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Horas extras (Bernardo Atxaga)
Los que en 1997 no leímos Horas extras de Jose Irazu, más conocido bajo el seudónimo de Bernardo Atxaga estamos de enhorabuena, ya que en 2017 coincidiendo con su vigésimo aniversario Hurtado & Ortega decidieron reeditar el libro incluyendo alguna incorporación como el capítulo Horas recuperadas: con artículos como En tiempo de las aldeas, Un burro en la familia o Cuatro Polaroids.
Estas Horas extras resultan ser horas de solaz librescas. El mundo que retrata Atxaga es hoy más lejano y antiguo de lo que a él le parecía cuando escribió esto hace 20 años. En aquel entonces no existía todavía Internet o estaba en sus inicios, y nos relacionábamos de otra manera, más franca, más directa, más natural, creo. Todo era más sólido y había menos ruido y aceleramiento.
Atxaga en la nota introductoria avisa de que el lector no encontrará aquí ajustes de cuentas y esto se aprecia muy bien en el tono bonancible de su escritura. Atxaga echa mano del humor para relatar por ejemplo sus experiencias viajeras en Tenerife, asediados por el turismo masivo, que convierten aquel paraíso en un infierno; su paso por la localidad de Viandar en Extremadura, uno de esos lugares alejados del centro, arrumbados a la periferia, donde el mundo se ha detenido y el turista deviene forastero y toda una novedad o los paseos por el verde Cerrato castellano (recuerdo haber estado unas cuantas veces en Tariego), para perderse en un bosque y ser auxiliados por Gabriel, figura que parece extraída de El verano del endocrino. Anima Atxaga a viajar, a moverse. Leer, a su vez, no deja de ser siempre una aventura, emprender un viaje, mental, en vez de físico.
En de Euzkadi a Euskadi, Atxaga se sitúa a mediados de los años 60, cuando era un niño. Comienzan los atentados de ETA. El primero en 1968. Luego serían indiscriminados. Atxaga recuerda a José Arregui, compañero de escuela, militante de ETA que murió en una comisaría de policía.
En 1995 Atxaga escribe esto:
Así que, como tampoco ha desaparecido la tortura o el apoyo a la guerra sucia, Imposible y Represión continúan viviendo en el pequeño país fronterizo, y ya no sabemos muy bien cuál de los dos nos da más miedo.
Escribo esto en un día soleado de otoño. Si me dejara arrastrar por el reflejo retórico pondría punto final diciendo que llegarán muchas palomas, palomas de todos los colores, pero que la blanca, la que tantos esperan, no llegará. No caeré en esa tentación una pizca derrotista, pues estoy convencido de que existen en Euskadi gentes de buena voluntad capaces de propiciar una salida. Y, así, con este convencimiento cierro esta somera reflexión.
En contra de lo que pensaba Atxaga, afortunadamente, las palomas blancas llegaron y ETA dejó de matar definitivamente y se disolvió después de cinco décadas.
En Reflexiones un tanto francesas, Atxaga sí logra abrir algunos interrogantes y ofrece un interesante ensayo acerca de la literatura como caja de resonancia, cuando esta permite sacar algo a la luz y divulgarlo. Se pregunta si la escritura, desde un punto de vista moral, trabaja para el bien o para el mal, si la ficción viene a ser como el agua en la roca, golpeando y deshaciendo el conglomerado ideológico que unas veces llamamos xenofobia y otras nacionalismo o racismo.
Reflexiona también acerca de la identidad, los nacionalismos y cómo cada cual barre para casa, en el sentido de que los países en sus planes escolares imponen a los autores locales, y lo nacional por ende prima en los periódicos y medios de comunicación en general. En España se ve bien cómo aquellos autores que no escriben en castellano y lo hacen en gallego, catalán o vasco resultan invisibles fuera de sus regiones.
Interesante el apunte que cierra el ensayo sobre aquellos escritores que iban a Tánger sin importarles nada la sociedad marroquí, exceptuando a Genet, Moravia y Beckett, pues como apunta Mohamed Chukri para ellos eramos simios. El primer mundo le pide al segundo y tercer mundo que sea exótico. El mestizaje resulta no serlo.
Dos temas de Obaba, nos lleva de nuevo a ese mundo mágico que creó Atxaga hace algo más de tres décadas. Un recuerdo escolar amargo, el de la ineludible presencia de la violencia física hacia los alumnos por parte de los profesores durante el régimen franquista, en este caso de parte de un inspector que se irá no obstante con las orejas gachas al no haber podido doblegar a su víctima y El misterio de los cuatro pájaros, preciosa fábula sobre el paso del tiempo a través de cuatro pájaros y sus cuatro estaciones.
Hurtado & Ortega. 2017. 134 páginas

Mujeres que trepan a los árboles (Patricia de Souza)
Los humanos nos debatimos permanentemente entre el anhelo de echar raíces y el de liberarnos de las ataduras, entre el sentimiento de pertenencia y el principio de individuacion, entre ser fieles a nosotros mismos y encajar en los moldes establecidos. Por una ironía del destino no podemos crecer sin cortar con las raíces, como bien sabía van Gogh. La única manera de encontrarse a sí mismo, y no hay cometido más importante, es desarraigándose.
