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La gran ilusión

La gran ilusión (Mika Waltari)

Mika Waltari
2015
228 páginas
Gallo Nero
Traducción de Luisa Gutiérrez

Esta novela del finés Mika Waltari leo que fue rebautizada como El gran Gatsby finlandés. Así que antes de dar mi parecer he decidido leer El gran Gatsby a fin de comparar, y en algo se parecen, pero escasamente.

La gran ilusión, que da título a la novela, es el amor que Hart, el narrador, siente por la inalcanzable Caritas, un amor no correspondido que se verá agravado en su ninguneo por el amor que Caritas siente por Hellas, el mejor amigo de Hart. El clásico «podemos ser amigos«, que es como hacer pasar el corazón por un embudo.

La novela transcurre en Helsinki en su comienzo y posteriormente en París, tras la finalización de la Gran Guerra, donde parece que todo está por hacer, o por rehacer, y el libro en este sentido más que un individuo, nos plantea una colectividad, una voz que narra que es un nosotros, porque Hart viene a ser la voz de una generación que tras el delirio bélico mundial no sabe bien qué modelo de sociedad quiere, toda vez que el resultado de la guerra según Hart deja una sociedad débil, enferma, apocada. Algo que luego algunos tratarían de enmendar malamente a través del nazismo, con la primacía de la raza blanca, la pureza de sangre, la pretendida sociedad fuerte, vigorosa y sana y que llevó de nuevo a Europa al borde del precipicio tres décadas después de finalizar la Gran Guerra.

Resulta curioso leer como en un momento Hart charla con un alemán que le dice que es imposible que haya una nueva guerra, que los alemanes ya han aprendido la lección, que la violencia no es el camino, un razonamiento que a la sombra del Tratado de Versalles muchos alemanes no compartirían, como hemos podido comprobar, en el futuro.

La novela mezcla el amor incandescente con un sentimiento de angustia, el que experimenta Hellas en pos de su autodestrucción, del regodeo en su sufrimiento, como si la única manera de superar cierto malestar, fuera aboliéndolo de una manera radical. Exitus y punto final.

Con respecto al Gran Gatsby La gran ilusión comparte ese tono frívolo, epidérmico, propio de esas clases altas que ahogan sus naderías en champán caro, se visten con caros ropajes, y dejan que sus conversaciones se agosten tan rápido como lo que dan de sí sus cerebros abotargados por el alcohol y su estupidez inmanente . Si Gastby es todo un personaje, que los demás construyen a base de habladurías, dimes y diretes, aquí los personajes están mejor definidos, sufren más, su dolor es más real, y el sentimiento trágico que desbasta a Hellas casi se palpa.

El amor que Hart siente por Caritas es exaltado, pueril, un arrebol abrasador que a ratos chirría en su desmesura, en sus hechuras hiperbólicas, pero que teniendo en cuenta que esta novela la escribió Waltari sin haber cumplido los veinte años, tiene un pase y que dicho sea de paso me ha gustado bastante más que la novela de Fitzgerald.

Magistral

Magistral (Rubén Martín Giráldez)

Rubén Martín Giráldez
100 páginas
Jekyll & Jill Editores
2016

Pensaba no escribir nada. Pensaba dejar blanco sobre blanco sobre este fondo digital. Un fracaso neutro. Lo he pensado mejor y no, hay que escribir algo, un fracaso de reseña en todo caso, porque no hay reseña (nada de posarse sobre la margarita e ir desojando el argumento, si lo hubiera), sino una aproximación a la experiencia de leer una novela como Magistral, iba a decir del tipo de Magistral, pero lo dejamos en Magistral y quitamos el tipo.

Si hubiera llegado a la novela de Rubén Martín Giráldez sin haber leído Rayuela o Ulises de Joyce, mi experiencia hubiera sido otra. Hablo de estas dos novelas porque ambas dos son eso que se llama hoy con mucha alegría una fiesta del lenguaje, ya un lugar común; un cajón de sastre, donde va a parar todo lo raruno, lo singular, lo excéntrico, aquello que rompe el molde.

Magistral es raruna, singular, y muchas más cosas. RMG no es Joyce, Magistral no es el Ulises, pero como dijo George Steiner no cabe duda de que el contraataque más exuberante lanzado por escritor alguno contra la reducción del lenguaje es el de James Joyce y por analogía algo parecido podemos decir de RMG y su pericia y destreza con el lenguaje para perpetrar una novela del todo punto hilarante, ambiciosa, laminar, potente, portentosa y demoledora.

