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La mirada del observador (Marc Behm 1980)

Marc Behm
RBA
2011
235 páginas


!Qué historia, por Dios!.

He acabado extenuado después de leerme este noir devenido en un «largo documental de viaje».

Se preguntarán qué os lo que tiene esta novelita para que todo bicho viviente hable maravilas de esta novela de poco más de 200 páginas.

Ojo que va un spoiler de proporciones Gasolianas. ¿De qué va la novela de marras?. Pues va de:

Moteles
Coches
Dinero
Aeropuertos
Pensiones
Carreteras
Coñacs
Gitanes
Crímenes
Noches de bodas

¿Sigo?

Tiburones
Serpientes de cascabel
Pelucas
Peras
Horóscopos
Crucigramas número 7
Ciudades americanas
Ciudades chescoslovacas
Autopistas

La historia, siendo breve, consiste en que un tipo el Ojo, a la sazón detective privado, sigue los devaneos criminalísticos de una joven que tiene más identidades que pelos en la nariz, la cual va dejando en su frenético deambular un reguero de muertos, sin que su mirón mueva un dedo para evitarlo. Más bien al contrario. ¿Por qué?. Yo qué sé. El alma humana es intrincada, inexpugnable, contradictoria, tumultuosa, levantisca, compleja. Y el Ojo ve en esta joven algo más que una asesina, para quien matar es tan natural como defecar, casi una necesidad física, pues atiende a una pulsión irrefrenable y además se le da muy bien, ha nacido para eso, para matar. Es una asesina en serie o en serio.

Siguiendo las andanzas de la joven nos recorremos los Estados Unidos media docena de veces y al final todo acaba bien. O no.

Una novela esta de Behm que te lleva y te trae en volandas, a bordo de un vagón de una montaña suiza (sí, como la del Igueldo), donde todo va tan rápido y el ritmo es tan frenético, que uno acaba de leerlo tan emocionado y tensionado como agotado, después de leer párrafos como este:
A las 5:30 descendió la ladera y tomó un metro en la 72 Oeste hacia el Bronx. Fue hasta la última parada en Dyre Avenue, luego volvió a la calle 180. Luego hasta la parada de la 241, y regresó a la 149. Desde allí fue hasta Woodlawn y regresó. Así pasó tres horas mortales.
A las 8:30 desayunó en un café de la avenida Tremont. A las 9.30 se colocó la peluca platino y fue al banco de la avenida Jerome, vació la caja de seguridad[…] la llevó vacía al aeropuerto Kennedy.

Y no falta tampoco ese toque de humor tan saludable. Porque no todo van a ser ríos de sangre.

Ahí va:

Una mañana se miró al espejo y se quedó asombrado de tener bigote.

El faro por dentro

El faro por dentro (Menchu Gutiérrez 2010)

Menchu Gutiérrez
Siruela
174 páginas
2010

Menchu Gutiérrez estuvo durante 20 años viviendo en las entrañas de un faro del norte de España. Ahora anda por Cantabria, por Rubalcaba. Es comprensible que siendo ella escritora decidiese plasmar esta experiencia vital en un libro. El faro por dentro, se compone de un relato corto del mismo título, donde la autora dice adiós al faro en su última jornada en el mismo y de un relato más extenso, Basenji.

Siempre me ha parecido que el lucernario es una pantalla de rayos X, y que los relámpagos que tantas veces se proyectan en ella son las radiografías de la tormenta. Ahora, gracias a esa conquista de la memoria, puedo diagnosticar la enfermedad del cielo y predecir su fin.

Basenji es un perro, un oximorón, un perro mudo, estático, como venido de otro mundo.

Basenji parecía una mentira, un desertor de la realidad.

En el faro vive el farero amorrado a su alambique, anestesiando ora su dolor ora su memoria, entre tragos.

El hombre y la herrumbre son en el caso del farero, casi un pleonasmo.

Había algunas piezas de fruta y de verdura echadas a perder, apretadas entre sí y enlazadas por puentes de moho: las pompas fúnebres de la podredumbre.

