Carlos García Gual

La muerte de los héroes (Carlos García Gual)

Había escuchado recientemente un par de conferencias de Gual y este texto si probamos a leerlo en voz alta, nos deparará un resultado similar. Gual aborda en este libro el momento de la muerte de los héroes míticos y homéricos. Poco se puede aportar a la materia de cosecha propia, así que lo que Gual hace -siguiendo las recomendaciones oraculares délficas, ese «Nada en exceso» es recopilar de forma sucinta, los textos -de Sófocles, Apolodoro, Homero…- donde se describen las muertes de héroes como Edipo, Heracles, Orfeo, Sísifo, Agamenón, Aquiles, Odiseo… y lo curioso es que las muertes se prestan a distintas interpretaciones, tal que sobre una misma muerte encontramos distintas versiones.

El último apartado está dedicado a las heroínas trágicas: Clitemnestra, Casandra y Antígona, mujeres que desafiaron el papel que la sociedad les otorgaba, esa sumisión y ese silencio que debía de regir su proceder. Las tres son heroínas trágicas pues como dice Gual, esa rebeldía, ese desafiar lo establecido, les supuso sufrimiento y un final catastrófico.

Un libro, este de Gual, que permite aprender deleitándonos, y abundar más en la Odisea y en la Ilíada, con lo que Gual comenta, por ejemplo, sobre cómo Homero trata la muerte en la Ilíada, donde singulariza la muerte de más de 300 personajes que caen en el frente de batalla, donde la poesía rinde así homenaje a los mismos.

Editorial Turner. 2016. 172 páginas.

Platón

Fedro (Platón)

En Fedro, Platón aborda cuestiones como el deseo, el amor, la persuasión, la inmortalidad del alma, algunos de los cuales ya habían sido abordados más el detalle en otros diálogos, como la inmortalidad del alma en el Fedón, la retórica en el Gorgias, o el amor en el Banquete.

Se reflexiona sobre la retórica, sin llegar al nivel de Gorgias, pero sí que ésta se entiende como un embuste, como un instrumento de dominación y de codicia, y se nombra a aquellos más diestros en este arte, como Gorgias y Lisias. Al hilo de esto Fedro dice:

“quien pretende ser orador, no necesita aprender qué es, de verdad, justo, sino lo que opina la gente que es la que va a juzgar; ni lo que es verdaderamente bueno o hermoso, sino sólo lo que parece. Pues es de las apariencias de donde viene la persuasión y no la verdad”.

A Platón le interesa el tránsito que supone pasar de la oralidad a la escritura; una escritura que fija el pensamiento, algo que a Sócrates no le complacía, porque para él , escribir es pontificar, y el pensamiento, el acto de razonar, lo entiende como un flujo -que no podía permanecer quieto-, máxime cuando el pensar nos lleva a rectificar, a reposicionar nuestros planteamientos, tal que Sócrates no dejará nada por escrito, y fueron los discípulos como Platón, u otros como Jenofonte, quienes quisieron recoger y transmitir el conocimiento de Sócrates por escrito, empleando a éste como personaje principal –en el caso de Platón- de los diálogos platónicos.

Se habla también de la locura, que para Platón puede ser una enfermedad o una inspiración divina –ya sea profética, mística, poética o erótica-. En cuanto al alma, ésta se manifesta con alas, y si en el Fedón se decía que esta ánima podía ir a parar a distintos animales, según como fuera el temperamento y forma de proceder del propietario del cuerpo, aquí propone distintos destinos humanos para el alma, de tal manera que podrá ir a parar a un filósofo, a un tirano, a un poeta, etc.

Respecto al amor, se entiende este como un deseo, que nos puede conducir de forma sensata o bien atolondradamente, un amor que comienza como algo vituperable y acaba siendo algo loable, entendido aquí el amor como un Dios, hijo de Afrodita, que si nos esclaviza y atormenta en nuestro deseo del amado, se ve superado cuando hablamos del amor de verdad, aquel que no busca el cuerpo, sino el alma, cuando nos seduce más un carácter -que se entiende permanente- que un cuerpo, corruptible y mudable.

Frantz

Frantz (François Ozon)

Estamos acostumbrados a ver en la pantalla grande conflictos bélicos que muy espectacularmente muestran su cara más brutal, toda la destrucción y muerte que generan. Lo que no es tan habitual es que un soldado, que ha combatido en la Primera Guerra Mundial, en el bando francés, se desplace hasta un pueblo alemán, con el único propósito de obtener el perdón de los padres de un soldado alemán al que mató en una trinchera, en ese momento en el que no matar, implica morir.

Sobre este acontecimiento reflexiona Ozon con profundidad, y la película resulta conmovedora (con una gran interpretación de Paula Beer), y crítica, pues el padre del soldado alemán, sabe que en la guerra todos pierden algo, y que la muerte de los soldados enemigos -jóvenes de la edad de sus hijos- aunque sea motivo de celebración para los vencedores, no deja de ser una bajada a los infiernos, que toda guerra trunca algo.

La narración juega con el suspense y si enseguida descubrimos que las cosas no son como creemos, en un terreno abonado de equívocos, y mentiras piadosas, el sorprendente final, tampoco es un final al uso y deja un regusto amargo, una sensación de impotencia, de imposibilidad.

La teoría sueca del amor

La teoría sueca del amor

Muy buen documental de Erik Gandini donde se manifiesta que el milagro sueco deviene pesadilla cuando el progreso económico no va secundado de un progreso espiritual y la sociedad se puebla de ciudadanos independientes que apuran sus vidas tristes, solitarias, vacías e insignificantes, hasta que se mueren solos o tienen a bien suicidarse. Muchos muertos mueren en soledad y su muerte se descubre cuando los cuerpos hieden en los inmuebles. El Estado les proporciona seguridad, colma todas sus necesidades materiales y los servicios sociales cumplen con su tarea, pero cuando necesitan un abrazo o hablar con alguien, están jodidos, porque no tienen a nadie de carne y hueso cerca que pueda consolarlos o aliviar su desazón.
Acierta Bauman con sus palabras finales. Conviene reflexionar sobre esas dos vidas sobre las que habla Bauman, la online y la offline, la cual exige, esta última, unas habilidades sociales que se están perdiendo, pues en la vida virtual tan fácil es hacer amigos como perderlos o bloquearlos. Lo complicado, dice Bauman, es relacionarnos y dialogar con el otro, con el diferente y defender nuestro pensamiento. Una interdependencia por otra parte necesaria, si no se quiere avanzar todavía más en una sociedad de individuos independientes para todo.