Archivo de la categoría: 2010

Pasado perfecto

Pasado perfecto (Leonardo Padura 2010)

Leonardo Padura
Editorial Tusquets
240 páginas
2010

Tengo un local de Cáritas próximo a mi domicilio. El otro día entré. Además de ropa venden otras cosas, como libros. Tras un buen rato paseando las yemas de los dedos por el lomo de cientos de libros decidí desembolsar 2,50 euros y llevarme a cambio Pasado Perfecto de Leonardo Padura y El maestro y Margarita de Bulgakov. De los dos libros, para más inri, se pagaba el de mayor importe.

A Padura lo tenía fichado pues desde hace ya un tiempo andaba con ganas de leer su novela El hombre que amaba a los perros. Así que cuando vi Pasado Perfecto, sin perder un minuto en saber de qué iba me lo llevé para mi casa.

Luego supe que Pasado Perfecto es la primera novela de una saga, de ocho títulos, de momento, de novela negra que tiene como protagonista a Mario Conde (este es agente de policía no banquero).
Padura es cubano y su novela transcurre en la ciudad de la Habana.
La novela negra como cualquier género literario que se precie de tal es un cajón desastre donde los autores pueden tocar distintos palos y donde todo tiene cabida.

En la novela, el caso que Mario Conde debe dilucidar no está plagado de asesinatos, golpes de efectos, tramas sinuosas, ni nada parecido. Todo es más real, más accesible, más verosímil.
Un alto mando del gobierno, empleado en una empresa de exportaciones e importaciones, un tal Rafael Morín, desaparece sin dejar rastro. Mario Conde debe encontrarlo, saber si ha muerto o si ha dejado la isla. Lo curioso es que Mario conoce a Rafael desde niño, pues estudiaron juntos en la Pre, donde Rafael ya destacaba como un alumno brillante y ambicioso que no tardaría luego en despuntar y medrar también en política, con su pico de oro y su hacer diligente y eficaz. Como esposa de Rafael, Tamara, deseada por Mario desde que la conoció y con quien por cosas de la vida, tendrá la oportunidad de saldar las cuentas pendientes, y ocupar el espacio (y demás oquedades) que deja la ausencia de Rafael.

Leonardo Padura
Leonardo Padura

A Mario Conde lo secundan en su investigación, Manolo, enamorado de una piba que lo deja con sus artes amatorias seco como una pasa y La China, y debe rendir cuentas al mayor Rangel, dedicado de lunes a domingo en cuerpo y alma a su trabajo. La soledad que lo apesadumbra la aligera Mario gracias a su amigo El Flaco, que ahora está gordo, postrado en una silla, y a los manjares que les prepara la madre de este última, Josefina, que hace de este mundo algo mejor gracias a sus guisos.

En la mayoría de las novelas de este género parece que el protagonista deba acomodarse a unos clichés, de tal manera que todos los inspectores sufran los mismos males: están solos, son alcohólicos, su vida personal es una mierda, etc. En Pasado Perfecto, Mario Conde tiene entidad propia, gracias a Padura, dotándolo de consistencia, de fondo, junto a una galería de personajes entrañables, de carne hueso.

La ciudad de la Habana también está muy presente. Es invierno y llueve y hace frío, y se aleja bastante de la imagen que tenemos de una isla caldeada por el sol. La historia data de 1989, y no se habla de pobreza, ni indigencia, más bien de subsistencia y escualidez, de austeridad, de lidiar con lo poco que hay, y al mal tiempo buena cara. A Mario investigar la desaparición de Rafael le permite regresar al Pasado Perfecto de su niñez, de sus años de la Pre, del baseball, de los primeros amores, de los torneos escolares, de sus primeras amistades masculinas, de ese mundo que se hacía cada día, con alegría e ilusión.

Padura es cubano y los términos que maneja en sus escritos, como no puede ser de otra manera, son de aquel país (asere, anjá…), pero con cualquier diccionario se supera el escollo de esas palabras que uno desconoce, lo cual no entorpece para nada una prosa potente, carnal, voluptuosa, plagada de diálogos que recogen las voces de la calle, del día a día, donde no falta el humor, el sarcasmo, así como la euforia o la derrota. Persona(jes) que se alegran viendo un partido de fútbol, escuchando canciones en un buen aparato de música, muriendo en cada orgasmo, deleitándose ante un buen habano, resucitándose ante un plato de comida fragante y apetitoso.

Padura ofrece jugosos y bien elaborados bocados de realidad, en cada página, y de paso critica la corrupción política: las dietas no declaradas, el enriquecimiento ilícito, los regalos ocultados, merced a auditorias fraudulentas, donde el compañero Rafael y otros muchos no están libres de culpa.

Pasado Perfecto me ha entusiasmado, su lectura me ha ido ganando a cada rato, y más allá de que la sustancia criminal de la trama tenga poco peso, todo lo demás, todos los hilos que la sostienen hacen de esta novela un libro muy a tener en cuenta. Tengo ganas después de haber leído Pasado Perfecto de seguir conociendo la Habana y Cuba de la mano de Padura y su Mario Conde.