El farero vive enajenado en su mudo, absorto en sus experimentos, en su estática contemplación, encapsulado en un cuerpo que tiene más de ataúd de loza que de carne trémula.

Esta mañana, volví a llenar la bañera y ver mi cuerpo desnudo deformado bajo el agua. El sexo, tan reducido, el color tan blanco de la piel, las ramificaciones espirituales de las venas… un cuerpo cada vez más parecido al de un ángel. Sólo la cabeza, atormentada por el dolor y guillotinada por la superficie del agua, se mantenía ajena a esa visión de pureza.

El farero va a la ciudad y vuelve siempre al faro con el rabo entre las piernas porque no le gusta discutir. Luego en su guarida, en ese faro, que a mí siempre me ha parecido un submarino vertical y al narrador un iglesia, tiene sueños raros, pesadillas, presagios fúnebres. Observado de frente por algo que lo vigila y siempre bajo la mirada de Basenji, ese perro que aniquila, que mata con su silencio, con sus ojos escrutadores.

No sentía el tacto de la tierra, pero sí el peso de un inminente alud. Durante unos instantes, vi los haces del faro barrer el inhóspito territorio del firmamento, como brazos de compás. La idea de Dios me pareció una linterna.

Tiene que ser un coñazo vivir un faro. Tendría que ser un coñazo un libro escrito sobre alguien que vive en un faro. Pues mira no.

Leyendo a Menchu no encuentro ninguna respuesta, pero no dejo de hacerme preguntas.

Menchu Gutiérrez en devaneos | Viaje de fin de estudios | La tabla de las mareas | La mujer ensimismada | araña, cisne, caballo.

Bibliotecas llenas de fantasmas

Bibliotecas llenas de fantasmas (Jacques Bonnet 2010)

Jacques Bonnet
2010
Anagrama
139 páginas

Del mismo modo que los enamorados tallan a navaja sus nombres dentro de un corazón en la corteza de un árbol o el alpinista pone la banderita al llegar a la cima, el lector deja en la blogosfera su acercamiento a un libro escribiendo algo parecido a una reseña. Este libro cayó en mis manos por puro azar. Dejé un libro en la biblioteca y en el cajón donde lo deposité tras devolverlo, alguien había dejado a su vez este libro. Me gustó su portada y su título y me fui con él para casa.

Esas bibliotecas llenas de fantasmas no remiten a lo esotérico, dado que esos fantasmas (fantômes) son: el papel o cartón que se pone en el lugar de un libro retirado de un estante de la biblioteca, de un documento que ha sido prestado, en palabras de Petit Larousse.

Jacques es alguien a quien le place tanto leer como acumular libros. Habla de una biblioteca, la suya, que cuenta con más de 20.000 ejemplares. Y nos explica lo complicado que es esto de acumular tanto libro.

Los libros son caros cuando se compran, no valen nada cuando se revenden, alcanzan precios astronómicos cuando hay que encontrarlos una vez que se han agotado, son pesados, se empolvan, son víctimas de la humedad y de los ratones, son a partir de cierto número, prácticamente imposibles de trasladar, necesitan ser ordenados de una manera específica para poder ser utilizados y, sobre todo, devoran el espacio.

A menudo tan difícil es acumular tanto libro, ya sea por razones de espacio o monetarias, como lo es el acto de leer en sí, el cual supone restar tiempo a la familia, al sueño, al ejercicio físico, etcétera.

En este sentido Jacques es un 4×4, un todoterreno, un voraz lector a quien no se le pone ninguna lectura ni circunstancia por delante. Veamos.

Tengo la suerte de poder leer en medio del ruido, de la multitud e incluso rodeado de conversaciones que no me interesan. Y también la facultad de hacerlo durante todo un día y de seguir hasta bien entrada la noche. Y la de descansar haciéndolo tras un día ajetreado. Leer me cansa tan poco como nadar a un pez o volar a un pájaro.

