Erri De Luca

Imposible (Erri De Luca)

Imposible
Erri De Luca
Traducción de Carlos Gumpert
Año de publicación: 2020
160 páginas

En Imposible la última novela de Erri De Luca éste echa de mano a temas que ya han aparecido en su producción narrativa y pienso en los relatos de El contrario de uno, en los que estaban muy presentes cuestiones autobiográficas del autor tales como su pasión por la montaña o sus años de activismo político. Ambos temas sostienen aquí casi en exclusiva esta novela que se estructura como el interrogatorio que un juez instructor mantiene con un hombre al que acusa de la muerte, por asesinato, de otro hombre, sucedida en la montaña. Muy hábilmente, a través de las preguntas del juez, vemos la relación existente entre el muerto y su presunto asesino, amigos desde la juventud y luego comprometidos en su lucha contra el Estado, hasta que el ahora muerto delatara a sus amigos sustrayéndose de pisar la cárcel a la que sí irán a parar todos los delatados, entre ellos el encausado.

La diferencia de edad entre el juez y el acusado, una generación, el formar parte uno del Estado del que actúa como garante, frente a un hombre que luchó contra él, propicia una dialéctica de lo más sustanciosa, en el que el primero juzga y prejuzga, adaptando los hechos presuntos y las ganas de cargarle el muerto a su acusado, a sus prejuicios, mientras el segundo se defiende con argumentos, sin abaratar el lenguaje, dando a su pensamiento, razonamientos y replicas las palabras precisas, sin falsedades (Yo protejo el lenguaje que uso, llega a decir) y trata también de hacer ver al juez que a pesar de que todo esté en los libros, cuesta mucho entender aquello que no se ha vivido, la imposibilidad pues de transmitir una experiencia, y que esos años de lucha y compromiso, la amistad que se forjó entre aquellos hombres en aquellos años, quedan entonces fuera del entendimiento del juez, quien como mucho alcanza a ver sombras que debe interpretar a la luz de los acontecimientos pretéritos, capitalizados (y presuntamente alimentados por la sed de venganza del justiciero) ahora en un presunto crimen, manejando toda clase de hipótesis hasta formalizar su tesis. Por otra parte el acusado trata de hacer entender al juez lo que para él significa hollar una montaña, en su conquista de lo inútil, pues allá no hay rédito alguno más allá de abrazarse al vacío y la soledad, aquella que se va buscando en ese desierto sonoro en el que la humanidad es una mera invitada, contingente, frente a montañas impasibles que nos miran desde el principio de los tiempos.

Entre declaración y declaración, cada vez que el acusado es devuelto a su celda, lapso temporal en la que no se verá menoscabado, porque física y mentalmente es un puro pedernal, se consuela pensando en su amada, carteándose con ella, ocupándola en sus pensamientos, dándole a beber del néctar que es su flujo de conciencia.
Parece evidente que el juez siente cierta atracción por su encausado, por su determinación y sus convicciones, y entonces pasa de juzgar a tratar de entender, a situarse en el lugar del presunto crimen y acudir a la montaña, buscando encajar las escasas piezas, pues como le dice el encausado hay cosas que solo puede saber en el que caso de que yo se las cuente. Y ahí, en ese contar, en ese dejar caer ciertas cosas en la conversación es donde se encuentra la solución a un enigma, que parece no ser tal.

Erri demuestra su buen manejo del lenguaje (a la traducción Carlos Gumpert) para en apenas 150 páginas no solo mantener la tensión narrativa, sino también ir poblando todas las conversaciones entre el juez y el encausado de asuntos que explican la historia reciente de Italia, pero yendo más allá, porque como le dice el juez, reconociéndole algo en su haber, ustedes lucharon (aunque fuera equivocadamente) por lograr un bien para la comunidad, para la sociedad que querían y pagaron por ello de forma individual, aunque se les aplicaran penas agravadas por pertenecer a banda armada, mientras que ahora las personas van a la cárcel por actos cometidos contra otras personas a las que perjudican con sus acciones, sin que la sociedad se beneficie en ningún caso de estos actos “delictivos”.

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