Libro, literatura americana, 1965

Stoner (John Williams 2010)

John Williams
Editorial Baile del Sol
240 páginas
2010

Algunos libros te reconcilian con la pasión lectora, otros te reconcilian con el hecho de existir, otros, los menos, como Stoner de John Williams, logran las dos cosas a la vez.

Lo mejor que se puede hacer con un libro que te ha gustado mucho es recomendárselo a todo el mundo, en especial a la gente que nunca lee un libro. Así que si no sabéis que libro llevaros este verano a la playa. Si no tenéis claro si llevaros el último de Dan Brown, de Follet o de Dolores Redondo, tomar nota. Stoner de John Williams.

Sigo.

Stoner eleva a la categoría de obra maestra algo tan simple como el hecho de vivir. Pasan cosas en el libro, muchas, incluidas las dos guerras mundiales que tienen cierta presencia en la novela, pero la sustancia interior de la novela, es ese día a día en el que nos consumamos y nos consumimos todos los humanos.

Stoner nace en 1891, vive en el campo con sus padres en una granja y cuando va a la Universidad de Misuri a estudiar una ingeniería agrícola descubre su vocación por las letras, así que deja su futuro en el campo por una plaza como profesor en la Universidad, tras doctorarse.

Acontece la I Guerra Mundial y Stoner no va. ¿Es un cobarde?, pero dar su vida tan alegremente no le parece un buen plan.

John Williams
John Williams

Stoner se enamora de Edith y de seguido se casa con ella. Su luna de miel es de hiel y luego ella lo guía sin denuedo por el camino de la amargura. Unas páginas brillantes donde esa relación que nunca fue tal, se enquista y envevena, gangrenando toda emoción y sentimiento. Para más inri, tienen una hija, Grace, la cual es usada por Edith para hacerle daño, para menospreciarlo y menoscabarlo, al tiempo que ella renuncia durante años a su papel de madre, siempre ausente, siempre en la distancia, siempre enferma. Lo suyo es una náusea existencial.

Ahí va un pequeño texto de la novela.

John Williams Stoner

Y si hay amor y desamor a raudales, también habrá luego amor incandescente, furtivo esta vez, porque a fin de cuentas, lo que nos mueve a Stoner y al resto de los mortales es el deseo y la pasión. De nuevo unas páginas fascinantes donde Williams describe los episodios de ese amor furtivo que crece, explosiona y acaba con un epílogo no por menos esperado, indeseado.

La vida en la Universidad es un nido de víboras, donde a Stoner no le falta algún enemigo dispuesto a hacerle la vida imposible, si bien a Stoner más allá de la indecencia de algunos, la docencia le permitirá hacer en la vida aquello (y quizá lo único) que se le da bien, que es dar clase, concebido este hecho, casi como una disciplina artística.

Williams ya en el final del libro podría dejarse vencer por el sentimentalismo, provocando la lágrima fácil en el lector, pero de nuevo Williams, que a estas alturas del libro, a mí ya me tiene comiendo de su mano, acomete el final de la novela con un tacto exquisito y una limpieza y sobriedad que desgarran.

La imagen mental de ese libro deslizándose despacio y cayendo en el silencio de la habitación supera con creces los tan manidos lugares comunes que pueblan la literatura de la enfermedad.

No perdáis más tiempo leyendo reseñas sobre este libro y leerlo y luego me dais las gracias.

Stoner: sí, la vida fue/es/será esto.

Editorial Seix Barral 2010

Perder teorías (Enrique Vila-Matas 2010)

Enrique Vila-Matas
2010
Editorial Seix Barral
65 páginas

Enrique Vila-Matas es un escritor que alimenta mi curiosidad. Un escritor que afirma en sus libros, en éste también, la escasa importancia de la trama y la preponderancia del estilo. Un escritor que descubre de qué quiere escribir a medida que va escribiendo, sin una idea fija.

Es que uno no empieza por tener algo de lo que escribir y entonces escribe sobre ello, sino que es el proceso de escribir propiamente dicho el que le permite al autor descubrir lo que quiere decir (página 62).

Al igual que Fernando Pessoa viajaba para perder países, Vila-Matas viaja a Lyon para perder teorías, esas teorías sobre la escritura de las que se empapó de joven y de las que quieres desprenderse, soltar lastre, ya que no hay teoría válida, máxime cuando uno es tímido y todo es azaroso y cambiante y una teoría cierta, dejaría entonces escaso margen para la especulación, para la divagación, la búsqueda, la espera, que son algunos de los elementos que alimentan, diferencian y singularizan la obra de Vila-Matas.

Como el escritor busca dar con la Teoría general de la novela, se fija cinco puntos que no debieran faltar en cualquier novela, lo cual no implica que la novela resultante, sea buena o mala, porque eso es dificil de medir, tanto como la vida a la que la literatura descifra. A fin de cuentas, un escritor defiende su propia teoría a través de su trabajo, de sus novelas. Vila-Matas también.

Enrique Vila Matas
!Enrique, por Dios, qué miedines me das!

