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araña, cisne, caballo

araña, cisne, caballo (Menchu Gutiérrez)

Menchu Gutiérrez
2014
Ediciones Siruela
136 páginas

En Ánima Wajdi Mouawad daba la voz a los animales. En cada escena los personajes cedían la voz de la narración a cuantos animales nos podamos imaginar: caballos, perros, monos, palomas, moscas. Todos ellos dialogaban con los humanos, descifrando sus sudores, secreciones, fluidos y flujos corporales.

En araña, cisne, caballo, si nos atenemos al título del libro y a las ilustraciones de la portada (una especie de bestiario), está claro que la cosa va de animales.

Pero Menchu, al contrario que Mouawad, trasciende lo común, lo tópico, lo sensitivo, y va más allá de los códigos que todos asumimos en nuestra relación con los animales que nos rodean, lo cual era más o menos lo que me esperaba de una escritora como Menchu, de la cual el año pasado leí su libro La niebla tres veces (que agrupaba sus tres primeras novelas).

La prosa de Menchu en este libro de relatos me resulta a menudo inasible, críptica, cerrada, pero a su vez de una belleza fúnebre. Una lectura que me perturba, que me desasosiega, que me tiene en vilo, una lectura magnética, cuyos relatos tengo que leer una y otra vez, y tras varias pasadas voy asumiendo el significado (si esto llega a ser posible o es sólo una ilusión de los sentidos), apreciando su cadencia y un ritmo casi musical (un réquiem), sobre todo en los relatos cortos, como (la construcción de la telaraña) uno de mis favoritos.

Los humanos y los animales se confunden y transforman mediante la metamorfosis, donde las uñas se convierten en pezuñas, los pelos en escamas, las heridas en branquias y siempre flota en el ambiente un presagio fúnebre, algo maldito, como (los huevos de la muerte), una placenta que parece incapaz de no crear otra cosa que no sea dolor, desgarro, orfandad, donde todo sucede en el linde, en la frontera, donde la mirada otorga un significado o su contrario donde todos los arquetipos atienden a la unidad, a la de una sola voz, un solo cuerpo, un único espacio, un común final.

Menchu demuestra sus dotes narrativas en el formidable relato que cierra el libro, titulado madre. Un relato que va sumando párrafos sobre los ya construidos, con ligeras variaciones, hasta llegar a la escena final, donde ese ojo que mira por el ojo de la cerradura, va exhumando el significado de su historia, a medida que desaloja la tierra.

Y ahora he dado un paso más en la telaraña, y continúo sin saber si sonrío a la araña o es la araña la que sonríe a mí.

Yo, insecto de mí, he caído en la red de Menchu Gutiérrez, en su telaraña, pegado me he quedado a la subyugante celulosa de su prosa. Inútil es pues resistirse.

La tournée de Dios

La tournée de Dios (Enrique Jardiel Poncela, 1932)

Espero que si algún humano (me vale también animales) llega a esta reseña lo haga comido y con la siesta echada.
Al final de la misma encontraréis un test con 250 preguntas (muy fáciles) sobre la reseña y una encuesta de satisfacción. La encuesta es obligatoria cumplimentarla para poder acceder a futuras reseñas.

La Tournée un Dios de Enrique Jardiel Poncela es un libro (publicado en 1932 y censurado tanto por La República, como por el Régimen Franquista, que lo consideró blasfemo) que recomendaría leer a todo el mundo y en especial a aquellos para quienes la Religión o su fe es algo tan sagrado que ni admiten réplica, ni son capaces de reflexionar un segundo sobre aquello en lo que creen creer. Además, visto cómo algunos eliminan a quienes les desagradan mediante el exterminio físico, es más recomendable que nunca tomarse la religión con Humor, porque todo es (o debiera ser) susceptible de ser analizado bajo la lente del Humor, la Religión, también.

El libro comienza con una dedicatoria singular: A Dios, que me cae muy simpático.

Le sucede luego un prólogo que no tiene desperdicio todo él, donde el autor se defiende, argumentando que no es este un libro antirreligioso, sino que en todo caso es un libro que va en contra de la Humanidad, la cual por otra parte está como una cabra.

