Fiódor Dostoievski

El jugador (Fiódor Dostoievski)

Fiódor Dostoievski (1821-1861) escribió esta novela en poco más de tres semanas -acuciado por las deudas- lo cual nos permite hacernos una idea del talento del autor.

He leído la edición de la colección las 100 joyas del milenio de El Mundo con traducción de Victoriano Imbert. Una traducción notable, aunque haya por ahí alguna errata. La premura con la que Dostoievski escribió esta novela no debe llevarnos a pensar esta novela como un pasatiempo trivial. No lo es en absoluto. Sí que es es una sátira feroz, una parodia folletinesca demoledora.

El título de la novela, El jugador, ya nos sitúa: la acción transcurre en la localidad de Ruletenburgo -chascarrillo del autor, que es solo una pequeña muestra del humor corrosivo que se gasta Dostoievski-. Uno de los grandes logros de la novela es Alexéi, el narrador, el cual entre bromas y veras, con su histrionismo, sus salidas de tono, su irrespetuosidad, su descortesía, su amor kamikaze no correspondido -o eso parece- hacia Polina, su desquiciamiento y su dudosa moralidad, resulta ser el más franco de todos, el más integro, el más puro en su naturaleza convulsa y demoniaca; alguien adicto al juego, un botarate que prefiere jugar -o trabajar como lacayo- a robar, que desprecia el dinero que gana, convertido su día a día en una noria, donde la ruleta del Casino lo hace rico -como lo hunde en la miseria- de un día para otro.

Dostoievski hace una crítica feroz de la sociedad aristocrática representada por aquellos cuya condición social es la de herederos; mediante esas fortunas que pasan de padres a hijos, de tal manera que no conocen lo que supone trabajar, el esfuerzo y todo aquello que queda relegado para las clases populares, que solo entran en sus dominios como lacayos serviles.

La situación se lleva al límite porque los herederos esperan que la abuela, Antonida Vasílievna, la palme en breve, lo cual no sólo no sucede, sino que se presenta sin avisar en Ruletenburgo para dejarlos, primero conmocionados, y luego al borde del precipicio, cuando Antonida de la mano de Alexéi, decida jugar y perder casi toda su fortuna en la ruleta para infortunio de sus anhelantes herederos.

Muchas cosas me han gustado de la novela, en especial la «presunta» amoralidad de Alexéi y sus salidas de tono y comentarios jocosos, sus invectivas muy agudas sobre los franceses, los ingleses, los polacos o sus compatriotas los rusos y ese humor que impregna toda la narración, con dos escenas descacharrantes: una, cuando Antonida le echa un rapapolvo a un empleado del hotel porque este no sabe el nombre del rostro de la persona que cuelga en el retrato de su habitación ¡y que encima es bizca¡ y la segunda cuando Antonida tras romper la banca en el casino, va regalando federicos a diestro y siniestro, sin reparar si los destinatarios de su generosidad son mendigos o transeúntes, originando situaciones graciosísimas.

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Ensayos sobre música, teatro y literatura (Thomas Mann)

Thomas Mann
Alba Editorial
Traducción de Genoveva Dietrich
332 páginas
2002

Me ha fascinado esta colección de relatos de Thomas Mann sobre música, teatro y literatura. En estas páginas Mann habla de figuras de la literatura tales como Tolstói, Cervantes, Dostoievski, Goethe, Zola, Fontane, Chéjov, Schiller y Strindberg.

Algunos ensayos son muy breves, como el dedicado al dramaturgo Strindberg, de quien destaca sus conocimientos enciclopédicos sobre un sinfín de materias, a quien su anhelo de lo celestial, de lo puro, y bello, le inspiró obras inmortales.

Respecto a Zola, donde se menta el caso Dreyfus -cuando Zola sale en defensa del militar, y asume la hostilidad y el rechazo que le genera su apoyo, en pos de la justicia- Mann se lamenta de nuestra regresión moral, donde la apatía y el miedo nos convierten en lisiados morales.

Un viaje por mar en un trasatlántico rumbo hacia América le permite a Mann releer el Quijote de Cervantes -porque Mann no comparte eso de que las lecturas de viaje hayan de ser pasatiempos frívolos, tonterías para pasar el tiempo, no entiende que haya que rebajar las costumbres intelectuales- y proceder a su análisis -el de un obra cumbre de la literatura universal, según Mann- y establece analogías en algunos capítulos con El asno de oro de Apuleyo. Resulta interesante lo que comenta de la segunda parte del Quijote, escrita como una defensa de la primera y salvar su honor literario, al ver como un imitador de su obra quiere lucrarse con su continuación. Una segunda parte que no procedía pues según Goethe los temas ya se habín agotado en la primera parte. Quijote, un loco, que no necio, de quien Mann valora -entre otras muchas cosas de la novela- su crueldad juguetona, sus practicas mistificadoras en las bodas de Camacho, esa disposición autoral a humillar y ensalazar a su personaje -en su dualismo cristiano- sus discursos sobre la educación, sobre la poesía natural y artística, cuando aparece en escena el hombre del Verde Gabán, o la defensa de la libertad de conciencia que expone Ricote.

