Archivo de la categoría: Ensayo

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Abandonar Coasta Boacii. Cioran. Una época en fragmentos (Oriol González Fàbregas)

Otros textos de Emil Cioran ya los he comentado aquí, por ejemplo, Extravíos y Soledad y destino.

Lo que ofrece ahora Oriol González Fàbregas en Abandonar Coasta Boacii. Cioran. Una época de fragmentos, publicado por ediciones del subsuelo, es una biografía en fragmentos, similar a la escritura habitual de Cioran, proclive al aforismo y al ensayo breve.
Y el recorrido que propone Oriol me resulta subyugante, con comentarios propios y la magnífica selección que hace de los textos de Cioran, que nos permite conocer mejor al autor, nacido en Rășinari (pueblo de Transilvania) en los confines del imperio Austro-húngaro, en 1911, que goza de una infancia que será luego el paraíso perdido (no había entonces ansiedad ni angustia), el jardín del que los humanos somos desahuciados, talud que nos aboca al precipicio, a la caída. Un nacimiento, previo, que Cioran considera ya algo irreparable. Es mejor no nacer, piensa. Y decide no tener descendencia. Otras ideas, no logra llevarlas Cioran a la práctica, sin que salgan pues de los dominios del pensamiento, como su afirmación de que había que suicidarse a los 35. Cioran vivió 84 años (testigo por tanto de las dos guerras mundiales, del comunismo y del fascismo, de Hitler y Stalin) y experimentó la decadencia, la degradación que tanto aborrecía.

Fue dejando de lado, camino de la madurez, sus escritos de juventud, fascistoides y antisemitas, para abrazar el desencanto, un lúcido pesimismo. Su naturaleza balcánica y volcánica se fue sofocando, sin llegar a aplacarse. Deseaba el despojamiento y la serenidad de los budistas sin llegar a lograrlo.
Dejó de escribir en rumano para hacerlo en francés. Eso lo salvó de la locura y del suicidio. Se esmeró hasta pulir un estilo en una lengua que no era la suya, pero que logró domeñar. A pesar de hubo quien, como Lacombe, lo llamó meteco.
La revuelta del 68 en París le pilló en su epicentro: su ático a 400 metros de la Sorbona. Vive la revolución como un espectador. Mentalmente, la idea anarquista de aniquilar toda autoridad, se le antoja una de las más hermosas que jamás se hayan concebido.
Sin apenas recursos (solo quienes no trabajan viven: Guy Debord) rebajó sus gastos al mínimo. No tenía libros ni dinero y en la iglesia ortodoxa rumana, en París, leía todo lo que tenían allí, muchos clásicos en su idioma natal.
Amaba desplazarse en bicicleta y andando, por Francia, junto a Simone. Nunca cogió un avión.
Odiaba la ruidosa civilización, el consumismo y la idea del progreso.
Fue dejando de lado escritores que le gustaron antaño, como Dostoievski, Nietzsche (por ingenuo) o Shakespeare. Y sólo le quedó al final Bach, como a su madre.

Vemos también la relación que mantuvo con Beckett, Eliade, Ionesco, Michaux, Valéry, Simone Boue, Celan, Camus… Unas relaciones más profundas que otras, algunas mantenidas epistolarmente, y otras como su encuentro con Camus, reducidas a una sola frase, que viendo el carácter soberbio de Cioran supuso el punto y final con Camus, aunque más tarde, cuando Camus muera, Cioran se replanteará su conducta.

En los fragmentos sí vemos un ejercicio de autocrítica por parte de Cioran, desdeñando algunas conductas pretéritas. Una necesidad también la de pasar desapercibido y abundar en el anonimato. Muy celoso siempre de su intimidad. Ajeno asimismo a los círculos literarios. Quizás por eso tenía buena sintonía con Beckett.

En sus postrimerías le pide a Simone: Supprime-moi! Pero le alcanzó la demencia y no pudo contar con el auxilio que la ley concede hoy con el suicidio asistido, como a Godard.

