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La Casa de las Alfombras (Mario Crespo)

Es factible que la llegada de un retoño le suponga al progenitor levantar la cabeza del ombligo y tomarle entonces el pulso a la realidad, al tiempo que se pregunte ¿qué mundo heredarán nuestros hijos? ¿de dónde viene ese empeño por matarnos cíclicamente? (La novela no se abre con una cita de San Agustín en la que se nos informa de que
El ser es bueno
, sino con una del Cándido de Voltaire: En efecto el derecho natural nos enseña a matar a nuestro prójimo, y así se hace en toda la tierra) ¿cual es el resultado de tanta pasión inútil?.

Lo que Mario Crespo (Zamora, 1979) aborda en esta novela son estos temas y lo hace mediante una distopía (por otros derroteros a las que tomaban El sistema u Homo Lubitz de Ricardo Menéndez Salmón o Rendición de Ray Loriga, por citar algunas obras que tengo frescas) en la que la población está dividida en clanes, entre salvajes y caníbales, aquellos que viven en la Ciudad, en la linde o en la costa.

De la Ciudad escapan dos especímenes, retenidos por sus malformaciones físicas. Uno, Gregor, tiene un caparazón, el otro, Cheng, es el hombre árbol. Ambos se dan a la fuga y se suceden entonces toda clase de aventuras. El escenario es que la población se está reduciendo y esterilizando a marchas forzadas, porque cada día se alumbran menos hijos y a resultas de todo aquello la especie humana corre el riesgo por tanto de desaparecer, no tanto por guerras, cataclismos o glaciaciones sino por algo más sencillo: si no se transmiten los genes, la humanidad desaparece.

Sobre el papel, con píldoras discursivas se reflexiona sobre la dicotomía entre la vida en la ciudad y en el campo, entre lo domesticado y la vida salvaje, entre el urbanita y el primitivo, en un texto en el que la huella ecológica solo afecta al territorio donde los humanos se ubican, no hablamos por tanto de la tierra como un todo, en la que los desmanes del primer mundo afectan a todos los rincones del planeta, con subidas de temperaturas (derivadas del cambio climático), deshielos, deforestaciones, sequías, etc, lo que permite que en aquellos espacios naturales en los que el hombre ha dejado de poner sus manazas, la naturaleza ha vuelto a afianzar sus ecosistemas (aire puro, arroyos cristalinos…). Se tocan de refilón los modelos de gobierno y aparece ahí la anarquía (que parece no ser nunca tal) con un texto de Pessoa (El banquero anarquista) o la República de la mano (o por boca) de Platón, pero no son estos elementos lo más sustancial de la novela, que la entiendo y la leo como una novela de aventuras (no es casual que uno de los personajes principales atienda al nombre de Sherezade) en la que suceden un montón de cosas, pues en su deambular, Gregor y Cheng irán topándose con distintos personajes que les permitirán hacerse una composición de lugar, pues hasta el momento ellos veían el mundo a través de una mirilla, por el cristal de la ventana de un ojo de carídeo (un camarón, para entendernos). La salida al mundo real no es fácil, acechan los peligros y corren el riesgo de descubrir que la vida salvaje no es lo suyo y que estaban mejor domesticados y adiestrados en la urbe, además el tedio baudelaireano (otra forma de esterilización, ésta mental) les afecta a todos ellos.

A mi modo de ver hay un punto de inflexión en la novela y es cuando llegan al asentamiento de Uru, pues ahí ya la narración se clausura. Echo en falta en ese momento unos diálogos más trabajados, unos personajes más definidos, una narración proteica, una historia más vibrante, que trascendiese de su postrero elemento bélico para arribar a las playas de lo épico, donde el sentimiento y la emoción florecieran en el lector, donde la perplejidad fuese en aumento y donde el final nos deparase alguna sorpresa.

Libros.com (Esta novela es fruto del mecenazgo). 2018. 166 páginas

La 4ª

La 4ª (Mario Crespo, 2014)

Mario Crespo
2014
Ediciones Lupercalia
212 páginas

Algo parecido a la redención es lo que Carlos, el protagonista de esta novela, parece ir buscando. De joven, durante una procesión en Semana Santa, en Zamora, sufre una paliza que a poco lo manda al otro barrio. Se vuelve un malote después de aquello, y encima muda de piel al conocer a Jesús, un joven independiente, maldito y problemático, que impele a Carlos a romper con todo lo que ha sido su vida hasta entonces. Luego, Carlos, mientras estudia en Madrid, se mete en el mundillo de las drogas tratando de emular al Padrino fílmico y somos testigos de lo que era la ruta del bakalao, famosa en los 90, librándose de la cárcel gracias a su tío Paco, que es Guardia Civil, y lo deja libre en una redada, cargándole el muerto a un amigo de Carlos y saldando así entre ellos las cuentas del pasado.

