espuma, Ediciones Libertarias, Galaxia Gutenberg. Siruela, Lumen, Aristas Martínez Ediciones, Akal, La Huerta Grande, Eneida, Editorial Gran Sol, Baile del Sol Ediciones, Editorial Siníndice.

Y esto es todo. Mucha salud y muchos libros buenos.

La relación cronológica de las lecturas de 2022 va como sigue:

La avenida, Francesco Pecoraro
Breviario provenzal, Vicente Valero
Temblor y otros cuentos perturbadores, J. Mordel
La melancolía de las obras tardías, Béla Hamvas
De la sidra, de su fabricación y de sus defectos, seguido de unas cuantas reflexiones nuevas al respecto, Luis Rodríguez
La obra de una vida, Béla Hamvas
El orden del aleph, Gustavo Faverón Patriu
Libro de las negaciones, Javier del Prado Biezma
Edad de hombre, Michel Leris
La fábrica de espectros, Juan Vico
La muerte feliz de William Carlos Williams, Marta Aponte
Hamnet, Maggie O’ Farrell
Los que sufren, Pablo González Sánchez
Ni fuh ni fah y otras historias del ancho mundo, Julio Camba
Azucre, Bibiana Candiana
La pasión de Rafael Alconétar, Mario Martín Gijón
La ratonera, Ágata Christie
Horda, Ricardo Menéndez Salmón
Al brillar un relámpago escribimos, Manuel Fernández Labrada
Ensayo sobre el estudio de la literatura, Edward Gibbon
Sagrado y desagrado, Rubén Martín Giráldez
Las desapariciones, Hilario J. Rodríguez
Cerezas en el escondite, textos periodísticos, Tomás Sánchez Santiago
Paradáis, Fernanda Melchor
Los montes antiguos, Enrique Andrés Ruiz
Omega, Javier Moreno
Los asquerosos, Santiago Lorenzo
Nudos de vida, Julien Gracq
El hombre transparente, Cómo el mundo real acabó convertido en Big Data, Javier Moreno
Los enanos, Concha Alós
El amor, el humor, y lo demás son cuentos, Roberto vivero y Enrique Gallud Jardiel
No cosas, Byung-chul Han
Cielo y sombras, José Ángel Cilleruelo
De paseo por los limbos, Anna Adell
Los azucarillos del Café Bretón
La muerte del pinflói, Juan Ramón Santos
El libro de nuestras ausencias, Eduardo Ruiz Sosa
El instante y la libertad en Montaigne, Rachel Bespaloff
Todo lo que crece, naturaleza y escritura, Clara Obligado
Mamut, Eva Baltasar
Historias de la Artémila, Ana María Matute
Por el camino de Swann, Marcel Proust
El rayo verde, Julio Verne
Recaya, Adriana Bezares
A la sombra de las muchachas en flor, Marcel Proust
El árbol de agua, Tonino Guerra
Otro cielo, Hasier Larretxea
El beso, ¿qué se esconde tras este gesto cotidiano?, Alain Montandon
Lágrimas de frontera, Diego Lázaro Niso
Totalidad sexual del cosmos, Juan Bonilla
Abandonar Coasta Boacii. Ciorán en fragmentos, Oriol González Fábregas
Cegador 3, El ala derecha, Mircea Cartarescu
Nebrija, Agustín Comotto
El desierto y su semilla, Jorge Baron Biza
Hierba, Keum Su Gendry-Kim
Las tres vidas de Hannah Arendt. La tiranía de la verdad, Ken Krimstein
Senso, Alfred
Tamara de Lempicka, Virginia Greiner, Daphne Collignon
La Divina Comedia, Javier de Isusi
Café Budapest, Alfonso Zapico
Cinco mil kilómetros por segundo, Manuel Fior
Estamos todas bien, Ana Penyas
De Senectute, Quino
La señorita Else, Manuele Fior
Asylum, Javier de Isusi
El espejo del cerebro, Nazareth Castellanos
El mundo de Guermantes, Marcel Proust
La guerra del profesor Bertenev, Alfonso Zapico
Palacios, hangares y cuevas, Roberto Valencia
Pyongyang, Guy Delisle
Empate a diecisiete, Sonia San Román
El campamento del fin, Fernando Lafuente
El extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde, Santiago García y Javier Olivares
Warburg & Beach, Javier Olivares y Jorge Carrión
14 de abril, Paco Cerdà
Sodoma y Gomorra, Marcel Proust
La ventana inolvidable, Menchu Gutiérrez
Liturgia de los días. Un breviario de Castilla, José Antonio Martínez Climent
La prisionera, Marcel Proust
La fugitiva, Marcel Proust
La mano de nieve, Manuel Fernández Labrada
El tiempo recobrado, Marcel Proust
Un invierno en Mallorca, George Sand.

Asimismo las 1500 reseñas que he escrito durante estos últimos dieciséis años están disponibles en la Devaneopedia.