Archivo de la etiqueta: Literatura Italiana

978-84-946744-5-7

Decamerón (Giovanni Boccaccio)

Esta edición publicada el año pasado por Libros del Zorro Rojo con traducción de Esther Benítez e ilustraciones de Alex Cerveny recoge una selección de diez historias (de un total de cien) del Decamerón de Giovanni Boccaccio escrita entre 1349 y 1351 y considerada como el equivalente occidental de Las mil y una noches. Historias no centradas solo en el aspecto más difundido del Decamerón, la sexualidad, aunque de estas también hay. Si estamos acostumbrados a arrostrar actitudes y conductas misóginas, aquí curiosamente, al autor, a Boccaccio en su día se le acusó de filoginia, también de inmoralidad y de incentivar los vicios humanos. El Decamerón fue incluido en el Índice de libros prohibidos por la Iglesia católica en 1559 y puesto de nuevo en circulación 15 años después con una versión expurgada, ante el clamor de sus admiradores.

Boccaccio se demuestra un buen conocedor de la naturaleza humana en su vis más licenciosa y mundana, así las historias muestran el adulterio, y las relaciones sexuales como algo muy natural, incluso objeto de broma como ese hombre que cree estar embarazado así se lo hacen saber unos bromistas porque su mujer se sube sobre él por las noches y lo cabalga, o esas monjas que valiéndose de un mudo, lo exprimen cual limón a fin de determinar si eso tan dulce que dicen que es el sexo es tal como lo cuentan. Además del sexo hay otras pulsiones muy humanas como la codicia, la hipocresía del clero (donde se critica más a la persona que a la institución) la avaricia, o bien la liberalidad y la prodigalidad extrema como la que se refiere en la última historia donde encontramos al hombre más dadivoso de la tierra capaz incluso de dar su vida si así lograse satisfacer los deseos de uno de sus enemigos que quiere ocupar su lugar.

Estas historias aquí contadas, muy placenteras de leer -cuentan con unas estupendas ilustraciones, las cuales maridan muy bien con el texto- creo que ganan si son leídas en voz alta, en grupo al lar de la lumbre, pues así nacieron y este fue su objeto, así corrieron de casa en casa, de boca en boca y así han llegado hasta nuestro días, casi siete siglos después.

Novecento

Novecento (Alessandro Baricco)

Creo que con este ya son nueve los libros que he leído de Alessandro Baricco (Turín, 1958): novelas, ensayos o piezas teatrales como la presente. Baricco me parece un tipo listo. Si Umberto Eco hizo de la novela histórica un bestseller de calidad con El nombre de la rosa, Baricco hizo algo parecido con Seda, creando un género de novelas breves y algodonosas que abrieron surco para otros como Maxence Fermine y similares. En Novecento prima también lo sucinto, la economía de palabras, así que cada una de ellas debe tener su carga de profundidad, esas ondas que las palabras hacen al caer en nuestra mente después de ser leídas y rumiadas. Como en Seda creo que a Baricco aquí la jugada le sale bien, porque su personaje es entrañable: un fulano que siempre ha vivido en un barco, sin pisar por tanto tierra firme, que toca el piano como los ángeles, capaz de apalizar, por ejemplo, al padre del jazz y de dejar boquiabiertos a todo aquel que tiene la suerte de escucharlo en vivo. Hay algo en su actitud de resistencia, de tenacidad, de estoicismo, algo bartlebyano que nos llevaría a verlo con la mirada perdida en el vientre materno del mar, mascullando entre dientes algo así como: Preferiría no desembarcar.

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Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal (Nuccio Ordine)

Estos clásicos para la vida me servirán como un canon para futuras lecturas. Algunos los he leído como Cien años de soledad, Mendel el de los libros, El Principito, Banquete, El hacedor, Si esto es un hombre, Don Quijote de la Mancha, pero el resto no, así que ahí quedan para el futuro.

En la Introducción Nuccio Ordine vuelve a hablar de los temas que ya leí en La utilidad de lo inútil, a saber, su defensa de las Humanidades (conviene escuchar esta conferencia de Marina Garcés al respecto, la cual se aparta del trillado camino que Ordine recorre una y otra vez) que uno estudie una carrera no tanto buscando el acomodo laboral sino aquello que en verdad le apasione, sustraerse a un consumo desmedido, fomentar la capacidad crítica, etc. Algunas de las cosas que dice ya se las he leído a Umberto Eco cuando distingue entre información y conocimiento, donde en la red hay tantas cosas pululando que debemos saber que no toda la información es igual, y que hemos de ser capaces de discriminar la información valiosa de la morralla, ya que apenas hay filtros, ni jerarquías y en internet todo se nos presenta como un todo indiferenciado donde cuesta mucho separar el grano de la paja. Cuando Ordine se refiere a Nietzsche y habla de su Aurora y de los orfebres de la palabra (la filología es un arte venerable, que pide, ante todo, a sus adeptos que se mantengan retirados, que se tomen tiempo y se vuelvan silenciosos y pausados, un arte de orfebrería, un oficio de orífice de la palabra, un arte que requiere un trabajo sutil y delicado, y en que nada se consigue sin aplicarse con lentitud. Precisamente por ello es hoy más necesario que nunca; precisamente por eso nos seduce y encanta en medio de esta época de trabajos forzosos, es decir, de precipitación, que se empeña por consumir rápidamente todo. Ese arte no acierta a concluir fácilmente; enseña a leer bien, es decir a leer despacio, con profundidad, con intención penetrante, a puertas abiertas y con ojos y dedos delicados), es lo mismo que lo que Gual decía en su recientemente publicado La luz de los lejanos faros.

