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Elvira Navarro

La trabajadora (Elvira Navarro)

Elvira Navarro
Ramdom House
2014
157 páginas

Leí recientemente un par de novelas de Albert Cossery y en ellas sus personajes aspiraban a no tener nada, a no atarse a ninguna ambición, a ningún sueño de autorrealización personal. Un libro como este de Elvira Navarro (Huelva, 1978), va precisamente en la dirección contraria. Aquí sus personajes y la inmensa mayoría de los que aparecen en las novelas de los escritores españoles de unos cuarenta años, buscan progresar, medrar, alcanzar una estabilidad, triunfar y si no lo consiguen se frustran, patalean, lloriquean, se deprimen, se trastornan, se aniquilan y aniquilan todo cuanto tienen a mano, así Elisa, así Susana. La segunda quiere que le coman el coño un día de luna llena que tenga la regla. Así comienza el libro, lo cual de entrada ya repelerá y atraerá a los lectores a partes iguales. O no. El sexo bizarro da paso a los devaneos, neuras y trastornos mentales de dos mujeres que lidian con su día a día como pueden; una, Elisa, buscando algo de estabilidad en su trabajo como correctora externa en una editorial, ante la perspectiva de un ERE que la ponga de patitas en la calle, cobrando mal y tarde, y la otra, Susana trabajando como teleoperadora, realizando en su tiempo libre collages, que llamen la atención de alguna galería que la lance al estrellato. Entre medias, mucho recorrido por Madrid, no la ciudad que uno recorre desde la azotea de un autobús turístico, sino esos barrios periféricos, que Elisa recorre como una forense urbanística. No siendo de Madrid, estos deambulares de Elisa no me dicen nada y me recuerda también a cierta geografía urbanística que asomaba en Ejército enemigo de Olmos. En el libro, y dado los tiempos que corren, internet está muy presente, tal que al llegar al hogar los personajes ven si tienen mensajes en sus correos, en sus muros de Facebook, buscan cualquier información sobre cualquier persona en la red, buscando el rastro de antiguos compañeros de colegio o instituto (como también hacía el protagonista de Divorcio en el aire localizan un local merced a Gogle Street View o habla acerca de la influencia o papel (nulo) que los blogs literarios tienen en la venta de libros, según refiere la jefa de Elisa, lo cual me lleva de nuevo a Olmos a y su Alabanza, donde su protagonista, a la sazón escritor, se pasaba más tiempo siguiendo el rastreo de lo que se decía de su libro en las redes sociales, que escribiendo. Me ha gustado más la primera parte, la de Fabio, más aguda y filosa, que todo lo que lo sucede, donde todo se va a apagando poco a poco hasta el postrero OFF. No porque la cámara que registra los encuentros de Elisa se quede sin batería, sino porque la historia, con curación mediante o no, para mí languidece sin remisión desde que Elisa y Susana comparten techo y preocupaciones, y entonces, cualquier interés hacia la novela, se ve centrifugado hacia otros territorios, otros pensamientos, otros derroteros.
La trabajadora me ha gustado algo más que La ciudad feliz, pero no sé si lo suficiente como para acometer su inminente Los últimos días de Adelaida García Morales.

Elegía

Elegía (Philip Roth)

Philip Roth
2006
Random House
160 páginas

Mirando la contraportada de este libro nos dicen que esta novela de Philip Roth versa sobre la pérdida, el arrepentimiento y el estoicismo. Sí y no.

El protagonista es un publicista de 70 años que dilapida la mayor parte de su tiempo en una camilla de urgencias, siendo intervenido y reparado, saliendo airoso hasta la fecha.

Se trata además de un consumado adúltero y al final de sus días cuenta en su haber con tres ex mujeres y varios hijos. La primera mujer después de tantos años de matrimonio nos la pinta como abnegada y buena. Pero como él es un necio y le gusta mucho el sexo y meter el dedo en ojetes ajenos se acostará con jóvenes de las que pronto se hastiará, al comprobar que son casi tan simples como él.

A sus 70 años verá como la muerte ronda cerca y hace entonces un análisis de lo que ha sido su vida. Un análisis apenas riguroso, donde pide perdón con la boca pequeña, por haber dejado a su esposa por otra mujer más joven, en un culto al culo que provoca más risa que otra cosa.

Respecto al estoicismo esto sale en la contraportada porque el protagonista dice que admite su situación con estoicismo, sin más. Una idea sin desarrollo, donde todo pasa por ver como todos sus amigos van muriendo de cáncer o enfermedades análogas. La vida o vejez (o muerte) plasmada como una masacre.

Y esas son las pérdidas de las que hablaba en un principio. Pérdidas no sólo físicas, pues también alejará de su lado a su hermano Howie, un dechado de virtudes que lo tiene todo, y que es el contrapunto perfecto para hundirlo aún más en su medianía.

El protagonista es simple, carece de cualquier relieve, sus reflexiones son naderías y no me creo nada de lo que me cuenta. Nada. Así que sobre esa premisa, su arrepentimiento me parece una pose, un estoicismo que no es tal.

Además y lo que es peor, Roth, se despacha con una forma de narrar tan simplona, sublimando lo banal y superficial, hasta cotas tan elevadas que hace de lo vulgar y mundano su bandera y (al menos en este libro) estilo.
A pesar de que Everyman (título original de la novela) nos pueda concernir a todos, no se debe emplear una prosa vulgar para narrar una existencia vulgar.

Lean Stoner, y entenderán a lo que me refiero.