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Eurípides

Hécuba (Eurípides)

Cuentan que Sócrates, únicamente acudía a las representaciones teatrales de Eurípides, considerado el filósofo del teatro, y comparando esta obra con las lecturas previas de Sófocles, es palmario que Eurípides impregna la narración de cuestiones filosóficas, que tienen que ver, aquí por ejemplo con la naturaleza y la educación, con la justicia y el honor, o introducen la duda sobre la existencia de los dioses, y se menta también a los Sofistas, contra los que arremete Hécuba, pues hacen pasar una cosa por lo que no es, prescindiendo de lo objetivo, de la verdad, en pos de lo subjetivo, de la opinión, para convencer o persuadir a cualquier precio; un discurso que me recuerda al Gorgias platónico, donde este ya arremetía contra la retórica.

Como es menester en todo lo trágico, no faltan los hechos funestos, aciagos, luctuosos: la muerte, el exilio, la desgracia a granel, todo aquello, en definitiva, que golpea al ser humano hasta dejarlo reducido a nada, deseando entonces la muerte, ante un porvenir que no quieren ver venir.

La doliente aquí es Hécuba, que como le sucede a Edipo, deja su situación de confort, sustraída a los altos honores que disfrutaba, y pasa de ser reina de Troya a esclava, ya sin país, sin marido, y con un hijo muerto y otra hija, Políxena, camino de ser degollada, para rendir así, tributo a Aquiles.
Hécuba solicita ayuda y clemencia a Agamenón, rey de Micenas, lo cual no impide que su hija muera, y su afán pase entonces por dar sepultura a ambos hijos, pues Polidoro, su otro hijo, que estaba como huésped en casa de Poliméstor, ha sido asesinado por este, y arrojado su cuerpo sin vida al mar.

Ante esta situación, Hécuba, destrozada, clama justicia, y venganza, pues cree que a través la misma verá aliviada su pena. Una venganza que se consuma, tal que Poliméstor verá como matan a sus hijos, antes de dejarle ciego y devenir entonces adivino.

Se anticipa que Hécuba morirá, y también se adelanta la muerte que sufrirá Agamenón, ya tratada en Electra.

Los comentarios vertidos, como ácido, sobre la mujer, son pura misoginia.

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Medea (Eurípides)

Medea es el espíritu de la contradicción: la pugna feroz entre la razón y el instinto. En este caso Medea no puede dar su visto bueno a que su marido Jasón la expulse de su lecho para poner en su lugar a otra mujer, a Glauce.

Medea ve que la mejor manera de aniquilar a Jasón es servirse de sus hijos, matándolos y de paso acabar también con Glauce y con su padre Creonte.
Medea se debate entre hacerlo o no, y al final vence su instinto asesino, su ansia de venganza, pareja a la Electra sofoclea.

Si leemos la prensa o vemos los telediarios -reducidos a poco menos que una concatenación de hechos escabrosos- veremos que servirse de los hijos para hacer daño al otro cónyuge, es práctica habitual, y que incluso hay quienes obran como Medea. Resulta la lectura tan terrible y espeluznante como real.

Si en Sófocles ya leímos parricidios, matricidios, suicidios…, con esta obra de Eurípides, hemos de añadir a los ingredientes de la tragedia griega el infanticidio.

Medea es otro clásico teatral, que no pasa de moda.

Lo curioso, tanto en las tragedias de Eurípides, como en las de Sófocles, y en las tragedias griegas de cualquier otro autor, es que la estructura es casi fija, y lo que varía es el enfoque que le da el autor, y el tratamiento que hacen de un mismo mito, que a menudo se repite, como sucede por ejemplo con la Electra de Sófocles y la de Eurípides.

Gredos Editorial. 2010. 96 páginas. Traducción de Alberto Medina González.