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Enrique Gallud Jardiel

Historia estúpida de la literatura (Enrique Gallud Jardiel 2014)

Enrique Gallud Jardiel
2014
Editorial Espuela de plata
216 páginas

Digo que el fin del mundo nos coja leyendo un libro y éste sea tronchante, puestos a pedir. Digo que me sobran historias truculentas, apocalípticas y páginas impregnadas de coca, metralla, pólvora, ceniza, soledad, tristeza, dolor, melancolía, nostalgia y fibromialgias. Digo que hay que echarle huevos, como hizo Paquirri, padre de un DJ del mismo nombre y menos huevos, para estar palmándola y decirle a los cirujanos que tratan de arreglar el desaguisado, las que serían sus últimas palabras «no se preocupe doctor, abra por donde tenga que abrir». Digo yo que hay muchos libros considerados clásicos o viejunos que nadie tiene interés ni en leer, ni siquiera en saber de qué van. Digo que hay ciertos ensayos cuyos títulos, en contados momentos de lucidez, nos obligan a dejarlos en la estantería donde los cogimos. Digo que la escritura plúmbea deja secuelas, en escritores y lectores. Digo que Historia estúpida de la literatura tiene un título muy llamativo y es hilarante. Digo yo que si los de Muchachada Nui en lugar de periodismo hubieran estudiado filología hispánica y leído todo lo legible, hubieran parido algo tan tronchante y surrealista como esto, o no. Digo que su autor Enrique Gallud Jardiel es un cachondo, inteligente y que escribe como tal. Digo que Enrique pone patas arriba casi todo lo que tan bien conoce (según la contraportada), ya que lleva toda su vida viviendo y bebiendo de la literatura, pues esa es su profesión, a saber: la zarzuela, los clásicos, los cuentistas, los personajes de cuento, los personajes ilustres, los talleres de creación literaria, La Unidad de España, Cervantes y su Quijote, Cortázar, García Márquez, Eco (Eco), Shakespeare, etc, y lo hace todo ello con buen gusto, ofendiendo lo justo, en este país donde todos nos reímos de todos y también incluso de los demás.

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Digo que España no necesita un rescate, sino mucho más humor y más libros como el presente. Digo que te podrá gustar no leer, o no gustar leer, pero si un día llegas a este libro, o te cruzas con él en la calle, y le echas un ojo, o los dos y decides leerlo y te echas entonces unas risas y descubres que la literatura de verdad es la que te hace pasar un buen rato y no la que prescriben los críticos literarios y los que tratan de emularlos (y no doy mas reseñas), entonces quizás, sólo entonces, dejaremos de ser analbafetos y huiremos de los libros repolludos de las librerías como de las vacunas antiteutónicas. Digo que a mí la pasión por leer no la encontré mientras iba En busca del tiempo perdido, ni surcando los Mares del Sur, ni con el Sí (que era un no) de las niñas, ni en viajes escolares (Yo fui a EGB, también) al Centro de la tierra, ni podando Flores del Mal, ni leyendo/resumiendo El Quijote, capítulo a capítulo, no, a mí quien me prendió la llama fue Bukowski y su libro Peleando a la contra. No lo digo yo, sino Bukowski, que gracias a la biblioteca que había en la ciudad donde vivía y donde pasó buena parte de los días, durante muchos meses, de muchos años, pasó de tener una mano libre (la otra la usaba para beber) a tener las dos ocupadas. Digo que de no haber descubierto yo la lectura, ahora mismo en lugar de estar dejándome la piel escribiendo esto y un euro cincuenta en el locutorio, estaría haciendo cosas horribles, viendo la tele, por ejemplo. Digo yo que tendré que ir acabando y finalizar tanto devaneo. Digo pues, FIN.

Lee (y respira al tiempo que te rías para evitar decesos por ahogamiento) algunos fragmentos de Historia estúpida de la literatura.

Editorial La Uña Rota 2013

Ebrio de enfermedad (Anatole Broyard 2013)

Anatole Broyard
Editorial La Uña Rota
2013
184 páginas

A Anatole Broyard le llevó toda una vida morirse. Aconteció a los 70 años, por culpa de un cáncer de próstata.