Las páginas en las que Jacques habla de sus libros favoritos, de esos libros que hay que leer, de sus listas, de la adquisición de los mismos, de las distintas clasificaciones de libros en una biblioteca de varias decenas de miles de ejemplares, apenas me han interesado.

Me quedo con la reflexión que hace sobre las nuevas tecnologías, internet en concreto.

Internet y la televisión generalizada han eliminado el aburrimiento, que siempre ha sido el aguijón más poderoso de la lectura, […] además la facilidad para conseguir libros a distancia, la consulta de los textos digitalizados, […] transforman la condición de la biblioteca, que ya no es más que una manera, entre otras, de acceder al conocimiento.

Es interesante también lo que Jacques nos cuenta entre los personajes y sus autores, donde a menudo los personajes pasan a la historia y sus autores no, o en menor medida. Es interesante la anécdota que nos cuenta acerca de la puesta de largo en el cine de Moby Dick, de la mano de John Huston, donde nadie sabía, porque en libro no se decía, qué pierna es la que le faltaba al capitán Ahab (Gregory Peck).

Para acabar dejaros con la la historia del Príncipe Mahmud al Dawla bin Fatik que en la Edad Media tenía la biblioteca más importante del Cairo.

El príncipe adoraba leer y escribir, y se consagraba noche tras noche a su pasión apenas bajaba del caballo. Fue un gran poeta. Cuando murió repentinamente, su esposa, también princesa de la familia reinante, ordenó a sus esclavos reunir todos los libros de Mahmud en el patio interior de su palacio. Y allí entonó cantos fúnebres mientras arrojaba lentamente a la gran fuente uno por uno aquellos libros que le habían privado de su amor.

Las páginas del mar

Las páginas del mar (Sergio Martínez 2015)

Sergio Martínez
Grijalbo
2015
627 páginas

Las páginas del mar es la primera novela publicada por Sergio Martínez (Santander, 1975), quien hasta el momento había publicado libros de investigación y divulgación. Es esta una novela extensa: 627 páginas. Nada mal para un debutante.

Sergio recurre a un hecho histórico relevante: la travesía que hizo en su día el portugués Fernando Magallanes desde Sevilla hasta las Molucas, en el Pacífico, en un ruta hasta entonces inédita, que consistió en cruzar el Altlántico y descender hasta la Patagonia, para cruzar al Mar del Sur, al Pacífico, rumbo a esas Islas de las especias, productoras de canela, clavo, nuez moscada, etcétera. Una travesía que le supuso a Magallanes, bajo el reinado de Carlos I (el Rey de Portugal mandó a Magallanes con viento fresco cuando este le aseguró que encontraría una ruta que permitiría llegar a la Islas de las especias navegando siempre hacia el Oeste, no hacia el Este como se venía haciendo) circunnavegar por primera vez la Tierra, ya que tras llegar a las Molucas, el regreso lo hicieron por el Índico, completando así una circunferencia perfecta.

Los personajes por tanto son reales, lo son Magallanes, su cronista Antonio Pigafetta, y ElCano, y los otros nobles que aparecen.

El reto por tanto consiste en hacer atractiva la historia, que ya por sí misma lo es, ya que durante tres años Magallanes y los suyos estuvieron navegando hasta lograr regresar de nuevo a Sevilla, habiéndose vista menguada la tripulación desde los 234 hombres que partieron a sólo los 18 que lograron regresar. Magallanes moriría una vez cumplido su sueño, después de haber abierto ese paso que llevará ya por siempre su nombre. Lo hizo, lanceado, en la arena de una playa de una isla de Filipinas, perdiéndose así los honores y las riquezas que se derivaron de su épica singladura. Una ruta, hay que añadir que se vio poco después como escasamente rentable.

Travesía Fernando Magallanes

El narrador de esta historia nos la cuenta porque ha sobrevivido, es por tanto uno de esos 18 afortunados, que lograron dar la vuelta al mundo en barco y regresar. Ante una muerte que ronda cerca, el narrador, ya anciano decide pues plasmar sobre el papel sus recuerdos, al tiempo que exorcizar sus fantasmas del pasado, y para eso nada mejor que escribir.