De qué me valió abandonar Coasta Boacci, se pregunta Cioran al final de su existencia. Este espléndido ensayo de Oriol nos permite enteder mejor a qué atiende la formulacion de esa pregunta o lamento implícito.

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El beso ¿Qué se esconde tras este gesto cotidiano? (Alain Montandon)

Ensayo breve de Alain Montandon (con traducción de Ernesto Junquera). Apenas ciento cuarenta y cinco páginas dedicadas al beso.
Beso analizado desde un punto de vista fisiológico, antesala del coito, manifestación de deseo, intercambio de saliva y aliento, manera de apagar la sed del otro.
Beso en sus distintas manifestaciones, como el beso de la madre hacia el hijo, que tiene un efecto salvífico, consolador. Otras variantes, como los besamanos, entendidos como un acto de servilismo.
Besos como los de Judas que encarnan la traición, otros besos son fruto de la monotonía parejil.
El beso entendido de forma diferente en Oriente y Occidente. El beso a lo largo de la historia. Besos con lengua prohibidos en algunos lugares de los Estados Unidos. Tribus para las cuales emplear la boca para besarse les resulta una aberración.
Los besos recogidos en la literatura y el cine, con un buen número de ejemplos.
Besos en las zonas erógenas: fellatio y cunnilingus y en qué consideración se tenía a ambos en la época de los romanos. Fellatio considerada como una sodomía oral. Sexualidad dividida entre activos y pasivos, al cargo de estos últimos las prácticas sexuales antes anunciadas.
Consideración también para el beso repulsivo, asqueroso, en textos, por ejemplo, de Beckett. O besos de compromiso. Besos también como un ritual.
Besos a cartas que enviamos o dados al retrato de la amada. Besos ofrecidos a estatuas.
El beso y el vampirismo y canibalismo; comernos a alguien a besos, beber de la boca de la amada, besos que saben a miel, a fruta fresca y a veces prohibida.

El ensayo acaba con una generosa bibliografía.

Una lectura interesante. Y ahora me tengo que excusar que voy a escuchar un cedé de Marea: Besos de perro.

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Todo lo que crece. Naturaleza y escritura (Clara Obligado)

Ensayo escrito durante el lapso pandémico, la escritura de Clara Obligado (de la cual no había leído nada hasta el momento) opera aquí (con mano firme de experta cirujana) en el retrato y habitamiento de la realidad circundante: la vida en pueblos próximos a Madrid en los que la naturaleza se manifiesta proteicamente, paisaje del que la autora se declara analfabeta y eso permite el aprendizaje (convoco a Linneo: Si ignoras el nombre de las cosas, desaparece también lo que sabes de ellas) o bien recuperando el pasado (la infancia en Argentina, la Pampa, las calles bonaerenses, los aromas, las plantas, los vívidos colores y la herida del exilio, la llegada a Madrid, el desarraigo, las pensiones, la forja de otra identidad, el enraizamiento…), gracias a la memoria, intercalando en sus lecturas el diccionario de Corominas que Clara lee como una novela. Muy presentes las interesantísimas cuñas etimológicas, la necesidad de palabras para una artesana de las mismas, la compañía que deparan las lecturas (como refugio están Steiner, Rachel Carson, Susan Fenimore Cooper, Kafka, Zambrano y otros muchos) y la escritura, equivalente a cultivar un jardín, con una mirada femenina, en la comunión de los tres yoes: el doméstico, el productivo y el reproductivo (dar a luz en Madrid, a su primera hija, sola), dando cuenta del agotamiento al llegar la noche y la escritura salvífica hasta la aurora (escritura que le permite sorprenderse de sus propias ideas), buscando el orden en el papel, encajando las piezas en la escritura pulida, desbastada, quintaesenciada.

