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Siruela
2013

Un amigo en la ciudad (Juan Aparicio Belmonte 2013)

Juan Aparicio Belmonte
Siruela
2013
172 páginas

Juan Aparicio Belmonte ha perdido el guión de su apellido por el camino y el humor (o parte) también. Hará cosa de un año me leí su novela Mala suerte. No me disgustó, porque era un libro, divertido, alocado, surrealista, pero consistente.

Belmonte ahora se quiere poner serio y esto a veces no da buenos resultados. Para muestra esta novela.

Habrán leído por ahí maravillas acerca de este libro. La mejor del autor, dirán. La más madura. Con Mala suerte, me eché unas risotadas de aupa. Con El disparatado círculo de los pájaros borrachos un amiga me cuenta que se partió de la risa (ahora es bipolar). Con Un amigo en la ciudad, más que risas lo que he se han dibujado en mi rostro han sido muecas, o bien una sonrisa triste.

La novela transcurre por las calles de Madrid. El protagonista es Andrés, exgótico, su mujer Gretchen, también exgótica. Tienen una hija pequeña. Él tiene un trabajo dispuesto a perderlo. Tiene una mujer dispuesto a perderla, también. Andrés realiza viajes en el tiempo, que no le sirven para enriquecerse, ni nada parecido. Al menos sabrá con antelación que seremos campeones del Mundo de fútbol, lo cual, a él que no es futbolero se la trae al pairo.

Las idas y venidas en el tiempo, de sobra sabemos que sientan muy mal a cualquier persona. A nuestro pobre Andrés lo traen por el camino de la amargura, porque recibe llamadas de un mensajero del futuro, al tiempo que una vecina le arrostra la paternidad de los dos gemelos que trae en camino, así como la caídita de ésta por las escaleras del inmueble. Vamos, que el hombre no hará nada para levantar el aparato, telefónico. Ejem, ejem.

Juan Aparicio Belmonte
Juan Aparicio Belmonte

Quizá sea porque los polos iguales se repelen o por la obsolescencia programada del amor, o porque de todo se cansa uno, el caso es que su relación, la de dos exgóticos vencidos por el modernismo, está abocada al fracaso. Sí, la cosa entre Gretchel y Andrés con sus neuras no pelecha. Al contrario. Todo se va a la mierda.

Andrés viaja en el tiempo y también por las calles de Madrid, al tiempo que interpela a quien se cruza en su camino (taxistas, peluqueras, barman) con preguntas que descolocan a los interpelados, preguntas que van más allá de las convenciones relativas al tiempo o simplezas similares, pero necesarias. Estos diálogos surrealistas seguro que son muy molones, pero tienen la misma gracia que acudir a un funeral ajeno.

Como la mujer de Andrés es de origen alemán, la ilimitada imaginación del autor le llevará a endiñarle a éste un suegro de pasado nacionalsocialista. Si Andrés está en una iglesia y la gente comulga, es de cajón hablar de hostias, las que recibimos y las que damos. Chascarrillos de ese pelo nos ofrece Belmonte, quien en lugar de soltarse la melena e ir a saco con sus alucinaciones futurizas (ahí sí que tenía materia prima para hacer una novela bien interesante), se pone solemne, trascendente, al tiempo que la historia se achica, el interés se consume e incluso se deslocaliza, donde el humor es ya sólo el barniz del féretro que es esta novela, cuya alma se quedó definitivamente atrás, en algún salto al pasado.

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Willy Uribe
2013
Los libros del lince

El último viaje del Omphalos (Willy Uribe 2013)

Willy Uribe
2013
Los libros del lince
205 páginas

1986. Un barco con españoles a bordo, El Omphalos, permanece retenido en Guinea Bissau, desde que hace más de 6 meses sufriera una avería y aquella mole de más de 7.000 toneladas, quedará varada a dos millas del puerto.

