Archivo de la categoría: 2014

José Antonio Garriga Vela
Editorial Siruela 2014

El cuarto de las estrellas (José Antonio Garriga Vela 2014)

José Antonio Garriga Vela
2014
Editorial Siruela
165 páginas

Esta novela de José Antonio Garriga Vela (Barcelona 1954) es un continuo salto al pasado de la mano de su protagonista, quien tras sufrir un accidente, verá como fluyen a borbotones y sin esfuerzo los recuerdos.

Como presencia ineludible La Araña, el complejo cementero donde trabajó el padre del protagonista, y lugar donde residía su familia. Una fábrica ubicada frente al mar. Cielo e infierno a pie de playa, a pie de voladura.

Los recuerdos del narrador se ciñen a la relación extraña y desafortunada que mantuvieron sus padres, el amor no confesado de Javier Cisneros, amigo íntimo de su padre, hacia éste. Beatriz y el amor soterrado que ésta sintió hacia el Polaco (perseguido por la justicia), hasta su muerte.

Toda la historia se nos presenta como un subterfugio, un intento de escapada, un número como los del Gran Houdini, donde más allá del circo y el numerito, uno solo trata de no sufrir demasiado, de encajar los golpes hasta ya no poder más y buscar entonces consuelo en la muerte, en el sueño plácido, buscando la compañía de otros fantasmas

El Padre, a la vista de que su mujer Beatriz está enamorada del Polaco, acepta ser segundo plato antes que no ser nada, vistiendo el traje de figurante en esa historia de amor no correspondido, donde va larvada la desdicha y la cual se acrecienta cuando el Padre deje la fábrica y pase de estar parado a ser rico, cuando le toque el Gordo de Navidad en el 73 y se vayan todos a Nueva York, cumpliendo así los sueños del padre, que embebido de cine va viendo por sus ojos como a través de dos lentes. Un sueño pesadillesco, no obstante, porque en aquellas latitudes se enteran de la muerte de Javier Cisneros y hay un océano por medio, impidiendo despedir al muerto y el padre entrará poco después en barrena, regresando a La Araña, de cuya red nunca pudo, ni quiso escapar.

José Antonio Garriga Vela
José Antonio Garriga Vela

El pasado que nos ofrece José Antonio en esta novela es una sustancia pulposa, jugosa, vívida y también bastante triste, fatalista y desoladora, cuya prosa porosa y seductora, certifica la imposibilidad de consumar el amor por parte de los padres del narrador, reducida la actuación de ambos a una representación, a ocupar una casilla en el tablero, esperando el jaque mate, en esa partida que siempre gana la Parca, donde la realidad se va poblando de polvorientos fantasmas y deseos agostados.

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errata naturae ediciones 
2014

Élisa (Jacques Chauviré 2014)

Élisa
Jacques Chauviré
errata naturae editores
2014

Jacques Chauviré autor de esta breve novela nació en 1915, el mismo año en el que moría su padre en el frente, durante la I Guerra Mundial.

En Francia, Élisa se publicó en 2003 y fue acogida con todos los parabienes de los libreros franceses. Cuando a Jacques le interpelaban acerca de sus motivos para escribir (se ganaba la vida como doctor), respondía reproduciendo las palabras de otros médicos-escritores anteriores a él: cualquier médico sabe que sus victorias son siempre efímeras mientras que las del escritor pueden ser eternas.

¿Es Élisa una victoria eterna?. No, es material fungible.

Élisa es un relato autobiográfico que se remonta a cuando Jacques tenía cinco años y a su casa en el campo, donde el pipiolo vive junto a su madre viuda, un hermano, una abuela severa y algún familiar más, llega Élisa a trabajar como sirvienta.

A partir de ese momento, Jacques o Ivan (porque al estar pendiente de registrar su nacimiento y mediando la muerte de su padre, la madre decide cambiar el nombre y ponerle el mismo que el de su marido, como homenaje a éste) se embelesa con la joven Élisa de labios carnosos, nariz chata, pechos redondeados y turgentes. En fin, que el mocete a pesar de su corta de edad, está que bebe los vientos por ella y no ve momento de estar junto a ella.

Hay quien apenas recordamos nada de cuando teníamos cinco años y otros como Jacques se acuerdan de todo con una nitidez pasmosa (y donde no llega la memoria siempre está a mano la imaginación). Será quizás porque el resto no hemos tenido a esa edad a una Élisa próxima que nos arrullase y nos mostrase sus senos tan a mano y nos dejará abrazarla y acariciarla. Todo desde el cariño que puede ofrecer una tierna criatura de leche, de cinco añitos.