La narración se irá alternando entre los episodios propios de la niñez y adolescencia del joven en un pueblo de Liébana, un pueblo entre montañas, donde su familia sobrevive con estrecheces, entre la siega y la siembra. Donde el narrador nos muestra a las claras lo duro que era salir adelante en una familia numerosa y siempre pendiente de las circunstancias climatológicas. No falta el cacique local que compra voluntades y destroza existencias. Hay lugar para el amor, para la pasión, y sobre todo, y este es un hecho determinante para que nuestro joven descubra el amor por el conocimiento, la sed infinita de saber, gracias a Sancho, un señor taciturno y aparentemente huraño, poseedor y guardián de una biblioteca, que le permitirá al joven viajar a los mundos y lugares, remotos y futuros que sólo la literatura permite. Un hecho clave le obligará a partir, junto a su hermano, dejando en tierra a su amor, a Lucía.
Los dos hermanos viajarán a Sevilla y allí se enrolarán en una de las cinco naos que partirán rumbo a las Islas de las especias.

Todo lo que nos ha llegado de ese viaje, o buena parte de él lo conocemos gracias a Pigafetta, quien tomó buena nota de todo cuanto vio en su periplo. Como este estaba del bando del portugués, cuando Magallanes murió, no quiso saber nada del nuevo capitán Elcano y éste al enterarse que nuestro joven es escritor lo nombra cronista de sus andanzas, a fin de recibir los laureles y glorias de las que se cree acreedor.

El viaje de tres años de duración da mucho de sí. Si en un primer momento al llegar a Brasil aquello les parece el paraíso, una vez en ruta hacia tierras de la Patagonia, sufrirán el frío, el hambre, las noches interminables, hasta que consigan cruzar al Pacífico. Si todo parece entonces que vaya a arreglarse, durante esos meses de travesía, sufrirán lo indecible, muchos morirán, cometerán cuantos desmanes se nos ocurran con las gentes que siempre habían vivido allí, muchos cuerpos vencidos por la muerte irán al fondo del mar y su labor evangelizadora se quedará en agua de borrajas.

Sergio Martínez consigue mediante 64 capítulos de unas diez páginas cada uno (jalonando los años en Cantabria con el periplo náutico) mantener la intriga en todo momento, construyendo unos personajes que a pesar de ser vulgares, están en el sitio adecuado en el momento justo, siendo testigos de una proeza como pocas. Lo que experimentan estos marineros es una odisea, un martirio, un calvario, un barco que parece ser un campo de exterminio, donde el hambre les llevará a comerse hasta el cuero de las cuerdas. Un huir de uno mismo, en el caso de nuestro protagonista, dando la vuelta al globo, para al final, lograr cerrar el círculo, expiar las culpas y alcanzar la serenidad que ambos hermanos perdieron al dejar a la carrera su pueblo de Dosamantes.

El autor de la novela nos presenta además un marinero (nuestro protagonista) ilustrado quien gracias a Sancho, su maestro, se lo ha leído casi todo, un devorador de libros, para quien conservar una biblioteca se convierte en una cuestión de vida o muerte. Unas lecturas (no solo filosóficas) que le serán muy útiles en el barco, cuando reine el tedio más absoluto y una buena historia sea entonces casi tan importante para sus compañeros de travesía como lo es un plato de carne agusanada.

Me puse a leer este libro sin apenas convicción y navegando navegando y casi sin darme cuenta me he visto, tres días después, leyendo la página 623 de los agradecimientos. Por cierto, rara vez, he leído que un autor agradezca algo a suegros y cuñados.

Un libro el de Sergio Martínez que me ha gustado, que me ha permitido conocer más (o casi todo) de Magallanes (a Colón lo tenemos ya muy visto) y sobre todo que me ha permitido gozar con una buena historia, bien narrada, fluida y equilibrada. Una sorpresa pues muy agradable.

Si decides embarcarte, eso ya es cosa tuya.