A bordo el Jefe de máquinas y ahora máxima autoridad del barco, Jaime Torres, más chulo que el punteras. A su lado un imbécil, Walter García, un nenazas, Ramón Ríos, un abogado, blanco de todas las burlas, Federico Báscones de Ojeda, recibido a hostias cuando viene a mediar para su liberación como comisionado del Gobierno de España, el fantasma de Julio LLanos, asesinado, y otro camino de serlo cuando quiere echar un polvo, Roberto Nozales. Estos son los buenos.

Por la parte de los malos, de los secuestradores, está Marcel Lago, militar destinado a esas latitudes contra su voluntad. Un tío que mata sin apartar la mirada. Un figura, ambicioso, refinado, autoritario y codicioso, dispuesto a medrar si le ofrecen un negocio jugoso.

La historia nos la narra Jaime Torres, que además de chulo y soberbio tiene suerte, y sobrevive y así conocemos su peripecia. Jaime es algo parecido a un Alatriste pero puesto en un barco: un tipo duro, temerario, descreído de todo, que escupe a la muerte a los ojos y se hace pis en el destino. O algo así. Pero a pesar de tener el culo pelado y las manos encallecidas de limar su soledad es capaz de dar su vida, la cual le importa un bledo, por salvar las vidas de sus hombres, porque Jaime no es como Francesco Schettino, que ve que un barco se hunde y es el primero en coger las de Villadiego, no, Jaime no es así, o eso dice, porque si sus colegas le dejan tirado entonces se llama andana y con salvar su pellejo ya tiene bastante.

Willy Uribe
Willy Uribe

Si alguien piensa que esto es algo parecido a Capitan Phillips, entonces se equivoca de libro, y sino también, porque aunque venga avalado entre otros por Savater («Tramas violentas y ambiguas, opresivas a lo Patricia Highsmith, con protagonistas paulatinamente transformados por la dureza existencial«), sí, el filósofo, no Leticia (la Superviviente), sólo tiene un pase, porque me esperaba una tormenta perfecta y me he encontrado con la calma chicha de una lámina de agua que sólo en contadas ocasiones asemeja aceite hirviendo.

La historia, de entrada se me antoja como algo sugerente, con un secuestro, un fulano en plan caporal tratando de usar su cerebro para sacar a todo el rebaño ileso, pero cuando llega un abogado caído del cielo (en lancha motora) y lo zurran a hostias, así de entrada, porque les cae a todos gordo (!qué jodido es luchar contra los prejuicios!), con su pinta de señorito, entonces se lía parda y cada cual trata de salvar el pellejo, aunque acaben perdiéndolo, hasta que al final, como en Los Inmortales solo pueda quedar uno, sí, el narrador Jaime Torres, que tras un giro en la trama, abrupto y sorprendente, la novela se convierte en algo parecido al Arca de Noé, y quien dice barca de madera, dice buque de 115 metros de eslora de puro hierro y acero.

El personaje de Jaime me resulta repelente. Si este es el objetivo de Willy Uribe (el escritor de este libro) lo consigue. El abogado actúa como un Mcguffin, pues parece que va a ser la hostia, y sí, le dan unas cuantas, pero se queda en nada, es casi un espectro, todo el día mareado, consumido, soñando con su moza con la cual se va ir a Alaska, pero no, porque la casca.
Walter le reprocha a Jaime que no se fia de él, pero ahí anda moviendo todo el tiempo el rabo como perrito faldero. Al Marcel que es más listo que el hambre, se la mete Jaime doblada con una bola que no rueda ni cuesta abajo.
Con un militar a quien Jaime le arranca un trozo de oreja a dentelladas y sin necesidad de subirse a un ring, mantiene luego un combate dialéctico acerca de lo Europeo/Africano, pero como a Jaime todo se la trae al pairo, es díficil llegar a buen puerto.
Creo que las últimas 44 páginas se pueden reducir a media docena sin acusar el resultado.

