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Thoreau Biografía esencial (Antonio Casado da Rocha)

Este año se cumplen 200 años del nacimiento de Henry David Thoreau. Eso explicaría que en las librerías nos encontremos un buen número de libros y biografías, e incluso cómics sobre él. He leído la que ha publicado Toni Montesinos y la de Robert Richardson, ambas muy exhaustivas y recomendables. Antonio Casado da Rocha publicó también el año pasado Una casa en Walden, donde aprovecha la figura de Thoreau para ponerla en relación con otros aspectos de la cultura contemporánea.

Antonio, en 2004, fue el primero en escribir en castellano una biografía de Thoreau, esta que nos ocupa. Como dice bien su título es una biografía esencial, donde Antonio recoge los momentos cumbres o más relevantes de la vida de Thoreau que no fue muy larga, pero sí intensa, pues murió con 44 años. Casado se centra en los años universitarios en Harvard, su trabajo como docente y lo poco que dura en el mismo, las calabazas que recibe de Ellen la única mujer que amó en toda su vida, la influencia que ejerció sobre su persona Emerson, su paso (un día) por un calabozo, que le animó a perseverar en la Desobediencia Civil, su periplo fluvial en compañía de su hermano que registró en Musketaquid, su defensa del belicoso antiesclavista John Brown que sería ajusticiado y defendía sus ideas rifle en mano, la publicación de Walden, pieza nuclear que sintetiza todo su pensamiento y acción, su trabajo como agrimensor y en la fábrica de lapiceros de su padre que le procuran los recursos necesarios para atender las deudas contraídas con la editorial que publicara sus libros, y finalmente su muerte, serena, asumida.

El libro se cierra con algunas reflexiones de Antonio sobre Thoreau, alguien apreciado y denostado a partes iguales, al que incluso sus amigos, como Emerson, criticaban su espíritu contradictorio, su excesiva retórica. Cuantas más cosas leo de Thoreau menos cosas creo saber sobre él, porque siempre pesa sobre figura, la idea de que todo lo que hizo fue una pose, aunque a su vez, fue un hombre de acción, capaz de llevar a la práctica lo que tenía en mente, capaz de vivir la vida que quiso llevar, siguiendo un camino nada fácil, más bien pedregoso y empinado, un pelear a la contra, que no le puso las cosas fáciles, si bien creo que la madurez le dio la fortaleza necesaria para perseverar y seguir construyéndose sin necesitar la aquiescencia y el reconocimiento ajeno hacia su pensamiento y sus acciones.

Quien quiera acercarse a la figura de Thoreau, este libro de Casado le brindará una amena biografía y quizás aguijonee su curiosidad a fin de querer más cosas del mismo.

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El triunfo de los principios. Cómo vivir con Thoreau (Toni Montesinos)

Esta biografía y ensayo sobre Henry David Thoreau, escrita por Toni Montesinos, coincidiendo con el segundo centenario de su nacimiento, la he leído con entusiasmo.

Al contrario que figuras icónicas como Jesús o Sócrates que abandonaron este mundo sin dejar ningún testimonio escrito, Thoreau se cuidó mucho de hacer llegar su mensaje a través de sus muchos libros, la mayoría diarios, y luego como conferenciante.

Si uno piensa en Thoreau como en un estilita o un eremita, yerra. Tras acabar los estudios y graduarse en Harvard Collage y obtener trabajo como profesor, donde no durará nada, al no querer emplear la violencia física como herramienta pedagógica, se marcha cerca de su casa, a la laguna de Walden Pond, donde permanece dos años, dos meses y dos días, para luego recalar en casa de su amigo y valedor, el escritor Emerson del que en el comienzo de su relación se consideraría su pupilo y en cuya casa residirá un par de años y posteriormente en la casa familiar con su madre y hermana.

Thoreau está en Walden entre los 28 y los 30 años, luego deja ese hábitat natural lagunero y llevará una vida urbanita hasta su muerte a los 44 años.

Laguna Walden PondLaguna de Walden Pond

Esos dos años le dieron a Thoreau mucho juego, dado que ese estilo o filosofía de vida, allá en Walden, su vida sencilla, austera, sin lujos ni ornatos, con la mirada y el corazón en manos de la naturaleza que Thoreau admiraba y amaba, que fue su objeto de estudio y su solaz y la cual desentrañaba con sus maratonianas caminatas, ha servido de ejemplo o ha hecho surco para que muchos otros tras su muerte hayan buscado apartarse voluntariamente de las ciudades, de su ruido, tráfico, contaminación e hiperconsumo y hayan encontrado la tranquilidad y el sosiego en lugares recónditos, apartados de la sociedad, llevando vidas austeras, de subsistencia como Sue Hubbell nos relata en Un año -que son doce- en los bosques, o Annie Dillard en Una temporada en Tinker Creek. Más que copiar lo que Thoreau hizo, muchos han captado su espíritu y lo han adaptado luego en su vivir a sus circunstancias personales. Conviene recordar que Thoreau no tuvo pareja, ni hijos. Sí que se declararía con ventipocos años por carta a Ellen Sewall, pero ésta siguiendo las instrucciones de su padre lo rechazó.

