Archivo de la categoría: Georges Perec

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Nací (Georges Perec)

Nací
Georges Perec
Abada Editores
Traducción de Diego Guerrero

Nací, es un conjunto de textos heteróclitos de Georges Perec.
Textos extraídos de entrevistas, transcritos de conversaciones radiofónicas, de cartas, reseñas a novelas (Un bon dèpart) o bien proyectos de escritura sobre obras como W o Ellis Island.

La afición de Perec por las listas, en formato libro ya dio lugar a Me acuerdo. Aquí uno de los capítulos del libro lleva por título Algunas de las cosas que debería hacer en cualquier caso antes de morir. 37 cosas, como aprender italiano, ir al Museo del Prado, dejar de fumar, y algunas imposibles, como emborracharme con Malcom Lowry (muerto cuando Perec formula su deseo).

Y lo más jugoso, a mi parecer, son las reflexiones de Perec sobre la escritura, su vida y obra.

Leo y concluyo:

Inicialmente todo parece sencillo: quería escribir y he escrito. A fuerza de escribir me he convertido en escritor, al principio, durante mucho tiempo, para mí solo, hoy para los demás. En principio ya no tengo necesidad de justificarme (ni a mis propios ojos, ni a ojos de los demás): soy escritor, eso un hecho es evidencia, consumado, un dato, una definición; puedo escribir o no escribir, puedo estar sin escribir varias semanas o varios meses o escribir bien o escribir mal nada de ello cambia nada, eso no convierte mi actividad de escritor en una actividad paralela complementaria: no hago otra cosa que escribir (a no ser reunir tiempo para escribir), no sé hacer nada distinto, no he querido aprender otra cosa… Escribo para vivir y vivo para escribir, y no he estado lejos de creer que la escritura y la vida podrían confundirse por completo: viviría en compañía de diccionarios, en lo más recóndito de algún lugar de provincias, pasearía por el bosque por la mañana, por la tarde emborronaría algunos folios, quizá a veces me distraería un poco por la noche escuchando algo de música…

Georges Perec en Devaneos.

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El viaje de invierno & sus continuaciones (Georges Perec & Oulipo)

Leí en su día el relato El viaje de invierno de Georges Perec. En el mismo se nos contaba la historia de un profesor de literatura que descubría un libro subyugante titulado El viaje de invierno, de un autor desconocido, un tal Hugo Vernier. Lo curioso es que en ese libro se contenían poemas que luego emplearían otros: todos ellos unos plagiarios; Baudelaire, Rimbaud, Laforgue, Mallarmé

Como el relato tenía miga, varios miembros del Oulipo decidieron darle continuidad. Dando lugar a relatos, veintiuno en total, como El viaje de ayer, El viaje de Hitler, Hinterreise, El viaje de Hoover, El viaje de Arvers, Un viaje divergente, El viaje del gusano, El viaje del verso, El viaje de los vasos, etcétera.

Hablamos por tanto de una novela colectiva. Cada autor que escribe un relato ha leído a los anteriores. Aunque esto puede suponer un condicionamiento excesivo, se demuestra que no es tal coma cuando los autores manejan una imaginación portentosa, tanto como multitud de recursos literarios.

La novela así leída, cronológicamente resulta muy interesante, divertida, hilarante a ratos. La traducción corre a cargo de Eduardo Berti, también oulipiano. El que no aparece es nuestro oulipiano patrio, Pablo Martín Sánchez.

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El viaje de invierno (Georges Perec)

El viaje de invierno

Abada editores reedita con traducción de Juan Barja esta “novela” de Georges Perec. Novela es mucho decir. Mejor relato breve (apenas 30 páginas a doble espacio con un formato de bolsillo del tamaño de una mano), aunque lo que propone Perec, sin darle excesivo desarrollo, es la plasmación de una idea. Un estudioso de las letras, un tal Vincent Degräel, se encuentra con un libro, El viaje de invierno, de un escritor que atiende al nombre de Hugo Vernier y cuando lo lee cae en la cuenta de la cantidad de préstamos en los que ha incurrido el autor. Más tarde, cuando descubre la fecha de publicación del libro entiende lo fascinante de la Obra, algo así como la madre de otros muchos libros, el tronco común del que nacerán un sinfín de autores como Rimbaud, Huysmans, Banville, Mendès… que echarán mano del libro de Vernier para sus propias obras. Degräel dedicará su vida tras la jubilación a indagar en la vida y obra de Vernier. Con escaso éxito, dado que la totalidad de este empeño se cifrará en varios centones de páginas en blanco. Una biografía de la nada. Como la vida misma.

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Me acuerdo (George Perec)

Perec recupera aquí recuerdos comprendidos entre 1946 y 1961, de los 10 a los 25 años algunos de los cuales habían sido ya publicados en Cahiers du Chemin entre 1973 y 1977.
En total son 480 recuerdos, después de los cuales se encuentran unas cuántas páginas en blanco por si el lector quisiera hacer algo parejo a lo que hace Perec, es decir, poner por escrito algunos de sus recuerdos.
Los recuerdos se acompañan de unas cuantas notas, en esta edición de Periférica (con traducción de Mercedes Cebrián) a partir de la cita número 5 ya van descuadradas.

Los recuerdos de Perec registran los eslóganes publicitarios, los títulos de canciones, el nombre de los actores, actrices, compositores, acontecimientos bélicos, juegos infantiles, estrenos teatrales, declaraciones de guerra, Argelia, hambrunas, Biafra. Algunos recuerdos son tan breves como simples, tales como me acuerdo de Xavier Cugat, me acuerdo del bebé Cadum, me acuerdo del Andréa Doria, me acuerdo de Walkowiak. Otros tienen que ver con cosas muy cotidianas: Me acuerdo de las cajas de coco, me acuerdo de las radio-gancho, me acuerdo de la superficie útil, me acuerdo de haber ganado un torneo de canasta, me acuerdo del algodón dulce de las ferias…

Leyendo estas particulares memorias y después de haber leído un par de novelas de Perec, el cual dista mucho de ser Funes el memorioso, creo que gasta más inventiva que memoria.
Unos van en busca del tiempo perdido y regresan con siete libros bajo el brazo, o pergeñan sus memorias de ultratumba y se explayan durante casi 3000 páginas y otros como Perec van en busca del tiempo perdido y regresan con apenas 408 fragmentos de memoria, colectiva, parece ser, al menos para los franceses