Archivo del Autor: Francisco H. González
De una palabra a la otra: Los pasos contados (Octavio Paz)
Disfruté mucho con la semblanza que Bonald dedicó al poeta en su Examen de ingenios. Otro tanto con la relación epistolar que recoge Azúa en sus Nuevas lecturas compulsivas entre Pere Gimferrer y Octavio Paz. Azúa destaca la asombrosa actividad que desplegó para que sus libros llegaran hasta sus lectores: “Convencido de que el poema es un útil universal y benéfico, Paz no cejó ni un momento, nunca descansó en su cruzada: conferencias, congresos, artículos, traducciones, claves, simposios, y viajes y más viajes y más viajes, cientos, miles de viajes […]¡Qué inmensa fatiga debía de producirle esa imprescindible necesidad de explicar su poesía en el mundo entero¡ ¡Y qué admirable nos parece esa actitud frente a los remilgos y desdenes de los falsos malditos, de aquellos que se acomodan confortablemente en la incomprensión¡
El libro editado por Vaso Roto es una cucada, una virguería estética (consta de preciosas pinturas de Frederic Amat), pero no sólo es eso, pues hay chicha en estos ensayos mínimos de Octavio Paz, en los cuales da cuenta de aquellas lecturas y autores que le han marcado: Góngora, Lope de Vega, Quevedo, San Juan de la Cruz, Lugones, Darío, López Velarde, Blake, Coleridge, Pope, Nerval, Valéry, Goethe, Heine, y muchos otros.
Es cierto que esto de leer es siempre una travesía, y a medida que avanzamos lo que queda a nuestra espalda o frente a nosotros es algo parecido a una tela de araña, con múltiples nodos, donde una lectura nos lleva a otra, una palabra a la otra, un autor a otro, y a veces volvemos y releemos y comprobamos que nuestra experiencia, nuestro cara a cara con el libro, ha cambiado, ya sea a mejor o a peor.
Bellas palabras las que Paz dedica a la poesía, para él una segunda vida, conocimiento y autoconocimiento, que le permitió comprender a los hombres y mujeres mejor que la metafísica, o entender el significado real de la palabra semejanza.
Para Octavio Paz «Un gramo de poesía pesa más que una tonelada de retórica».
En el último ensayo Paz se lamenta de que en Latinoamérica sí se pueda hablar de buenos críticos literarios, pero no de pensamiento crítico, al no haber tenido allá por el siglo XVIII un equivalente a la Ilustración y a la filosofía crítica y ve indispensable la crítica: literaria, política, moral como una suerte de higiene social, una crítica que permita crear el espacio -físico, social y moral- donde se despliega el arte, la literatura y la política- un espacio que es deber de los escritores contribuir a construir.
La brevedad de los ensayos te deja con ganas de más.
El silencio de los libros (George Steiner) y Ese vicio todavía impune (Michel Crépu)
Mucho y bien ha escrito George Steiner (París, 1929) sobre el acto de leer.
En este sucinto texto -acompañado de otro de otro texto de Michel Crépu, «Ese vicio todavía impune,» a la lectura va referido y En busca del tiempo perdido como emblema- aparece la reflexión de que tanta lectura puede saturarnos y paradójicamente inmunizarnos contra la realidad, dado que acostumbrados a vivir en la ficción la realidad resulta deslavada, deslucida. Cómo muchos personajes de ficción nos son más familiares, vívidos y reales que los que frecuentamos a diario. Recuerda cómo les fue posible a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial compatibilizar la alta cultura con el genocidio de los judíos, algo que también decía Steiner en Lenguaje y silencio. Habla de la censura a los libros, de la quema de los mismos, “Donde hoy se queman libros, mañana se quemarán personas, decía Heine en 1821; de los primeros registros de la escritura, cómo han pasado a la posteridad Sócrates y Jesus, sin que ninguno de los dos escribieran nada y los conozcamos gracias a lo que otros escribieron sobre ellos, haciendo hincapié en la calidad de los escritos de Pablo de Tarso (uno de los más grandes ecritores de la tradición occidental); la esclavitud de las novedades, lo que impide que muchos libros no tengan tiempo de madurar y son retirados de la circulación sin poder competir en ese océano de libros que se publican cada año. Habla de cómo los jóvenes leen escuchando música, ¿se enterarán de algo de lo leído?, de cómo el silencio es hoy mercancía cara de conseguir. Sí, creo que leer hoy, con tantas distracciones es una tarea heroica. La pregunta que se formula Steiner y Azúa y tantos otros es hacia dónde nos encaminamos. Ahora que toman fuerza los populismos, siendo estos enemigos de la cultura y de la civilización, según Azúa, no pinta bien la cosa en una sociedad que ya no sé si es líquida (a lo Bauman) o gaseosa.
