La subversión

El mundo de Guermantes (Marcel Proust)

El mundo de Guermantes, tercera parte de la heptalogía, Proust se desparrama durante 737 páginas. No encontramos un alud de personajes como en La Comedia humana de Balzac o en los episodios galdosianos. En el empeño del francés por crear un universo narrativo (el título no es casual), los ladrillos son las secuencias interminables, con descripciones sin final, en las que nos irá describiendo el ambiente de la alta sociedad, la aristocracia encopetada en la que se mueve, donde no faltan los dimes y diretes, los chascarrillos, las bromas privadas y públicas, las envidias, rencillas y condescendencias; mundo al que el lector (yo) asiste unas veces más animado y otras más aburrido (me ha resultado este volumen el más flojo de la saga), cuando ve lo distante que queda todo ese ambiente -de ágapes, bailes en los salones (ya sea el de Villaparisis o el de la duquesa de Guermantes), clanes familiares y genealogías heráldicas que tan bien vivisecciona Proust- del suyo propio.

Hay en las páginas también espacio para que se infiltre en ellas la tragedia, con la muerte de la abuela o la enfermedad del escritor Bergotte.

Parece resultar necesario ese recorrido y extensión, ese acarreo enfermizo de palabras para tratar de describir, de descubrir, de apresar, o de aprehender todo un mundo, a través de las palabras (el cemento con el que Proust erige su edificio; el mortero va a cuenta del lector), en el ejercicio memorístico monumental que Proust lleva a cabo, porque de cada detalle, pensamiento, gesto o afirmación son páginas y páginas con las que Proust quiere hacernos partícipes de su intimidad con toda la minuciosidad de la que es capaz. Y es mucha.

Hay lecturas que uno consuma por fuerza de la voluntad e incluso en contra de la misma. Lecturas autoimpuestas. ¿Les suena?

Sigo con Sodoma y Gomorra.

En busca del tiempo perdido.

1. Por el camino de Swann
2. A la sombra de las muchachas en flor

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Retorno al hogar

Vi ayer en el Teatro Bretón Retorno al hogar de Harold Pinter, adaptado y dirigido por Daniel Veronese.
Me pregunto si esta obra trata de construir algo sobre el vacío, en la más descarnada elipsis. ¿Cómo es la relación entre el padre y los dos hijos que viven con él? ¿Y con su hermano? Los vemos tirarse los trastos a la cabeza, reprocharse cosas del pasado continuamente, pero no sabemos por qué. ¿Cuál fue la relación con la esposa y madre muerta? La información se nos filtra con cuentagotas. Es muy difícil entender la psicología, la aridez y hermetismo de los personajes. Desconocemos cuál es su moral, cuál es su código de valores. Sus conversaciones abundan en los sobreentendidos: una clase de conocimiento que se hurta al espectador.
La ira, la furia ciega, todas las cuentas pendientes, las cartas puestas boca arriba cuando llegue a casa el hijo mayor, el triunfador, desaparecido hace seis años, en compañía de una mujer, su esposa, cuya conducta es ininteligible.
Los personajes se miran, se escrutan y en ese juego de miradas y silencios hemos de entender ¿qué? ¿Cuál es el sentido de las risas enlatadas? Si la función de una obra es conmover, creo que esta historia así plasmada (interpretada) no lo logra ni de lejos.

Veía la obra y pensaba (o me refugiaba) en Faulkner, en ¡Absalon, Absalon!

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El espejo del cerebro (Nazareth Castellanos)

El espejo del cerebro (La Huerta Grande, 2021) de Nazareth Castellanos, licenciada en Física teórica y doctora en Neurociencia, es un breve ensayo (100 páginas) que me ha resultado muy interesante, al hablarnos acerca de ese gran desconocido que sigue siendo el cerebro.

No resulta el ensayo para nada pesado, porque la gran virtud del mismo es la capacidad o disposición que la autora tiene para beber de Occidente y de Oriente, integrar ciencia y experiencia (que siempre he oído que es la madre de la ciencia), y si en algún capítulo nos explica cómo es la anatomía del cerebro y las distintas parte del mismo, pensemos en el tálamo, hipotálamo, amígdala, insula, la corteza frontal, etcétera, lo interesante es ver la relación que hay entre cuerpo y mente, cómo lo orgánico afecta a nuestra mente, la manera en la que manejamos las emociones (susceptibles de ser trabajadas), las cuales mayoritariamente tienen un carácter automático, aprendido y como el mindfulness nos ayudará a regular, acompañar y aprender a gestionar la emoción. Se habla acerca de la capacidad que tenemos para esculpir nuestro propio cerebro, de las relaciones que se establecen entre el cerebro y otras partes del cuerpo, como el intestino:

Hoy sabemos que los millones de microorganismos que habitan nuestro colon tienen una fuerte potestad sobre la dinámica neuronal. Pero también al revés, desde el cerebro se puede controlar el estómago e intestino.

O acerca de cómo la meditación conlleva una reorganización cerebral.

Otra virtud del ensayo, en mi opinión, es que Nazareth que es una mujer leída, enriquece su ensayo con las palabras de Stefan Zweig, William Blake, Constantino Cavafis, Shakespeare, con letras de canciones de Leonard Cohen, con cuentos ancestrales senegaleses, etc.

Ruta circular en el León Dormido

A pesar de que todavía no ha llovido como debiera, octubre ya presenta toda su paleta de colores en la naturaleza, en su combinación de verdes, amarillos, rojos, naranjas, ocres, etc.

Para los que vivimos en Logroño y queremos disfrutar de una excursión breve y fácil entre árboles, una formidable opción consiste en hacer una ruta circular alrededor del León dormido, monte que adquiere el nombre porque en la distancia asemeja la figura del rey de la selva, en reposo.

La ruta se inicia en La población. Pueblo navarro de la Merindad de Estella, situado a escasos 25 minutos de Logroño, al que se accede después de atravesar Oyón (localidad alavesa situada a cinco kilómetros de la capital riojana), Yécora y Meano.

Aparcamos el coche al lado de la iglesia. Al lado hay un bar que abre los viernes, sábados y domingos. Un lugar ideal para tomar un refrigerio después de finalizar la ruta, sobre todo los meses estivales.

Dejamos la iglesia a la derecha y luego seguimos el camino que gira hacia la derecha, en dirección al cementerio por una pista de cemento. La carretera queda a nuestra derecha. Más adelante hay una bifurcación y cogeremos el sendero de la izquierda. Luego llegaremos a un claro y a la izquierda tendremos las faldas del León dormido, cogeremos el camino de la derecha, que descendiendo nos adentra en el bosque de hayas.

La señalización consiste en unas flechas de color azul, que veremos pintadas en las cortezas de algunos árboles. La senda no tiene perdida, caminaremos un buen rato bajo la bóveda vegetal de hayas espigadas. Próximos a concluir la ruta tendremos otra bifurcación con tres flechas azules que nos indican el camino de la izquierda, que nos encarama al León dormido, y una flecha que nos indica ir hacia la derecha que es lo que haremos para 10 minutos después estar de vuelta en el pueblo. Antes de llegar al mismo tendremos una bajada desde la que disfrutaremos de una bonita vista de un paisaje que se pierde en el infinito, con poblaciones diseminadas.

La ruta son algo más de cinco kilómetros que se hacen en una hora a ritmo suave. Es una ruta ideal para hacerla con bebés en sus mochilas, con críos de corta edad, adolescentes que quieran desconectar y abrazar árboles y para adultos poco habituados al deporte. Vimos a dos personas que estaban haciendo la ruta en bicicleta de montaña.

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