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Manual de pérdidas (Javier Sachez García)

Este Manual de pérdidas de Javier Sachez García (Campillo de Llerena, 1970), bien podía haberse titulado también Los adioses, porque el relato es una continua despedida, con varios frentes abiertos.

Javier Sachez aborda el alzhéimer con sensibilidad (muchos se sentirán representados por el personaje de Virginia, y su rol de cuidadora abnegada, bregando con una situación monstruosa a golpe de resiliencia) y sin sensiblerías. Hay lágrimas, pero no resulta lacrimógeno en exceso, y habida cuenta del tema que maneja entre manos el autor, esto, de entrada ya lo considero un logro.

A Abdón podemos clasificarlo como un persona instruida, erudita, aquella clase de personas para quienes la cultura lo es todo y los libros una pasión y en el caso de Abdón desgraciadamente excluyente, porque éste como padre y durante sus años como docente no fue capaz de conciliar el amor y la devoción que sentía por los libros antiguos con el cariño que debería de haber ofrecido a sus dos hijos: Benito y Virginia. Para Abdón, perder la memoria, perder el habla, perder la capacidad de leer y entender lo leído, es una bajada a los infiernos con billete sólo de ida.

Sachez presenta un hogar pretérito donde reinaba el silencio, ya fuera por la enfermedad de la mujer que dejaría viudo a Abdón, en una edad temprana y más tarde por ese tributo, en forma de silencio hacia la difunta. Dos hijos que nunca tuvieron el afecto y ternura paterna cuando la necesitaron.

A Abdón consciente de su enfermedad y de lo que esta implica se le ocurre la idea de en compañía de su hija entregar unos libros dedicados que le fueron regalados por personas que significaron algo en su día, y de los que quiere despedirse, antes de que se quede en blanco indefinidamente.

Como debe ser, el viaje en coche que emprenden padre e hija, es un viaje exterior, de más de mil kilómetros y dos semanas -donde Sachez no pone el acento en lo tecnológico y vanguardista sino que lo vertido en el texto y donde el autor se explaya prosopopéyicamente es pura naturaleza: ya sean pájaros, árboles, plantas, cielos, sierras, hábitat rurales, aldeanos lluviamarillenses- y también un viaje interior, un espacio abierto para inventariar reproches, cerrar heridas o abrirlas al compás del son de los recuerdos, no siempre agradables. Ocasión a su vez para Abdón para ajustar cuentas con su pasado, para formular esa clase de preguntas que revolotean en la mente, como un pájaro de mal agüero, y cuyas respuestas siempre alivian.

Lo interesante de la lectura es toda esa clase de preguntas que me van surgiendo a medida que leo, y si los libros a devolver son una decena, sin que todos los reintegros puedan ser efectuados, lo importante no es tanto estos encuentros, algunos amargos, donde Abdón constata lo que fue y ya no es, ni recordará en breve, sino el (re)encuentro entre padre e hija, y esos lazos filiales, que a menudo la enfermedad y lo irremediable hacen reverdecer, sin que a veces haya tiempo para decir esas cosas que nunca llegan a decirse, como si fuera necesario que un padre sea ya un perfecto desconocido, para cantarle las cuarenta.

Comentaba el otro día aquí Presencia pura de Bobin. Si Bobin defendía la importancia para el enfermo de la presencia de los seres queridos, Sachez va mucho más allá y desentraña esa cercanía del cuidador con el enfermo y no nos hurta ni las heces, ni el mal humor, ni los vómitos, ni el cuerpo ovillado, ni las salidas de tono: todo ese desmoronamiento humano hacia el centro de la nada, apuntalado por un sentimiento de dignidad con naturaleza diamantina.

Mercurio Editorial. 2017. 246 páginas

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Una casa en Walden sobre Thoreau y cultura contemporánea

Me dio por ponerme a leer El triunfo de los principios, cómo vivir como Thoreau de Toni Montesinos. Al principiar su lectura supe que en 2017 se cumplían dos siglos de su nacimiento. Eso explicaria que en las librerías los libros de o sobre Thoreau copen buen espacio de los lineales. Alrededor de la página 120 del libro de Montesinos, comencé a leer Thoreau, biografía de un pensador salvaje de Robert Richardson y como no hay dos sin tres, ahora traigo aquí Una casa en Walden sobre Thoreau y cultura contemporánea de Antonio Casado da Rocha (Donostia, 1970).
Con estos títulos tan largos uno añora a Franzen.