Anatole Broyard afamado crítico literario, al saber que no hay nada que oponer a la muerte, más allá de la ira y la frustración por tener que dejar este mundo, opta por defenderse con las espadas del escritor, esto es, escribiendo. De esta manera, decide que los meses que le queden sean materia prima para escribir un libro autobiográfico, toda vez que tras haber examinado con lupa todos esos libros que forman parte de ese género literario conocido como «la literatura de la enfermedad«, no haya encontrado en ellos apenas textos de calidad. Parece que la no ficción ante una enfermedad terminal imposibilitase al escritor a mostrar su vena literaria, acogotado se ve, con lo poco que le queda.

Broyard opta por tomárselo a bien, así que como dice el título del libro, esa enfermedad que sufre, lo emborracha, lo deja ebrio de vida, exultante, capaz de hacer cualquier cosa, la mayor locura, dado que todo lo que le vendría en ganar hacer le estaría permitido.

Como paciente que tendrá que dejarse ayudar por los médicos que se encargan de su caso, Broyard reflexiona acerca de cómo debería de ser el médico ideal, en un trance como el suyo, y este análisis lo hace extensible no sólo a los médicos, sino también, a los familiares y amigos de los enfermos, que ante una situación cómo esta, naufragando todos juntos y a la vez en la pena y la tristeza, a duras penas logran salir de los espacios comunes y las frases hechas, del compadecimiento y los ojos empañados, cuando quizá lo que el paciente necesita en ese trance es otra cosa bien distinta, otros aires que ventilen las estancias de una corazón abocado al precipicio, a la sima negra.

Mientras lo leía me reía una y otra vez. Al tener que explicar de qué iba el libro, pues parecía ser que me lo estaba pasando en grande, a tenor de mis risotadas, no coseché más que caras de extrañeza al referir que va de un hombre con una enfermedad terminal que tratará de aclarar sus ideas antes de irse, de hacer las cosas con clase, con estilo, de dejar por escrito, para la posteridad, quien sabe si incluso para la eternidad, que antes de morir estaba vivo. Su mujer dice que lo consiguió. Yo creo que también.

Este libro habla de la muerte desde la vida con una lucidez que horripila, desarbola y apasiona (a menudo los textos que hablan de la muerte rezuman vida).

El relato Lo que dijo la cistoscopia, que forma parte del libro, en su recta final, engarza muy bien su presente finalista con su pasado, dado que relata los últimos meses en la vida de su padre, que murió también de cancer cuando no existían los medios que hay ahora y donde a estos enfermos se les confinaba en antros miserables, junto a otros desahuciados hasta que les llegaba su hora.

La muerte es un malentendido. Si, y las palabras no arreglan nada.

Mención aparte para la magnífica traducción del fallecido Miguel Martínez-Lage.

Editorial Impedimenta 2013

Especulación (Thomas Wolfe 2013)

Thomas Wolfe
Editorial Periférica
2013
91 páginas

Especulación (Boom Town) del americano Thomas Wolfe (1900-1938) apareció publicado en 1934, en la revista The American Mercury, como un relato de 20 páginas. Leyéndola uno ahora, no parece que date de los años 20 del siglo pasado, ya que rezuma actualidad y podemos suscribir a pies juntillas todo lo que en estas páginas leemos.

Cuando uno lee en un periódico que un fulano ha ganado 7,3 millones de euros en un año, tal como están las cosas o ve en las noticias a bigotes, barbas, melenillas engominadas que salen de la cárcel para declarar en los juzgados con una chulería, prepotencia, soberbia y altivez, que dan ganas de rasurarles hasta las pelos de los cejas, aprecia uno, todavía más las cualidades de este libro visionario y explícito.

Una oleada de energía ruinosa y destructiva se había estancado en su interior. Habían despilfarrado fabulosas sumas en calles inútiles y puentes, habían derribado los antiguos edificios públicos, el juzgado y el ayuntamiento, para levantar otros nuevos de quince plantas de alto y lo bastante grandes para satisfacer las necesidades de una ciudad de un millón de habitantes; habían aplanado las colinas y perforado las montañas construyendo magníficos túneles pavimentados, con dos carriles para los coches y relucientes ladrillos, túneles que desembocaban en la mísmisima Arcadia de la vida salvaje. Era algo loco, exasperante, ruinoso. Habían derrochado las ganancias de toda una vida para hipotecar las de toda una generación venidera; se habían arruinado a sí mismos, a sus hijos, a su ciudad y nada podría detenerlos. El pueblo entero ya no les pertenecía, ellos ya no eran sus dueños: todo estaba hipotecado por quince millones de dólares, bajo propiedad de un grupo empresarial (página 81)

