Archivo de la categoría: Teatro

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La vida es sueño (Pedro Calderón de la Barca)

¿Cuántas veces hemos oído que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son?

La fuente original de tan famosos soliloquios es La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca estrenada en 1636. Obra teatral, cumbre del barroco, en verso (3319 versos) que ofrece entretenimiento y pensamiento al lector.

Basilio es un rey de Polonia que creyendo lo que dicen los hados (que su hijo lo matará) decide encerrar a su hijo Segismundo en una torre. Un día caminando por las proximidades de la torre, Rosaura (disfrazada de caballero) y Clarín (el gracioso), oyen estos los soliloquios de Segismundo. Rosaura a tenor de lo escuchado, se consuela pensando que siempre hay alguien en peor situación que la nuestra: Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía

Pero pasados los años decide Basilio darle una oportunidad a su hijo. Narcotizado (pócima mezcla de adormidera, beleño y opio) lo saca de la torre, lo viste con las mejores galas y lo lleva a su presencia. ¿En qué se ha convertido Segismundo después de tantos años de encierro? ¿En una fiera, en una bestia? En nada le ha ayudado el desamparo, la soledad, la falta de cariño, todo aquello que le lleva a pensar que es un error haber nacido. Si Segismundo se ha deshumanizado no debe extrañar que su primera acción consista en lanzar a un criado por un balcón y cobrarse su primera muerte.

El quid aquí es hacerle ver a Segismundo que esto que ha vivido, el paréntesis en el que sale de su prisión, ha sido un sueño. Inevitables son aquí los ecos de la caverna platónica: Que el vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar. Es cuando viene la muerte, cuando despertamos a la vida eterna. Pensamiento de raigambre cristiana.
Cuando sea conducido de nuevo a la torre, proseguirá con su verdadera vida. Las revueltas populares, enardecidas, se enfrentan a Basilio y reclaman poner en su lugar a Segismundo. En esta ocasión Segismundo resuelve la situación de una manera más diplomática, ofrece su cerviz a Basilio, y el padre ve que su hijo ha cambiado, venciendo a los hados, y al destino (otra gran cuestión aquí es la predestinación), y le ofrece, no una corona de espinos, sino el laurel y la palma.
Clarín muere, Astolfo casa con Rosaura, limpiando así su honor y el príncipe Segismundo se desposa con Estrella (sobrina de Basilio, como Astolfo). Cunde el perdón en el corazón de Segismundo que perdona a Clotaldo, el consejero de su padre.
Tenemos el clásico Vivieron felices y comieron perdices, resuelto de una manera un tanto abrupta.

A finales de octubre vi La vida es sueño en el Teatro Bretón, con dirección de Declan Donnellan, donde Basilio tiene más peso que en la obra de Calderón y se ofrecían elementos modernos que no parecían enriquecer mucho la historia, al darle un carácter más folletinesco, más propio de una comedia de situación que de un dramón existencial que es lo que es.

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Otelo (William Shakespeare)

Los celos han dado vida a obras como El celoso extremeño, El sombrero de tres picos u Otelo (traducción de Ángel-Luis Pujante). Esta última, obra teatral pergeñada por Shakespeare, nos lleva a Venecia, donde el moro Otelo ha seducido a la joven Desdémona para malestar de su padre Brabancio. Una vez casados, Yago, el alférez de Otelo, sintiéndose celoso de Casio, envenena a Otelo haciéndole creer que Desdémona le ha sido infiel.

Aquel amor tan puro y sincero que principió su relación se aborrasca y enloda. Otelo pierde el norte y se pierde también a sí mismo. Los celos le hacen dar por ciertas cuantas elucubraciones y sospechas le ponga en bandeja muy arteramente Yago, sirviéndose de un pañuelo que Desdémona pierde y que será su perdición.

Los celos, al contrario de lo que sucede en El sombrero de tres picos, ofrecen aquí un final, que resuelve tan bajas pasiones, con dos muertes: la de Desdémona y la de Otelo.