Y antes de comenzar el libro tenemos una advertencia, sobre cómo leer este libro, donde entre otras cosa nos encontraremos con esto:

«Finalmente, aun hay otro sistema: coger el libro sin leerlo y arrojarlo por el libro sin leerlo y arrojarlo por el balcón»

Ya metidos en el harina, la noticia bomba es que al Papa se le ha aparecido Dios y le ha dicho que viene a la Tierra de visita. Descubrimos entonces a dos personajes particulares.

Federico, hablando de Perico Espasa, solía decir:
—Es el número uno de los periodistas españoles.
Y Perico Espasa opinaba de Federico:
—Es el primer novelista de España.

Jardiel que trabajó de periodista y conoce bien el oficio desde dentro nos brinda unas cuantas definiciones de lo que era para él un periódico: “vampiro de la inteligencia”, “calabozo bien iluminado”, “palanca de la edad moderna”, “multicopista del pensamiento”, “trampolín de la gloria”, “espuela de las actividades ajenas”, “tractor de las vanidades”, “resorte de las muchedumbres”, “opinión de las que no la tienen”, “desesperación del gramático”, “apóstol de la mentira”, “palacio de la errata”, entre otras.

Por medio de estos dos ronda Natalia Lorzain, actriz, que se rinde sin remisión a los encantos Federico, a su pico de oro, a su aura de novelista.
En fin, que acaban juntos y pasa lo que tiene que pasar.

El amor es el puente que sirve para pasar del onanismo al embarazo.

Nace el chiquillo y Natalia coge las de Villadiego. Federico se ve a solas con el chiquillo mientras la Humanidad entera vibra con la llegada de Dios.

El advenimiento podía haber sido en cualquier parte del globo pero acaba siendo en Madrid, en el Cerro de Los Ángeles. ¿Por qué?. A leer. Sigue leyendo

La constelación del perro

La constelación del Perro (Peter Heller 2014)

Peter Heller
2014
320 páginas
Blackie Books

La constelación del perro no es ni de lejos una novela galáctica. Vaya por delante esta jerga futbolera a la par que cósmica para decir que este libro volará todo lo alto que pueda o le dejen, pero casi desde el principio sigue una trayectoria descendente, hasta entrar en barrena, para el lector, equivalente de hastío y sopor. Y todo esto sucede antes de que acometa el Libro Segundo, de los tres que lo integran.
A pesar de lo anterior, les cuento.

El mundo ha sufrido una pandemia y muchos han muerto. Un 99% más o menos. Quedan algunos sobrevivientes como el trío formado por Hig, Bangley y el perro Jasper. Los tres viven en una comunidad excluyente que no admite más miembros y donde las nuevas solicitudes se resuelven a tiro limpio.

Hig es un blando, esto es, alguien que a pesar de ver como todo lo que amaba se ha desmoronado (ha perdido a su mujer), quiere seguir peleando por no perder su dignidad humana ante ese vacío que lo carcome. No siempre lo consigue (lo de ser humano), porque si hay que defender unas cajas de coca cola (quien dice coca cola dice Pepsi o Sprite) no le temblará el pulso al llevarse por delante a quién sea menester, sin importar raza, sexo, ideología, ni edad.

Como contrapunto a Hig está Bangley, experto en armas, huraño, arisco, inasible, silencioso. Este Bangley es algo parecido al Miller de Butcher´s Crossing de John Williams (lean ese libro, ese sí vale la pena), un fulano que como el buen ajedrecista se ofrece como un estratega portentoso que sabe anticipar los movimientos de sus enemigos con antelación, lo cual les permite, de momento, a este peculiar trío (admitimos perro como..) vivir relativamente tranquilos.