Jacques nos cuenta con una prosa luminosa y ligera el fluir de las estaciones, de los meses, a medida que su pasión se acrecienta, sin ser correspondida por su amada. Al final, como es de preveer, Élisa se casa con un chico y deja la casa de Ivan.

Jacques Chauviré
Jacques Chauviré

No acaba aquí la historia porque entonces sería una historia amena y mínima, sin más. ¿Entonces?. Es menester cerrar el círculo. Élisa e Ivan, bueno Jacques, se merecen un encuentro más. Y lo tendrán.

El enamoramiento o apasionamiento es algo similar a la sed, que sólo saciamos con la presencia de la persona amada. Al que le haya pasado, podrá corroborar o negar esto. Al resto, creerlo a pies juntillas, porque es así.

El problema de Ivan fue que Elisa no pudo ni amamantarlo como bebé ni darle de beber como niño. Cosas que pasan, cuando los nacimientos no están bien ajustados en el tiempo.

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Editorial Reino de Cordelia
2014

Dulce objeto de amor (Raúl Guerra Garrido 2014)

Raúl Guerra Garrido
Editorial Reino de Cordelia
2014
119 páginas

La editorial Reino de Cordelia ha hecho bien reeditando a comienzos de este año, este libro de Raúl Guerra Garrido (Madrid, 1935), titulado Dulce objeto de amor, publicado en Mondadori en 1990, porque es un libro que hay que leer porque es buenísimo.

Recientemente vi la película Stockholm. En ella un treintañero trata a toda costa de llevarse a la cama a una chica a quien ha visto en una fiesta nocturna en una casa y de quien se ha quedado prendado. El chaval saca a relucir toda su artillería pesada: más bien ser un canso, e insistir de todas las maneras posibles, haciendo el tonto las mayorías de las veces, hasta que la chavala consumida ya casi toda la noche tenga a bien bajar la guardia, y dejar que él entre en ella, liberándose así el deseo, ya de ambos.

Esto lo venimos haciendo los hombres desde que se creó el mundo y es lo que permite que aún hoy estemos aquí. Si no hay deseo, pasión, ganas de conquistar, de echar un polvo e incluso de tener hijos, este mundo se hubiera ido a tomar por culo hace siglos.

Raúl Guerra esto de la pasión, el deseo y el objeto de la existencia lo tiene claro:

La vida es una absurda geometría que sólo se justifica con el logro de un vértice de felicidad, el resto de la superficie no cuenta, y ese vértice hay que sublimarlo hasta el infinito. Esa es tu moral de exigencia, conseguir un amor efímero pero absoluto, de inmediatez eterna, y pagar por ello al precio que sea necesario. página 110.

El libro va todo en esta línea. No sé a ciencia cierta lo que ofrecen esos cientos de libros que se venden en las librerías bajo la denominación de Novela Romántica, pero viendo sus portadas, a cual más horrible, leyendo sus títulos que demuestran una imaginación estéril y complaciente y ojeando algunos párrafos ahí escritos, creo que nada tienen que ver esas novelas con una novela como ésta, con este Dulce objeto de amor, que lejos de ser pornográfica, es un exquisito tratado de sensualidad, sensitivo y enjundioso, acerca de la génesis del deseo y de la materialización de la pasión y el goce. Casi nada.

Rául Guerra Garrido
Rául Guerra Garrido

La novela se plantea como un toma y daca entre un hombre y una mujer. Él tiene 40 tacos o más y ella unos veinte. Ella está en el café del Hotel Palace de Madrid con sus amigas, aburriéndose y entonces llega él como un ángel caído del cielo.

Poco tarda, él, Félix en llegar a la mesa donde está Verónica (Berenice, entre nosotros), para rescatarla y llevársela por ahí en su deportivo a las entrañas de la noche, desconcertada ella por el deseo que va naciendo en su interior, rumbo hacia lo desconocido y sorpresivo. Ambos se han visto antes, se tienen echado el ojo, se atraen.