Hay muchas cosas que me gustan en el texto, como lo que implica vivir en otro hemisferio, con un océano por medio y al morir un familiar, cuando no es larga la agonía, no llegar a tiempo, a destiempo pues, algo parejo al desarraigo, ese estar y no estar, formar parte y no formar parte, la permanencia en el umbral ¿el estatuto de exiliado? o que buscar la verdad sea como cavar o la idea de hacer un camino, una senda para nuestros seres queridos, algo que puedan reconocer(nos) y transitar cuando ya no estemos.

¿La experiencia es la gramática que articula estos textos?

Sí. La sabiduría posada. Y la certeza de habitar ese gran error que es la esperanza. Lucidez alumbradora, la de unos textos vívidos y coloristas, muy sensoriales, y humanos, profundamente humanos. Y por eso, tan, tan necesarios.

Gracias, Clara.

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De paseo por los limbos (Anna Adell)

He llevado a cabo recientemente lecturas que creo están conectadas. Pienso en Abisal, Libro de zonas y figuras, Las desapariciones o La fábrica de espectros de Álvaro Cortina, Hilario J. Rodríguez y Juan Vico respectivamente. Lecturas conectadas al ensayo del que hablo ahora, De paseo por los limbos de Anna Adell, editado por Wunderkammer. Todas las lecturas aquí mentadas tienen un carácter liminal, fronterizo, qué son si no los espectros, los desaparecidos, las figuras abisales, lugares o bisagras, entes, entre la existencia y la inexistencia, la presencia y la ausencia, el horizonte y el abismo.

Anna Adell, a lo largo y ancho de sus más de 250 páginas y ocho capítulos, nos lleva de paseo -a paso acelerado y con la lengua fuera, pues este ensayo proteico se lee como un thriller, chorreando adrenalina- por los limbos, los limes, las fronteras, los umbrales, los puntos ciegos, y para ello va provista con un buen arsenal de lecturas, películas, mitologías, vídeos, etimologías, que irá relacionando en una narración vivaz, lúcida, subyugante.
Uno de los libros más citados es el Libro de los pasajes de Walter Benjamin, libro inacabado, en proceso, porque este es el espíritu del libro, el no acogerse al producto final, al resultado, a lo concluso, sino buscar el punto intermedio, el rito de paso, esos lugares físicos o mentales, que marcan el punto de inflexión, la frontera en la que pasan cosas. Así los artistas citados, sean escritores (Bolaño, DeLillo, Benjamin, Lispector, Kafka, Baudrillard, George Saunders, Blake, Rulfo, Cortázar, Borges…), filósofos (Deleuze…) directores de cine (Pedro Costa, Jim Jarmusch…), artistas conceptuales (Sophia Al Maria, Lara Almarcegui, Toni Serra / Abu Ali…) se sitúan en ese punto, para aprehender la realidad desde otro lugar, rascando la superficie, buscando las capas, entendido todo como un palimpsesto, registrando aquello (un edificio, un mercado, un campamento) antes de su desaparición, o buscando madrigueras, refugios, y esto me recuerdo a aquel personaje de La escala de los mapas de Gopegui, o huyendo del centro, en movimiento centrífugo que los sitúa en los márgenes, en las afueras. Una perspectiva que el centro no brinda.

Añado un apunte al fascinante ensayo de Anna. En 1991, José Luis Sampedro ingresó en la RAE. Su discurso llevaba por título Desde la frontera. Sampedro sabía bien de lo que hablaba, él también se sentía muy cercano a Jano, el dios bifronte. Vemos que no era el único.

Wunderkammer en Devaneos

La fábrica de espectros (Juan Vico)
El caso de la fotografía de espíritus (Arthur Conan Doyle)
Chet Baker piensa en su arte (Enrique Vila-Matas)
Llega el rey cuando quiere (Pierre Michon)
La revolución de la flâneuses (Anna Maria Iglesia)
W.G. Sebald en el corazón de Europa (Cristian Crusat)
Ese famoso abismo. Entrevistas con Enrique Vila-Matas (Anna Maria Iglesia)
Los campos magnéticos (André Breton y Philippe Soupault)