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Un año en los bosques (Sue Hubbell)

A pesar de que la novela se titula Un año en los bosques, el título creo que atiende a razones comerciales, puesto que en la narración se nos hace saber que son 12 años los que ella, Sue Hubbel (Kalamazoo, 1935) lleva viviendo allí en los bosques, en los Ozarks, al sur de Missouri. Aunque la narración comprende las cuatro estaciones del año, sus recuerdos comprenden esos 12 años (a mediados de los años 70 del pasado siglo XX), tanto el nacimiento de su hijo, como su afincamiento junto a su marido en esas tierras boscosas, aunque posteriormente su marido la abandonara. Si bien de este aspecto se habla más en la contraportada del libro que en el propio texto.

Las abejas y su oficio de apicultora se convertirán en su único y siempre precario medio de vida, que le da lo justo para vivir.

Me gusta el tono del libro -esa clase de libros, que nos permite descansar de nosotros mismos durante unas horas- , Sue no va de nada, asume sus contradicciones, cuenta su historia, sus anécdotas, sus peripecias, su estancia en un lugar apartado, rodeada de muy poca gente.

No hay un tono épico en la narración, más bien podremos hablar de un relato franco y mundano. Sue, que vive sola, debe sacarse las castañas del fuego por sí misma, pero la suya no es una actitud de eremita, de salvaje en estado puro (no tiene el espíritu del protagonista de Hacia rutas salvajes, víctima de una soledad aniquiladora), que se aparta de la sociedad, que se encastilla en su soledad, porque dice Sue que la vida rural requiere cooperación. Porque todos se necesitan. Así, Sue no vive al margen de la sociedad, y recibe visitas, participa en veladas, ágapes, en encuentros con sus vecinos y de vez en cuando acude a las grandes ciudades a vender su miel. El contacto episódico con la vida urbana, la refuerza en la decisión adoptada (esto me recuerda a un testimonio que aparecía en el libro Los últimos. Voces de la Laponia española, donde un joven decía que en un entorno rural desolado, esta circunstancia actuaba como un amplificador emocional, tal que si estabas bien la soledad y el retiro todavía te hacían encontrarte aún mucho mejor y si estabas mal te hundía en un pozo negro) en su vida alejada del mundanal ruido. Afirma que incluso se está asilvestrando, que los lugares salvajes le atraen con más fuerza que hace unos años, que vivir en la casa, limpiar el polvo, y cocinar no le interesan lo más mínimo.

«Esta es una buena época para ser una mujer madura con personalidad, fuerza y agallas. Somos increíblemente libres. Vivimos mucho tiempo. Nuestros hijos son ya los adultos independientes en los que los ayudamos a convertirse, aunque puede que sigan queriendo nuestro amor, no necesitan nuestros cuidados. Las normas sociales son tan flexibles hoy en día que nada de lo que hagamos resulta chocante. Ya no tenemos barreras políticas. Siempre y cuando conservemos la salud y dispongamos de los medios para tirar adelante, podemos hacer cualquier cosa, tener cualquier cosa e invertir nuestro talento como nos plazca».

Sue concilia el hábitat humano con el hábitat animal, sus narraciones no son introspectivas, no sabemos lo que Sue siente o quizás sí y esos escritos van referidos a lo que ve y escucha, a la flora y fauna (en lo tocante a su relación con los insectos me venía en mente el relato El orden de los insectos de Gass) que la circunda, que conoce al detalle, que la , que la sosiega: su mundo, en definitiva.

Leía el otro día que escribir es sobre todo crear atmósferas. Aunque el estilo de Sue sea corriente, sí que es capaz de crear una atmósfera, transmitir muy bien lo que es vivir al margen de la sociedad de consumo, de las grandes ciudades, apartada y sola en un territorio boscoso, donde poder llevar una vida no tan sencilla, la vida que siempre ha deseado.

errata naturae. 2016. 300 páginas. Traducción de Miguel Ros González.

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