Archivo de la categoría: Toni Montesinos

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El gran impaciente. Suicidio literario y filosófico (Toni Montesinos)

El suicidio es un tema muy presente en estos Devaneos librescos. Recientemente releía Los bosques de Upsala de Álvaro Colomer, novela cuya protagonista era una mujer que había intentado suicidarse o Sebas Yerri, retrato de un suicida de F. L. Chivite. Anteriormente leí Mi suicidio de Henri Roorda, Suicidio de Levé, Los suicidas de Di Benedetto, Fin de poema de Juan Tallón, cuyos protagonistas eran poetas suicidas o Saturno de Halfon, que recogía también un buen número de escritores suicidas. En su última novela 8.38, Luis Rodríguez, la dedica a un porrón de escritores que se han suicidado Y su protagonista, Luis Rodríguez también se suicida, o ese parece. Así las cosas, ¿que sentido tiene leer el libro de Toni Montesinos?. Lo tiene, y mucho, porque Montesinos aborda aquí el suicidio desde un punto de vista histórico, sociológico, etnológico, y por tanto su lectura nos sitúa me allá de los archiconocidos suicidios de Virginia Woolf, Pizarnik, Pavese, Zweig, etcétera.

El presente libro se publicó en 2005 (March Editor) y ahora lo recupera, en nuestro beneficio, Ápeiron ediciones, revisado y ampliado por el autor. Lo interesante del libro es la ambición del autor al tratar de darle al suicidio una idea de conjunto, de totalidad, trascendiendo lo anecdótico (muy a menudo alimentado por el morbo) registrando a través de una labor investigadora las circunstancias de aquellos escritores que decidieron suicidarse a lo largo de la historia desde el principio de los tiempos, las circunstancias sociales, cómo era visto y aceptado o censurado el suicidio en cada época, en los distintos continentes, en función de cuál fuese la religión imperante o cuál era el punto de vista sobre el asunto de filósofos como Kant o Schopenhauer, por ejemplo.

El libro se cierra con una abundante bibliografía, una sección anterior, como apéndice titulada Modus Moriendi, donde se clasifica la manera en la que cada cual tuvo a bien suicidarse: envenenamiento, armas de fuego, arma blanca, asfixia, precipitación, ahorcamiento, estrangulación, consunción, alcoholismo, drogas, suicidio accidentado, suicidio desconocido, en la vía del tren, fuego, en coche, etc, e incluso suicidios frustrados.

Hay también una Cronología del suicidio literario y filosófico empezando en el siglo I.V a.C. y acabando en 2008 con el suicidio de David Foster Wallace. Ahí echo en falta, en 2007, la presencia de Édouard Levé.

El ensayo propiamente dicho, apéndices aparte, son unas 70 páginas, en las que Montesinos nos brinda un apasionante recorrido por la historia desde los pueblos bárbaros pasando por la antigüedad grecolatina, la edad media, el Renacimiento y barroco la Ilustración del siglo XX (un siglo con abundantes escritores suicidas, un suicidio que aparecía también en múltiples obras de Jack London, Baroja, Rilke, etc; resulta muy interesante la selección de fragmentos de novelas o relatos, como La soga de Poe, o The Mayor of Casterbridge de Tom Hardy), el triunfante tedio, el exilio como consecuencia de las guerras, el exilio del suicida (pensemos en Zweig, Benjamin), el suicidio existencialista (Sartre, Heidegger) y la impaciencia suicida, el gran impaciente del título, que toma su nombre de los versos de Jorge Guillén:

¿No nos importa la existencia?/ El suicida, gran impaciente,/ Con un gran celo innecesario/ Da a su fin valor de simiente/ ¡Qué importancia cobra la vida¡

Ápeirón Ediciones. 2019. 217 páginas

Toni Montesinos en Devaneos

El triunfo de los principios. Cómo vivir con Thoreau

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El triunfo de los principios. Cómo vivir con Thoreau (Toni Montesinos)

Esta biografía y ensayo sobre Henry David Thoreau, escrita por Toni Montesinos, coincidiendo con el segundo centenario de su nacimiento, la he leído con entusiasmo.

