Los demonios del lugar

Los demonios del lugar (Ángel Olgoso)

Poner el broche a un estupendo año de lecturas es despedir el 2017 leyendo a Ángel Olgoso. En Los demonios del lugar, publicado hace diez años, se reúnen 49 narraciones, algunas son microrrelatos, otras cuentos breves y otras relatos más extensos.

Todo los textos tienen algo en común y es la capacidad de sorprenderme, asombrarme y subyugarme con una prosa tan potente, un estilo tan portentoso y un léxico tan rico y oportuno que la lectura deviene continuo regocijo.

Los cuentos, de lo más variopinto (lo cual es otra de sus virtudes, pues es imposible acusar cansancio o reiteración en su lectura), están ambientados en distintas épocas y lugares, sin trasladarse al futuro, yendo más al pasado, mostrando toda clase de aberraciones, miedos, acechanzas, cuerpos deformes, situaciones alucinantes, escarceos metaliterarios como en La primera muerte de Kafka, los ocasos carnales de las guerras, misterios asombrosos, los destrozos de la pasión y el deseo y muchas sorpresas finales que dotan de sentido algunos cuentos casi en su último aliento, en sus últimas palabras y son su remate perfecto.

En distancias tan cortas como las que maneja Olgoso, la alquimia a lograr creo que es aunar fondo y forma, que la estilosa prosa se ponga al servicio de lo que se quiere contar, y creo que en este libro el resultado es sobresaliente.

La librería

La librería (Penelope Fitzgerald)

Disfruté mucho con otro libro de Penelope, La flor azul y La librería me ha parecido una notable narración. La historia cifra la imposibilidad de una mujer de sacar adelante su proyecto empresarial: una librería, en 1959, en Hardborough, un pequeño pueblo inglés costero donde todos se conocen (y detestan, donde la argamasa de la realidad son los dimes y diretes) y en donde el interés por la lectura parece ser mínimo. Florence, la librera, se empecina con la idea, un tanto peregrina, pues no parece que los lugareños estén dispuestos a pagar por leer y en todo caso ven con mejores ojos la instalación de una biblioteca, que no afectaría a sus bolsillos.

Penelope muestra de manera sucinta y precisa todas las trabas que Florence encuentra para poner en pie su librería y después para mantenerla a flote a duras penas hasta que finalmente la comunidad (ese ente maligno y devastador, sirviéndose de leyes ad hoc) se salga con la suya y Florence se tenga que ir con la música (o la literatura) a otra parte.

Hace un par de meses se estrenó la película de Isabel Coixet basada en la novela de Penelope Fitzgerald.

Impedimenta. Traducción de Ana Bustelo. 192 páginas.

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La acusación (Bandi)

Los siete relatos de Bandi recogidos en La acusación, tienen el afán de desvelar (al resto del mundo) la realidad que viven los habitantes de Corea del Norte, que se dejaba entrever en Un invierno en Sokcho.

Los relatos los escribió Bandi en los 90 y consiguió sacarlos del país en 2003. Lo que nos cuenta no parece que haya cambiado a mejor bajo el mando del actual presidente, Kim Jong-un. Leyéndolos me venía en mente el libro de Fallada, Solo en Berlín, donde su personaje intentaba abrir los ojos a sus compatriotas, con la idea de hacerles ver que el régimen nazi era un régimen paranoico que los conduciría a la aniquilación mundial. No iba nada desencaminado Fallada.

También me venía en mente el libro de Lenz, Lección de alemán, en el cual se contaba como durante el régimen nazi, existía una ordenanza que prohibía mantener las luces encendidas a partir de una hora, y debían cerrarse todas la ventanas a cal y canto, bajo pena de sanción en caso contrario. En el relato de Bandi, una mujer se la juega al poner unas cortinas azules para evitar que su hijo pequeño se asuste viendo los gigantescos rostros de Marx y del Gran Líder y pueda así sustraerlo a los miedos y pesadillas que su visión le ocasionan.

Otro me recuerda al drama de Antígona, cuando un hijo no puede ir a ver su madre enferma, y su empecinamiento y vulnerar las normas (en su mayoría absurdas), le conlleva ser confinado a realizar trabajos forzosos durante 22 días que lo dejan tan machacado como si cada día fuera un año. Si Antígona movía cielo y tierra para poder enterrar a su hermano, vulnerando una ley que sentía injusta y cruel, el protagonista del relato de Bandi, no puede ni ver morir, ni acudir al entierro de su madre.

En el resto de los relatos lo que Bandi transmite bien es como el miedo es la columna vertebral del régimen:»entendió que para sobrevivir en aquella ciudad debería haber aprendido a sentir miedo mucho antes» «en este país incluso llorar está considerado un acto de sedición y podía suponer una condena a muerte«, ciudades pobladas de humanos reducidos a ser animales domesticados. «Toda la población del país, que se hallaba bajo el hechizo del brujo, vivía en una ficción ajena a la realidad«.

Lo interesante y oportuno sería que estos relatos fueran a dar en las manos adecuadas, pero no creo que caiga esa breva. Como la historia ha demostrado no es fácil acabar con un régimen totalitario. Es necesario de todas maneras que haya luciérnagas, voces y luces que aportan luz a la oscuridad, al silencio y al miedo como hace Bandi en la clandestinidad.

Libros del Asteroide. 2017. 244 páginas. Traducción de Héctor Bofill y Hye Young Yu.

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No, mamá, no (Verity Bargate)

Verity Bargate en esta breve novela plasma a la perfección el estado anímico, entre la angustia, el desquiciamiento y la locura que experimenta Jodie, una mujer con dos niños pequeños, para quien el sentimiento de madre es más una obligación que algo natural y asumido, con David, su marido, a su lado, que la cree loca, y cuya presencia la asquea. Jodie y David han pasado de ese estado de no puedo vivir sin ti y necesito tenerte siempre cerca y dentro a dejemos que corra el aire y necesito mi espacio, si bien como en la canción Turnedo de Ferreiro la pregunta es ¿Quién no tiene el valor para marcharse? ¿Quién prefiere quedarse y aguantar? ¿Marcharse y aguantar?. Además se toca el tema de la violación en el seno de la pareja, cuando ella no quiera sexo y se hace atendiendo «a los deberes conyugales» lo que a veces implica que en esos lances ella sea poco más que una estrella de mar, o se duerma mientras es penetrada.

Por la parte de los hijos lo que Verity cuenta lo entenderá perfectamente el que los tenga. Jodie ve minorada su intimidad, su espacio, coartada su libertad, y es muy gráfico el momento en el que en plena cópula amatoria, el berrido uno de sus retoños, es como abrir la puerta del horno para comprobar horrorizado como el bizcocho de la pasión se viene abajo sin remisión.

Además Jodie siempre quiso tener niñas y alumbró dos hijos, a los que viste de niña cuando va a visitar a una amiga, encuentros semanales en los que revisitar sus pasados y confirmar ambas que viven enjauladas y reprimidas que han pasado a ser la mitad de otra persona y que ya poco queda de lo que fueron antaño. El final depara una sorpresa que no desvelo pero que va en consonancia con ese ronroneo de angustia y misterio que recorre toda la espléndida narración ambientada en el Soho londinense de los 70.

Alba editorial. 2017. 176 páginas. Traducción de Mireia Bofill.