Una vez a su lado, ella registra cada palmo de su rostro, de él, sus manos, su piel, su tono vocal, su forma de desplazarse, la más mínima acción y dota todo eso de significado. Félix hace lo mismo. Él tiene un objetivo desde el comienzo, un proyecto, que no se nos desvela hasta el final de la novela. Ella es independiente, inteligente, dueña de sí, y sabe que puede, o eso cree, poner fin a todo aquello cuando lo desee, dejándolo enhiesto y con un palmo de narices. Él, conquistador nato, despliega en su mente el mapa de las emociones para ir avanzando posiciones sobre las barricadas de ella, ganando pequeñas batallas, avances insustanciales en principio, que irán dejando a la pobre Berenice en carne viva, reducida a una carne trémula, que palpita de placer hasta lo insufrible.

Si hay novelas previsibles en las que el lector va muy por delante de la novela, con esta es díficil anticipar qué será lo siguiente que ocurrirá. Lo que sabemos, que no es poco, porque Raúl despliega una prosa exquisita y detallista, es como se cifra el deseo de cada uno, así como sus expectativas y anhelos, pero nada podemos anticipar del lance siguiente, en un barullo de cuerpos que se buscan jadeantes, sin fundirse.

Si la novela va creciendo a cada página, el final ya es la jugada maestra, el colofón perfecto, de esta novela, una novela que alimenta mi placer por la lectura.

Rául Guerra Garrido fue galardonado en 2006 con el Premio Nacional de las Letras Españolas. Obtuvo el Premio Nadal en 1976 por Lectura insólita de la capital. Quien sueña novela (2010), es su última novela.

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Editorial Lumen
2014

Es un decir (Jenn Díaz 2014)

Jenn Díaz
2014
Editorial Lumen
164 páginas

Nada había leído de Jenn Díaz (Barcelona, 1988). Es un decir es su cuarta novela. Nada mal para alguien con tan sólo 26 años.

Su novela no me ha gustado. Me he muerto de aburrimiento (es un decir).

El comienzo promete: El día que cumplí once años mataron a mi padre. La novela no es negra pero cuando asoma el humor negro entonces el libro sí me interesa.

La narradora, Mariela, es una chica joven, que vive en un pueblo con su madre y su abuela, años después de haber acabado la guerra civil. A su padre lo asesinan el día que Mariela cumple 11 años, no sabemos quién, ni por qué. Sabe luego que su padre era rojo (para los alumnos de la ESO que lean esto, señalar que rojo, era ser republicano, los que acabaron en el bando perdedor de la guerra civil).

Mariela quiere saber y saber lo que se dice saber, sabrá poco, pero irá cogiendo datos de aquí y de allá en un pueblo donde a todo el mundo le gusta hocicar en casa ajena (es un decir). Y así irá tirando del ovillo para saber quién era su padre (y saber dónde está su cuerpo), quien era su tío, quien su madre y su abuela, sus abuelos. Los hombres que pueblan estas páginas son de otra pasta, pasta blanda se entiende, unos flojos, con poca sémola (es un decir), salvo el tío que es hombre y cocina.

Y la protagonista nos va soltando una perorata sobre sus movidas familiares, sus escarceos con un vecino que es su amigo y quiere ser su novio, pero que busca también una madre, porque la suya está muerta y a ella le da lástima porque como todos los hombres, éste también es un calzonazos, unos vecinos cotillas, una mala elección del bando por el que tomar partido por parte de su padre, una abuela que desaparece cuando aparece alguien en escena que resulta ser su abuelo, que no estaba muerto, no, que estaba de parranda con una gitana, una media orfandad que se ve agravada con una madre ausente que entra en barrena al amorrarse a una depresión que la deja con continuidad en el más allá.

Jenn Díaz
Jenn Díaz

La abuela también tiene su momento de gloria (es un decir) cuando aprovechando que la mujer de su ex está postrada en una cama soltar por su boquita cuanto le viene por la mente, porque lleva tanto tiempo sin hablar con nadie que el silencio le está comiendo todos los órganos del cuerpo, como un cáncer silencioso (es un decir).

Sí, es muy sano hablar y soltar lo que llevamos dentro. Por eso la gente se confiesa o escribe libros.

Las últimas páginas son las mejores, no porque el libro se acabe, que también, sino que ahí Jenn se desmelena (es un decir) y esos meneos que les da a las monjas y cierto humor negro a costa de la orfandad ya absoluta de la protagonista, son lo mejor del libro.

Es un decir es un libro que se escucha, un libro fluido. Diría que algo pueril y primerizo, pero dado que Jenn tiene otras tres novelas detrás, será que este es su estilo, a saber. Si leo algo más de Jenn lo sabré y sino será para mí un misterio, otro más.

Jenn Díaz publica artículos en medios como Jotdown