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Fedón o de la inmortalidad del alma (Platón)

En el ensayo Aquiles en el gineceo, Javier Gomá decía de Aquiles que este “elegía ser mortal porque la mortalidad es el precio que debía pagar para llegar a ser verdaderamente individual y merecer el título del mejor de los hombres”. En este diálogo Platón acaba diciendo de Sócrates que “era el mejor de los mortales que hemos conocido en nuestro tiempo, y además el más sabio y el más justo de los hombres”. Lo evidente es que ambos han pasado a la posteridad y Sócrates sigue siendo hoy una figura ineludible no sólo como filósofo sino también como ser humano ejemplar.

El otro día comentaba aquí otro diálogo platónico, Gorgias o de la retórica; en Fedón, la materia de estudio es la inmortalidad del alma, un tema que siempre ha preocupado al hombre desde que este tiene uso de razón y al que a día de hoy seguimos, y seguiremos, dándole vueltas, porque pocas preguntas son tan oportunas cómo querer saber qué hay en el más allá, qué sucede cuando morimos.

Sócrates defiende la inmortalidad del alma, diferenciando el alma, del cuerpo, el cual es corrompible, no como el alma, que es imperecedera e inmortal. Cuando morimos nuestro alma permanece y según cómo hayamos sido en vida nuestra alma irá a para a un halcón, si hemos sido rapiñadores, a un asno si hemos sido intemperantes, o a hormigas, abejas o seres humanos si hemos sido justos y templados. Dice Sócrates que saber es recordar y el recuerdo supone un conocimiento anterior. Si el alma se acuerda de cosas que no ha podido conocer en esta vida, es una prueba de que ha existido anteriormente. Sigue leyendo

Platón

Gorgias (Platón)

Sin duda leer los Diálogos de Platón (Atenas, 427 – 347 a. C.), ambientados en Atenas, siempre resulta una tarea estimulante y enriquecedora, pues en palabras de Carlos Gual son estos diálogos un género literario sutil, potente y embacaudor. En Gorgias lo que se discute es el valor que tiene la retórica. Para Platón, que habla por boca de Sócrates, no tiene ninguno. Sócrates ve la retórica como una cháchara que emplean los políticos para lisonjear al pueblo, diciéndole lo que este quiere oír y no lo que debe oír, lo que conllevaría un correctivo la mayoría de las veces, pero que permitiría a los mandamases obrar cambios positivos en los ciudadanos; una mejora que tiene que ver con una mayor justicia, que siempre es la meta, el objetivo a cumplir.

Sea que Sócrates se enfrenta dialéctica y teatralmente -pues como afirma José Luís Pardo los Diálogos de Platón son una teatralizacion de la vida de Sócrates- con Polos, Callicles y Gorgias y los tres cojean de lo mismo, los tres se pliegan a los poderosos y ven bien, conveniente y oportuno el empleo de la retórica para persuadir a las masas, aunque la causa que se persigue no sea noble. Resulta muy interesante lo que Sócrates dice sobre esas juventudes que si quieren medrar deben plegarse a las consignas del partido -aquí se habla de tiranos-, expresada en estos términos:

Si alguno de los jóvenes de esta ciudad se dijese: ¿de qué manera podré alcanzar un gran poder que me ponga al abrigo de cualquier injusticia? El camino que hay que seguir para conseguirlo me parece que es el acostumbrarse desde bien temprano a tener los mismos gustos y las mismas aversiones que el tirano y esforzarse en lograr parecérsele lo más posible. ¿No te parece?. Sigue leyendo

El respirar de los días

El respirar de los días (Josep Maria Esquirol)

Josep Maria Esquirol
Editorial Paidos
2009
192 páginas

Pocas cosas nos preocupan tanto como todo aquello que guarda relación con el paso del tiempo. Siempre estamos con el tiempo a vueltas. A veces nos gusta acelerarlo, que pasen rápidos los días, otras adensarlo, inmovilizarlo en pos de disfrutar de instantes que quisiéramos eternos. Matamos el tiempo, atesoramos horas muertas. Tenemos hoy la sensación de que todo va muy rápido, que las obligaciones no nos dejan tiempo para hacer lo que nos gustaría, en una sociedad consumista cuyo mercado vomita cada día continuas novedades, donde se nos exige estar al día, estar informados, donde las redes sociales permiten una conectividad que supera las limitaciones del espacio y del tiempo.

Somos presa de nuestros recuerdos, y desde el presente miramos el porvenir, lo venidero, con ilusión y esperanza. El nacimiento se replica cada día con nuevos nacimientos, mientras que la muerte es única y absoluta. Miramos hacia atrás y nos invade la nostalgia, nos gustaría ir allí y quedarnos. Sentimos remordimientos y queremos entonces borrar, diluir, anular.

En nuestro a día son los ritmos los que serenan nuestras existencias, el ritmo circadiano, con sus días y sus noches, la respiración que nos calma, los hábitos alimentarios, ritmos de los que depende nuestra salud basal.

Nuestra afán de perdurar se cifra en nuestra capacidad creadora, artística, técnica. Aquello que hemos hecho nos sobrevive una vez morimos. El tiempo es como un río, una corriente incesante que no se detiene desde que nacemos hasta nuestro final. Es irreversible y ahí le damos vueltas al perdón, dado que esto se acaba, no dura siempre, y a veces el tiempo no lo cura todo, hemos por tanto hacer algo, perdonar. Queremos a menudo apartarnos de ese flujo, quedarnos al margen, perder el tiempo, lo que a su vez nos permite recuperarlo.

Estamos de paso, somos conscientes de nuestra fugacidad, de nuestra inexorable muerte, lo que no implicaría solemnidad ni vanidad, sino más bien tomárnosla en serio, lo cual casa bien con lo humilde, con lo austero. Como dejó bien dicho Virginia Woolf

«No es necesario apresurarse. No es necesario brillar. No es necesario ser nadie más que uno mismo».

Como ya nos advertía Séneca en su ensayo Sobre la brevedad de la vida, vale más la calidad que la cantidad. Montaigne nos dice algo parecido.

«La utilidad de vivir no consiste en el espacio, sino en el uso de la vida, y hay quien vive largo tiempo y ha vivido poco. Lo que viváis está en vuestra voluntad y no en el número de años«.

Es este ensayo de Josep Maria Esquirol un texto para rumiar con calma, casi una manual de consulta que nos puede acompañar siempre, porque en las reflexiones que nos hagamos sobre el tiempo, encontraremos en este ameno ensayo material de sobra con el que reflexionar. Son muchos los autores como Rosenzweig, Lévinas, Arendt, Nietzsche, Sócrates, Montaigne, San Agustín, Cioran, Heidegger, Eliade, entre otros, los que le han dado vueltas a este asunto tan universal, tan humano y al menos para mí, apasionante.

En definitiva, somos el tiempo que nos queda, más lo que hemos ya vivido.

Josep Maria Esquirol en Devaneos | La resistencia íntima, ensayo de una filosofía de la proximidad.