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El violín negro (Maxence Fermine 2002)

El otro día hablaba de Nieve de Maxence Fermine y ahora le toca el turno a El violín negro, que la escribiría un año después. El autor repite la fórmula que parece le dio tan buenos resultados con su anterior novela.

La historia se ambiente en la ciudad de Venecia a comienzos del siglo XIX. Apenas hay personajes, y todo tiene un aliento épico, insondable, de seres humanos grandiosos. El protagonista es un violinista que se traslada a Venecia donde conoce a Erasmus, un luthier que le cuenta la historia de El violín negro.

Los personajes de la historia, se definen con un par de adjetivos y ahí acaba toda la profundidad de los mismos. Valiéndose de una ciudad mágica como es Venecia, con la música por medio, y mujeres enigmáticoa y extraordinarias, por su línea o por su voz, Maxime trata de componer un relato de aliento épico y poético, pero no consigue ni una cosa ni la otra y si Nieve tenía alguna virtud, aquí todo resulta impostado, una acumulación de lugares comunes y una grandilocuencia que se queda en una afirmación que se desinfla a las primeras de cambio.

Si bien ya en la contraportada nos advierten que en este libro hallamos la “reconocida sensibilidad para la belleza” del autor. Algo chocante en un autor que sólo había escrito un libro antes que este.

Nieve (Maxence Fermine 2001)

Nieve Maxence Fermine

Al libro Nieve del francés Maxence Fermine llegué virgen, algo premeditado, pues nada cuesta hoy en día echar un vistazo a internet y leer mil reseñas de un libro antes de leerlo. En ese caso, a menudo, uno más que leer va confirmando o no expectativas y creo que este no es el camino. A Maxence le ha dado unas cuentas oportunidades, así tras Nieve leí El violín negro, El apicultor, y Opio, todos ellos muy parecidos.

El libro es pequeñito y te lo ventilas en un santiamén. El protagonista es Yuko que sólo quiere escribir Haikus (poemas de tres versos y 17 sílabas. Al carro del Haiku se subió también el riojano Andrés Pascual en su libro: El Haiku de las palabras pérdidas) sobre la nieve.. Para él todo es blanco y toda la belleza la aglutina en esa agua blanca. Está ambientado a finales del siglo XIX en Japón, y Yuko desoyendo los consejos paternos, no quiere ser ni guerrero, ni sacerdote, él lo que quiere ser es poeta, pero como sus poemas son muy blancos, y es preciso si quiere devenir en poeta del Emperador, dadas sus buenas artes como poeta, colorearlos, por lo que le recomiendan que vaya a ver al maestro Soseki (que en su día fue Samurai, completando así todos los lugares comunes cuando hablamos de Japón), que a pesar de estar ciego, tiene toda la paleta de colores en su corazón.

Es clara la ilación (o más bien plagio: no en un sentido literal pero al Francés se le ve el plumero de lejos) de esta historia con la de Seda de Alessandro Baricco. La historia es como un círculo que se cierra, con pocos personajes y todos interconectados. Las cifras son exactas, siete mil sílabas, siete años, siete polvos, el número siete. Los párrafos son cortos de textura nívea y sedosa, y Yuko está en continuo movimiento, de ahí que no nos de tregua, si bien ese cambio que experimenta por mucho que se revista de cultura zen no deja de ser superficial. La fuerza del amor hacia las mujeres, es la fuerza motriz y renovable que impele a los hombres del libro a llevar a cabos sus creaciones, a alcanzar la perfección en el arte de la escritura, para lo que es necesario a su vez, controlar la danza, el baile, la pintura y la caligrafía.

Nieve, reúne en su ser todos los tópicos para convertirse en un libro muy vendible, por su amena historia y liviana textura, por ser como ese osito de peluche que al frotarlo por las zonas erógenas, da placer, pero que no deja poso alguno, porque hay libros que como la Nieve se funden a las primeras de cambio y desaparecen en el mar confundidos con otros millones de gotas de agua (¿se puede ser más tierno?). Que una novela o un relato sean ligeros y etéreos no sé si es una bendición o una maldición. Para terminar y dado que el amor es caminar sobre el alambre, no podía faltar un personaje femenino funambulista.

La joven era funámbula y su vida seguía una sola línea. Recta.

Como colofón apuntar algo no sé si achacable al traductor o al autor

desnuda y rubia de raza europea. (pag. 41).

Pero ¿existe una raza europea?, o este término atiende a criterios geográficos administrativos, porque sino ahora mismo podríamos empezar a hablar de la raza Riojana.

No confundir este libro con el de Ohram Pamuk del mismo título. El de este último es todo menos ligero. De hecho lo tengo a medio fundir, pues la prosa de Pamuk es como el plomo y mis púpilas se retienen.