De Thoreau he oído hablar mucho, pero solo había leído un ensayo andariego frutícola, una oda a la manzana, que no transformó mi existencia radicalmente pero que reforzó mi pasión por la sidra natural(mente).

Quizás lo adecuado sería leer Walden, luego sus dos volúmenes editados por Capitán Swing hasta la fecha de sus Diarios, el resto de sus ensayos y después pasar a las biografías. El caso es que ambas biografías están muy bien escritas y documentadas tal que cuando lea Walden, Thoreau será ya para mí como de la familia.

En cuanto al libro de Da Rocha, ya advierte que los ensayos no son sobre Thoreau. En ese momento o dejas el libro en la mesilla o tiras hacia adelante que es lo que he hecho.

El comienzo del libro es autobombo, dado que Da Rocha ha publicado junto a José Ignacio Foronda en Pepitas, Volar, que recoge las observaciones de Thoreau sobre las aves, y comenta anécdotas sobre la génesis y presentación de ese libro, así como sus más y sus menos con la traducción de Walden -unos cuantos párrafos aparecen en el libro-, que va para largo. Lo más sustancioso y más impersonal es cuando Da Rocha parafrasea a Riechmann o a Marina Garcés, la cual apuesta por una filosofía menos encorsetada y aislada y ser más hibrida, práctica y audaz.

Fuese o no Thoreau un filósofo pedreste, sí que llevó a la práctica sus ideas -lo cual no se puede decir de la mayoría de los filósofos-, vivió la vida que quiso vivir durante los dos años, dos meses y dos días que pasó en Walden. Tiempo en que afianzó su sobriedad, su estoicismo. Una situación de soledad autoimpuesta que lejos de minarlo lo reforzaba en su contacto o inmersión con la naturaleza y las leyes que la rigen.

En estos ensayos hay mucha poesía, mucha de ella en vasco, que Da Rocha vierte al castellano para nuestro beneficio. Una poesía en la que el autor tiene mucha fe. Quizá demasiada. Una poesía que según dice, en potencia siempre es política. Si nos damos una vuelta por la sección de poesía de algunas librerías, más que política, muchos de estos poemarios son potencial y explícitamente masturbatorios, aunq seguro que algún filososo pasado o futuro ya habrá enunciado o enunciará que la masturbación no deja de ser una emancipación, líquida y temporal, sí, pero emancipación a fin de cuentas.

Tras este pequeño inciso, vuelvo, de momento, a las biografías de Thoreau, porque hoy me hice con un ejemplar de Walden con traducción de Marcos Nava, así que la fuente está al alcance de la mano.

Si Da Rocha finaliza algún día su traducción de Walden me gustaría estar aquí para leerla.

Pepitas de calabaza. 2017. Antonio Casado da Rocha. 161 páginas.

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Trenes rigurosamente vigilados (Bohumil Hrabal)

En la biblioteca curiosamente se me planteó la posibilidad de llevarme el libro y la película basada en el libro del checoslovaco Bohumil Hrabal (1914-1997). Me decanté por el libro.
El humor y el sexo -un narrador aquejado de eyaculatio precocs, un empleado para quien las nalgas femeninas obran de papel en el que lidiar su aburrimiento estampando en ese horizonte carnal, cuantos sellos tienen a mano- contra la barbarie. Una sinrazón que siempre sale a flote y estalla. Un final memorable, con dos hombres, un checo y un alemán, matándose recíprocamente en las postrimerías de la novela. Dos hombres que podían haber charlado, haber tomado algo juntos, haberse caído bien, dice el narrador.
La guerra los convierte en enemigos.
Europa en un cementerio.
Trenes de paso, algunos rigurosamente vigilados, convertidos en el heraldo de la muerte, ya sean la de animales o personas.

Seix Barral. 2017. 152 páginas. Traducción de Fernando de Valenzuela.