Finalizo. Me esperaba una historia de aventuras y esto es una ratonera sobre un desierto líquido, donde todos mueren, salvo el más hijo de puta de todos que sobrevive.

¿Además, si a uno no le importa nada lo que le suceda, a qué fin tanto empeño en sobrevivir?. Hay que ver lo contradictorios que somos.

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errata naturae ediciones 
2014

Élisa (Jacques Chauviré 2014)

Élisa
Jacques Chauviré
errata naturae editores
2014

Jacques Chauviré autor de esta breve novela nació en 1915, el mismo año en el que moría su padre en el frente, durante la I Guerra Mundial.

En Francia, Élisa se publicó en 2003 y fue acogida con todos los parabienes de los libreros franceses. Cuando a Jacques le interpelaban acerca de sus motivos para escribir (se ganaba la vida como doctor), respondía reproduciendo las palabras de otros médicos-escritores anteriores a él: cualquier médico sabe que sus victorias son siempre efímeras mientras que las del escritor pueden ser eternas.

¿Es Élisa una victoria eterna?. No, es material fungible.

Élisa es un relato autobiográfico que se remonta a cuando Jacques tenía cinco años y a su casa en el campo, donde el pipiolo vive junto a su madre viuda, un hermano, una abuela severa y algún familiar más, llega Élisa a trabajar como sirvienta.

A partir de ese momento, Jacques o Ivan (porque al estar pendiente de registrar su nacimiento y mediando la muerte de su padre, la madre decide cambiar el nombre y ponerle el mismo que el de su marido, como homenaje a éste) se embelesa con la joven Élisa de labios carnosos, nariz chata, pechos redondeados y turgentes. En fin, que el mocete a pesar de su corta de edad, está que bebe los vientos por ella y no ve momento de estar junto a ella.

Hay quien apenas recordamos nada de cuando teníamos cinco años y otros como Jacques se acuerdan de todo con una nitidez pasmosa (y donde no llega la memoria siempre está a mano la imaginación). Será quizás porque el resto no hemos tenido a esa edad a una Élisa próxima que nos arrullase y nos mostrase sus senos tan a mano y nos dejará abrazarla y acariciarla. Todo desde el cariño que puede ofrecer una tierna criatura de leche, de cinco añitos.

Jacques nos cuenta con una prosa luminosa y ligera el fluir de las estaciones, de los meses, a medida que su pasión se acrecienta, sin ser correspondida por su amada. Al final, como es de preveer, Élisa se casa con un chico y deja la casa de Ivan.

Jacques Chauviré
Jacques Chauviré

No acaba aquí la historia porque entonces sería una historia amena y mínima, sin más. ¿Entonces?. Es menester cerrar el círculo. Élisa e Ivan, bueno Jacques, se merecen un encuentro más. Y lo tendrán.

El enamoramiento o apasionamiento es algo similar a la sed, que sólo saciamos con la presencia de la persona amada. Al que le haya pasado, podrá corroborar o negar esto. Al resto, creerlo a pies juntillas, porque es así.

El problema de Ivan fue que Elisa no pudo ni amamantarlo como bebé ni darle de beber como niño. Cosas que pasan, cuando los nacimientos no están bien ajustados en el tiempo.

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Editorial Reino de Cordelia
2014

Dulce objeto de amor (Raúl Guerra Garrido 2014)

Raúl Guerra Garrido
Editorial Reino de Cordelia
2014
119 páginas

La editorial Reino de Cordelia ha hecho bien reeditando a comienzos de este año, este libro de Raúl Guerra Garrido (Madrid, 1935), titulado Dulce objeto de amor, publicado en Mondadori en 1990, porque es un libro que hay que leer porque es buenísimo.

