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El necrófilo (Gabrielle Wittkop)

El anticuario Lucien N, cae en la muerte (mejor: en los muertos) como Narciso en su reflejo. Cadáveres que obtiene de tumbas así profanadas, en París, sin importarle la edad (niños o ancianas) o el sexo de los difuntos, en los que explorará sus orificios y articulaciones, derramándose en ellos. Cuerpos en descomposición, bómbices, luego carroña. Amoríos sin correspondencia en su casa refrigerada. Volcado Lucien en una voluptuosidad escatológica, registrada en su diario. Actividad la suya, no exenta de riesgos. Los cuerpos, ya desechados, los lanza al Sena. Se desplaza luego a Nápoles, el paraíso del necrófilo. Cumple el dictado de su pasión, constata que el cuerpo vivo, no le seduce ni logra extasiarlo. Gabrielle Wittkop hace con un motivo tan repulsivo y reprobable, un ejercicio de estilo, de delicada, seductora, arrebatada escritura.

Cabaret Voltaire. Traducción de Lydia Vázquez Jiménez. 2022. 128 páginas

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Space Invaders (Nona Fernández)

Space Invaders es un videojuego de mi infancia. Similar a la Plaga galáctica, consistente en matar marcianitos. El título de la novela, estructurada en tres apartados –tres vidas y el Game Over final- nos sitúa en Chile. Primero, en los años previos a la dictadura, más tarde en la dictadura (desaparecidos, degollados, asesinados) y más tarde en democracia. Los apellidos de nuestros compañeros de clase los tenemos grabados a fuego en el cerebro, todos. Sueños y recuerdos son aquí materia homogénea, búsqueda y desvelamiento; escritura para desde el sueño habitar la realidad, doliente, lejana, recobrada; la de una tragedia colectiva.

Nona Fernández en Devaneos

Mapocho
Chilean Electric
La dimensión desconocida

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Cacería de niños (Taeko Kono)

Cacería de niños (con traducción de Hugo Salas y editados por La Bestia Equilátera) son nueve relatos extensos (entre 20 y 40 páginas) de Taeko Kono escritos en los años 60. En ellos las protagonistas son mujeres. Casi todas están casadas y viven situaciones anómalas, para el lector, pero encajas con total normalidad por sus protagonistas. En “Cacería de niños” una mujer está obsesionada con los varoncitos. Su querencia parece rayana en la pedofilia. En “Una salida en la noche” el sexo entre dos parejas, y su intercambio parece estar ahí acechando como una sombra ominosa. En “El teatro”, una mujer, cuyo marido se fue a trabajar a Alemania, entra a formar parte de la intimidad de una pareja formada por una bella mujer y un jorobado. Él le cae a ella a trompazos, le patea la cara, pero parece formar parte todo de un juego erótico. La violencia y el dolor, son un plus a la relaciones sexuales; plus que es frecuente en bastantes relatos de Taeko. Comparece también la enfermedad. En “Nieve”, una mujer está traumatizada con la presencia de la nieve, pensando que su salud depende del contacto con la misma. Y esos miedos o traumas los arrostra de adulta, buscando la paz a tanto desvelo en la nieve, como Walser. Pero como los relatos de Taeko quedan siempre abiertos, nos quedamos los lectores con la duda del desenlace. En “Cangrejos”, una mujer enferma de tuberculosis, busca recobrar su salud en un balneario. Salud puesta en peligro cuando reciba la visita de un sobrino, empecinado este en ir a cazar cangrejos. La tía, en el afán de contentar al niño, lleva sus fuerzas al límite, animada por su inconsciencia y quién sabe si también por una pulsión suicida. En “Carne con hueso”, una mujer vive sola. Sus obsesiones van camino de acabar con ella. Entre tanto no sabe qué hacer con las cosas de su marido ausente. “Una colonia de hormigas” nos sitúa en el seno de una pareja. Cuando ella tiene una falta, la pareja fantasea con la posibilidad de ser padres, al tiempo que propicia una retrospectiva sobre su relación. “Marea alta” nos habla sobre los secretos familiares que una niña desvelará en su edad adulta. En consonancia con el espíritu de los relatos, no es extraño que aparezca una madre filicida. Los “Últimos momentos” son los de una mujer que antes de cruzar el umbral hacia el más allá, trata de dejar las cosas apañadas, escribiendo notas para que las lea su marido o la próxima mujer de este.

Son relatos fríos, duros, inhóspitos, y sorprendentes en muchos aspectos, tanto por su temática (muy alejados de los cauces de la narrativa más convencional) como por su desarrollo y culminación (aunque como digo siempre quedan los relatos muy abiertos).

Bueno.

JAC

Querido Alberto:
Lo que te ocurre con los libros ya no le pasa a nadie. Mera artesanía, tecleo a peso, ¿qué efectos puede tener en uno algo así? Tus libros son antiguos. Cuando no se soñaban ante una pantalla, sino con tinta, émula siempre de la sangre. Hoy no se escriben libros con la vida, sólo con la literatura. Por eso no dejan secuelas en nadie, salvo en ti. Que no los escribes, los encarnas. Así eran los escritores entonces. Tenían biografía. Hoy tienen currículos. Por eso los libros cada vez se parecen más a los periódicos y menos a los libros.

Vía | El visir de Abisinia – José Ángel Cilleruelo.