Archivo del Autor: Francisco H. González

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Mirar con un ojo cerrado (Julio Pérez Manzanares)

Sirva esta sucinta entrada como una suerte de anexo fotográfico al interesantísimo ensayo de Julio Pérez Manzanares editado en Mármara ediciones, que lleva por título Mirar con un ojo cerrado.

El ensayo adolece de fotografías, de tal manera que si conocemos los cuadros, las fotografías o los performances de los artistas mentados vamos bien, en el caso contrario, creo que viene muy bien tener a mano la fotografía o el cuadro en cuestión, para entender lo que afirma el autor sobre la misma o sobre la obra del artista.

En estas lides siempre es necesario hacerse la pregunta ¿qué es el arte?. Cuestión irresoluble. El ensayo se centra en la mirada del que mira el cuadro (paisajes, bodegones…), del que es mirado desde el cuadro, del que es mirado mientras mira un cuadro, se reflexiona acerca de aquello que entendemos por transgresor, cómo se relaciona con lo pornográfico, lo abyecto; el papel que la mujer ha desempeñado a lo largo de todo este tiempo en el arte, siempre orillada, restringida, y de la misma manera que nos vendieron que no existían las flâneuses, lo cual desmiente Anna Maria Iglesia en su ensayo La revolución de las flâneuses, el autor del ensayo se pregunta ¿Quién dijo -debería ser la pregunta hoy en día- que el pensamiento abstracto le está vetado a la mirada femenina? Que las mujeres no podían ocupar -recuperarlo, incluso, en una revisión de la Historia- su lugar y su contribución como artistas a la Historia del Arte? Historia del Arte escrita así, con mayúsculas, de la que hablan los libros de texto, la que se cuenta tradicionalmente; la narración creada como si fuese una historia unique contada de un modo natural, como si no fuese la Historia que alguien ha escrito por medio de una selección de excepciones positivas que, paradójicamente, han dado forma al relato y han dejado fuera todas aquellas historias del arte otras, múltiples, tangenciales y sesgadas (como la de los artistas) que, afortunadamente, están volviendo a contarse desde hace unas cuantas décadas.

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La tempestad (Giorgione)

Salterio de París
Salterio de París

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Alegoría del Buen Gobierno (Ambrogio Lorenzotti)

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El jardín del Edén (Brueghel El Viejo)

Las Meninas
Las meninas (Velázquez)

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El reverso de un cuadro (Cornelius Gijsbrechts)

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Sopa Campbell (Warhol)

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La ejecución de Saigón (Eddie Adams)

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Lygia Clark

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Lygia Clark

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Morimura

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Dios dando a luz (Monica Sjöö)

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El origen del mundo (Courbet)
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Olympia (Manet)

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Orlan posando ante su obra

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Las señoritas de Avignon (Picasso)

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Bodegón de manzanas y naranjas (Cézanne)

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Bodegón con gato y raya (Chardin)

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Paprika Johnson y otros relatos (Djuna Barnes)

Sin haber leído El bosque de la noche, me introduzco en el mundo narrativo de Djuna Barnes con este libro de relatos publicado por la editorial La Navaja Suiza en su colección mininavajas (el reducido tamaño del libro permite llevarlo perfectamente en el bolsillo trasero del pantalón) con traducción de Ce Santiago.

El libro se apertura con un provechoso artículo titulado Greenwich Village, kilómetro cero, en el que no me queda claro de quien es la autoría del mismo.

Los siete relatos del libro son Un toque de comedia, ¿Quién es el tal Tom Scarlett?, La broma entre las bromas, La tierra, La cobarde, Paprika Johnson y Una noche en el bosque.

Los tres primeros son piezas de cámara. Un padre quiere proteger a su hijo sin saber muy bien cómo y de qué hasta que el retoño decida coger las de Villadiego y hacer lo mismo que hiciera su progenitor, como si el destino fuese grabado en los genes.
El Tom Scarlett del título del relato parece necesitar un público que levante acta de su crisis existencial, sin que sepamos muy bien si la misma se resolverá con una risotada, unas lagrimillas o con un suicidio ejemplar. La broma entre las bromas tiene bastante poca gracia. El misterio y la resolución del relato se cifran en un encogimiento de hombros por mi parte.