Al contrario que figuras icónicas como Jesús o Sócrates que abandonaron este mundo sin dejar ningún testimonio escrito, Thoreau se cuidó mucho de hacer llegar su mensaje a través de sus muchos libros, la mayoría diarios, y luego como conferenciante.

Si uno piensa en Thoreau como en un estilita o un eremita, yerra. Tras acabar los estudios y graduarse en Harvard Collage y obtener trabajo como profesor, donde no durará nada, al no querer emplear la violencia física como herramienta pedagógica, se marcha cerca de su casa, a la laguna de Walden Pond, donde permanece dos años, dos meses y dos días, para luego recalar en casa de su amigo y valedor, el escritor Emerson del que en el comienzo de su relación se consideraría su pupilo y en cuya casa residirá un par de años y posteriormente en la casa familiar con su madre y hermana.

Thoreau está en Walden entre los 28 y los 30 años, luego deja ese hábitat natural lagunero y llevará una vida urbanita hasta su muerte a los 44 años.

Laguna Walden PondLaguna de Walden Pond

Esos dos años le dieron a Thoreau mucho juego, dado que ese estilo o filosofía de vida, allá en Walden, su vida sencilla, austera, sin lujos ni ornatos, con la mirada y el corazón en manos de la naturaleza que Thoreau admiraba y amaba, que fue su objeto de estudio y su solaz y la cual desentrañaba con sus maratonianas caminatas, ha servido de ejemplo o ha hecho surco para que muchos otros tras su muerte hayan buscado apartarse voluntariamente de las ciudades, de su ruido, tráfico, contaminación e hiperconsumo y hayan encontrado la tranquilidad y el sosiego en lugares recónditos, apartados de la sociedad, llevando vidas austeras, de subsistencia como Sue Hubbell nos relata en Un año -que son doce- en los bosques, o Annie Dillard en Una temporada en Tinker Creek. Más que copiar lo que Thoreau hizo, muchos han captado su espíritu y lo han adaptado luego en su vivir a sus circunstancias personales. Conviene recordar que Thoreau no tuvo pareja, ni hijos. Sí que se declararía con ventipocos años por carta a Ellen Sewall, pero ésta siguiendo las instrucciones de su padre lo rechazó.

Hay que apuntar que Thoreau no se va donde Cristo dio las tres voces, sino que la cabaña estaba a tiro de piedra de la casa de sus padres y de la de Emerson, a cuyas veladas sociales acudía con frecuencia. La desconexión por tanto no es absoluta, no es por tanto la soledad autoimpuesta de Thoreau una soledad sin asideros como la que sufre por ejemplo el protagonista de Hacía rutas salvajes. Thoreau vive solo pero la civilización la tiene a la vuelta de la esquina. Thoreau lleva la vida que quiere, no la que la sociedad le impone, se reforma a sí mismo, con una confianza y fe ciega en su persona, haciendo suyo el concepto de Bildung (Thoreau era un lector empedernido, de poesía y ensayos, capaz de leer en griego, latín, alemán e italiano, y capaz de traducir al inglés del griego Prometeo encadenado de Esquilo, traducción que aparecería en el número de enero d 1843 en The Dial, un Thoreua acérrimo lector de Goethe y en especial de su Viaje a Italia), y luego con sus consejos y sermones trata de cambiar la sociedad con sus escritos, siempre buscando nutrir su sentido del yo, descubriendo y realizando su propio destino como individuo autónomo.

Lo interesante de esta biografía es que Toni selecciona y entreteje muy bien los textos, tal que no solo conocemos mejor el pensamiento y la obra de Thoreau -se citan fragmentos de Walden, Musketaquid (que recoge su singladura fluvial de dos de semanas en compañía de su hermano mayor John, que moriría a los 28 años de tétanos y que le supondría su primera salida en la que dormiría fuera de casa), Caminar, Una vida sin principios, Desobediencia civil y otros escritos… y recoge a menudo las palabras de Casado Da Rocha (del que hace poco comenté su Una casa en Walden, sobre Thoreau y cultura contemporánea) sobre Thoreau-sino que de paso obtenemos mucha información destilada sobre la sociedad americana desde la década de los treinta hasta el último cuarto del siglo XX, con eventos como La Guerra de Secesión (1861-1865), la llegada del ferrocarril, o las luchas entre abolicionistas y esclavistas. Acontecimientos ante los cuales Thoreau no permaneció callado y por ejemplo en el caso de la esclavitud siempre manifestó su más enérgica repulsa, poniendo toda la carne (la pluma) en el asador.

