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Legado en los huesos

Legado en los huesos (Dolores Redondo 2013)

Dolores Redondo
558 páginas
2013
Editorial Destino

Después de haber leído este verano, El guardián invisible, sentía curiosidad por la última novela, publicada la semana pasada, de Dolores Redondo titulada Legado en los huesos. Se trata de una trilogía, con lo que esto implica, para bien o para mal. De tal manera que Amaia Salazar sigue siendo la protagonista, secundada por sus competentes compañeros policías. Están presentes de nuevo, la madre de Amaia, sus hermanas, su esposo James y !ojo!, su retoño, Ibai.

A Amaia la dejábamos embarazada, tras un par de faltas. Las cincuenta primeras páginas me resultan plomizas. Amaia da a luz y aquello se convierte en un folletín. Afortunadamente, tengo paciencia y esperaba y deseaba que aquello mejorase y se encaminase hacia alguna parte. Deseo cumplido. Una vez que Amaia toma conciencia de que es una mala madre (o eso cree ella y deja de darle pecho a su chiquirritín), pero una polícia muy competente y dotada (no olvidemos que pasó por Quantico y allí aprendió latín y misa cantada), se afana entonces en resolver un caso que le tocará la fibra, e incluso los huesos.

Baztán es otro personaje más, y de peso. Como sucede en las novelas nórdicas donde bajo esa aparente perfección, tras esas postales de parajes nevados y casitas de madera humeantes ubicadas entre lagos que quitan el sentido, se esconden ríos de sangre y mentideros de odio, en Baztán pasa algo parecido. Es muy bonito, muy verde, muy frondoso, pero en invierno hace un frío de cojones, la oscuridad es más densa que en otros parajes y todas las leyendas, ciertas o no, parecen cristalizar en las pesadillas de Amaia para atormentarla, cebar su desazón y en definitiva, no dejarla en paz. Sigue leyendo

El guardián invisible (Dolores Redondo 2013)

El guardián invisible
Dolores Redondo
2013
Editorial Destino
433 páginas

A Dolores le ha salido un libro redondo. El guardián invisible no es su primera novela, pero es la que le ha dado a conocer al gran público. No cultivo mucho el género de la novela negra, que en algunas librerías ocupa unos cuantos metros del frontal y cada vez vende más, pero de vez en cuando sí que tengo a bien hincarle el diente a novelas como esta.

Una vez leída puedo decir que queme que me ha gustado y he experimentado algparecido a lo que sentí (o creo recordar que sentí) cuando hace años leí Némesis de Jo Nesbo u Ojos de agua de Domingo Villar.

La historia transcurre en el Valle del Baztán, en Elizondo, donde se están cometiendo unos asesinatos de niñas en la preadolescencia. La inspectora Ainhoa es la encargada del caso, y le toca jugar en casa, pues aunque vive en Pamplona, nació en Elizondo y conoce de primera mano la forma de ser y de vivir de sus paisanos, así como las leyendas del lugar; leyendas que hablan de brujas, de seres como el Basajaun, que forman parte del imaginario colectivo, leyendas a las que aferrarse cuando la cruda realidad les acerca al precipicio y entonces la magia o la brujería es una salida o un agarradera como otra cualquiera para las gentes del lugar.

Ainhoa deberá exorcizar los fantasmas del pasado, desempolvar y arrostrar esos recuerdos que yacen en su memoria dormida, espoleada en sus recurrentes pesadillas, recuerdos dolorosos, dado que su infancia no fue fácil, gracias a una madre nada maternal. A su vez, la relación con su hermana Flora es también turbulenta, agria, ya que sus vidas corren paralelas, desde la niñez, sin puntos de encuentro, enzarzadas en discusiones estériles y manidas, con palabras repletas de amargor, inquina y resentimiento. Al menos por parte de Flora.

El libro transcurre de tal manera que a medida que se van cometiendo los crímenes y Ainhoa y su equipo tratan de poner rostro al asesino, la autora nos va contando de rondón la niñez de Ainhoa, la relación con sus padres y hermanas, su paso por la base del FBI en Quantico, EEUU, su relación con James, sus más y sus menos con otros compañeros de trabajo que lejos de alegrarse por lo bien que le van las cosas, la desprecian y minusvaloran.

Como marco, El Baztán, la niebla, el frío, la lluvia, la humedad, unos parajes plagados de leyendas, supercherías, transmitidas de generación en generación, leyendas de las que nadie es capaz de renegar, pues incluso la propia inspectora en el curso de su investigación se verá obligada a hacer acopio de buenas dosis de racionalidad para no dejarse ir por ciertos derroteros mentales que la arrimarían a las leyendas tantas veces escuchadas alrededor de un fuego, o de un brasero.

Dolores Redondo busca cierta carga psicológica en cuanto se cuenta y tanto los avances de la investigación como las otras historias más personales sirven para dar más consistencia al personaje de Ainhoa, y siendo uno Riojano ciertas cosas que he leído, ciertos giros y formas de expresarse de Ainhoa y de los navarros que la rodean, me hacen gracia, por lo que tienen de coloquial y de conocido, además el pueblo de Elizondo lo tenemos bastante próximo e incluso recuerdo haber comprado, no txatingorris, sino chocolate negro con almendras delicioso, en el obrador de la pastelería Malkorra.

El ritmo de la novela es trepidante, sí, este uno de esos libros que no puedes soltar hasta que lo acabas y la intensidad de la lectura no decae en ningún momento, pero como todo tiene que acabar, cuando todo se precipita, y las piezas van encajando sientes un vacío y cierta tristeza camino del mostrador de la biblioteca.