Escenarios

A diferencia del pasado siglo, esa conciencia (colectiva) está hoy en Internet, no se crea desde la cátedra o la buhardilla, sino desde grandes corporaciones que, con el uso masivo del big data, dominan la economía financiera y formatean a sus consumidores mediante métodos adictivos e invasivos. Los sueños de la religión o de la revolución están ahora en manos de ingenieros computacionales.

Juan Arnau (El sueño del emperador) vía Babelia (29/12/2018)

Castoriadis: El postcapitalismo ha logrado fabricar al individuo que le ‘corresponde’, uno perpetuamente distraído y pasando rápidamente de un goce a otro, sin memoria ni proyecto, listo para responder a todos los requerimientos de una maquinaria económica que destruye la biosfera y se concentra en la producción de ilusiones denominadas mercancías.

1540-1

Luz de tormenta (Ángel Zapata)

All that we see or seem/ Is but a dream within a dream

Poe

Luz de tormenta de Ángel Zapata (Madrid, 1961) aglutina 61 rayos o fogonazos, distribuidos en cinco grupos de once y un epílogo con seis entradas. Cierra el libro un buen número de dedicatorias. Se escribe para ser leído y también (se ve) para ser agradecido. Textos que caen del lado del microrrelato pues ninguno supera las 20 líneas.

Dado que Zapata en su escritura es surrealista pensaba que estos parágrafos vendrían marcados por una prosa automática. No me he visto en ese trance. Nada que ver. El texto se nota que viene escurrido, de-cantado (bajo la forma de un réquiem, de una voz ultratómbica, de un noser (azul) salmódico) hasta que solo queda el carozo, aunque de hueso los textos tienen poco y me adscribo, dicho sea de paso, al deseo del cuento Puerta cerrada (“Habría que acabar con la dureza…”), a un porvenir emoliente.

Aquí se deja la conciencia en la sala de espera (o del desespero; eso ya va a cuenta del lector) para amasar con palabras nuestro inconsciente, que me evocan a muchas páginas de Cărtărescu en novelas como Solenoide o El ala izquierda, por su naturaleza onírica, en ese desplegar tiras de Moebius donde se licuan realidad y ficción, sueño y vigilia, haz y envés, pasado, presente y futuro; pasado del que vienen los asfódelos del Hades, el Dédalo capaz de poner en movimiento a la Verdad con plata líquida, Oscar Wilde con su sueño de convertir las mezquitas en tulipanes, Durruti disparando a las piernas de la parábola de los vendimiadores; la etimología que nos entere de que tulipán y turbante tienen la misma raíz (y su mismo designio estético).

Hasta tres veces he leído los textos, no para entenderlos mejor, sino para disfrutarlos en mayor medida. No van los tiros -o no es su diana principal- por el lado del significado, aunque sí es un desafío (y por tanto un juego) casar la mordedura del texto con el corazón dentado de cada uno de los 61 títulos. O quizás sí van por ahí los tiros y desconcertado («No es raro que la tiza caída al pie de las pizarras sea la causa del invierno«) y acertado yo desde el minuto cero, esto se escriba desde una herida emancipada y sin cuerpo.

Lo urgente y lo esencial

Entre sus grandes influencias y las obras a las que siempre relee, Tavares señaló que aunque Cartas a Lucilio, de Séneca, tiene dos mil años, es muy actual. “En mis clases llevo el libro y el periódico del día, y el libro resulta más actual. Séneca es una referencia”, confirmó el escritor que nació en Luanda (Angola), en 1970 y explicó que este interés contemporáneo en la obra del narrador romano es porque “en su primera carta, Séneca habla del tiempo, como todas las personas en el siglo XXI. Séneca le contesta a Lucilio diciendo que le sugiere que haga una lista de las cosas que ha hecho durante un día y cuánto tiempo le han tomado, y después haga otra tabla donde separe lo que es esencial de las cosas que son secundarias. Al final le dice ‘mañana haz sólo las cosas esenciales y tendrás todo el tiempo del mundo’”. Pero también le interesa Séneca porque habla de la muerte, admitió Tavares, porque “ser filósofo no es saber teorías, es saber que vas a morir y vivir sabiendo que vas a morir”. “Si una persona va a ver una película que no es buena o lee un libro que no es bueno, actúa como si fuera inmortal, como si tuviera todo el tiempo. La idea de que cada día es una dádiva, sin sentido religioso, me gusta mucho porque nos coloca en la urgencia de la existencia. Séneca me dio la idea entre lo urgente y lo esencial, que es lo que cambia la vida de las personas. Tenemos en nuestras vidas una cuestión: pasamos mucho tiempo atendiendo cosas urgentes y no las esenciales. Hay que volver urgente lo esencial, ponerle ese sello. Cuando preguntas a una persona por qué no ha cumplido los sueños que tenía a los 20 años, no sabe responder y eso hay que pensarlo, por eso es importante la filosofía”.

Vía | Página|12

Una noche en el paraíso

Una noche en el paraíso (Lucia Berlin)

Cuando leí Manual para chicas de la limpieza, el anterior y exitoso libro de relatos de Lucia Berlin (1936-2004) ya comentaba que me parecía demasiado extenso (eran 43 relatos), que le hubiese venido bien una buena poda, tal que el conjunto restante hubiera ganado así en intensidad. Una noche en el paraíso va en esta línea. Son 22 relatos, no muy largos, con traducción de Eugenia Vázquez Nacarino, ambientados en Chile, México, Manhattan y Oakland a lo largo de unas cuantas décadas.

Las protagonistas de los relatos son mujeres, pues los hombres son de quita y pon. La mayoría de ellos sabemos de su existencia porque han dejado tirada o embarazada a alguna mujer y se han dado el piro. O bien hombres que están ahí pero como si no lo estuvieran. David. Habla conmigo por favor, le impreca una mujer a su esposo al concluir el relato Tiempo de cerezos en flor. Hay espacio para el remordimiento como esa amiga que no tiene coartada ni justificación para la muerte de su amiga, asesinada, pues cuando ella le llamaba por teléfono no atendió a su (última) llamada. O bien esa abuela que su flotar en el mar viene a ser como un baño placentario, como una vuelta a la vida previa, liberada ya de las cargas familiares, libre al fin y agradecida por ello a la Virgen.

En los relatos de Lucia el amor, la necesidad de querer, es una pulsión irrefrenable, así vemos por ejemplo cómo en Andado, un romance gótico, una joven que se siente subyugada por un hombre y más tarde conquistada y con el que hace el amor,en su primera vez, se enterará de que ha sido mancillada ¿por un momento tan breve y confuso? ¿lo sabrá la gente al mirarme? se pregunta. Otros relatos ofrecen ciertas novedades como Perdida en el Louvre donde la protagonista se pasea por París sin que tanta belleza la conmueva, entre otras cosas porque va sola y no tiene a nadie con quien compartir ni lo que ve ni lo que piensa. En ese relato hay una sentencia interesante: Morir es como derramar mercurio. Enseguida resbala para volver a mezclarse en la amalgama palpitante de la vida.
Estos relatos exudan vida, sí, son vitalistas, la vida palpita y rezuma en ellos y Lucia sin grandes alardes, sin una prosa recargada, consigue emocionar, merced a una ternura que sin echar balones fuera, logra algo parecido a una reconciliación con la naturaleza humana, a menudo tan alterada, levantisca, mostrenca e inconformista. Creo que solo por eso ya vale la pena dedicarle unas horas a leer estos relatos de Lucia.