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Lectura veraniega

Aunque aún no ha entrado el verano, en Logroño, las temperaturas del mes de mayo, y lo que llevamos de junio, son propias de julio y agosto. Ante semejantes calores me apetecen lecturas refrescantes. De cara al verano, la lectura seleccionada ha sido Los hermanos Karamázov de Dostoievski. Leí en su día, con escaso aprovechamiento la edición de Cátedra. Aprovechando la nueva traducción de Alba, a cargo de Fernando Otero, Marta Sánchez-Nieves y Marta Rebón, en una edición primorosa, volveré a caer sobre una novela que para muchos lectores y escritores, como Freud, es la mejor novela jamás escrita.

Pues no. Ha habido cambio de planes respecto a lo que pensé y escribí en el mes de junio. Un libro como el de Dostoievski para leer en la playa me parece poco práctico, así que he cambiado de tercio y he virado hacia Proust. En 2010 leí Por el camino de Swann. Vuelvo a él este verano, doce años después, ayudado por mi mala memoria. Lo que llevo leído, unas doscientas páginas, me está encantando. Qué manera tan portentosa tiene Proust de describir un paisaje, un campanario o un sentimiento. La vez anterior leí solo los dos primeros libros de En busca del tiempo perdido. Veremos qué sucede en esta ocasión.
Leyendo frente al mar
Proust me acompaña como un perro fiel a la playa, la piscina, la cafetería, la tienda de campaña…

www.devaneos.com

Huracán en Jamaica (Richard Hughes)

Qué gran singladura nos brinda Richard Hughes (1900-1976), qué gran sensación la de no hacer pie, la de ir a la deriva, flotando en el océano sin rumbo fijo, lejos de las líneas comerciales, en un horizonte sin límites donde están condenados a convivir durante una buena temporada unos piratas y unos niños, para quienes el barco se convertirá en el mejor de los parques de atracciones imaginables.

Si hablamos de novelas náuticas deviene inevitable no pensar en las de Melville o Conrad, y lo meritorio de ésta de Hughes es que marca su propio rumbo y la suya no se parece a ninguna de las escritas por los anteriores.

Bueno es un libro cuando nos sorprende a cada rato, trufado de golpes de efecto y de afecto, creando un limbo espacio temporal donde los niños se desarrollan de otra manera, donde su crecimiento no viene ceñido por las normas de conducta habituales, donde lejos de ejercer de padres, los marineros, bastante tienen con que los infantes no cometan alguna travesura que los haga volar por la borda.

No abreva Hughes en los lugares comunes de la épica náutica, sino que más bien supone una muy plausible inmersión en la mente humana, en este caso en la de unos niños que crecen y al tomar conciencia de sí mismos, comienzan a verse y a ver el mundo de otra manera y hacerse preguntas sin respuesta, pues sus compañeros de viaje, ofrecen el mismo consuelo que esa lámina fija que se despliega cada día ante sus ojos.

El tema de la novela como comenta Azúa en este artículo pasa por ver cómo unos niños raptados por criminales asumen la maldad sin perder la inocencia.

Si la literatura de vuelo gallináceo es insufrible, aquí Hughes con su prosa halconera vuela muy alto, tal que a pesar de su corta extensión, 265 páginas, la lectura requiere calma, no tanto porque sea difícil o árida, sino porque es de esas novelas en las que vale la pena demorarse, recrearse en lo leído, abrazarse a esas cargas de profundidad que barrenan la moral, con las que Hughes construye este artefacto narrativo.

Si quieren un buen libro para estas vacaciones, lean a Hughes. Les llevará muy lejos, hasta el centro de la noche más oscura y más allá.

Hughes la publicó en 1929, con tan solo 29 años.

Alba editorial. Colección Alba minus. 2017. 265 páginas. Traducción de Amado Diéguez

Lecturas periféricas | República luminosa

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No, mamá, no (Verity Bargate)

Verity Bargate en esta breve novela plasma a la perfección el estado anímico, entre la angustia, el desquiciamiento y la locura que experimenta Jodie, una mujer con dos niños pequeños, para quien el sentimiento de madre es más una obligación que algo natural y asumido, con David, su marido, a su lado, que la cree loca, y cuya presencia la asquea. Jodie y David han pasado de ese estado de no puedo vivir sin ti y necesito tenerte siempre cerca y dentro a dejemos que corra el aire y necesito mi espacio, si bien como en la canción Turnedo de Ferreiro la pregunta es ¿Quién no tiene el valor para marcharse? ¿Quién prefiere quedarse y aguantar? ¿Marcharse y aguantar?. Además se toca el tema de la violación en el seno de la pareja, cuando ella no quiera sexo y se hace atendiendo «a los deberes conyugales» lo que a veces implica que en esos lances ella sea poco más que una estrella de mar, o se duerma mientras es penetrada.

Por la parte de los hijos lo que Verity cuenta lo entenderá perfectamente el que los tenga. Jodie ve minorada su intimidad, su espacio, coartada su libertad, y es muy gráfico el momento en el que en plena cópula amatoria, el berrido uno de sus retoños, es como abrir la puerta del horno para comprobar horrorizado como el bizcocho de la pasión se viene abajo sin remisión.

Además Jodie siempre quiso tener niñas y alumbró dos hijos, a los que viste de niña cuando va a visitar a una amiga, encuentros semanales en los que revisitar sus pasados y confirmar ambas que viven enjauladas y reprimidas que han pasado a ser la mitad de otra persona y que ya poco queda de lo que fueron antaño. El final depara una sorpresa que no desvelo pero que va en consonancia con ese ronroneo de angustia y misterio que recorre toda la espléndida narración ambientada en el Soho londinense de los 70.

Alba editorial. 2017. 176 páginas. Traducción de Mireia Bofill.