Los últimos cuatro relatos me resultan mucho más interesantes. La acción se traslada al campo en La tierra, en dónde dos hermanas polacas libran su particular batalla filial, con una muy singular manera de fastidiarse y ajustarse las cuentas entre ellas. La cobarde presenta a una mujer coraje, que se ve obligada a ceñirse a la imagen que todos tienen de ella, aunque sea para cavar su propia tumba. En Paprika Johnson volvemos de nuevo a la ciudad y el relato se me antoja como esa música asordinada que uno escucha en la distancia y disfruta sin coscarse de la letra. Una noche en el bosque plantea una situación absurda, mediante la cual un hombre verá cumplido su sueño de habitar la prisión local, para fugarse poco después junto a su mujer e ir dando tumbos por el bosque como alimañas prestas para ser abatidas, paladeando unos postreros instantes de libertad.

A Barnes le gustan los acertijos, los enigmas, los embrollos y pide la participación activa del lector, al que interpela con frecuencia. Si uno entra al juego y se deja llevar es fácil disfrutarlos, al menos los cuatro últimos que me parecen más originales y mejor construidos.

La Navaja Suiza. 2019. 150 páginas. Traducción de Ce Santiago.

De Conatus
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Dicen (Susana Sánchez Arins)

Hay unas voces primero apagadas, luego bajas, que forman un murmullo, aquel que coge forma cuando el cantante cede el micro al público, al pueblo, y éste canta y esa voz de muchas voces, pero ya una sola voz, clama y me recorre el espinazo tanto como lo ha hecho el libro Dicen de Susana Sánchez Arins (Vilagarcía de Arousa, 1974) publicado en la joven editorial De Conatus.

Dicen, digo que es un libro valiente, necesario, extraordinario, un artefacto narrativo sostenido por un ritmo salmódico, merced a una prosa poética de largo aliento, alcance y profundidad que echa mano también de canciones, poesías, refranes, secuencias de películas (ya sean de gangsters, del oeste…), humor e ironía, para ir hilvanando los recuerdos de todos los miembros familiares que orbitan en torno al hombre de la foto, que bien puede ser el Manuel de la novela, el tío falangista de la narradora y uno de los mayores represores los años posteriores al final de la guerra civil en Ribadumia y alrededores. Los ajusticiados, los represaliados en aquel entonces siguen hoy todavía con el miedo encima y prefieren olvidar. La autora ahí deviene una aguafiestas, porque la memoria bien podría ser la savia del árbol de la vida, aquel que se agostaría si uno decide olvidarse todo y de sí mismo.

La narradora con esta novela parece querer clavar una estaca en el corazón de la desmemoria para que esta muera y perdure así la memoria (que tiraría más de pan negro que de una magdalena), a fin de no olvidar lo que pasó en España después de la guerra civil, después de aquel glorioso alzamiento; en este país nuestro de santo y saña, paseíllo y cacería, en el que era menester cumplir los dictados del General Mola: debe ser sembrado el terror como grano de maíz. tenemos que dejar sensación de dominio eliminando sin inquietud de consciencia ni dudosa vacilación a todas aquellas personas que no piensen del mismo modo que nosotros. Dicho y hecho. Así las cunetas se sembrarían de cadáveres, de muertos asesinados Dios sabe dónde y por qué, que muchos curas locales luego se negarían a enterrar.