Las relación epistolar que Thoreau mantiene con Blake o Whitman, entre otras figuras con las que se cartea, o su relación con otros trascendentalistas como Nathaniel Hawthorne, nos ayudará a conocer mejor a estos escritores, así como sus dudas, sus temores, su visión de la sociedad y de la naturaleza humana.

Después de leer estas 448 páginas, coincido en la valoración que Virginia Woolf hizo sobre sus lecturas de Thoreau. Diarios que califica de nobles, poderosos, sinceros, a pesar de lo cual según refiere Woolf se quedaba con una extraña sensación de distancia.

Es muy posible que ni leyendo todos sus ensayos ni biografías como la presente o la de Richardson (Thoreau: biografía de un pensador salvaje, cuya lectura estoy cursando), lleguemos a conocer a Thoreau, pues tengo la impresión de que todo gira en torno a Walden como si desde los treinta a los cuarenta y cuatro años, cuando muere, esos años no hubieran significado nada y Thoreau tras su experiencia Walden viviera ya en el pasado, un pasado cristalizado, al margen del tiempo, como un pensamiento puro y salvaje, que el correr del tiempo, en el caso de Thoreau, no hubiera hecho otra cosa que manosearlo y degradarlo y al que su temprana muerte creo que lo benefició.

Al igual que leemos con interés y a veces con aprovechamiento vital los escritos de Cicerón, de Marco Aurelio, las obras de Thoreau poseen a su vez pareja capacidad de penetración e impregnación, y prefiero, en lugar de poner aquí los muchos fragmentos que me han llamado la atención como los presentes:

«No conozco estudios más formativos que los clásicos. Cuando nos sentamos con ellos, la vida parece tranquila y serena, como si quedase muy lejos, y dudo mucho que exista un lugar desde el que se vea tan real, tan poco exagerada, como a la luz de la literatura. En las horas serenas contemplamos el recorrido de los autores griegos y latinos con mayor placer que el viajero que observa los paisajes más bellos de Grecia Italia. ¿Dónde podríamos encontrar una sociedad más refinada? Ese camino que lleva desde Homero y Hesíodo hasta Horacio o Juvenal es mas inspirador que la Vía Apia. Leer a los clásicos, o conversar con esos griegos y latinos del mundo antiguo a través de sus obras, es como caminar entre las estrellas y las constelaciones, un sendero elevado y tranquilo para viajar. De hecho, el verdadero erudito tendrá mucho de astrónomo en sus hábitos. No permitirá que las preocupaciones y distracciones obstruyan su campo de visión, pues las regiones más altas de la literatura, al igual que la astronomía, están por encima de la tormenta y la oscuridad».

«No te molestes en ser religioso, nadie te dará las gracias por ello. Si puedes clavar un clavo, y tienes clavos que clavar, hazlo. No albergues dudas si no son agradables para ti, mándalas a la taberna. No, comas si no tienes hambre; no hay necesidad de ello. No leas los periódicos. Aprovecha todas las oportunidades que tengas para estar melancólico: sé tan melancólico como puedas y advierte el resultado. Regocíjate con el destino. En cuanto a la salud, tente por bueno y ocúpate de tus asuntos. No te detengas por temor. Vendrán cosas más terribles y no dejarán de hacerlo. Los hombres mueren de miedo y viven de la confianza. No seas obediente como los vegetales. Sé tu propia ayuda. No te dediques a encontrar las cosas como crees que son. Haz lo que nadie podría hacer por ti. No hagas nada más».

que seáis vosotros los que los descubráis por vuestra cuenta si os decidís a leer esta amena y estupenda biografía perpetrada por Toni Montesinos.