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EAL37958 (1)

M. El hijo del siglo; Antonio Scurati

M. El hijo del siglo
Antonio Scurati
Alfaguara
2020
Traducción de Carlos Gumpert
812 páginas

Acabé el año pasado y comencé este con el libro de Antonio Scurati entre manos. El autor italiano nos sitúa en Italia los años comprendidos entre 1919 y 1925. Lapso de tiempo que comprende el nacimiento y consolidación del fascismo por obra y gracia de Benito Mussolini. Él solito inicia el movimiento que se convierte en partido político, el Partido Nacional Fascista. Plantea un escenario: comunismo versus fascismo. Centrifugando del tablero político al resto de opciones políticas: demócratas, nacionalistas, populistas, católicos. Oposición que de puro fragmentada deja de ser oposición. En 1917 tras la Revolución rusa el norte de Italia parece caer bajo el influjo de la marea roja. Tras la finalización de la primera guerra mundial, la idea de la victoria mutilada de la que habla D’Annunzio va calando en determinados espíritus combativos, belicosos, que una vez desmovilizados no saben en qué ocupar su tiempo y energía. Caudal al que Mussolini dará un sentido, toda esa rabia, frustración, violencia ha de ser canalizada. Sin hacer ascos a la violencia, más bien al contrario, Mussolini sabe que nada es tan persuasivo como el uso de la fuerza. Así los fascios locales a través de apalizamientos, ajusticiamientos, quema de casas del pueblo, de edificios de la cámaras del trabajo, irán dando forma y relieve a esa política del miedo, del terror, proyectando sobre sus adversarios la sombra alargada de una posible guerra civil. Violencia de acción y de reacción. Generando una viscosa masa, en la que al final parece que nadie puede reprocharle nada a su contrario, si se consigue (y este es el objetivo) que todos tengan las manos manchadas de sangre, para así poder honrar a los caídos, a los patriotas fascistas, con todos los honores que les merecen. Mussolini vislumbra La resurrección de la raza, el pueblo que se convierte en nación, la nación que se convierte en Estado, que busca en el mundo las líneas de su expansión. En 1924, Fiume que tantos desvelos y empeño bélico supuso para D’Annunzio, será devuelta a la Italia de Mussolini tras una revisión del Pacto de Versalles.

Scurati se muestra muy solvente y eficaz al ir plasmando toda la multitud de acontecimientos de este lustro con suma fluidez; asistimos a todos los tejemanejes de Mussolini para hacerse con el poder, muy hábilmente, sin necesidad de tener que dar un golpe de estado, o recurrir a pelotones de fusilamiento. Un pinto de inflexión fue la marcha sobre Roma en 1922, a cargo de Italo Balbo, Emilio De Bono, Cesare Maria De Vecchi y Michele Bianchini, los llamados quadrumviros.

Mussolini parece ser capaz de renacer una y otra vez de sus cenizas. Capaz de mostrar múltiples caras, ahí lo vemos en su particular relación con D’Annunzio, de hacerse amigo de uno y de su contrario, alentando la violencia y reculando (como hará tras las atrocidades sin nombre llevadas acabo entre el 17 y el 18 de diciembre en Turín, por sus fascistas) con continuos castigos y recompensas a sus hombres de confianza, y una vez consolidado ya como el sumo pontífice del fascismo, adaptar la ideología de su partido al albur de los acontecimientos (se pasa de repudiar a los católicos para al final estrechar lazos con el Vaticano, mudar los impuestos a las grandes fortunas por una relación cordial y provechosa para el partido con los magnates industriales y empresarios italianos…), siempre buscando la ola buena, aquella que lo sitúe en la cima.

En las elecciones de mayo de 1924 Mussolini obtendrá el 65% de los votos. Antes habrá planteado una moción de confianza con tan solo un 10% de los escaños en su poder, que lo hará presidente con 39 años. Todos han caído bajo el influjo de su personalidad (incluso figuras como Pirandello, Benedetto Croce o Ungaretti; la prensa internacional llega a compararlo con Alejandro Magno) o del miedo que sienten hacia su partido, el cual estará a punto de irse a pique con el asesinato de Giacomo Matteotti, socialista que no se achanta, que dice las cosas como son y las argumenta. En su libro Un año de dominación fascista registra 42 asesinatos, 1.112 apareamientos, palizas, lesiones, 184 edificios y viviendas destruidos, 24 incendios de periódicos. Un Matteotti que me recuerda al infausto Castellio en su lucha contra Calvino. La misma lucha de la razón contra la barbarie, del argumento contra la cachiporra, de la palabra sobre el exabrupto. Una batalla perdida la de Matteotti en la Italia de 1924. Una vez asesinado nadie quiere seguir sus pasos. Los políticos de carrera optan por una moral de mínimos tal que ya no hay moral. El Parlamento es ya un cascarón vacío, ante un Mussolini que antepone el orden, la jerarquía y la disciplina a la libertad.

