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Tú (Charles Benoit)

En la portada: Acabo de leerlo. Tengo el corazón a punto de explotar y el corazón me va mil. ¿Llamo a urgencias?.
En la contraportada: !Tú me enganchó desde la primera página!. Es uno de los libros más fuertes que he leído y no hay manera de sacármelo de la cabeza.
Tú es como si te pegaran un puñetazo en plena cara y te gustará.
Tú me ha dado de lleno. Cómpralo cuando lo veas en la librería, va a dar mucho que hablar.

Toda esta suerte de loas lo curioso es que no va proferida por ninguna persona, ni si quiera por alguna plataforma libresca como Goodreads o por algún medio como New York Times o GQ. Luego podemos pensar perfectamente que todo esto es obra del mismo que ha elaborado la sinopsis de la contraportada, que se ha tomado un par de zarzaparrillas y se ha venido arriba.

Lo mejor del asunto es que el libro de marras no es Crimen y castigo, que sí que te podría hacer explotar la cabeza. Esta novelita de Benoit tiene tan poco vuelo como desarrollo. Nos habla de un joven en 4º de la ESO que vive con sus padres (que siempre le están dando la murga con las comparaciones de cómo eran ellos con su misma edad, con la monserga de que baje la música y haga los deberes…), y su hermana pequeña, que está enamorado de una chica a la cual no se lo dice, que ha tenido varios problemillas y estallidos de ira anteriormente que ha solventado a puñetazos en las paredes y en los cristales, que está en el punto de mira del típico matón del instituto, el cachitas deportista, que librará el pellejo del susobicho gracias a la ayuda de un chico nuevo, un crack en los estudios, un friki en todo lo demás, el cual concentra en su persona el meollo de la novela, porque es ni más ni menos que un psicópata en potencia capaz de manejar y manipular a todos, tanto jóvenes como adultos, tocando las teclas adecuadas y metiendo el dedito en la llaga, j******* a todo el personal. ¿Por qué lo hace?. Las cositas de la banalidad del mal, ya saben.

Afortunadamente la novela (dirigida a alumnos de 3⁰ de la ESO) solo son 142 páginas, con bastantes diálogos, frases muy cortas y tan poca sustancia que se lee en un suspiro y que acaba cómo empieza. El eterno retorno a la nada.

¡Ah!, y no se dejen engañar, es más fácil quedarse dormido leyendo este peñazo que su corazón se ponga a mil, a no ser que sean víctimas de un sueño erótico, pero esa ya es otra historia.

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Diario de un viejo cabezota (Reus, 2066); Pablo Martín Sánchez

Pablo Martín Sánchez nos transporta en su última novela, Diario de un viejo cabezota, a 2066, a un antiguo sanatorio mental situado en Reus. Ha ocurrido una Tercera Guerra mundial, otra Guerra Civil, ha tenido lugar el gran apagón digital y hay una moratoria que obliga a los habitantes de la Península Ibérica a abandonarla antes del uno de octubre, el día después de la finalización de este diario, el cual le sirve a su autor para ocupar las horas, dejar testimonio de sus últimos meses, regodearse en sus recuerdos, mantener la cordura.

Este viejo cabezota cuasi nonagenario vive con un grupo de personas que han pecho piña en el Institut Pere Mata, donde repelen las amenazas que menudean, asumen el flujo continuo de bajas, si bien el grupo se verá también rejuvenecido con la entrada de savia joven.

El diario podría ser simplemente el testimonio de una espera, la asunción de un final, los pormenores del día a día en una comunidad granhermanesca, pero las continuas digresiones que Pablo maneja con los recuerdos del diarista, que bien pueden ser muchos de ellos los del mismo Pablo (al menos hasta 2018, a partir de esa fecha todo lo demás irá en el haber de la imaginación desbordante del autor), amenizan el relato, lo enriquecen, ensanchan los límites del diario y del tiempo, ocupando en esta labor el diarista sus meses y horas finales, deparando una lectura que gana en intensidad hasta su resolución y clímax final.

Este personaje, un escritor que hace décadas que no escribe, le otorga a Pablo muchas posibilidades a la hora de pergeñar un diario que no es solo un diario, o que es un diario pero alimentado por la autobiografía, la ficción (con una distopía que si llegamos a cumplir los 90 veremos qué tiene de real), el ensayo, que le permite al diarista tomar conciencia sobre su propia escritura, echar la vista hacia los lados para ver qué han escrito otros en sus diarios y citarlos; escribir un diario que como un cajón desastre alberga recetas, chistes, poemas, dibujos de estrellas, anécdotas, planos, violencia, ilustraciones con ejercicios de rehabilitación, recuerdos, pensamientos, muerte y llantinas de bebé, amor, sexo, deserciones, vejaciones, humor, etimología, escatología, lágrimas e incluso quién sabe si también un atisbo de esperanza capaz de vencer a la cabezonería más tenaz.