Nos encontramos luego en Nueva York y como el Ethan Hunt de Misión Imposible, resulta que Alberto del Bosque se quita la máscara de látex y surge, no un superagente, sino Carlos que en Nueva York y bajo otra identidad está al cargo de la 4ªIglesia, una iglesia experimental 2.0, y se reencuentra con Magdalena, la misma Magdalena con la que mantuvo sexo lapidario en un cementerio cuando ambos eran adolescentes. Todo va bien hasta que Carlos se mete por medio en una bronca ajena y acaba en coma, que es un punto y seguido porque la historia sigue, y este relato lo continúa el padre de Carlos y nos vamos a los 70 a Puebla de Sanabria y aparece allá un cura, trasunto del protagonista del libro de Unamuno, San Manuel Bueno Mártir, y vemos como se las gastaba el Paco, y cómo acontece la muerte de la madre de Carlos y más tarde estamos en 2046, un mundo que no es feliz sino que va rumbo del colapso y la rebelión, y Carlos experimenta múltiples realidades y vive muchas aventuras porque todo es posible y todos o casi todos los personajes que han salido antes aparecen sobre el papel, incluida su madre. Y luego Carlos ya ha está fuera del coma, vivito y coleando, sin que la cosa con Magdalena vaya bien, y acabamos de nuevo en 2012, donde el amor de nuevo triunfa porque Carlos deja Madrid para vivir en Puebla de Sanabria y allí un día, en Semana Santa, en el quiosco donde compra la prensa matinal se encuentra con una joven que busca un libro y él le habla de La historia interminable. Una joven que fue su amor platónico, una Luna, llena de buenos presagios. Y respecto a la redención pretendida por Carlos, al final la encuentra. Es perdonando a todos sus agresores como logrará cerrar de una vez por siempre sus heridas.

En el debe decir que me parece que Carlos y Juan Carlos tienen una misma voz, como si fueran el mismo personaje y apenas hubiera diferencias, matices, ni modulaciones, entre ellos a la hora de referirnos los hechos. Se esgrime también un discurso antisistema poco musculado, en lo tocante al capitalismo, las desigualdades sociales, el omnímodo poder de los bancos, las grandes fortunas empresariales, etc. Otro tanto se me antoja la deslavada figura de Jesús, profeta de nuestro tiempo, pero determinante en la vida de Carlos y por ende en toda la novela.
El engarce al unir estas cinco historias que nos cuenta Mario me resulta a ratos forzado, como si en el empeño de ir más allá del relato, de la nivola, en la exploración de nuevos retos y desafíos, hubiera que juntar las distintas historias de alguna manera, aunque llevarlo a cabo aunque fuese una Misión Imposible y Carlos tuviera que ser Ethan Hunt.

El arranque de la novela por las calles de Zamora, en Semana Santa, la procesión de los borrachos, toda esa parafernalia litúrgica, es potente. Me gusta también lo que sucede en Puebla de Sanabria, la figura del cura Manuel, la de ese librero que le deja a Carlos cuando es un mocete La historia interminable con la cual éste abrirá una puerta a otra realidad, a la cuarta dimensión, porque esa es una de las grandes bondades de la literatura, el permitirnos (temporalmente) escapar, soñar, volar, evadirnos, y La 4ª, en buena medida, lo consigue.

Cuento kilómetros

Cuento kilómetros (Mario Crespo 2011)

Mario Crespo
Editorial Eutelequia
91 páginas
2011

Leer Cuenta kilómetros de Mario Crespo supone volver la vista atrás para alumbrar aquel pasado en el que tuvimos 25/30 años.

Los personajes de la novela, que son varios, pero bien podían ser uno solo, una sola voz, viajan mucho, devoran kilómetros (o los cuentan), y sus periplos viajeros se suceden por España, Francia, Noruega, Inglaterra, Italia…

Jóvenes que dejan España para aprender otros idiomas, para estudiar con becas Erasmus, para foguearse, en definitiva, en trabajos de corta duración, no siempre bien pagados, que les suponen no obstante un aprendizaje, y sobre todo acumular anécdotas, experiencias que les vendrán muy bien cuando tengan que afrontar la vida adulta, el inevitable y necesario tránsito del estadio estético al estadio ético, donde tocará ya asumir responsabilidades y compromisos, en el ámbito familiar, laboral, social, etc, dejando atrás esa época de la ceguera como la califica Mario al final de la novela.

Novela donde brilla el humor, a veces absurdo, como ese viaje a Cardiff para conocer otro país, en la que dar cuenta de peripecias existenciales donde acabar vivo, y no muerto de sed o calcinado es solo cuestión de puro azar, donde la literatura sirve para rendir tributo a la memoria de quien decide quitarse la vida cuando todo es futuro, jóvenes que siempre llegan tarde a las estaciones de tren, que se pierden por Venecia en carnaval, que experimentan momentos catárticos en latitudes nórdicas, que las lían pardas en sus pisos de alquiler, anécdotas que resultan divertidas y a menudo familiares.

El libro funciona como libro de aventuras, como un testimonio válido de lo que fue tener una edad en la que todo estaba en el aire, todo por hacer, donde nuestro mundo cabía en una mochila y la ilusión y los amigos eran monedas que nunca nos faltaban en los bolsillos.

Teruel existe, Zamora también, creo. Un poco más gracias a Mario.