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Tuyo es el mañana (Pablo Martín Sánchez)

18 de marzo de 1977. Día en el que nace Pablo Martín Sánchez. Aficionado a las palabras. Escritor. Ese mismo día suceden unas cuantas cosas. Un lapso de tiempo, conservado en una gota de ámbar. Joyce lo hizo con su Ulises. 16 de junio de 1904. No le fue nada mal. Los que lo hemos leído, lo sabemos, lo disfrutamos y lo padecimos. ¿Nos permite esta novela de Pablo hacernos una idea que cómo era España en 1977?. Tanto como conocer la España de 1942 que describe Camilo José Cela en La colmena.

Pablo me parece un escritor ambicioso. Lo demostró en su anterior novela, El anarquista que se llamaba como yo. Donde otro escritor joven debutante no iría más allá de la novelita de ciento y pico páginas, de generosos interlineados y abundantes páginas en blanco intercaladas entre una alud de mínimos capítulos, Pablo fue a por todas, con una novela torrencial, ambiciosa y desmedida, de la que ya hablé hace un tiempo. Aquí Pablo se contiene algo más, pero la ambición está ahí, se palpa. La portada, ese galgo que corre que se las pela, puede ser Pablo escribiendo con la lengua fuera, desbocado. No es así del todo, porque esta novela dista cuatro años de la anterior, así que ese ímpetu, esa fiereza que transmite la novela, está aplacada, sofocada, antes de ser vomitada en el papel.

Pablo me parece un escritor ingenioso, no por los chascarrillos como ese “Co(g)ito ergo sum”, que también, sino porque trata de ofrecer algo diferente. Así me lo parece dar la voz a un galgo (aunque Wajdi Mouawad hizo algo parecido en Ánima, que Pablo tradujera al castellano) o poner voz a un retrato colgado de una pared, donde una anciana del antiguo régimen desde el más allá echará pestes de eso que llaman democracia. Las demás voces (una joven universitaria que estudia para periodista y su profesor (entregada a otras actividades, que no desvelo), con el que se acuesta, una niña de doce años acosada en un colegio que hará pellas, un viudo adinerado con muy pocos escrúpulos, padre de cinco hijos y sin haber cambiado nunca un pañal…) nos dan perspectiva, relieve y profundidad, aunque tampoco podemos pedir la luna en una novela de poco más de 200 páginas.

He disfrutado bastante leyéndola casi de una sentada. Si las historias se hubieran contado cada una de ellas del tirón, la novela hubiera sido creo mucho más floja, ya que creo que la disgregación, ese ir alternando las seis historias, dosificando así lo lúdico, lo lúbrico, lo trágico, y ese miedo, un miedo que se irá superando y desmenuzando haciéndose miguitas que el viento barrerá sin ofrecer ningún camino de vuelta a estos personajes varados en la incertidumbre – siempre tan humana y siempre tan jodida- hacen la narración más fluida y sugestiva, con un final sumidero donde todo confluye.

Tengo mucha curiosidad por ver lo que Pablo será capaz de hacer el día que deje de lado el pasado, no el suyo, porque estas dos novelas se ambientan antes de su nacimiento -aunque sea por los pelos- y se encare con el presente. Seguro que tendrá cosas interesantes que contarnos, y nosotros, que leer.

Acantilado. 2016. 220 páginas

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