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Maupassant y «el otro» (Alberto Savinio)

En Impón tu suerte, Enrique Vila-Matas dedicaba cinco páginas a la figura de Alberto Savinio y decía. «Espero que algún día alguien entre nosotros decida reeditar este ensayo inmensamente imaginativo, Maupassant y «el otro», hoy descatalogado«. Pues bien, hace tres meses Acantilado reeditó el libro con una deliciosa traducción de José Ramón Monreal. Es cierto lo que dice Vila-Matas de este ensayo-divagación que califica como divertido, irreverente y agudísimo, de prosa vagabunda, que con sus 101 notas completan la vida y obra del conteur por excelencia. Si alguien aún hoy lo desconoce la editorial Páginas de espuma publicó en dos tomos los 301 cuentos (1472 páginas) de Maupassant.

No es este un texto hagiográfico, sino más bien todo lo contrario, porque Savinio usa a Maupassant para todo menos para encarecerlo. En sus notas leemos: Maupassant tiene una forma muy eficaz de escribir pero no es escritor. Escritor es todo aquel que da peso y consistencia eterna a cada período, a cada una de sus palabras. El período, la palabra de Maupassant, sirven al momento y a renglón seguido mueren. Sus cuentos se recuerdan por la anécdota narrativa, por los personajes que pone en acción, nunca por el alma que respiran; y a decir verdad, los contes de Maupassant no dejan huella. Llegar: es el único fin de los cuentos de Maupassant. ¿No habéis notado que los contes de Maupassant producen la misma impresión a cerrado, a no poder bajar, que producen los compartimentos de un tren?

De paso, Savinio aprovecha para loar la figura de otras escritores a quienes alaba, como Proust: Los libros de Proust merecen ser populares por su sustancia, sus temas, su nivel intelectual y, principalmente, por su carácter elegante, rebuscado, preciosista, exquisito; grandes atractivos todos ellos para el lector popular. Yerran los políticos y yerran los sociólogos al creer que para contentar al pueblo hay que darles cosas de carácter popular. El pueblo gusta, ambiciona, se siente atraído, aspira a lo que no es él, a lo que no es popular […] Si los libros de Proust no son populares es por culpa de su lentísima andadura. Estos libros premiosos están escritos para ser leídos en decúbito; como, por otra parte, fueron escritos.

Alberto Savinio (1891-1952) en este breve ensayo (95 páginas, de las cuales 20 son notas) que leído del tirón conduce a la felicidad libresca, no se sustrae, sino que más bien abunda en lo jocoso, lo patético, lo absurdo y entre bromas y veras nos permite hacernos una idea bien ajustada de la figura, no sólo física, sino también espiritual, de este cuentista francés, ya sea en la relación que mantendría con las mujeres, reducida al sumatorio de sucesivos actos sexuales a los que Savinio denomina dejándose llevar por la jerga taurina de «montas«, la relación enfermiza y totalitaria con su madre, la indiferencia hacia su padre, la mala pasada que le juega a su hermano menor y que muere antes que Guy, la relación especial que tuvo con Flaubert, su padre intelectual, y ya al final de sus días su desvarío, cuando debe convivir con el otro, que lo conduce a la locura (y le permite extraer de su interior otro tipo de literatura hasta ahora inédita en él: relatos como Sobre el agua (hay otro relato de viajes de Maupassant del mismo título), El Horla o ¿Quién sabe?, del que Savinio dice: la aventura más elevada de todas, una aventura que supera los cuentos extraordinarios de Poe), hasta su muerte, a la magra edad de 43 años, el 6 de julio de 1893.

Alberto Savinio en Devaneos | Capri

Guy de Maupassant en Devaneos | Sobre el agua, Los domingos de un burgués en París, El doctor Héraclius Gloss

José Ramón Monreal en Devaneos | Amor y vejez (Chateaubriand), La felicidad de los pececillos (Simon Leys), La muerte de Napoleón (Simon Leys)

Portal sobre Guy de Maupassant del I.E.S Xunqueira I

Capri

Capri (Alberto Savinio)

Alberto Savinio
Minúscula
2008
87 páginas
Posfacio de Raffaele La Capria
Traducción de Francesc Miravitlles

Parece ser que estas páginas que escribió Alberto Savinio (1891-1952), pseudónimo de Andrea de Chirico, las encontraron entre sus papeles después de su muerte, y ha sido un feliz descubrimiento. Savinio visitó la isla de Capri en 1926. Poco o nada tiene que ver esta Capri numinística, con la Capri actual.

Tuve ocasión hace un par de años de visitar la isla de Capri, y apenas encontraremos rastro de lo que leemos en este fabuloso deambular de Savinio. Ahora el comercio y el turismo de masas han dejado la isla reducida a un souvenir (a pesar de lo cual la isla sigue siendo una preciosidad como se puede apreciar en estas fotos), a la que llegan riadas de turistas casi todos los días del año, ya sean en ferrys o en trasatlánticos, para ser arrojados en el puerto, dejarlos pulular por la isla, comer y comprar algo, y retornar al vientre de esas ballenas metálicas, pocas horas después.

En el posfacio de este libro editado por Minúscula, con traducción de Francesc Miravitlles, Raffaele La Capria, habla de páginas musicales, leves, aladas. Tal cual. Cuando uno está inserto en el mundo clásico como lo estaba Savinio, a menudo, a la hora de ver, la mirada resulta artificiosa, pomposa, hiperbólica. Savinio logra transmitir poesía, sin resultar cargante, describiendo una isla que hace casi un siglo sí que podía mantener esa aureola mítica.

María Belmonte ya hablaba de este libro de Savinio en su estupendo Peregrinos de la belleza, donde aparecía Axel Munthe -al que se refiere Raffaele y de quién dice que su visión de la isla era demasiado inverosímil- médico que escribiría la archiconocida La historia de San Michele, de quien Savinio dijo en sus paseos por Capri que era una mezcla entre mezquita, iglesia protestante y tumba noble.

En su deambular Savinio camina por calles angostas, se empapa de luz, recorre caminos que llegan a un mar cristalino, atraviesa senderos feraces, profusos en vides, olivos y limoneros, visita casas cuyos suelos cubiertos de mosaicos emulan a las casas Pompeyanas, se encarama en lo alto de las cimas y allí colecciona lubricanes, evoca el pasado de la codiciada isla, alcanza la Grotta Azzurra y !voilá!, poco después Savinio deja la isla a bordo de una barca, y la estela que caligrafía en el agua es el recuerdo, la estela de una lectura luminosa e interesante, donde Savinio puso su magnífica prosa al servicio de sus ojos y la combinación es un deleite para los sentidos.