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La muerte feliz de William Carlos Williams (Marta Aponte Alsina)

La muerte feliz de William Carlos Williams
Marta Aponte Alsina
Candaya
Año de publicación: 2022
208 páginas

Muere una persona querida y siendo testigos de los últimos años de su vida, nuestra memoria indefectiblemente desplaza la existencia anterior del finado y olvidamos así la niñez y esplendor del mismo, que no siempre fue viejo, y tuvo una vida antes de la decrepitud, la enfermedad, la parada cardiaca.

Marta Aponte Alsina (Cayey, 1945), escribe la vida de Raquel Helena Hoheb (1856-1949), pintora puertorriqueña de Mayagüez. Madre del poeta William Carlos Williams. Muere sorda y ciega y frustrada, pero en el tránsito, en su cara, habrá una sonrisa pintada por ella misma.

Quizás Raquel suscribiría las palabras de Le Corbusier; prefiero dibujar a hablar. Dibujar es más rápido y deja menos espacio para la mentira.

El testigo lo toma Marta, para dar voz a Raquel, entrar en su cabeza y plasmar sus pensamientos, asimismo una vida rica en vivencias que la llevará de Puerto Rico a París y luego a Nueva York y a Rutherford en New Jersey. Los muertos de la Comuna de París aún recientes, la Exposición Universal de París, la construcción del Puente de Brooklyn. Raquel está ahí y es testigo de todo esto. También de matasanos que sangraban los bolsillos de los incautos.
Un mundo aquel estrecho y profundo. Distinto al que hoy conocemos, ancho y superficial.

La narración de Marta es meandrosa, rizomática, preñada de luz y aromas. Quintaesenciada. Escritura que embelesa.

Leo en el texto que la memoria diseca. Cómo no darse pues a los sentidos, aquellos que precisa Raquel para aprehender el mundo, tamizado en el lienzo: el trabajo de las manos, los ojos, el olfato. La memoria cede el espacio a la imaginación de la autora, a su prosa intersticial, muy capaz de iluminar las oquedades biográficas de Raquel y su hijo poeta. Ambos necesitan el arte para ser. A Raquel se le cierran pronto las puertas a su arte, hete ahí su frustración, su capacidad de resistencia, divisa de la feminidad. El hijo médico se afana en sus poemas, en un quehacer sisífico que llega a tomar posesión de él.

La narración explica la maternidad, los lazos que surgen, después de cortado el cordón umbilical, entre la madre y el hijo. La posesión, la dependencia, la necesidad. El peso asfixiante de la ausencia. La liberación en la poesía.

Marta traza conexiones. Presenta a su abuela Fermina. Y como sucede con el resto del libro, la prosa es portentosa. Su vida, la de Fermina, es una vida minúscula, como casi todas, pero que se verá enaltecida en el recuerdo de su nieta, con igual maestría y voluptuosidad que las vidas de Michon.

Fermina no ha muerto. La luz de las estrellas tarda en llegar. Esta de hoy viene de un tiempo en que Fermina todavía no ha nacido. Cuando la luz del tiempo de mi abuela nazca yo habré muerto. Tan muerta estaré que ella me soñará entre el humo de la leña y el tabaco de sus placeres.

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