Recientemente vi la película Stockholm. En ella un treintañero trata a toda costa de llevarse a la cama a una chica a quien ha visto en una fiesta nocturna en una casa y de quien se ha quedado prendado. El chaval saca a relucir toda su artillería pesada: más bien ser un canso, e insistir de todas las maneras posibles, haciendo el tonto las mayorías de las veces, hasta que la chavala consumida ya casi toda la noche tenga a bien bajar la guardia, y dejar que él entre en ella, liberándose así el deseo, ya de ambos.

Esto lo venimos haciendo los hombres desde que se creó el mundo y es lo que permite que aún hoy estemos aquí. Si no hay deseo, pasión, ganas de conquistar, de echar un polvo e incluso de tener hijos, este mundo se hubiera ido a tomar por culo hace siglos.

Raúl Guerra esto de la pasión, el deseo y el objeto de la existencia lo tiene claro:

La vida es una absurda geometría que sólo se justifica con el logro de un vértice de felicidad, el resto de la superficie no cuenta, y ese vértice hay que sublimarlo hasta el infinito. Esa es tu moral de exigencia, conseguir un amor efímero pero absoluto, de inmediatez eterna, y pagar por ello al precio que sea necesario. página 110.

El libro va todo en esta línea. No sé a ciencia cierta lo que ofrecen esos cientos de libros que se venden en las librerías bajo la denominación de Novela Romántica, pero viendo sus portadas, a cual más horrible, leyendo sus títulos que demuestran una imaginación estéril y complaciente y ojeando algunos párrafos ahí escritos, creo que nada tienen que ver esas novelas con una novela como ésta, con este Dulce objeto de amor, que lejos de ser pornográfica, es un exquisito tratado de sensualidad, sensitivo y enjundioso, acerca de la génesis del deseo y de la materialización de la pasión y el goce. Casi nada.

Rául Guerra Garrido
Rául Guerra Garrido

La novela se plantea como un toma y daca entre un hombre y una mujer. Él tiene 40 tacos o más y ella unos veinte. Ella está en el café del Hotel Palace de Madrid con sus amigas, aburriéndose y entonces llega él como un ángel caído del cielo.

Poco tarda, él, Félix en llegar a la mesa donde está Verónica (Berenice, entre nosotros), para rescatarla y llevársela por ahí en su deportivo a las entrañas de la noche, desconcertada ella por el deseo que va naciendo en su interior, rumbo hacia lo desconocido y sorpresivo. Ambos se han visto antes, se tienen echado el ojo, se atraen.

Una vez a su lado, ella registra cada palmo de su rostro, de él, sus manos, su piel, su tono vocal, su forma de desplazarse, la más mínima acción y dota todo eso de significado. Félix hace lo mismo. Él tiene un objetivo desde el comienzo, un proyecto, que no se nos desvela hasta el final de la novela. Ella es independiente, inteligente, dueña de sí, y sabe que puede, o eso cree, poner fin a todo aquello cuando lo desee, dejándolo enhiesto y con un palmo de narices. Él, conquistador nato, despliega en su mente el mapa de las emociones para ir avanzando posiciones sobre las barricadas de ella, ganando pequeñas batallas, avances insustanciales en principio, que irán dejando a la pobre Berenice en carne viva, reducida a una carne trémula, que palpita de placer hasta lo insufrible.

Si hay novelas previsibles en las que el lector va muy por delante de la novela, con esta es díficil anticipar qué será lo siguiente que ocurrirá. Lo que sabemos, que no es poco, porque Raúl despliega una prosa exquisita y detallista, es como se cifra el deseo de cada uno, así como sus expectativas y anhelos, pero nada podemos anticipar del lance siguiente, en un barullo de cuerpos que se buscan jadeantes, sin fundirse.

Si la novela va creciendo a cada página, el final ya es la jugada maestra, el colofón perfecto, de esta novela, una novela que alimenta mi placer por la lectura.

Rául Guerra Garrido fue galardonado en 2006 con el Premio Nacional de las Letras Españolas. Obtuvo el Premio Nadal en 1976 por Lectura insólita de la capital. Quien sueña novela (2010), es su última novela.