Habla de Dostoievski -de fisinomía doliente y trágica; un hombre que estaba en el infierno- y de sus obras cumbres: Crimen y Castigo de la cual dice que es la mejor novela policiaca de la historia de la literatura, o de Los Demonios, cuyo personaje Stavroguien le resulta el más siniestramente atractivo de la literatura universal. Se habla de la enfermedad y del espíritu creador, y ahí aparece entonces Nietzsche, otro enfermo -de parálisis progresiva- y entienden más la enfermedad como algo que los fortalece, que aviva su creatividad. Dostoiveski sufría de epilepsia, fue condenado a muerte con 28 años y se salvó por los pelos, para luego ir confinado a Siberia cuatro años. A pesar de su enfermedad y de sus circunstancias personales, muchas de las veces aciagas, el genio ruso dejaría para la posteridad, obras -además de las antes citadas- memorables como Los hermanos Karamavoz o Los idiotas.

Cuando habla de Chéjov, Mann realza su humanidad, su humildad, su falta de pompa y boato, alguien que dudaba de su capacidad, de su genio creador, que necesitó un empujón -cuando recibe una carta del escritor Dmitri Vassílievich Grigórovich -amigo de Turguéniev, Dostoievski y Belinski-, en la que éste siente impelido a rogarle que no pierda sus energías en bagatelas literarias y se concentre en proyectos verdaderamente artísticos- que lo llevaría tras ese momento epistolar -asombroso, conmovedor y decisivo- a escribir algo más serio, quien incluso obtendría el reconocimiento de Tolstói, autor que se encontraría en sus antípodas, pues donde en uno -en Chéjov- primaba la humildad, la asunción de sus límites, la sospecha de que engañaba a sus lectores al ser incapaz en sus obras de dar respuesta a las grandes preguntas, el otro -Tolstói- era la ufanidad de saberse el padre de las letras rusas, el dueño de un prosa colosal, al alcance de muy pocos, el autor de obras como Ana Karenina o Guerra Paz, obras maestras indiscutibles, que en el caso de Ana Karenina conocemos sus pormenores, lo que a Tolstói le costó escribirla y lo harto que acabó de Ana.

Luminoso es el ensayo sobre la figura de Wagner, ese escritor y músico que da un paso más en la concepción de la ópera, que quiere convertirla en algo más que un adorno sonoro a un espectáculo burgués, buscando uniones dramáticas más puras, más acordes. Wagner que alumbraría obras inmortales como El anillo del Nibelungo, El holandés errante, Lohengrin…que encontraron el reconocimiento popular.

A Goethe, Mann lo sitúa entre los grandes de la literatura alemana e universal. Se decía en su día que el siglo XVIII había dejado tres hechos fundamentales: La Revolución Francesa, La Teoría de la Ciencia de Fichte y Wilhelm Meister. Para Mann la autobiografía de Goethe, Poesía y verdad. Sobre mi vida, es la mejor autobiografía del mundo. Mann nos entera del paso de Goethe por Italia donde encuentra la totalidad y la felicidad, sus devaneos amorosos, sus múltiples amores que sirven como alimento para sus obras, para una mayor experiencia vital.
Un Goethe que su madre de 18 años arrojó al mundo, bajo el aspecto de una masa negra que parecía muerta. !Elizabeth, el niño vive!, clamó la abuela de Goethe.
83 años después, tras haber visto Goethe la guerra de los Siete Años, la guerra de la Independencia americana, la Revolución francesa, el ascenso caída y Napoleón, la disolución del Sacro Imperio Romano, Goethe moría y nos dejaba un legado imperecedero.

Estos ensayos de Mann son para leer y releer en bucle, un alimento para el espíritu y surtidor de futuras y múltiples lecturas que pienso llevar a cabo.

Errata Naturae

Karl y Anna (Leonhard Frank)

Errata Naturae
2012
Traducción de Elena Sánchez Zwickel
109 páginas

Pongamos por caso que una mujer recién casada ve como su marido es enviado al frente de batalla durante la Primera Guerra Mundial y como poco después recibe una carta informándola de que su marido ha muerto.

Pongamos por caso que el marido no ha muerto, y que durante cuatro años sobrevive junto a un compañero en la estepa siberiana y que a fin de aliviar su soledad bajo la bóveda celeste, uno de ellos, Richard, que está casado con Anna, le cuenta a su compañero Karl los pormenores de su relación con gran detalle y prolijidad y con mucha capacidad de asimilamiento por parte de Karl. Pongamos que un mal día los separan y Karl huye, y durante cuatro meses solo tiene una idea, una Itaca en su cabeza, una Penélope en su pensamiento.