Hay que apuntar que Thoreau no se va donde Cristo dio las tres voces, sino que la cabaña estaba a tiro de piedra de la casa de sus padres y de la de Emerson, a cuyas veladas sociales acudía con frecuencia. La desconexión por tanto no es absoluta, no es por tanto la soledad autoimpuesta de Thoreau una soledad sin asideros como la que sufre por ejemplo el protagonista de Hacía rutas salvajes. Thoreau vive solo pero la civilización la tiene a la vuelta de la esquina. Thoreau lleva la vida que quiere, no la que la sociedad le impone, se reforma a sí mismo, con una confianza y fe ciega en su persona, haciendo suyo el concepto de Bildung (Thoreau era un lector empedernido, de poesía y ensayos, capaz de leer en griego, latín, alemán e italiano, y capaz de traducir al inglés del griego Prometeo encadenado de Esquilo, traducción que aparecería en el número de enero d 1843 en The Dial, un Thoreua acérrimo lector de Goethe y en especial de su Viaje a Italia), y luego con sus consejos y sermones trata de cambiar la sociedad con sus escritos, siempre buscando nutrir su sentido del yo, descubriendo y realizando su propio destino como individuo autónomo.

Lo interesante de esta biografía es que Toni selecciona y entreteje muy bien los textos, tal que no solo conocemos mejor el pensamiento y la obra de Thoreau -se citan fragmentos de Walden, Musketaquid (que recoge su singladura fluvial de dos de semanas en compañía de su hermano mayor John, que moriría a los 28 años de tétanos y que le supondría su primera salida en la que dormiría fuera de casa), Caminar, Una vida sin principios, Desobediencia civil y otros escritos… y recoge a menudo las palabras de Casado Da Rocha (del que hace poco comenté su Una casa en Walden, sobre Thoreau y cultura contemporánea) sobre Thoreau-sino que de paso obtenemos mucha información destilada sobre la sociedad americana desde la década de los treinta hasta el último cuarto del siglo XX, con eventos como La Guerra de Secesión (1861-1865), la llegada del ferrocarril, o las luchas entre abolicionistas y esclavistas. Acontecimientos ante los cuales Thoreau no permaneció callado y por ejemplo en el caso de la esclavitud siempre manifestó su más enérgica repulsa, poniendo toda la carne (la pluma) en el asador.

Las relación epistolar que Thoreau mantiene con Blake o Whitman, entre otras figuras con las que se cartea, o su relación con otros trascendentalistas como Nathaniel Hawthorne, nos ayudará a conocer mejor a estos escritores, así como sus dudas, sus temores, su visión de la sociedad y de la naturaleza humana.

Después de leer estas 448 páginas, coincido en la valoración que Virginia Woolf hizo sobre sus lecturas de Thoreau. Diarios que califica de nobles, poderosos, sinceros, a pesar de lo cual según refiere Woolf se quedaba con una extraña sensación de distancia.

Es muy posible que ni leyendo todos sus ensayos ni biografías como la presente o la de Richardson (Thoreau: biografía de un pensador salvaje, cuya lectura estoy cursando), lleguemos a conocer a Thoreau, pues tengo la impresión de que todo gira en torno a Walden como si desde los treinta a los cuarenta y cuatro años, cuando muere, esos años no hubieran significado nada y Thoreau tras su experiencia Walden viviera ya en el pasado, un pasado cristalizado, al margen del tiempo, como un pensamiento puro y salvaje, que el correr del tiempo, en el caso de Thoreau, no hubiera hecho otra cosa que manosearlo y degradarlo y al que su temprana muerte creo que lo benefició.

Al igual que leemos con interés y a veces con aprovechamiento vital los escritos de Cicerón, de Marco Aurelio, las obras de Thoreau poseen a su vez pareja capacidad de penetración e impregnación, y prefiero, en lugar de poner aquí los muchos fragmentos que me han llamado la atención como los presentes:

«No conozco estudios más formativos que los clásicos. Cuando nos sentamos con ellos, la vida parece tranquila y serena, como si quedase muy lejos, y dudo mucho que exista un lugar desde el que se vea tan real, tan poco exagerada, como a la luz de la literatura. En las horas serenas contemplamos el recorrido de los autores griegos y latinos con mayor placer que el viajero que observa los paisajes más bellos de Grecia Italia. ¿Dónde podríamos encontrar una sociedad más refinada? Ese camino que lleva desde Homero y Hesíodo hasta Horacio o Juvenal es mas inspirador que la Vía Apia. Leer a los clásicos, o conversar con esos griegos y latinos del mundo antiguo a través de sus obras, es como caminar entre las estrellas y las constelaciones, un sendero elevado y tranquilo para viajar. De hecho, el verdadero erudito tendrá mucho de astrónomo en sus hábitos. No permitirá que las preocupaciones y distracciones obstruyan su campo de visión, pues las regiones más altas de la literatura, al igual que la astronomía, están por encima de la tormenta y la oscuridad».