Scurati nos da detalles sobre la vida personal de Mussolini, sus múltiples amantes, su ansia espermática, su especial relación con Margherita Sarfatti, el abandono del periodismo para integrarse en la política, el abandono del socialismo para fundar el fascismo. Un in crescendo con episódicos altibajos, que le hacen ir remontando hasta el apoteosis de su yo. Convertido Benito en 1925, el hijo de un herrero, en el hijo del siglo.

El resultado es espléndido, una novela que se sostiene y resulta subyugante e hipnótica durante más de 800 páginas, para manejando hechos históricos (apuntes de diarios, cartas, noticias de periódicos…) y personajes reales, ser capaz el autor con capítulos cortos de enhebrar y filtrar todos esos datos y pergeñar una biografía de Mussolini poliédrica, que se lee como un relato, y de forma compulsiva, sin dejar de lado el análisis histórico, sobre ese todo que se nos presenta y que siempre lanza correspondencias a nuestro presente.

La conjunción de biografía, narración y ensayo, me recuerda las sucintas novelas de Eric Vuillard. Scurati hace aquí lo propio pero en plan monumental.

En septiembre del año pasado se publicó en Italia la segunda parte de lo que será una trilogía, M. L’uomo della provvidenza. En ese volumen iremos hasta 1932. La dictadura de Mussolini, durará hasta 1943. Il tempo del bastone e della carota.

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Ballena (Paul Gadenne)

Apenas 40 páginas son más que suficientes para que Paul Gadenne nos brinde una novela (con traducción de David M. Copé) o relato espléndido. La ballena del título es un animal que siempre ha ejercido una fascinación sobre el ser humano. Cuando una de ellas queda varada y muerta en la orilla de una playa, a los vecinos les pica la curiosidad, y los dos protagonistas de la novela, Pierre y Odile, no quieren perderse ese acontecimiento tan extraordinario que pone algo de sal en sus vidas y los saca del trantrán de sus morosas existencias. La ballena es metáfora del misterio, una presencia majestuosa, que no puede concebirse como el bodegón inconmensurable de una naturaleza muerta; vista como un bloque de mármol en la distancia y al tacto algo gelatinoso, blando. Esos contrapuntos entre lo duro y lo blando, la vida y lo extinto, el pensamiento y la acción son en los que zozobran y naufragan Pierre y Odile, que aprehenden la ballena como un presagio, una oportunidad, una señal, no saben de qué, pero sí saben que la ballena les ha cambiado, que algo ha removido en su interior, azuzando su naturaleza, avivando su seso y contemplando cómo se les pasa la vida y como se les viene la muerte tan callando, también válido para las ballenas, varadas, vencidas, como todos, por el poso del tiempo.

Periférica. 48 páginas. 2020

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La mortaja (Miguel Delibes)