Pongamos por caso que cuando Karl se planta ante Anna y le diga que es Richard, ella sin saber porqué no lo ponga de patitas en la calle y quiera que los estragos de la soledad, la esperanza que siempre busca aflorar y los recuerdos de Karl capaz de hacerla revivir un pasado que Karl conoce de oídas, pero que para él es verdadero porque lo siente y cree como tal les lleva a compartir techo y catre y. Así una situación inverosímil va cuajando en el día a día, a medida que la dicha alimenta su presente y la felicidad es algo que pueden tocar cada mañana.

Todo esto resultaría ya demasiado bonito, demasiado empalagoso si se prolonga en el tiempo, así que pongamos por caso que Richard vuelve, y la pareja de tórtolos ya conoce de ese retorno, pues reciben una carta que será el heraldo de su infortunio y serán entonces presos de una espera que los devora. Ante el regreso de Richard se puede resolver el entuerto al estilo de Puerto Urraco o al estilo lorquiano -con bien de facas ensangrentadas- o en plan francés, dándose todos besitos y entendiendo la infidelidad como algo normal. El autor, Leonhard Frank (1882-1961), es alemán así que la novela acaba como acaba. ¿Cómo?. Descubrirlo por vosotros mismos.

Lo interesante de la novela es que plantea esto del amor como una cuestión de oportunidad, de que dos personas coincidan en el momento exacto -como ya dijo también Delibes en La sombra del ciprés es alargada-. Si el que regresa fuese Richard es muy posible que Anna también se sentiría igual de feliz. Es curioso ver cómo Anna ante los recuerdos fabricados de Karl experimenta algo que la remueve, porque aunque las palabras son solo eso, quizás sean también la llave -como se verá- para que Karl pueda acceder a los dominios carnales y espirituales de su amada.

Wislawa Szymborska
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Lecturas no obligatorias. Prosas (Wislawa Szymborska)

Szymborska (1923-2012) comenta que cuando le propusieron reseñar libros en el periódico donde trabajaba, en lugar de decantarse por novelas, ensayos o reediciones de clásicos, se decidió por abordar otro tipo de literatura: guías, libros de divulgación, calendarios, manuales…

Respecto a reseñar, Szymborska decide que lo suyo no serán reseñas al uso, porque ella es un lectora amateur y quiere seguir siéndolo, sobre la que no recaiga el apremiante peso de la constante evaluación.

Y dice cosas que comparto sobre la lectura y los libros como esta:

Soy una persona anticuada que cree que leer libros es el pasatiempo más hermoso que la humanidad ha creado. El homo ludens baila, canta, realiza gestos significativos, adopta posturas, se acicala, organiza fiestas y celebra refinadas ceremonias. Para nada desprecio la importancia de estas diversiones: sin ellas, la vida humana pasaría sumida en una monotonía inimaginable y, probablemente, la dispersión. Sin embargo, son actividades en grupo sobre las que se eleva un mayor o menor tufillo de instrucción colectiva. El homo ludens con un Libro es libre. Al menos, tan libre como él mismo sea capaz de serlo. Él fija las reglas del juego, subordinado únicamente a su propia curiosidad.
Lo que asoma en estas reseñas -o no reseñas- es una manera de entender el mundo -el de las letras también, incluyendo una posible soledad galáctica- una mirada que resta pomposidad y gravedad a la literatura, pero que no la trivializa, y que mediante un humor muy sutil y reflexiones muy jugosas y agudas, nos vemos leyendo lo que Szymborska tiene que contarnos sobre lo que a ésta le deparan lecturas con títulos tan apasionantes como: Arte floral, Cuando los manzanos echen flor, Accidentes domésticos, El alfabeto chino, Vademecum del turista a pie, El ciervo, Aves domésticas, Cuando el perro enferma, Empapelando la casa, La infancia de los animales, Los pájaros de Polonia, El botón de la literatura, etc. La retranca de Szymborska llega al punto de dedicarle un espacio al Calendario de pared del año 1973.

Entre mis artículos preferidos -por citar algunos- pues hay muchos, citar: Viejos amigos, El mito de la poesía, Lo que queda atrás, Realidad y ficción, ¿Qué es soñar?, Disneylandia. En estos ensayos bajo el aspecto de (no) reseñas la autora trata asuntos muy interesantes, me gusta lo que dice de la poesía (la visión que tiene de la misma); ella que fue poeta, además de editora, traductora y columnista.

Hay veces en las que te alegras especialmente de visitar un país, una ciudad, de conocer a alguien en persona, o bien -como en este caso- de dejar que una escritora como Szymborska entre en tu vida, ya para quedarse.

Lecturas no obligatorias. Prosas, Wislawa Szymborska, traducción del polaco por Manell Bellmunt Serrano. Ediciones Alfabia, 2009.