Notas a la lectura: I, II, III, IV

Acantilado. 2020. 373 páginas

Pablo Martín Sánchez en Devaneos
El anarquista que se llamaba como yo
Tuyo es el mañana

Elástico de sombras de Juan Cárdenas

Elástico de sombra; Juan Cárdenas

Elástico de sombra es una deliciosa novela breve (112 páginas) de Juan Cárdenas (Popayán, 1978). Novela que versa sobre el arte del esgrima, venido a menos, arrumbado por la modernidad. La pretensión de Cárdenas es devolver algo de ese brillo y esplendor a este arte o deporte.

Para ello pondrá en movimiento a tres personajes: Cero, el casi nonagenario Sando y Miguel. Los dos últimos maestro y alumno esgrimistas. El primero, con la pretensión de encontrarse con los antiguos grimistas y poner negro sobre blanco todo este acervo del machete practicado en el Cauca.

La novela se convierte entonces en aventura y travesía por tierras colombianas, chanza y crítica, magia y misterio. A veces, hastiado de leer siempre el mismo castellano, resulta un gozo leer términos nuevos, colombianismos como, chuspa, michicateaban, jurgo, galladita, antualito, viche, totuma, chirrincho, cumbamba, macumba, guadual, quicatos, chimbo, zapote, ñáñara y un largo etcétera.

Los blancoides van a perder, tarde o temprano, y los indios, los negros, los campesinos, los de abajo vamos a gobernar este país, leemos en la novela. Porque ese poner negro sobre blanco se convierte aquí en una reivindicación, en lucha, en la herida que supura, la mano que es zarpazo, la voz que es baladro, conminando al lector a no olvidar:

…nos convertíamos, gracias a la extraña macumba económica de los blancos, en «negros», sin más alma que la de la mercancía, el alma sin alma que tienen las cosas encantadas por el hechizo del mercado, manejado sabiamente por la mano invisible blanca que mueve todas las manos pardas, brujería más eficaz no se han podido inventar, no señor. Luego nos vendieron en mercados, en plazas públicas, en subastas, como animales de carga y, así, de a poquitos, a punta de garrote, perrero, castigo, socavón y latigazo, a muchos nos fueron quitando el idioma, los recuerdos. Se empeñaron en borrarnos cualquier rastro del espíritu que traíamos en el viaje, a muchos nos encartaron con unos apellidos que eran en realidad los apellidos de nuestros propietarios, como si no les hubiera bastado con marcarnos el pellejo a hierro candente. ¿Pero saben qué? ¿Saben qué, señoras y señoritos? No pudieron borrarlo todo. No pudieron sencillamente porque no se puede borrar nada, en realidad nada se borra. Todo queda marcado. No hay olvido. Todo deja un rastro, más si se trata de un crimen de semejante tamaño. Ya pueden hacerse los zurumbáticos y mirar para un ladito, como si la cosa no tuviera que ver con ustedes, pero aquí estamos nosotros, como cuerpos del delito. Cuerpos que, a pesar de todo, siguen sabiendo, sí, claro, porque borraron mucho, pero a nosotros nos quedaron las marcas. Y a los macheteros nos quedó el falso, que no es un simple movimiento de pies, sino una técnica para que la cadera se mueva de cierto modo particular y el cuerpo empiece a recordar. Nadie sabe lo que puede una pelvis. Es la pelvis, y no los pies, la que hace el dibujo, el arcano depositado en el centro del cuerpo y es gracias a ese trazo que el mundo perdido vuelve a empezar. ¡Fundaremos nuestro nuevo mundo negro desde un falso!

El esgrima es un baile, una coreografía de dos, sus movimientos: Torno, defensa, avance, carrielero, transversal bajo, falso y estocada…Y en igual medida despliega aquí las alas la escritura de Cárdenas, con esa cadencia y ritmo, con esa sugerencia y evocación, con esas palabras carnosas, con toda su magia, con toda su potencia y (aquí) feliz resolución.