«No te molestes en ser religioso, nadie te dará las gracias por ello. Si puedes clavar un clavo, y tienes clavos que clavar, hazlo. No albergues dudas si no son agradables para ti, mándalas a la taberna. No, comas si no tienes hambre; no hay necesidad de ello. No leas los periódicos. Aprovecha todas las oportunidades que tengas para estar melancólico: sé tan melancólico como puedas y advierte el resultado. Regocíjate con el destino. En cuanto a la salud, tente por bueno y ocúpate de tus asuntos. No te detengas por temor. Vendrán cosas más terribles y no dejarán de hacerlo. Los hombres mueren de miedo y viven de la confianza. No seas obediente como los vegetales. Sé tu propia ayuda. No te dediques a encontrar las cosas como crees que son. Haz lo que nadie podría hacer por ti. No hagas nada más».

que seáis vosotros los que los descubráis por vuestra cuenta si os decidís a leer esta amena y estupenda biografía perpetrada por Toni Montesinos.

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Una casa en Walden sobre Thoreau y cultura contemporánea

Me dio por ponerme a leer El triunfo de los principios, cómo vivir como Thoreau de Toni Montesinos. Al principiar su lectura supe que en 2017 se cumplían dos siglos de su nacimiento. Eso explicaria que en las librerías los libros de o sobre Thoreau copen buen espacio de los lineales. Alrededor de la página 120 del libro de Montesinos, comencé a leer Thoreau, biografía de un pensador salvaje de Robert Richardson y como no hay dos sin tres, ahora traigo aquí Una casa en Walden sobre Thoreau y cultura contemporánea de Antonio Casado da Rocha (Donostia, 1970).
Con estos títulos tan largos uno añora a Franzen.

De Thoreau he oído hablar mucho, pero solo había leído un ensayo andariego frutícola, una oda a la manzana, que no transformó mi existencia radicalmente pero que reforzó mi pasión por la sidra natural(mente).

Quizás lo adecuado sería leer Walden, luego sus dos volúmenes editados por Capitán Swing hasta la fecha de sus Diarios, el resto de sus ensayos y después pasar a las biografías. El caso es que ambas biografías están muy bien escritas y documentadas tal que cuando lea Walden, Thoreau será ya para mí como de la familia.

En cuanto al libro de Da Rocha, ya advierte que los ensayos no son sobre Thoreau. En ese momento o dejas el libro en la mesilla o tiras hacia adelante que es lo que he hecho.

El comienzo del libro es autobombo, dado que Da Rocha ha publicado junto a José Ignacio Foronda en Pepitas, Volar, que recoge las observaciones de Thoreau sobre las aves, y comenta anécdotas sobre la génesis y presentación de ese libro, así como sus más y sus menos con la traducción de Walden -unos cuantos párrafos aparecen en el libro-, que va para largo. Lo más sustancioso y más impersonal es cuando Da Rocha parafrasea a Riechmann o a Marina Garcés, la cual apuesta por una filosofía menos encorsetada y aislada y ser más hibrida, práctica y audaz.

Fuese o no Thoreau un filósofo pedreste, sí que llevó a la práctica sus ideas -lo cual no se puede decir de la mayoría de los filósofos-, vivió la vida que quiso vivir durante los dos años, dos meses y dos días que pasó en Walden. Tiempo en que afianzó su sobriedad, su estoicismo. Una situación de soledad autoimpuesta que lejos de minarlo lo reforzaba en su contacto o inmersión con la naturaleza y las leyes que la rigen.

En estos ensayos hay mucha poesía, mucha de ella en vasco, que Da Rocha vierte al castellano para nuestro beneficio. Una poesía en la que el autor tiene mucha fe. Quizá demasiada. Una poesía que según dice, en potencia siempre es política. Si nos damos una vuelta por la sección de poesía de algunas librerías, más que política, muchos de estos poemarios son potencial y explícitamente masturbatorios, aunq seguro que algún filososo pasado o futuro ya habrá enunciado o enunciará que la masturbación no deja de ser una emancipación, líquida y temporal, sí, pero emancipación a fin de cuentas.

Tras este pequeño inciso, vuelvo, de momento, a las biografías de Thoreau, porque hoy me hice con un ejemplar de Walden con traducción de Marcos Nava, así que la fuente está al alcance de la mano.

Si Da Rocha finaliza algún día su traducción de Walden me gustaría estar aquí para leerla.

Pepitas de calabaza. 2017. Antonio Casado da Rocha. 161 páginas.