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El lector de Spinoza (Javier Sáez de Ibarra)

El lector de Spinoza (Javier Sáez de Ibarra)

Antes de decidir si encarar o no la novela Vida económica de Tomi Sánchez de Javier Sáez de Ibarra, y a fin de tantear el terreno, opté el Día de la Hispanidad por leer el primer libro de relatos que publicara Javier allá por 2004, El lector de Spinoza, cuya lectura me ha deparado una muy grata sorpresa con su estupendo debut

Después de leer los dieciséis relatos uno tiene la sensación de que Javier puede escribir lo que le venga en gana y que lo hará bien Son relatos variopintos, sugerentes, fruitivos, que cifran bien las infinitas posibilidades de la escritura, merced al caudal imaginativo del autor, manejando distintos registros (lo que conmina al lector, a su vez, a leer de muy distintas maneras), con elementos fantásticos y/o desazonadores en El resto invisible o Término, en los que brilla el humor y lo paródico en Gordo más que gordo, el fraseo subyugante en El lector de Spinoza, Cantar de noche (con elementos históricos y una muy plausible ambientación) o Si sólo (díptico o mejor, reverso de Las enseñanzas del barroco), la evocación de la mejor poesía en Eso y para ello una prosa que se muestra coloquial si estamos en el ámbito familiar en Las razones o acodados en la barra de un bar en Las enseñanzas del barroco (en el que un borracho es capaz de encandilar al camarero y también al lector), que deviene pura jerga en manos de unos pandilleros que dejan a otro chaval hecho un Nazareno con la puñetera curiosidad explícita por la Vía purgativa, alcanzar un tono más elevado en Carta del ex, que junto a El lector de Spinoza y Término marcan la cumbre, una cumbre discutidísima habida cuenta del nivel de casi todos los relatos

Sí que hay algunos relatos que me han resultado más flojos como El hombre que espera, El sombrero blanco, Las razones y Tres minutos setenta y siete segundos

Ahora ya estoy a tono para arrostrar las 416 páginas de la Vida económica de Tomi Sánchez

Páginas de espuma 2004 176 páginas

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Azares del cuerpo (María Ospina Pizano)

Azares del cuerpo se me antoja un título muy sugerente, aunque luego la lectura del contenido de los seis relatos me lo desmiente. La colombiana María Ospina (Bogotá, 1977) debuta en la ficción con este libro.

El mejor relato es el primero titulado Policarpa. Marcela, una guerrillera fugada es acogida por el gobierno colombiano bajo un plan de reinserción y empieza a trabajar en un hipermercado. Ha tomado unas notas con forma de relato autobiográfico de sus vivencias en la selva, y trata de darle formato con la ayuda de una editora. Lo interesante viene cuando ese relato que se quiere autobiográfico, se ve enriquecido por parte de la editora que añade cosas que no pasaron y por parte de la autora que hace lo propio. Esa materia en bruto que es el testimonio acaba convertida en otra cosa, ya que se está más pendiente de la recepción del lector, que de los hechos en sí, hechos que por otra parte no son muy interesantes ya que Marcela no deja de ser más que una pieza minúscula dentro de un gran engranaje que solo se aprecia bien cuando se coge la oportuna distancia, de la que ella carece. Sobre esta base hubiera sido interesante un relato que hubiera conjugado en su totalidad los dos textos, el original y el obliterado por la editora.

De los otros cinco: Ocasión, Salvación de señoritas, Fauna de las eras, Collateral Beauty, y Azares del cuerpo no salvaría ninguno. En ellos María Ospina nos habla de una mujer que trata de salvar a una novicia (en Salvación de señoritas), una salvación que siempre es un tema delicado, pues no se sabe a menudo quién salva a quien.

La convivencia en el hogar con un sinfín de bichos, en Fauna de las eras, es el más simple y el peor relato -con formato de diario- del libro, con un chat horripilante.

En Collateral Beauty y Azares del cuerpo, tenemos mujeres muy dadas al coleccionismo, ya sean muñecas o tijeritas, personajes que se comunican algunos de ellos hoy en día curiosamente por carta, y que tal y como los desarrolla María caen, a mi parecer, en la nadería más absoluta, sin dotarlos del menor interés, ni a sus personajes, ni a sus circunstancias, con una prosa deslucida que proporciona muy pocas alegrías y bastante aburrición.

Las afueras. 2020. 172 páginas

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El despertar (Kate Chopin)

