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Io e Te (Niccolò Ammaniti 2010)

Io e Te Niccolò AmmanitiA Niccolò Ammaniti lo conocía porque había visto Io non ho paura y Come Dio comanda, películas basadas en sus libros. Además, mi gurú espiritual había sentenciado al respecto de Ammaniti que Ti prendo e ti porto vía, era uno de los mejores libros que había leído nunca.
Era hora por tanto de hincarle el diente a Niccolò y lo he hecho con su novela Io e Te. Una novela corta (que Ammaniti publicó al año siguiente de su anterior libro Che la festa cominci) de poco más de cien páginas que si bien empieza suavemente, va cogiendo fuerza en cada página para acabar a lo grande, arrasando.

El protagonista es Lorenzo un joven apocado e introvertido, de esos que crecen hacia adentro, pero que quiere formar también parte del rebaño, porque a nadie le gusta que le señalen con el dedo, lo ninguneen y le etiqueten como friki. Y en esas se mueve el mocete, tratando de imitar los gestos de los demas, su forma de vestir, de hablar, de comportarse, etcétera, anhelando ese reconocimientro grupal, como si crecer durante la adolescencia fuera una especie de mimesis.
En esos lances Ammaniti está brillante porque con cuatro trazos, con pocos mimbres, es capaz de crear un personaje como por arte de magia, un joven que lo lees y lo vives. No sólo uno, porque además de Lorenzo la historia se completará con la presencia de su hermanastra Olivia, una figura en principio abstracta, un recuerdo velado, que irá tomando forma, presencia, ocupando su sitio en el pasado para fortalecerse en el presente. Una presencia necesaria para Lorenzo. Una situación surrealista, porque la devastación de uno es la tabla de salvación, el apuntalamiento de la autoestima del otro.

Io e Te, que dicho sea de paso la he leído en Italiano (si las películas se disfrutan mucho más en versión original, con los libros 3/4 de lo mismo), me ha gustado mucho, esas novelas puñeteras que te hacen díficil tragar saliva al tiempo que te aflojan el lagrimal: no digo más.

Ammaniti no hace concesiones a lo sentimental, no, porque la vida es tragicómica, cruel, dolorosa, ingrata. Todos vamos camino de la destrucción de la extinción, si bien habrá quien prefiere los atajos.
Lo único claro es que el roce de otra piel, el abrazo fraternal, las lágrimas y risas vertidas en compañía, es esa cota de malla que hace que el corazón sea capaz de aguantar cualquier afrenta y nos surta de motivos para seguir aquí sin tirar la toalla, ganando cada combate aunque sea a los puntos.

Sí, yo también odio los finales.

Bertolucci ha llevado a la gran pantalla este año el libro de Ammaniti.

El golfo de los Poetas (Fernando Clemot 2009)

El Golfo de los Poetas

Fernando Clemot había publicado hasta la fecha cuentos y relatos. Con esta novela, El golfo de los Poetas, se inicia en las largas distancias. El resultado es muy satisfactorio.

Clemot no se anda con chorradas, nada menos que 286 páginas, sin espacios en blanco y escasamente seis capítulos, uno por día, de lunes a sábado para desgranar la historia de Leo Carver, un personaje de peso.

Leo Carver, ha sido, y es, a pesar de no escribir desde hace años un escritor famoso, que junto a su mujer, la amiga de esta, y su hija se va a pasar unos días a una casita alquilada en la localidad italiana de Marina, próxima a Carrara y Pisa.

Aquello no es un familia reconstituida, sino más bien una familiada prostituida, que hiede. En el aire se respiran reproches, velados o no, agresiones verbales, un mal rollo generalizado que Leo y los suyos no hacen nada por barrenar, sino que más bien siguen alimentando con sus palabras y acciones.

Leo está acabado. Su cuerpo es un vertedero. Un manantial seco que la bebida no regenera. Una miriada de veneros. Un cuerpo fofo y decrépito, incapaz de ajusticiarse, de ponerse fin. Toca pues vivir, remontar días, escalar los minutos, vivir bebiendo, vivir destruyéndose.

La figura de Leo me recuerda a la de Bukowski, el rol de un ser aparentemente despreciable, pero que merced a su pluma y las burradas, de contenido sexual casi todas, que plasma en sus libros, se gana el fervor de las masas, concretamente de chicas y chicos jóvenes para quienes compartir catre con el artista se convertirá en una experiencia única, que no irrepetible, porque luego repiten y reinciden y quedan prendadas de esa ruindad, de lo decrépito y marchito, de ese fracaso y vacío existencial cuyo eco lamerá las heridas de las entregadas amantes.