La voz que narra, el autor de una novela titulada Magistral, quiere acabar con su lengua castellana, una lengua que en su opinión ya ha dado todo lo que tenía que dar de sí. Un planteamiento que el autor de la novela -Magistral(mente) mediante- pone en entredicho, dado que mientras para muchos escritores el lenguaje es ya casi un producto acabado, donde con cuatro movimientos de trilero, tienen un libro en el escaparate de una librería, otros como RMG, constato brutalmente que usan el lenguaje, las palabras, como materia prima para llevar su oficio de picapedrero al límite. Donde otros reproducen, dilatan, se clonan a sí mismos, RMG crea, innova, se aventura, roza lo ininteligible, se regodea en ello.

Podemos poner todas las pegas del mundo, todas las objeciones a la novela, todas nuestras limitaciones en nuestro leer al hacer nuestra denuncia, pero creo que deben ser ponderadas en su justa medida, si lo comparamos con todo lo que Magistral nos ofrece.

Pocas veces uno tiene la suerte de darse un atracón como éste. He gozado, sí. Me he descojonado, también. He tenido que volver una y otra vez sobre muchos párrafos, a fin de ordeñarlos, de sacarles el jugo, que lo tienen. He consultado el diccionario unas cuantas veces. He agradecido que Ben Marcus escribiera en inglés y no en pekinés.

Libros como el presente son un zasca en la (*)bocación lectora del lector que vaya en pos de lecturas complacientes, cómodas, arrulladoras, amables. Magistral, muerde, desconcierta, araña, tritura, desamodorra y lo más importante, (me) entusiasma.

RMG es un tragasables. Se la está jugando.

(*) bocación: palabro híbrido entre boca y vocación.

Rayuela

Rayuela (Julio Cortázar)

A estas alturas creo que todo lo que uno pueda decir, incluso pensar, sobre Rayuela ya lo han dicho o pensado otros. Dicho lo anterior, decir que la novela me ha gustado, mucho.

Nada había leído de Cortázar hasta la fecha y esta novela es un artefacto narrativo deslumbrante y subyugante por muchos motivos.

Lo he leído siguiendo el tablero de dirección, leyendo todos los capítulos, con la edición de Cátedra, donde el prólogo de casi 100 páginas resulta muy interesante y provechoso, y donde las abundantes notas al pie de página que hay luego en el texto, proporcionan datos de sobra sobre la infinidad de músicos, cantantes, pintores, escritores, etc, que aparecen en la novela. Aunque pienso que como sucede con los chistes, que pierden la gracia si te los explican, con los juegos de referencias y de palabras, o los coge uno al vuelo o luego, a toro pasado, tienen escaso mordiente.

Me ha gustado mucho el personaje de la Maga, su sencillez, su honestidad, su ansia de saber, de conocer, su forma de entender y vivir la vida. Contrasta su personaje con el de Horacio, su amante en París, el presunto intelectual que junto a sus amigotes hace de menos a Maga, ridiculizándola, poniendo en evidencia su falta de “cultura”. Una relación amorosa con niño de por medio, el inolvidable Rocamadour, donde Cortázar narrará la muerte del niño de una manera inolvidable, donde se cifra la habilidad de Cortázar para abundar en lo trágico sin hacer concesiones a lo sentimentaloide. Una relación la de la Maga y Horacio a su vez inolvidable, en ese arañar y desentrañar el alma humana y las contradicciones que nos constituyen, la pugna que mantenemos con el Doppelgänger, ese otro que nos posee y nos reemplaza, porque si Rayuela es muchos libros, los humanos también somos muchos humanos, mucho más que la (a menudo única) máscara con la que nos presentamos a diario, porque como dice Horacio “yo en realidad no tengo nada que ver conmigo mismo”. La vida entendida como búsqueda, como desencuentro, como incertidumbre, Horacio siempre buscando el centro, ¿el centro de qué?.

Me gustan las reflexiones de Morelli, que habla por boca de Cortázar para reflexionar sobre el acto de escribir, sobre el papel de la literatura, sobre la posibilidad de acabar con la novela desde dentro.

Rayuela es un artefacto narrativo, que rompe las reglas de la novela al uso, la narración lineal, ese FIN que tanto consuela. Rayuela es un paréntesis, un jirón, un desgarro, un juego, un cosmos jibarizado y durante algo más de una semana, mi pasatiempo favorito.