Una esgrima que nos viene definida en estos términos:

Allí, en la poesía, se dijo don Sando, es donde el sabor se vuelve imagen, música, roce del cuerpo a cuerpo, igualito que en la esgrima de machete, sólo que patrás: en la esgrima de machete el cuerpo a cuerpo se vuelve imagen, se vuelve música, se vuelve palabra, se vuelve sabor, que es lo único que no se puede enseñar en una academia de esgrima. El sabor está al fondo: de allí surge todo, allí regresa todo. Si no hay sabor, no puede haber nada más. O sí puede haber, pero ya es pura mecánica cerebral o física. Y la esgrima no es mecánica.

Era la materialidad misma, mejor dicho. La materia sensible, la materia pensante, el secreto del secreto del sabor que se hace saber, que se hace movimiento. La materia que sabe tocar lo que toca cuando toca y por eso ve hasta sin ver.

Leyendo a Cárdenas pensaba en las mejores páginas de Ednodio Quintero, otro gran fabulador y narrador. En esta travesía, en el común viaje de estos tres hombres (qué grandes páginas brotan a veces de esta camaradería entre hombres, y pienso en La ciudad que el diablo se llevó de David Toscana), salen a su encuentro distintas historias, la de la bruja, la hechizera Nubia que enamorisca a un ingenuo hasta lograr este romper el maleficio e inmortalizar su historia en las cachas de un vehículo, el Duende que se aparece a Sando para atormentarle con palabras sobre sus más y sus menos con un ente diabólico y de cuya veracidad recela o peripecias acaecidas cuando la guerra entre Perú y Colombia y la figura entonces importante de los negros caucanos, diestros con el machete; unos ribetes kafkianos con el hombre-cucarrón; el pueblo en lucha contra el poder establecido, un pueblo que lucha por conservar y fijarse al territorio, su medio de vida, su vida en definitiva, que guarda y cuida la tierra, que no la destroza, la malogra, la contamina, la esquilma, como hacen los blancos, con esa mano invisible del mercado que a manotazos desaparece lo que molesta, incomoda, reivindica, protesta, lucha, resiste y pelea por lo suyo. La lucha universal de la minga indígena, de la minga negra, los campesinos, los de abajo, la lucha de todos. Un pleito local que atañe a la humanidad. O debería.
¿qué es esa resistencia de la que tanto hablamos sino una pelea contra la muerte y el olvido sistemático, contra el olvido impuesto de arriba?
[…] El respeto a la vida y a los territorios. […] El derecho emana de nosotros.

El Elástico de sombra que da título a la novela consistía en saber atacar y defenderse en la más absoluta oscuridad. La escritura de Cárdenas en esta novela supera la línea de penumbra para sacar a la luz lo oscuro, lo pretérito, lo que está a punto de extinguirse, pero que pugna y bulle todavía y se revuelve y defiende, aunque sea en la sombra, sin medios, sin más testigos que la mirilla que le ofrece la escritura.

Editorial Sexto Piso. 2020. 112 páginas

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Enero (Sara Gallardo)

A finales de los cincuenta del pasado siglo (y recuperada ahora por Malas Tierras), con menos de 28 años, la argentina Sara Gallardo publicaba Enero.

Va a llegar el día en que mi barriga empiece a crecer, piensa Nefer, recién comenzada la novela. Sin cumplir los dieciséis Nefer queda preñada, no del hombre por el que bebe los vientos (siroco), ni de un príncipe azul, sino de un carnicero que la viola, en esos momentos en los que la sangre se arremolina y el alcohol lo echa todo a malperder: de aquellos polvos estos lodos. Si a la Yerma de Lorca el no poder tener descendencia la atormentaba, a Nefer, el tener un hijo indeseado la aboca a la misma situación, la de querer borrarse del mapa, presa de la angustia.

Nefer vive con su padre, madre y hermanas en una casa con techado de paja en un villorrio, entregados todos a las tareas agrícolas, agropecuarias, domésticas, al servicio de una familia adinerada, en unas tierras masticadas por el sol. La joven rumia su ingravidez en soledad, sin nadie a quien confesarse, sumida en sus pensamientos aciagos.
Se le abren tres vías: suicidarse, abortar o ser madre. Sara Gallardo opta para Nefer por la que sería la vía más común en aquella época.

Sin llegar a la cima que Gallardo alcanzaría con Eisejuaz, Enero es una novela primeriza pero interesante, en la que la autora nos introduce ya en su capacidad para hacer rechinar las costuras de su prosa en la creación de sus personajes y la recreación de unos paisajes muy faulknerianos.

Malas tierras. 2019. 119 páginas