Thomas Wolfe
Thomas Wolfe (1900-1938)

El protagonista es John, profesor universitario que regresa a su hogar, para comprobrar que los lugareños, su madre y su hermano incluidos, están agitados, locos, enfebrecidos, empeñados en comprar y vender cuantos bienes raíces tienen a mano. John no da crédito, recela de lo que ve, y no tardará en coger las de Villadiego, constatando que aquello que se está cociendo es una locura, una especulación desmedida que arrasa cuanto pilla, removiendo tierras, en un palimpsesto donde solo prevalece el cemento, dejando a miles de personas en la bancarrota, en los márgenes del progreso, como se constatará con toda su crudeza durante el crack del 29.

Especulación: novelita breve, intensa y asfixiante. Wolfe no especula, sentencia con tino.

Boom Town by Thomas Wolfe

Editorial Mondadori 2013

La hora violeta (Sergio del Molino 2013)

Sergio del Molino
2013
Editorial Mondadori
193 páginas

Hay ciertos libros que no acometo por su temática. La hora violeta, por sus hechuras luctuosas, era uno de ellos. Tenía prohibido leer nada hasta el día 27 del presente mes, pero me he saltado la prohibición a la torera, porque al ver este libro en una librería, comprarlo y ponerme a leerlo ha sido todo uno. La carne es débil y más cuando uno es adicto a la lectura.

Ya sabía de qué iba el libro de Sergio. Son muchos los escritores (Umbral, Piedad Bonnett…) que deciden plasmar en un papel lo que han sentido tras perder a un hijo. En La hora violeta Sergio del Molino afrenta la muerte de su hijo Pablo, tras dos años luchando contra una leucemia.

Entiendo que ante una tragedia así uno puede sumirse en la desesperación, devenir una farmacia ambulante, o sobreponerse a través de la escritura, dando rienda suelta a lo que uno lleva dentro, soltando así lastre, aliviando la pena, dándola forma, concretándola, para así poder digerirla.

Si las 193 páginas fueran un in crescendo dramático cuajado de dolor, la lectura sería insufrible. Consciente de esto, Sergio levanta a menudo el pie del acelerador, ofreciéndonos a nosotros, compungidos lectores, ciertos descansos, apeaderos, con los que rebajar la carga dramática. Además de estar al tanto de las pruebas médicas a las que Pablo se verá sometido, se nos describe cómo es la vida en el hospital, donde Sergio alaba la labor y vocación desmedida de médicas y enfermeras, lo que supone tener a un hijo enfermo de cáncer, de convertirse en clichés, figuritas del belén, tanto da, en padres sin hijos, ante una situación que dificilmente uno sabe manejar, porque nadie nos prepara para ello, y donde toca aprender y sufrir con cada día de hospital, con cada prueba médica, con cada dictamen, si bien, Sergio deja el relato semanas antes del fallecimiento, para retomarlo después, donde no faltan reflexiones sobre la profesión periodística, que Sergio ha ejercido y ejerce, sobre las canciones-refugios, los grupos rockeros uterinos (Leño, Barricada..), o sobre las similitudes entre el blues y el flamenco, y la ineludible mención a esa materia prima que son las lecturas de otros escritores (Umbral, Casavella, Levi..), en un presente tormentoso que vuelve al pasado, a los reparadores recuerdos de la infancia, de la adolescencia, hacia esa piel que ya mudó, en un homenaje a la familia, a la amistad..

A pesar de todo el dramatismo que sentimos como propio, Sergio del Molino, el muy puñetero, impregna el texto de párrafos que te llevan de la (son)risa al llanto en décimas de segundo y poco a poco, con una prosa limpia, nada impostada, va removiendo algo en nuestro interior, centrifugando nuestro ánimo, descolocando nuestras emociones, aflojando la espita de los lagrimales, hasta acabar el libro, con la mirada perdida, velada y vidriosa, sobre el techo blanco y agradecido también por muchas cosas, entre otras, haber leído un libro como éste y estar vivo para contarlo.

Sergio del Molino
Sergio del Molino

No he leído Mortal y Rosa. Lo haré. Lo hice. Ahora estoy preparado. También leeré a Francisco Casavella: le tengo ganas desde hace tiempo. Espero leer también Alabanza de Alberto Olmos, que se publicará el 24 de abril, La parte inventada de Rodrigo Fresán y La muerte de un instalador de Álvaro Enrigue, entre otros.