En la introducción leemos:

A partir de esta experiencia de campo surgió la idea de ofrecer en las páginas de uno de los semanarios más prestigiosos de Italia—«Sette», del Corriere della Sera—una selección de los fragmentos que había leído a mis estudiantes a lo largo de los años. Este volumen compila, en efecto, los textos que, entre septiembre de 2014 y agosto de 2015, seleccioné para los lectores de mi columna, titulada «ControVerso». Se trataba de presentar cada semana una breve cita de un clásico y de intentar evocar un tema relacionado con ella.

A medida que vaya leyendo los libros propuestos por Ordine que no he leído, podré enjuiciar, pues creo que solo ese es el momento adecuado, si la selección propuesta por Ordine es acertada o no. Lo que está claro, es que cada uno de los libros seleccionados, le permiten a Ordine reforzar sus tesis, todo aquello que expone en la introducción, sobre la deriva utilitarista, la importancia de la cultura en la formación humana de cara a lograr una sociedad mejor, más crítica y tolerante que valore más el fondo de las personas, su belleza interior (Cirano) que la superficie, etcétera.

A pesar de que leyendo a Ordine la cultura nos pueda parecer la panacea, vale la pena leer este estupendo artículo de Jaime Fernández.

De los 50 libros clásicos (una docena del siglo XX) propuestos por Ordine para formar su particular pequeña biblioteca ideal, solo uno es obra de una escritora: Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar. Lo cual me sorprende (veo/leo que sólo a mí) porque alardeando tanto de la cultura como hace Ordine éste se queda muy corto de miras a tenor de su análisis patriarcal de los clásicos.

Acantilado. 192 páginas. 2017. Traducción de Jordi Bayod Brau

La lengua de los dioses. Nueve razones para amar el griego

La lengua de los dioses. Nueve razones para amar el griego (Andrea Marcolongo)

Este libro de Andrea Marcolongo (donde la autora se explaya y soporiza bastante haciéndonos entender los problemas que ha tenido desde su nacimiento a consecuencia de tener un nombre que en Italia es propio de los varones) ya muestra sus intenciones desde el título, o subtítulo: nueve razones para amar el griego. Las nueve razones no están por ninguna parte. Hablar de la traducción del griego, de las declinaciones, en todo caso son características de la lengua griega, pero no creo que sean razones para amar la lengua. Respecto a la traducción, comparto lo que leía el otro día de Gual, cuando decía que al citar un texto griego junto al nombre del autor debería figurar siempre el nombre del traductor. No sé si en el texto original que es en italiano la autora ha reparado en este detalle. En la traducción al castellano, que es la que leído, en ningún momento se cita a ningún traductor, por mucho que la autora hable de lo importante que es esta labor y a pesar de que haya unos cuantos textos griegos, con los que la autora trabaja para exponer sus ideas. En su defensa del griego que Andrea ha estudiado de joven y por obligación, preparando exámenes para olvidar todo lo aprendido poco después de finalizarlos y que luego retomará ya en su vida laboral, echa mano de su experiencia y las anécdotas que nos cuenta en su mayoría son bastante sonrojantes y pueriles. Puestos a apreciar la impronta de los griegos y su legado, prefiero los textos que he leído de Pedro Olalla, de Carlos García Gual o de Edith Hamilton, o cualquier conferencia de Antonio Tovar o de Francisco Rodríguez Adrados. Si me quedo con algo son con algunos aspectos históricos y alguna que otra reflexión sobre la lengua griega que sí me ha interesado (como lo referido sobre la transición del griego antiguo al griego moderno, o el pasar de poner el acento no ya en el cómo, sino en el cuándo sucede la acción, al caer los griegos en la cárcel del tiempo), aunque estos desenfadados ensayos creo que tienen muy poco recorrido y escaso vuelo. Promete mucho ya desde su pomposo título y ofrece bastante poco (por no hablar de las erratas presentes, palabras repetidas una al lado de la otra y otras cosas relativas a la traducción como hablar de efectos colaterales cuando en ese entorno bélico creo que se debe referir a daños colaterales), lo cual no impedirá -o quizás a consecuencia de lo anterior- que se venda como churros.

Editorial Taurus. 2017. 208 páginas. Traducción de Teófilo de Lozoya y Juan Rabasseda.

Literatura griega en Devaneos