…le revienta la novela rollo chino. El libro que se lee del principio al final como un niño bueno. Ya te habrás fijado que cada vez le preocupa menos la ligazón de las partes, aquello de que una palabra trae la otra…
plaza-rayuela
Rayuela es el universo en una dimensión, el encuentro entre el cielo y la tierra, y nosotros arrieritos, que moviendo el tejo, moviendo la piedra, nuestra cruz, tratamos de dar el salto definitivo al más allá, al cielo, o al limbo, o quizás a la nada de la que vinimos.

Las páginas están llenas de música, de canciones de jazz, que suenan en vivo, o que nos asaltan desde un vinilo. Una música, un swing, que Cortázar también dice buscar en sus relatos, y que también está contenido en las páginas de esta novela, que puede resultar a ratos más o menos inteligible pero siempre fluida.

Una novela que se da el lujo de meter de rondón las palabras de Ceferino, y su nuevo orden mundial, una ida de olla literaria memorable, donde Cortázar dotado por el don de la oportunidad y la ocasión, como su Horacio, coge cosas que encuentra por ahí y las recicla, las embute en el texto, que este devora.

Más que abundar en la reseña (donde podía estar hasta mañana a estas horas, transcribiendo los múltiples párrafos que he subrayado), sirvan estas letras para animaros a leer Rayuela, a perderle el miedo a la novela, a disfrutar de Cortázar, de su inteligencia, de su humor, de su imaginación, de su sensibilidad, de la pulpa de su prosa; ese espejo donde reconocernos, espejo roto, sí, pero espejo.

Una prosa imantada capaz de aglutinar limaduras de realidad, capaz de enhebrar el universo.

Pienso en el escritor como aquel socorrista que practicando el boca a boca, salva una vida. Cortázar hace algo parecido, coge un texto, un alud de palabras, y las vivifica, y entonces el lector tiene la sensación de estar leyendo con la misma ilusión de la vez primera.

En el libro Fin de Poema, de Juan Tallón, tenemos a Pizarnik encargada de pasar a máquina Rayuela de Cortázar, ensimismada de tal manera con la lectura de la novela, al punto de hacer dejación de sus funciones de mecanógrafa y finalmente desapareciendo (temporalmente) el manuscrito en su casa, para desesperación del escritor.

Dijo Cortázar: “Bueno, hay un libro, esto es prosa, que yo salvaría, y es el Ulises. Yo pienso que el Ulises en alguna medida resume toda la literatura universal”.

Próxima parada: Dublín.

Aleksandra Kun

Los palimpsestos (Aleksandra Lun)

Aleksandra Lun
Minúscula
2015
165 páginas

Debuta Aleksandra Lun (Gliwice, 1979) con esta mínima novela, sorprendente y desternillante a partes iguales. El protagonista es Czeslaw Przesnicki, escritor polaco fracasado e internado en un manicomio en Bélgica. Sus problemas mentales le permitan al escritor introducir en su relato a toda suerte de escritores como Hemingway, Conrad, Cioran, Ionesco, Nabokov, Cercas, Gombrowicz, Schulz, Beckett, escritoras como Kristof e incluso personajes como el Doctor Pasavento Vilamatiano, o derivas literarias como el vuelo bartlebiano hacia el abismo del olvido.

«Soy autor porque deseo hacer preguntas. Si tuviera respuestas, sería político».

Esta frase de la novela podría resumir el espíritu esta novela que plantea muchas preguntas que tienen que ver con el hecho de que un escritor decida escribir una novela en una lengua que no es su lengua materna como hace Aleksandra que es polaca y escribe esta novela en castellano. Sobre este hecho podemos reflexionar en qué medida este ejercicio permite renovar la lengua sobre la que se escribe cuando no es la propia. A Czeslaw escribir en antártico no le acarrea otra cosa que problemas cuando los escritores nativos no ven con buenos ojos que un inmigrante venga a quitarles, según ellos, el pan.
En el caso de Aleksandra creo que es imposible determinar si quien escribe es española o no, aunque lo importante no es esto, sino es el resultado de la novela, que es muy satisfactorio.

El disparatado y corrosivo humor que se gasta Aleksandra, su falta de pretenciosidad, lo original de la historia y lo concreto de la propuesta, hacen de este artefacto narrativo una delicia.