Despido el año en el centenario del nacimiento de Miguel Delibes con la lectura de La mortaja, que recoge nueve relatos suyos escritos entre 1948 y 1963. Visto como un todo podemos entender el libro como una especie de narración de Las edades del hombre. Relatos en los que los protagonistas son niños, como en el caso de La mortaja o El conejo. Un mundo infantil duro, tocado por la muerte, como le sucede al protagonista de La mortaja, El Senderines, niño que al morir su padre, solo en el mundo, ha de contar con los servicios de otro hombre, codicioso, que valiéndose de la situación del moete le echará un cable, no en balde, con el fin de poder vestir al desnudo difunto antes de ser enterrado, y ofrecer de paso al niño algo de compañía en semejante trance luctuoso.
En El conejo un niño recibe un conejo como mascota y sus malos cuidados acaban con la vida de la misma a los pocos días.
Ya como adultos tenemos a los cazadores, habitual la cinegética en la obra de Delibes, y de nuevo otra muerte, la de una perra, en La perra, cuando dos cazadores van de caza y aviene un accidente que no parece tal. Pues siempre parece haber cuentas pendientes. En El amor propio de Juanito Osuna, de nuevo la caza, los dimes y diretes, las habladurías, las inquinas, entre el cazador que narra y el Osuna de marras, un niño bien pagado de sí mismo, fanfarrón, buen cazador y acreedor de las envidias de sus compañeros de cacerías.
La fe, parece la responsable de que una mujer convaleciente en el hospital sane de repente, en plena Semana Santa, recuperación auspiciada por la virgen, se entiende.
Navidad sin ambiente es un relato muy oportuno en estas fechas. Llega un momento en nuestras vidas en que las navidades sirven para reunir a familiares que dirigen la mirada hacia los que ya no están, dando así forma y presencia a la ausencia de los mismos. Antes de las redes sociales existían las cartas o los radioaficionados. En El patio de vecindad un hombre mayor, radioaficionado, entabla amistad con una mujer cubana, de origen español. El día a día, la ganancia en confianza e intimidad, el tiempo compartido y consumido en las ondas, hace que la presencia oral de esta mujer le resulte a nuestro hombre ineludible. Hasta que un día se entera de que su escuchante ha muerto. Y a ese patio de luces de vecindad, aviene el apagón, la esperanza ultrajada.
En El sol, brilla la esperanza, espejea el deseo y la protagonista es una mujer cuyo color de piel, no precisamente obtenido en una piscina o playa, sino a pie de carretera, es la envidia de los circunstantes.

Relatos lo de La mortaja en los que Delibes exhibe su vena más realista, un buen manejo del lenguaje: giros, frases hechas, refranes y un empeño por exprimir el tesauro rural, ofreciendo un buen número de palabras ya arrumbadas por el lenguaje medianero hoy imperante. Diálogos que son como abrir la ventana y escuchar hablar a los vecinos, los de hace siete décadas. El manejo de temas presentes como la perdida de la inocencia, la muerte, la esperanza, la envidia, la fe, la ausencia o el deseo son universales y atemporales. Y por tanto eficaces.

La sangre de la aurora (Claudia Salazar Jiménez)

La sangre de la aurora (Claudia Salazar Jiménez)

La sangre de la aurora
Claudia Salazar Jiménez
Año de publicación: 2020
127 páginas

La violencia, la sangre, el terror. Vivir abajo era una fabulosa novela sobre el circo de los horrores, subterráneo, reguero de cárceles en las que perpetrar cualquier aberración. Policarpa era un relato con un guerrillera colombiana como protagonista. La sangre de la aurora nos sitúa en Perú, en los años 80, con la lucha entre el Estado y Sendero Luminoso. Tres son las protagonistas, mujeres que sufren violaciones por parte de los militares o de los guerrilleros. Fermento femenino sin el que era imposible cualquier cambio social, según Marx, y aquí bultos con orificios para las proezas masculinas, sumideros, objetos en los que vaciar y desechar de un disparo, un hachazo, un navajazo, con ávido fuego. Una de ellas es campesina. Campo, limbo infernal en el punto de mira de ambos bandos, que masacran a los campesinos (serranos) por igual, sin opción a tomar partido o mantener una imposible equidistancia. Campesina ultrajada por los guerrilleros. Otra mujer es fotógrafa. Fotografías que no logran embutir en las lindes de una foto el horror visto, el olor de la carne quemada. En manos de los guerrilleros (terrucos) será sin opción a réplica, parte del enemigo, una blanquita vendepatria. La tercera, siente de repente la llamada de la revolución, más importante que su marido y su hija y se tira al monte, recibe adiestramiento, no le tiembla el pulso con el tiro de gracia y llega a la cúspide de la organización. Las tres historias fluyen y confluyen, un horror que es intercambiable pues a la hora de torturar, violar, vejar y masacrar todos operan igual. En este anfiteatro dantesco el corifeo podría entonar un porqué. No obtendría respuesta. Qué justificaría tamaña ignominia entre hermanos. Acaso, un nuevo despertar que solo generará más violencia, horror, ánimo de venganza. Una aurora pesadillesca necesitada de la masacre, las violaciones, el encarnizamiento más brutal, un delirio irrefrenable.

En poco más de cien páginas Claudia en esta soberbia novela nos sitúa en el corazón de las tinieblas. Sus personajes hablan y cada palabra, cada silencio, cuenta y lacera. Rara vez una lectura sobrecoge. Claudia lo logra sin necesidad de efectismos ni alharacas. Sencillamente una escritura, palabras hormigueantes rezumando verdad, de efecto desarmante.