El despertar es una novela de Kate Chopin (1850-1904) escrita en 1899 y publicada por Mármara con traducción de Esther García Llovet y epílogo de Jorge Urrutia. Considerada por la crítica norteamericana la primera novela feminista, el despertar es el que experimenta la protagonista de la novela Edna Pontellier, joven acomodada de 27 años, que vive en el término de Nueva Orleans junto a su marido y sus dos hijos. Tengo demasiado servicio. Me cansa tener que ocuparme de ellos, dice la pobre Edna a quien tanto trajín la agota. Pero los problemas no vienen por ahí. Edna no está satisfecha con la vida que lleva. No quiere ser una posesión más de su marido. Una vida que a pesar de todas las comodidades le viene impuesta. No siente nada al lado de su esposo, y su papel de madre le supone una esclavitud a la que renunciaría gustosamente. Su espíritu adormecido por la monotonía se verá avivado junto a Robert, joven al que conocerá cuando se trasladen en el periodo vacacional a Grand Isle. Edna experimenta entonces que otra vida es posible, que es capaz de experimentar otras sensaciones, una voluptuosidad que le hace sentir más plena, más viva, más carnal.
Robert visto el percal decide poner tierra de por medio y marchar a Méjico y Edna ya despierta del todo estrechará su amistad con Arobin, mientras los hijos están lejos, al cuidado de una ama de llaves y el marido está en Nueva York ejerciendo su trabajo de corredor de bolsa.
El despertar, que la autora va describiendo sutilmente, morosamente, viene a ser un fogonazo, una realidad que le da un bofetón y ante la cual se le abren a Edna distintas posibilidades:

a) Dejar a su marido e irse con Robert.
b) Intentar algo al lado de Arobin.
c) Seguir junto a su marido y volver al redil para ser otra vez la perfecta esposa y madre.
d) Actuar a lo Madame Bovary y quitarse del medio.

Solución:

Y ojalá que las olas no te toquen el cuerpo cuando caigas, para que no las puedas.

Nada es crucial (Pablo Gutiérrez)

Nada es crucial (Pablo Gutiérrez)

Hace unos días leí Cabezas cortadas (2018) para ponerme a tono con la prosa de Pablo Gutiérrez. Releí también lo que había escrito sobre otras dos novelas suyas: Rosas, restos de alas (2008) y Democracia (2015). Ayer acabé Nada es crucial, publicada hace diez años y reeditada ahora por La Navaja Suiza con prólogo de Isaac Rosa.

Me queda claro que Pablo ha construido ya un universo propio (aún no he leído Los libros repentinos ni Ensimismada correspondencia), con personajes sólidos y una prosa chispeante, de esas que te suelta latigazos a medida que lees. A Pablo le interesa la gente corriente, lo mondo y lirondo, eso que dista mucho del éxito que nos venden, de la dicha escrita con letras de oro, de la falsa fama que no es otra cosa que un diente de león bajo la lluvia, algo mucho más normal, más nuestro, próximo al fracaso, la soledad, la comezón, los jugos gástricos rumiando un presente a menudo hostil, el polvo en las rodillas, el polvo a medio echar, el polvo con consecuencias, la jeringuilla en los brazos de aquellos yonkis de los ochenta con hijos pero sin hijos, la religión y su palabra ramificándose por la sociedad por boca del Señor Alto y Locuaz con los neocristianos salvadores de niños desamparados como Lecu, un superhéroe de extrarradio, un Sísifo para el que la piedra va por dentro, que mandará ya manumitido mensajes al vacío exterior, morse mediante, para obtener no el auxilio del salvador que bien podría ser cualquier superhéroe de la Marvel, sino de otra heroína, y así se trenzan los destinos y el mundo avanza a trompicones: MundoLecuMagui, Magui que vivía entre vacas con un padre inexistente y una madre a la que le lavan el cerebro a quien se le ocurre la peregrina idea de hacer lo que le plazca, en compañía de un hombre, un pionero, un indio, un indiano, un retornado, otro zumbado como ella, pareja que da la espalda a la papilla de la realidad que han ingerido siempre, hasta que Magui deja el pueblo y se muda a Ciudad Mediana a estudiar, convivir, follar; Y todo este entramado lo va manejando Pablo con endiablada soltura, no hay capítulos, sino los lindes que marcan las letras en negrita que nos sumergen en otras vidas, cogiéndonos del cuello y metiendo nuestras cabezas en el barreño hasta que el aire escasea.

Pablo alumbrado el 78 del siglo pasado describe muy bien ese mundo que en mayor o menor medida los que somos de esa generación hemos conocido, con una prosa que se torna cámara, viñeta de cómic, pensamiento-zumbido, una prosa en cascada, torrencial, que me trae en mientes Los príncipes valientes de Andújar y la más reciente Sur de Antonio Soler. Una terna fantástica.

Si en una novela de Gopegui el anhelo de uno de los personajes pasaba por esconderse en un agujero, Lecu hace lo propio en una rendija en la pared, guarida, topera, bajo, en la que uno puede desaparecer sin dejar rastro, emparedado, ya sólo argamasa, pero aquí no se trata de salvar a nadie, nada de salvación, pecado, culpa, nada de todo eso, a la mierda esa faramalla de castigo-recompensa, pecado-redención, Lecu es piedra, puro pedernal, indestructible, mientras el cuerpo resista, y resurja de sus cenizas merced a una caricia, un seno caliente, un regazo cauterizador, toda esa vida bullente, al margen de la siemprencendida, que tan bien describe Pablo Gutiérrez con su prosa divergente.

Nada es crucial. Cierto. También lo es que unos libros nos son más necesarios que otros. Y no miro a nadie.

La Navaja Suiza. 2020. Prólogo de Isaac Rosa. 240 páginas