Archivo del Autor: Francisco H. González

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Nuestro mundo muerto (Liliana Colanzi)

El libro lo conforman ocho relatos y una vez leídos no me he dejado huella ninguno de ellos. Pululan ideas interesantes como la de los primeros colonos en Marte, pero la labor del escritor es desarrollarlas y acabarlas con éxito y no he visto nada de esto por ninguna parte. La prosa de Liliana Colanzi (Santa Cruz, Bolivia, 1981) me parece muy mortecina, muy de manual, muy de buscar temas resultones que quedan muy bien en la contraportada del libro pero que leídos nos convierten en esclavos de Morfeo.
Esperaba muchísimo más, porque tenía entendido que Liliana era un promesa o una realidad, no lo sé exactamente, pero a mí no me ha parecido ni una cosa ni la otra. Será que he leído recientemente novelas muy potentes de autoras como Rita Indiana, Fernanda Melchor o Mónica Ojeda (La mucama de Omicunlé, Temporada de huracanes, Nefando) y esto me ha resultado muy deslavado, escasamente absorbente, relatos que emiten como estrellas luz muerta hacia este mundo nuestro.

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Día internacional del libro

Hoy estamos de celebración. Es el Día internacional del libro. Bueno, por estos pagos librescos internáuticos, el día de libro es todos los días, pues leo a diario. Es muy recomendable para nuestra salud mental leer buenos libros y abrirnos a otras editoriales no tan conocidas y publicitadas. El año pasado recopilé lo que había leído de distintas editoriales. Me salieron más de cien. El listado aumentará pues a medida que leo sigo descubriendo editoriales que desconocía.
En cuanto a las librerías, me hablaba el otro día un amigo de esas librerías donde no te equivocas al coger un libro ni aunque lo hagas con los ojos cerrados. Hay librerías que emprenden ese viraje, quizás kamikaze, en su activismo iluso librero. Una valiente propuesta sin duda. Más detalles sobre esta declaración de principios de Deborahlibros aquí.

Os dejo para celebrar este día, que más que del libro habría de ser de la LITERATURA, en mayúsculas, unos párrafos de un tal Pessoa. Aparecen en los Diarios completos que ha publicado recientemente una de esas editoriales que hay que (re)conocer, Hermida editores.

Ale, a disfrutar a tope del día y del placer de la lectura.

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La siesta de M. Andesmas (Marguerite Dumas)

Bebe rubia la cerveza pa acordarse de su pelo.

Standby (Extremoduro)

Leyendo esta fascinante -por lo que tiene de extraña y ambigua- novela de Marguerite Duras (publicada en Francia 1962 y ahora con traducción y sustancioso prólogo de Amelia Gamoneda) pensaba en esta entrevista reciente que le hicieron a Cees Nooteboom. Me venía en mientes esa casa apartada que dice tener en Alemania, rodeada de árboles, de libros, de quietud. Y quien sabe si también de espera. Una espera que podría ser la de la muerte, rondando siempre ávida en la senectud.

Aquí el que espera no es Drogo (a un enemigo imaginario), sino un hombre rico, jubilado, mayor, que cediendo al antojo de su joven hija (procreada en su climaterio), al borde ésta de los 18 años, ha comprado una casa en un colina, rodeada de árboles, desde la que vislumbra el pueblo a lo lejos, el mar. Espera la visita de un hombre, que le dará presupuesto para un terraza. El señor, Andesmas, espera y desespera, le sobra todo el tiempo del mundo, pero esto no disminuye su ansiedad. La espera la va trasegando con inopinadas visitas, ya sea un perro anaranjado, una niña, la madre de la niña. Llegan todos menos las dos personas a las que espera: el constructor y su hija.
Las conversaciones le traen recuerdos que luego se le escurren, cierra los ojos, dormita, cada siesta es como un eterno retorno, que a su vez es un círculo que se achicaría hasta devenir un punto, final.

Duras maneja con maestría el curso del relato, dosificando la información con cuentagotas, y lo leído resulta sugerente, extraño, inasible, impregnada la narración de esa desazón y zozobra que a veces nos asalta sin saber muy bien por qué, esos sentimientos entreverados de recuerdos que pueblan una memoria fangosa, que nos zarandean y nos llevan de la alegría a la tristeza en un segundo, porque Andesmas quisiera descansar, dormir, morir sin daño. No sabemos si esto le es posible ahora que su hija en flor es víctima del deseo ajeno, y ante ese alarido de la carne Andesmas solo puede oponer un silencio vegetal.

Demipage. 2011. 115 páginas. Traducción y prólogo de Amelia Gamoneda