Otro personaje clave en la narración es el avión que pilota Hig, al que llama la Bestia. A bordo de ella, Hig reconoce el perímetro, visualiza posibles avances enemigos y se traslada a poblaciones cercanas donde puede acarrear con los enseres que necesitan y/o echar un cable a otros que no alcanzan el estatus de enemigos. Sigue leyendo

El nadador en el mar secreto

El nadador en el mar secreto (William Kotzwinkle 2014)

William Kotzwinkle
2014
Editorial Navona
92 páginas
Traducción de Enrique de Hériz

Me aferro a una buena historia como un náufrago a su madero.
Amigos, he naufragado. Y tenía ganas, muchas, de disfrutar de este libro del que muchos y muchas se deshacían en fervientes halagos. Un libro éste, editado en 2014 por Navona Editorial, en su sección de Los ineludibles y publicado originariamente en 1975.

No es que uno sea un alma insensible. El año pasado me metí entre pecho y espalda la novela de Sergio del Molino, La hora violeta, donde nos contaba la muerte de su hijo pequeño de leucemia, otro de Piedad Bonnet, Lo que no tiene nombre, donde la autora narraba el suicidio de un hijo adolescente, e incluso la muerte narrada en primera persona en Ebrio de enfermedad de Broyard. No le hago ascos a la muerte ni detesto pues las historias morbosas y luctuosas.

Este libro de Kotzwinkle es un relato que se nos ofrece como una novela, de 90 páginas, comenzando en la novena, con capítulos muy breves que acaban a mitad de página, y otras siete páginas en blanco. No es ya tanto un tema de dimensiones, de cortas distancias, sino de que la historia no da mucho de sí.

Todo lo que comento a partir de ahora tiene estatus de spoiler.

La historia va de una mujer de treinta años que vive junto a su marido, artista, en un bosque, la cual va a dar a luz.
No parecía muy probable que el embarazo fuera posible pues un ginecólogo ya le había dicho que habida cuenta de la forma de su útero no podría tener hijos.

Se equivocaba. ¿Se equivocaba?.

La mujer va a dar a luz, y se pone a empujar, y entre contracciones y dilataciones, el relato transita por algo parecido al suspense.

¿Dará a luz?
¿Lo conseguirá?
¿Se quedará la madre en el camino?
¿Perderá al hijo?.

Mientras, el marido ve horripilado como la parturienta se convierte en otra cosa (algo más parecido a La Masa que a un Transformer), a consecuencia del dolor, en algo incluso desagradable.

Por un momento Kotzwinkle casi me gana a la causa, puesto que ¿quién es capaz de resistirse a piezas de tal calibre como las que van a continuación?

Tenía la cara roja, un latido en las sienes, y parecía un hombre de mediana edad empeñado en defecar con un dolor mortal.

El rostro más hermoso que había visto en su vida le parecía ahora una masa bulbosa, roja y feúcha.

En la páginas 46, a mitad de libro, el bebé recién nacido ha muerto desangrado. Y el resto de la novela es dejar abierta la posibilidad de tener otro, a pesar de que en aquellos años, mediados los 70, una mujer de 30 años ya la consideraban poco menos que una abuela. Y queda bien clarito en esta sentencia.

Sé que es duro perder a tu hijo cuando ya tienes treinta años.

En España ahora la edad media de la maternidad está en 31,4. En 1975 era de 24,2.

Después de superar los momentos de suspense previos al malogrado parto pasamos a la nadería más absoluta, almibarada de cierto lirismo y términos náuticos: el mar, el océano, las olas y demás.

Por cierto, yo a este libro lo titularía El nadador del mar muerto, y no secreto. El autor nos quiere conmover y remover, haciendo ver que el niño por venir es un nadador y el líquido amniótico sería el mar, del que viene a la tierra firme, tras una palmada en el culete.

Antes de que acabemos el libro, la pareja se llevará al bebé en una bolsa tras practicarle a este la autopsia, y una vez en su cabaña, constatan la carnicería practicada, al tiempo que se despiden ya por siempre de él, antes de enterrarlo.

He buscado algún párrafo bonito, algo potente, molón y no he encontrado nada.

Un escritor, un (potencial) nadador y muchas naderías: un relato que rompe aguas y resulta fallido.

A ver si con el perro piloto ese que aparece en la foto junto al nadador tengo algo más de suerte.

!Con lo contento que había empezado el lunes y el jarro de agua fría que me he llevado!