Leo ha perdido la memoria reciente tras un accidente el año pasado. Va escribiendo desde ese día notas en unas agendas que irá almacenando sin dedicarle apenas tiempo. Tiene Leo deudas pendientes con el pasado y en ese viaje trata de saber lo que paso con Val, su amada poeta, la mujer total, esa Diosa de la que se enamoró, quien le correspondió (cuando lo podía haber despreciado) y a quien perdió. Pero los pensamientos bisagras, al tiempo que nos llevan a una cosa, nos llevan a otra, y así como si de una noria se tratara, algo se va removiendo, hasta que toque actúar y tratar de desvelar finalmente qué paso, coger el toro por los cuernos, y poder afrontar el dolor: la única manera de superarlo o mitigarlo.

Clemot se faja de lo lindo durante casi 300 páginas. El suyo es un ejercicio de estilo. Podía el catalán haber despachado el libro yéndose por otras sendas más trilladas, más cómodas, y seguro que mucho más comerciales y complacientes, pero no, Clemot no es de esos, por eso el autor se faja página a página, y va destilando palabra a palabra, párrafo a párrafo, página a página, con mano de órfebre, con buen pulso, con un lenguaje rico y oportuno, dando cuerpo a una obra que coge forma enseguida y a la que Clemot va dotando luego de consistencia, con matices, variaciones, averiguaciones, impregnado todas ello de lirismo, de poesía (aunque sea para describir la inmundicia humana, su derrumbe, su socavamiento), incluso concediéndose un golpe de efecto postrero y un final que no me esperaba.

Si Clemot vuelve a publicar algo más. Tendrá un lector (deseo que sean miles) esperándole.

De momento mataremos la espera con Safaris inolvidables, y El libro de las maravillas.

Rosas, restos de alas

Rosas, restos de alas (Pablo Gutierrez 2008)

El debut de Pablo no puede ser mejor. 103 páginas le bastan a Pablo para coger al lector de la solapa desde el comienzo y llevarnos adelante y atrás en el tiempo sin escapatoria.

Comienza todo con un autodefinido: la presentación del personaje. Ahí queda claro la ruptura con su esposa. Algo se ha roto, la sima está ahí a los pies y entre las muchas opciones que a uno se le plantean, nuestro protagonista opta por poner tierra por medio. Esto puede entenderse como un acto de valentía, ser capaz de hacer eso que todos pensamos pero que nunca hacemos. Así los propósitos y los sueños se van por el sumidero sin remisión.

Buscando un refugio nuestro protagonista echa la vista atrás, es en el líquido amniótico de sus once años donde se encuentra agusto, cómodo, féliz, despreocupado. Ahí están el Pequeño, Robe, Lorena, Concha, la Sonatina de Darío, los goytosolos, las filis, la madre del protagonista, el padre no, el barrio, las campas, las travesuras, las redacciones, los escarceos sexuales, la masturbación, el crucifijo, las piscinas, los monitores….
Incluso Pablo nos lleva más allá, más atrás en el tiempo, a cuando era un canijo y su padre vivía y rememora una anécdota relacionada con un día de no caza.

Este protagonista me recuerda a Marco, de Democracia. Ambos rompen con sus parejas. Unos son los que dejan, otros los que son dejados. Todos solos. Juntando soledades. Todos perdedores. Porque todo es pérdida y escasas las ganancias. Una historia de lágrima, destrucción, desesperanza y moco.
Y queda la huída, la escapatoria. Portugal por ejemplo. Y las dunas, las olas, las tablas de surf. Queda lamentarse de todo el tiempo perdido, de todo lo que no se ha hecho. No todo es melancolía. Hay sitio para el humor, hete ahí la detención en tierras lusas.
Supongo que Pablo escribe sobre lo que ha vivido, he ahí los cimientos sobre los que construir una historia, vivida. De ahí que todo resulta verosimil, creíble, vivaz. Y es por ello, que emociona y su lectura me evoca muchas cosas, y me remueve otras tantas en el interior. Supongo que para eso está la literatura. Mejor. La buena literatura.
Bien por Pablo Gutierrez.
Nada es crucial. Cierto.

La Fábrica Editorial

Blog de Pablo Gutiérrez | El adjetivo mata

Pablo Gutiérrez en Devaneos | Democracia

Pablo Gutiérrez | Capítulo aparte (Artículos en el ABC)

Mr Gwyn (Alessandro Baricco 2012)

Mr Gwyn Alessandro Baricco AnagramaAlessandro Baricco se hizo famoso con su libro Seda. Sí, un libro sedoso, breve y molto carino. Pero Baricco además de libros sedosos, superó el efecto mimosin y se dedicó a otros géneros. Así por ejemplo practicó el ensayo con Next, hablando sobre la Globalización o Los Bárbaros, ensayo sobre la mutación, un muy buen libro, de obligada lectura, osaría a decir, a cuenta de los nativos digitales, de los bárbaros, esos que prefieren lo superficial, navegar en la red, conectarse y desconectarse, establecer relaciones, más que el conocimiento vertical a la antigua usanza.

A lo que vamos.
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