Pío Baroja

Las inquietudes de Shanti Andía (Pío Baroja)

Pío Baroja (1872-1956) publica Las inquietudes de Shanti Andía en 1911, antes de cumplir los cuarenta años. Fue el primer libro de los muchos que dedicaría al mar: El laberinto de las sirenas, Los pilotos de altura, La estrella del capitán Chimista, etc.

Baroja se inspira en las novelas de Edgar Allan Poe y Stevenson, entre otras, para pergeñar este apasionante relato náutico, donde no faltan como en toda novela de aventuras marítimas que se precie los amotinamientos, los abordajes, los naufragios, el cautiverio, la fuga de los presos, singladuras por todos los mares y océanos (recorriendo las islas del Pacífico, luchando con los huracanes del Atlántico, con los tifones del mar de la China, con los bancos de hielo del cabo de Buena Esperanza…) los tesoros escondidos que luego afloraran, etc.

El protagonista es Shanti, quien ya en su vejez, asentado en un pueblo de la costa guipuzcoana rememora lo que ha sido su existencia; los años escolares que recuerda con amargura, una vida plagada de aventuras, primero en su mocedad, como la aventura de la gruta del Izarra, y luego ya de adulto como marino pródiga en viajes, amores y desamores, cuyas andanzas se complementan -y son el sustrato de la novela- con las de su tío Juan de Aguirre, al que su familia dará por muerto y oficia su funeral, embarcado éste en un barco negrero, y a quien le suceden toda suerte de aventuras, que nos referirá en el manuscrito que antecede al epílogo final.

No faltan las referencias a las tensiones políticas que se vivían en España entre carlistas y liberales, es curioso leer el contraste entre los parajes norteños de los pueblos costeros guipuzcoanos y lo que acontece en Cádiz, esa ciudad luminosa, de plazas alegres y calles rectas, de iglesias blancas como huesos calcinados, caldeada por el sol, donde el joven Shanti conocerá las bondades del buen tiempo, la miel de amor, la hiel del desamor.

Baroja mezcla lo poético y melancólico en la descripción de los paisajes exteriores e introspectivos, con lo explícito que sucede en el mar, donde se refiere al detalle, por ejemplo, todo aquello que tiene que ver con los barcos negreros, donde a los hombres, mujeres, viejos y niños negros que iban a ser vendidos como esclavos se les conocía como «madera de ébano y fardos» y que las más de las veces no eran otra cosa que pasto de los tiburones.

La narración es un divertimento continuo y la edición que he leído, de Cátedra, nos permite ver como Baroja va construyendo su narración, haciendo ficción, sobre lo que otros muchos han escrito antes; una narración fruto de una laboriosa labor de documentación, en constantes acotaciones de lecturas ajenas, donde el mérito estriba en que aquello que leemos tenga vida propia. La tiene. Creo que Shanti y Juan de Aguirre, son dos personajes perdurables, de una novela que me anima a leer más novelas de Baroja.

Rubén Alba

Elvira (Rubén Angulo Alba)

A pesar de lo que leamos en la sinopsis (un hombre que se debate furiosamente entre la vida y la muerte), esta novela de Rubén Angulo Alba dista mucho de ser algo parecido a la película Buried, para situarnos, pues la presunta tensión que debería poner nuestro corazón en modo centrifugado, no me parece tal.
La historia no tiene apenas chicha y tal que como se nos narra, al menos en mi caso, me ha resultado muy poco atractiva, así tanto el destino del fulano que está debajo de los palés, como los devaneos mentales-sexuales-filosóficos con los que mata su angustia, me resultan indiferentes.

Respecto al estilo del autor -¿mezcla de erudición (mentar a Platón y alguna obra clásica, no otorga a un autor el estatuto de erudito, pero bueno, en los libros que uno se autoedita cada cual califica su obra como le place) y sarcasmo?, según reza la sinopsis- no he encontrado nada en él interesante.

Me ha resultado curiosa de leer porque se cuentan en el prólogo de la novela cosas que suceden en la ciudad de Logroño, y esos paseos por la zona del Revellín y la biblioteca me resultan muy familiares.

