


Cádiz (Benito Pérez Galdós)
Cádiz, escrita por Benito Pérez Galdós los meses de septiembre y octubre de 1874, es la octava novela de la primera serie “La guerra de la Independencia” de los Episodios Nacionales. Me ha resultado la más floja de las que llevo leídas. Caigo ahora en la cuenta de que Galdós es el autor que más he leído, pues con Cádiz, son ya diez títulos suyos cuya lectura he completado. Cifra que crecerá ostensiblemente cuando finalice la lectura de los episodios este año.
El problema aquí tiene que ver creo con las expectativas puestas en la novela. Recuerdo cuando leí El asedio de Pérez-Reverte, ambientada en Cádiz en fechas parecidas. Aquí al contrario de lo que sucedía en aquella novela o en otros episodios como Gerona o Zaragoza el asedio es algo anecdótico objeto de chufla, lo que daría hoy mucho juego a las charangas del carnaval gaditano.
Lo relevante es que las cortes se trasladan a Cádiz y aquí en 1812 se aprobará la primera constitución española. El poder pasará entonces al pueblo en el que residirá la soberanía nacional. Algo inaudito pues hasta entonces los reyes ostentaban el poder y el pueblo obedecía.
Prima en la novela el contenido folletinesco. El narrador es otra vez Gabriel, aquí más afortunado en cuanto a la consecución de ese amor que se le sustrae una y otra vez. En escena Amaranta y sus intrigas con Gabriel a su sombra. El condesito de Rumblar tiene una presencia episódica, sin apenas relieve. El objeto de la narración se centra en Lord Gray, británico muy particular, en unión con los españoles en lucha contra los invasores franceses. Todo apunta a que Lord Gay un tipo monolítico, sin fisuras, majestuoso en lo estético y en lo ético, buen conservador, inteligente, valeroso, galante, tiene todas las papeletas para ganarse el corazón de la joven Inés, algo que Gabriel no se tomará muy bien, llegando incluso, todo despechado, a tomar las armas en un duelo contra el inglés para conquistar el amor de su amada, una plaza nada fácil. El folletín se redondea con la presencia de otras dos zagalas: Presentación y Asunción, hijas de Doña María, tal que una de ellas caerá bajo el influjo amatorio del británico, al tiempo que le permite a Galdós reflexionar acerca de conceptos como el honor y el decoro.
Con el gracejo característico en la vivaz prosa de Galdós muy de refilón nos hace ver cómo va asumiendo el pueblo esto de la soberanía nacional y la democracia como hace el Diccionario manual, para el que la democracia es una especie de guardaropa en donde se amontonan confusamente medias, polainas, botas, zapatos, calzones y chupas, con fraques, levitas y chaquetas, casacas, sortúes y capotes ridículos, sombreros redondos y tricornios, manteos y unos monstruos de la naturaleza que se llaman abates. O la idea que de la misma tiene una mozalbete ceceante: es aquella forma de gobierno en que el pueblo, en uso de su soberanía, se rige por sí mismo, siendo todos los ciudadanos tan iguales ante la ley que ellos se imponen, como lo somos los desterrados hijos de Eva a los ojos de Dios.
Al amparo de la libertad de la imprenta surgen periódicos como El Revisor Político, El Telégrafo Americano, El Conciso, La Gaceta de la Regencia, El Robespierre Español, El Amigo de las Leyes, El Censor General, El Diario de la Tarde, La Abeja Española, El Duende de los Cafés y El Procurador general de la Nación y del Rey; algunos, absolutistas y enemigos de las reformas; los más, liberales y defensores de las nuevas leyes.
Se resuelve bien la historia esta vez para Gabriel, pues parece conseguir si no el fervor, sí al menos la compañía de Inés, dispuesta ella a seguirle y huir juntos. Comentar, para concluir, que Inés descubrirá la identidad de su verdadera madre y lo que ello le acarreará al tratar de sustraerse a la férula de Doña María y de la Marquesa de Leiva.
Benito Pérez Galdós
Episodios Nacionales
Primera Serie: La guerra de la Independencia
1- Trafalgar
2- La corte de Carlos IV
3- El 19 de marzo y el 2 de mayo
4- Bailén
5- Napoleón en Chamartín
6- Zaragoza
7- Gerona
8- Cádiz
Estampa de la España de comienzos del Siglo XIX

Cifras y letras
Faulkner escribió Mientras agonizo en 42 días. Leyendo el amenísimo libro del gran crítico literario Javier Goñi Cinco horas con Miguel Delibes, editada por Fórcola, me entero de que Delibes escribió El camino –libro que cuando era estudiante de 8º EGB (ahora 2º de la E.S.O) era una de esas lecturas obligatorias; ahora a los jóvenes les hacen leer Ana y la Sibila, La catedral, Marina, y similares- en tan solo 21 días, a razón de un capítulo por día. Habla de escritura en el sentido material. No desvela cuánto tiempo le llevó pensarla, incubarla en su mente. Afirma también que cuando sus libros comenzaron a ser objeto de tesis y tesinas, aquello le comenzó a cohibir, tal que si tuviera que haber escrito ese mismo libro años después quizás le hubiera llevado también 21 días escribirla, a lo que hubiera que haber añadido el tiempo dedicado a corregirla, fruto de la vacilación, otro año más, dice.
Se ve por tanto que cuando se alcanza cierto estatus en el olimpo literario y pasa a ser uno ya objeto de estudio, cuando un libro se analiza entonces con lupa, no cabe ya la despreocupación. Algo que me recuerda a lo que afirmaba también Francisco Umbral en Mortal y Rosa, cuando sus libros, su obra, pasaron a ser materia prima para estudios lingüísticos y lo que él plantaba sobre el papel sin darle demasiada importancia, en manos de los estudiosos adquiría toda clase de significados que el propio autor desconocía. De esto va la alquimia literaria, de la reciprocidad entre significante y significado.