Aparecen en esta novela-ensayo un porrón de escritores: Savater, Machado, Marguerite Dumas, John Banville, Rodrigo Fresán, Liz Themerson, Julien Gracq, Kafka, Robert Louis Stevenson, Pessoa, Beckett, Benet, Charles Simic, etc, quizá porque Vila-Matas escribe detrás de otros tantos escritores que lo llevan haciendo durante milenios, hete ahí el parafraseo, la cita real o inventada, el autor/personaje/héroe, la espera creadora, la emoción del viaje, las bondades del regreso, el patetismo humorístico que permite al humano y más al escritor frondoso afrontar situaciones disparatadas y plasmarlas sobre el papel, para alumbrar libros como éste: singular, bello, jugoso.

Juan Eduardo Zuñiga 2010 Galaxia Gutenberg relatos

Brillan monedas oxidadas (Juan Eduardo Zuñiga 2010)

Juan Eduardo Zuñiga
Galaxia Gutenberg
146 páginas
2010

Antes de aventurarme con La trilogía de la guerra Civil de Juan Eduardo Zuñiga, quería medirlo en la distancia corta del relato. Quince de ellos forman parte del libro Brillan monedas oxidadas.

La temática de los mismos es variopinta, si bien casi todos están anclados en el pasado, más o menos reciente. Lo que no encontramos en ningún momento son triunfadores, tampoco gente con suerte.

En el primero de ellos. El festín y la lluvia, un grupo de gente está reunido en un albergue mientras el río que los circunda crece con la sempiterna lluvia, mientras una chica joven quiere ser abrazada y mojada por la lluvia mientras el resto decide quedarse quietos, anclados física y mentalmente en su conservadurismo.

En Jazz Sesion, la música permite traer el pasado esclavista entre el ruido de los metales.

En Agonía bajo manto de oro, un joven descubre a través de una rendija en la madera del cuarto que tiene alquilado, como una anciana recibe regalos a cual más exquisito, si bien, su sed, no se calma, ni se sacia. No sabemos si aquello es real o fantasía. El joven a pesar de todo cae de una pieza sobre el catre, tras esa visión/alucinación.

En Has de cruzar la ciudad, una chica reparte pizzas a domicilio, por la noche, infestada ésta de peligros, reales o imaginarios, y de la mano de leyendas del pasado decide dejar que el céfiro lama su cuerpo mientras se cree Lady Godiva, a lomos de su motocicleta.

En La mujer del chalán, el protagonista de la historia, un tal Solano se enamora de una morisca y aquello no puede salir bien, porque parece que hay una ley física que impide la felicidad del hombre por todos los medios físicos o divinos.

En El campanero de San Sebastián, un pobre hombre decide deambular por el camino perdido, una vez deje el campanario, mientras en su cabeza repican el acoso del párroco y las canciones de una gitana. Todo resulta muy simbólico y angustiante.

En Conjuro de marzo, de nuevo está presente el mal fario, la mala suerte de un hombre, otro perdedor, a quien no le pagan por su trabajo y acaba ajusticiado.

En El molino de Santa Bárbara nos damos de bruces ante un amor que se torna de nuevo imposible, cuajado e imposibilitado por los celos, el amor libre y ajeno, desenfadado.

En Interminable noche de los miedos. la cosa va de eso, del miedo y de la desazón que sufren unos conversos que no quieren desvelar su identidad, sabedores de la suerte que correrían, al recibir la visita de una morisca, que los ha calado. Relato muy intenso.

En No llegará el sobrino de Praga, el sobrino es Kafka, que iba a ir a Madrid, pero muere de tuberculosis antes mientas su tío las pasa canutas hasta que se entera de tal fatal desenlace.

En Lejano amor soñado, constatamos brutalmente la imposibilidad de principiar una relación, con una poetista que decide dejar el libro de su vida inconcluso por decisión propia.

En El bastón de Lula Luzán vemos a una joven bacante manejando con soltura un bastón, que será la perdición de un Don Juan, celoso y encorajinado, tras ser puesto en evidencia por el sexo débil, para acabar sus días, picado como un toro en el flanco derecho, mordiendo el polvo de la nada en el albero-sanatario.

En París, última decisión, un poeta portugués, amigo de Pessoa, Mário de Sá-Carneiro decide quitarse la vida en un hotel de París, con 26 años, al verse solo sobre la faz de la tierra, desgarrado, sintiéndose como un paria, al no poder retener a su lado, a su gran amor.

Juan Eduardo Zuñiga
(El rostro de la sabiduría)

Juan Eduardo Zuñiga, se maneja hábilmente en los diálogos, necesita muy poco para montar una historia consistente, utiliza un lenguaje rico, sus personajes resultan próximos, pues son todos ellos perdedores, gente sin suerte, personas que deciden suicidarse, quienes no encuentran consuelo, amor o afecto, en las faldas ajenas, ni si quiera en las de la literatura, y todas las historias están impregnadas de pesimismo, de mal fario, de un hálito trágico, lo cual al lector puede llegar a apesadumbrar.

A pesar de que Juan Eduardo escriba como los ángeles que escriben bien, sus relatos no traspasan la epidermis (la mía) y se quedan ahí flotando, como las nubes negras: amenazantes, turbias, y pasajeras.