Siruela. 2015. Traducción de María Condor
Nuevas lecturas compulsivas (Félix de Azúa)
En Lenguaje y silencio de George Steiner, libro en el que ando inmerso, leo cosas tan interesantes sobre el ejercicio crítico literario que ganas me entran de dejarlo aquí, pero no, sigo, porque aunque la vida sea una sisifada y opinar sobre libros también lo sea, a veces, casi milagrosamente, la cuesta de enero, con libros como este de Félix de Azúa (Barcelona, 1944), deviene -parafraseando a Vetusta Morla- en rampa de lanzamiento, hacia algo que viene a dar en regocijo.
Sí, es absurdo y casi siempre estéril reseñar libros, ¿qué podemos decir entonces de reseñar un libro como el presente de Azúa, que habla de otros muchos libros que el autor ha leído y estudiado?. Pues puedo decir, incluso afirmar, que con estas Nuevas lecturas compulsivas, descubro que el ensayo, las crónicas periodísticas y las biografías y autobiografías (incluso las «sin vida«) son géneros que cada día me interesan más, al tiempo que veo languidecer mi interés por la novela y lo confirmo a medida que voy leyendo últimamente estupendos libros como Pensar y Caer de Ramón Andrés, Un verano con Montaigne de Compagnon, El Periodismo es un cuento de Manuel Rivas, El triunfo de los principios, cómo vivir con Thoreau de Toni Montesinos, El poeta que prefería ser nadie de Jaime Fernández, Fin de Poema de Juan Tallón, El camino de los griegos de Edith Hamilton, Peregrinos de la belleza: Viajeros por Italia y Grecia o Examen de ingenios de José Manuel Caballero Bonald. El libro de Azúa se divide en distintos apartados que van de la poesía al ensayo pasando por la novela y por las cosas del leer.
Esta lectura, que ha resultado compulsiva, me ha permitido descubrir la primorosa prosa de Azúa y deleitarme con la práctica totalidad de los pequeños artículos que lo componen, al ser todos de mi interés. Tiene su explicación. Azúa ha reunido en este oásis libresco, a personalidades como Tony Judt, George Steiner, Juan Benet, Montaigne, Thomas Mann, Giacomo Casanova, Jünger, Fernando Savater, Octavio Paz, Hölderlin, Víctor Hugo, Chateaubriand, Pere Gimferrer, Miguel de Cervantes, Barthes, Los hermanos Goncourt, Bernardo Díaz del Castillo, Patricio Pron (el más joven de los presentes), Ian McEwan, Mateo Alemán, o George Orwell… A muchos los conozco o leído, a otros no, y uno de los valores que para mí tienen libros como este es animarme a leer a aquellos autores que desconozco e incitarnos a explorar pagos librescos desconocidos. En todos los sustanciosos ensayos encontraremos cosas provechosas, pero me quedo con el dedicado a Orwell, pues Azúa va en la misma dirección. A Orwell le dieron palos por todos los lados, sus amigos y sus enemigos, pues les vino a decir aquello que ninguno de ellos quería escuchar. Les cantó las verdades y así le corrió el pelo. Esa actitud es la que defiende aquí Azúa, algo así como apelar al juicio propio, no a lo que los otros nos quieren inoculan o sustraerse a algo tan cómodo como es subirse al carro de las opiniones ajenas y dejarse llevar. Ese posicionamiento que aparece en muchos de los ensayos y que Azúa defiende me gusta y lo valoro.
Estos ensayos de Azúa cumplen para mí la máxima (que se cumple casi siempre mínimamente) de “aprender deleitándome» y no veo la hora de ponerme en cuanto pueda con La tierra baldía, Poesía silenciosa, pintura que habla, La biblia del Oso, El absoluto literario o El archipiélago, entre otros de los libros aquí citados o bien abundar en la poesía de Paz, en los ensayos de Montaigne y Steiner o bien en novelas como Guzmán de Alfarache, Volverás a Región, Doktor Faustus, En busca del tiempo perdido o Mi vida de Casanova, si bien y volviendo a lo comentado en el comienzo, a las palabras de Steiner y la lectura de su Lenguaje y silencio, ésta me incita a alimentar una suerte de repliegue ferlosiano, no en busca de altos estudios eclesiásticos, sino más bien de leer hacia adentro, pues como decía Szymborska en sus Lecturas no obligatorias, apetece a veces ser un lectora amateur sobre la que no recaiga el apremiante peso de la constante evaluación.
Veremos en lo que acaban estos devaneos.
Félix de Azúa en Devaneos | Autobiografía sin vida