Parece que ciertos temas como el de la guerra civil española y la represión en la posguerra hubieran dado de sí en la novela ya todo lo que tenían que dar. Afortunadamente no es así. Susana Sánchez Arins de forma breve, precisa, poderosa y preciosa (la narración tiene algo magnético y uno se ve al leer frente a una hoguera que calienta más que ilumina, mientras se refiere una historia que te mantiene pegado y sientes cómo las mejillas se encienden, los ojos se humedecen, la sonrisa muere en una mueca, la rabia no pasa con la saliva) logra como los alpinistas que abren otras vías en su escalada, hacer con su narración lo propio sobre el papel, dándole otra vuelta de tuerca a la historia reciente (o no tan lejana), acercándonosla, haciéndonosla sentir más vivamente y en esencia.

De Conatus. 174 páginas. 2019. Título original: Seique. Traducción: Susana Sánchez Arins.

Lecturas periféricas: Antonio Benaiges. El maestro que prometió el mar

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El pecado (Alberto Gómez Vaquero)

Alberto Gómez Vaquero (Valladolid, 1984) en la subyugante novela El pecado, editada por Carpe Noctem nos sitúa a finales del siglo IV d.C en el norte de Hispania. La historia arranca en los años previos a que la religión católica se considerase la religión oficial del Imperio Romano (en el año 380 d.C.), por obra de Teodosio y acaba rebasado el año 389 d.C.

A un poblado llega un hombre al que denominarán el Doctor (recreación de Prisciliano). Un tipo al que los poderosos consideran muy peligroso, al ser capaz éste de movilizar a mucha gente. No es el suyo un mensaje belicoso, todo lo contrario; su único afán y pretensión en los que canalizará todas sus energías consiste en seguir al pie de la letra lo que dijo Jesús, buscando el perfeccionamiento moral de sus seguidores, no cediendo a las apetencias del cuerpo, dejándose así arrastrar por la gula, las bebidas, el sexo, la codicia: esa infinita sed de querer acumular cada vez más y más bienes materiales. Una actitud, la del Doctor, que la iglesia local con los obispos a la cabeza, tildarán de heterodoxa. A falta de argumentos, recurrirán a las calumnias, a fin de tratar de desbaratar la obra del Doctor, que consiste simplemente en ayudar a los demás y ofrecerles aunque sea unas migajas de esperanza, para que su paso por este valle de lágrimas sea algo más llevadero, pues para estos vivir, consiste únicamente en sobrevivir.

Vemos cómo los poderosos siempre quieren más poder, ya sean Emperadores u Obispos, para lo que el autor recurre a las figuras del emperador Máximo y del obispo Agrestio. Ante nuestros ojos se irán mostrando las distintas luchas intestinas, que quedan para los anales, entre Emperadores y eclesiásticos, con la única idea de ganar estos cada vez más poder, más dominios, sin importarles un bledo los ciudadanos, en aquel entonces, esclavos, colonos o siervos, que bastante tenían con llegar a la alborada siguiente.

En la figura de Antonio, un lugareño, se cifra y cristaliza bien la necesidad de ser libre, de tener una casa, un terreno para el cultivo, algo que poder ofrecer a sus hijos, sustrayéndose al omnipresente y omnívoro poder del terrateniente local Aufidio, cuya hija Anü caerá bajo el influjo del Doctor, atraída ésta por su ascetismo, la potencia del lenguaje y sus palabras y sobre todo por su conducta ejemplar, la de aquel que lo tiene todo no ambicionando nada.

Lo que plantea el autor en esta plausible novela sigue hoy muy vigente. Vemos cómo hoy a la iglesia, a pesar del empeño del Papa Francisco, le sigue costando Dios y ayuda reformarse, admitir sus errores y horrores, como la rampante pedofilia, seguir al pie de la letra la palabra de Jesús, porque siempre es más fácil cebarse y amancebarse que desprenderse de todos sus bienes, posesiones, su poder, en suma y darse y auxiliar al prójimo, pasar de la palabra -volátil-, en el púlpito, al hecho -la palabra en piedra- a la conducta ejemplar, que apuesta por la renuncia y la contención y que siempre será revolucionaria.

Editorial Carpe Noctem. 2019. 335 páginas.

Lecturas periféricas| El evangelista (Adolfo García Ortega)