Leyendo Mujeres que trepan a los árboles de la escritora peruana Patricia de Souza, me venían en mente las anteriores palabras de Santiago Beruete recogidas en su libro libro Verdolatría. El texto híbrido de Patricia de Souza (Coracora, 1964), es mezcla de diario, autobiografía, poesía, ficción, donde la autora reflexiona sobre el concepto de identidad, género, raza, acerca de la necesidad de romper con las raíces, manteniéndolas a su vez, flaneando entre distintos países y ciudades, su Lima natal, París, lo cual brinda a Patricia la oportunidad de pensarse y sentirse de otra manera, de escribir, a lo Conrad, en otra lengua, o Caracas, presentada aquí no como una ciudad violenta, sino como un escenario de museos, galerías de arte y una vegetación asfixiante, donde la autora de la mano de Balán, su episódico amado alcanza la fungible plenitud, se encarama a sus recuerdos empleando distintos árboles: mangos, sauces, cauchos, apamates, eucaliptos, molles, flamoyanes y también flores: hortensias, orquídeas…
La escritura sería aquí la pomada en la herida (escribir como el que arroja una botella al mar con un mensaje dentro para que alguien lo lea y esto tenga algún sentido), o el vinagre en el costado, literatura que supone conjurar el pasado (para hablar de su madre independiente, de su padre fijo discontinuo en su relación afectiva, sus hermanas, el marido francés -flor de un día- el hijo en común…), exorcizarlo, arrostrar los miedos y temores de juventud (la necesidad de apartarse del rebaño, de buscar su propio comedero, y la parafernalia inmanente en el vestir, en el hablar), pasar a limpio, con buena letra (aunque sea obliterando) y pulso firme aquello que nos va construyendo, esa obra de arte, aquel palimpsesto que ofrecemos a los demás, en el empeño, quizás, de minimizar la distancia entre lo que somos y lo que creemos que somos. Ajuste siempre doloroso pero necesario.
Trifaldi. 2017. 133 paginas

Teoría de la novela (Gonzalo Torrente Ballester)
Teoría de la novela recoge seis conferencias pronunciadas por Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999) con los siguientes títulos: Teoría de la novela, I, II, III, IV (1973), Realismo y realidad en la literatura contemporánea: Los problemas de la novela actual (1963) y El proceso creador de una obra de ficción (1995). Conferencias inéditas publicadas en 2017 por Ediciones Deliberar, acompañadas con escritos de Carmen Martín Gaite, Stephen Miller, Cristina Sánchez-Andrade y J. A. González Sainz a cuenta de las conferencias torrentinas.
Torrente trata de desentrañar el concepto de novela. Para ello recurre a definición que en su día diera Durrell, a saber, un continuum de palabras, orientadas a la ficción, lo que aparta a la novela por ejemplo de los reportajes periodísticos o de un diccionario.
Leer ficción supone un pacto con el lector, el texto debe tener unas condiciones para que sin ser real, pueda parecerlo, pueda causar al lector una impresión de realidad, lo que Torrente, denomina principio de realidad suficiente. ¿Qué es, de una manera general, lo que hace que un hombre normal pueda interesarse por algo que se le cuenta a sabiendas de que es mentira; es decir, cuál es la virtud de la literatura de ficción para que pueda interesar y de hecho interese de una manera apasionante a la persona o grupo de personas o sociedad a quién va dirigida?
Lo que caracteriza a la novela y lo aleja de otros escritos, es según Torrente, que el lector se preocupa por el destino de los personajes de la novela que tiene entre manos:
¿Cuál es la razón última por la cual los hombres civilizados escriben literatura de ficción y se interesan por ella?. Yo creo que la palabra clave es la palabra destino. El lector se interesa por el destino del personaje en el momento en que se le propone un personaje. El lector intenta, quiere saber su destino. Quizá, porque nosotros nunca sabemos en realidad el destino de los que nos rodean, hasta que se mueren, evidentemente; pero mayor es todavía la ignorancia de nuestro propio destino.
Pasa luego Torrente a establecer las características del novelista:
En abstracto el, novelista es un hombre que tiene dos capacidades: la capacidad de inventar y la capacidad de contar en palabras esta invención.
Y de la novela:
La novela se divide a mi juicio, en tres partes: una parte llamada prefiguracion, otra configuración, y su resultado a lo que llamamos figura. La palabra es el cepo, la red en la cual el novelista apresa y fija definitivamente las imágenes, y de tal manera, que el modo de usar la palabra es lo que da la imagen, el perfil definitivo. La operación configurativa es ni más ni menos que la fijación de las imágenes por medio de la palabra. Cuando esta fijación ha sido terminada, cuando es completa y definitiva, entonces es cuando el proceso se ha acabado y cuando aparece la llamada figura o conjunto de figuras, es decir el texto.
En las otras tres conferencias Torrente tratará de establecer la relación interna de los elementos constitutivos de la novela entre sí, la de estos mismos elementos con la realidad y con el lector. Sigue leyendo