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Manual para Armar un Sueño

Había leído Vanas repeticiones del olvido, obra dramática reunida 1992-2022, editada por Pepitas de Calabaza (editorial riojana que cumple 25 años), pero no había visto ninguna obra de La Zaranda, hasta ayer, que vi en el Teatro Bretón de Logroño, Manual para Armar un Sueño con texto de Eusebio Calonge.

En el sobrio escenario (apenas unas tablas, un espejo, una silla, y unas barras de metal) tres personajes. Primero uno solo. Parece encontrarse en el infierno, que es el olvido. Es un actor venido a menos y ya periclitado por el peso ineludible de las novedades, siempre acuciantes. Oye una voz que cree ser el eco, pero no. Es otro hombre que lo anda buscando. Desconfía y no sabe si la voz proviene de detrás de un espejo. Los dos hombres están condenados al olvido, cuando ante ellos aparece otro hombre con alas rojas, nada menos que un espíritu fáustico. Charlatán, sirena con cuyo canto trata de embelesarlos en su cháchara de números y cifras, de espectadores y posibles éxitos, del todo se vende si todos se venden. Cebando la vanidad del artista como se ceba a un pavo. Y resistirse aquí es medir su dignidad, apostar más por la obra en sí misma que por toda la faramalla que la rodea y que no tiene nada que ver con la obra.

Muy divertida resulta la escena en la que con los teclados tratan de enviar unas solicitudes, convertido todo este mundo digital en nuestro báratro de cada día.

Al fin y a la postre lo que nos queda son los sueños, la esperanza, y la imaginación. Esa es la divisa que correrá de mano en mano de generación en generación, siempre con las mismas preguntas, preguntándonos si esto que creemos vida es un sueño o no (ecos calderonianos), y si así lo fuera, habría que despertar entonces para seguir viviendo, resistiendo, siendo.

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Fausto (Roberto Vivero)

Fausto
Roberto Vivero
Ápeiron ediciones
82 paginas

¿Otro Fausto más, el de Roberto Vivero, a añadir a la ya larga lista de Faustos (el de Goethe, Thomas Mann, Christopher Marlowe, u obras como sichel)? Detalle este que no se obvia, al contrario, porque todos esos libros previos conforman el mapa que ha de recorrer el Forastero que invoca a Fausto para que le ayude en un cometido.

El texto es un diálogo entre los dos que reviste el formato Socrático, ya que Fausto pregunta y el Forastero responde como puede. Piensa, le dice Fausto, que no está para darle explicaciones. Y es en ese pensar cuando el Forastero irá dando forma a sus pensamientos, a su cometido, incluso a su identidad si capaz de llevar a cabo la oportuna transformación. Para conocer a Fausto hay que ser Fausto, y pensar en él constantemente. Pensar en él no como un qué, sino en alguien. Y hay que pensarlo desde el principio. Y leer también todo lo que sobre el mismo -personaje histórico convertido en mito- se ha escrito.

El Forastero debe crear su propio Fausto a la luz de su tiempo histórico. Y pensar también si Fausto es posible hoy, cuando no cree en Dios, cuando no sufre ninguna escisión interna, ni crisis ni tragedia, cuando el amor ha dejado ya de ser algo “místico”. El mapa del que hablamos al comienzo, sería por tanto el de un lugar que ya no existe. ¿Entonces contra qué iría Fausto? El ídolo aquí sería la cultura y su secuaz: la educación.

Leo: eso que se dice cultura es, en buena parte, una transmisión de errores, dice Fausto. Quieren la obra, no la creación. Y la quieren para parasitar de ella. Lo que hacen es el parasitismo. Y mientras tanto, tienen de qué vivir, afirma el Forastero.

Finalizo con otra sentencia de Fausto que invita a la reflexión: La cultura se opone con toda su rabia a la creación.