Editorial Ochoa. 2016. 108 páginas.

Bodas de sangre y Yerma

Bodas de sangre y Yerma (Federico García Lorca)

Bodas de sangre (1931) y Yerma (1934) son dos dramas teatrales lorquianos que comparten elementos comunes. En ambos, las protagonistas son mujeres dolientes cuyo sino es la amargura y su porvenir la desdicha. En bodas de sangre la novia se va a casar con el hombre que no ama y esto no le trae nada bueno, sino dolor y una tragedia descomunal que acabará con la muerte del novio y la de su amado Leonardo, en una reyerta entre ambos, en esos parajes desérticos que solo conocen la humedad de la sangre.

En Yerma, una mujer casada, tras dos años y pico sin descendencia se atormenta con el pensamiento de que nunca podrá ser madre, una situación que su marido, que no quiere tener hijos, no ve con malos ojos, no compartiendo por tanto el dolor y la desesperanza de su mujer, a quien le cargan el muerto de no poder tener hijos, de ahí su apodo. Aunque luego se verá que la mala simiente es la del marido, y al igual que en Bodas de sangre acabará también el drama con un crimen.

Si en Bodas de sangre la novia huye a la desesperada con su amor verdadero y consuman su postrero amor, Yerma no hará lo propio con Víctor, el trasunto de Leonardo, pues siempre rondan por medio el honor, la dignidad, la casta, todos aquellos valores que castran la libertad de la mujer y le impiden a esta superar el rol, impuesto por la sociedad (manifestándose esta a través de esos «dicen que», las murmuraciones y las maledicencias), de esposa servil, supeditada siempre a los deseos del hombre, entendido éste como el macho dominante, y la mujer, la hembra reducida a procrear, atender el hogar y tener al marido entre algodones.
Estos textos exigen ser declamados para un mayor disfrute, para apreciar toda su fuerza trágica, toda su poesía fúnebre. Lorca logra desgarrar(nos), llevar los sentimientos al límite, rayano con el paroxismo, metiendo las dos manos en el alma humana y creando personajes inmortales.

Hemos de tener presente también que estas obras se escribieron a comienzos de los años 30 del pasado siglo, lo que suponía, creo, una crítica feroz al papel que la mujer desempeñaba en la sociedad y hacía pensar con la llegada de la República en un horizonte distinto, que la guerra civil, y la dictadura de Franco truncarían, devolviendo de nuevo al país a las cavernas y a ofreciendo a la mujer de nuevo un porvenir abortado cifrado en sus labores.

Ramón J. Sender

Réquiem por un campesino español (Ramón J. Sender)

Ramón J. Sender
1950
Destino
103 páginas

Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sender (1901-1982) junto a Los girasoles ciegos, La noche feroz y A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, son los mejores libros que he leído sobre la guerra civil española.

La novela es una obra maestra de concisión y profundidad; apenas cien páginas son suficientes para enterarnos del fatal final de Paco el del Molino, a quien el cura Mosés Millán bautiza, da la comunión, confirma, casa y finalmente da la extremaunción (a resultas de su buena fe y del poco conocimiento de la maldad humana por parte del cura), cuando el ingenuo Paco que soñaba con un mundo mejor y más justo y anidaba en su interior sentimientos de piedad y compasión que le impedían cruzarse de hombros ante la miseria rampante, constata que aquellos que habían tenido siempre el poder no lo iban a soltar de la noche a la mañana, tal que después de las elecciones y la sustracción de unos terrenos al duque, a mediados de julio de 1936, las aguas (o ríos de sangre) volverán a su cauce, y cómo los paseíllos, las ejecuciones en las tapias de los cementerios y los cuerpos luego arrojados como perros en las cunetas, pondrán las cosas de nuevo en su sitio.

El desenlace se nos va enterando mediante un romance que tiene por protagonista a Paco, el ejecutado. Un final que no acaba con la muerte de Paco, sino con el recochineo y ensañamiento postmortem de oficiar una misa en su nombre, por parte de aquellos que lo mataron o colaboraron: Valeriano, Gumersindo y Cástulo.