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Fragmentos (George Steiner)

Steiner ficciona un manuscrito carbonizado encontrado del siglo II d.C presuntamente obra de Epicarno de Agra. Steiner reflexiona sobre los ocho aforismos, pórtico de cada uno de los lúcidos y muy interesantes ensayos que abordan temas como: la ontología del mal, qué es la música, la relación entre el amor y la amistad, la codicia a lo largo de la historia, la existencia o inexistencia de Dios, lo que diferencia a los genios de la masa, o el ensayo final dedicado a la muerte.

Echo en falta un índice, porque aunque el libro es muy breve, son tantos los datos de interés que aparecen, que no vendría mal la posibilidad de tener un rápido acceso a los mismos.

El gran valor del libro, además de invitarnos a reflexionar sobre cuestiones que en mayor o medida nos atañen (algunas ineludibles como la muerte) es ponernos en la pista para nuevas lecturas, todo ello con una prosa nada rebuscada, que facilita la comprensión. Steiner nos brinda aquí una especie de sabiduría decantada, saber encapsulado en ensayos breves pero muy consistentes.

Steiner en Amiga Muerte, aborda el suicidio o la eutanasia, como un ejercicio de libertad suprema, la potestad para disponer de nuestra vida si este es nuestro deseo, cuando las circunstancias así lo exigen.

En Hay leones, hay ratones dice “el único recuerdo que dejamos de nuestro nombre está en la guía telefónica o en la nómina de los impuestos”. Hoy que ya no tenemos guías de teléfono la necesidad acuciante y cada vez mayor de volcarse en todas las redes sociales creo quizás no atienda a otra cosa que a la necesidad de dejar huella de nuestro paso por aquí: una precaria inmortalidad de ceros y unos.

En Cuando el rayo habla, dice oscuridad, me da por pensar lo que experimentaron no solo aquellos que vieron en el firmamento por vez primera un rayo (presentando la oscuridad) sino también la primera vez que vieron el cielo oscurecerse sin saber si aquella sería una noche eterna y esas horas de incertidumbre a las que creo que sucumbirían hasta el alba.

Steiner a pesar de su edad no se ancla en el pasado y en los ensayos se dirige hacia el futuro, por lo que en sus textos están presentes la genética, la neurociencia, aquello que nos condiciona y conforma.
No dejamos de ser un compuesto químico y tratamos de darle sentido a nuestra vida a través del arte, de la religión, de la filosofía: significantes en busca de significado.

Los pasos contados

De una palabra a la otra: Los pasos contados (Octavio Paz)

Disfruté mucho con la semblanza que Bonald dedicó al poeta en su Examen de ingenios. Otro tanto con la relación epistolar que recoge Azúa en sus Nuevas lecturas compulsivas entre Pere Gimferrer y Octavio Paz. Azúa destaca la asombrosa actividad que desplegó para que sus libros llegaran hasta sus lectores: “Convencido de que el poema es un útil universal y benéfico, Paz no cejó ni un momento, nunca descansó en su cruzada: conferencias, congresos, artículos, traducciones, claves, simposios, y viajes y más viajes y más viajes, cientos, miles de viajes […]¡Qué inmensa fatiga debía de producirle esa imprescindible necesidad de explicar su poesía en el mundo entero¡ ¡Y qué admirable nos parece esa actitud frente a los remilgos y desdenes de los falsos malditos, de aquellos que se acomodan confortablemente en la incomprensión¡

El libro editado por Vaso Roto es una cucada, una virguería estética (consta de preciosas pinturas de Frederic Amat), pero no sólo es eso, pues hay chicha en estos ensayos mínimos de Octavio Paz, en los cuales da cuenta de aquellas lecturas y autores que le han marcado: Góngora, Lope de Vega, Quevedo, San Juan de la Cruz, Lugones, Darío, López Velarde, Blake, Coleridge, Pope, Nerval, Valéry, Goethe, Heine, y muchos otros.

Es cierto que esto de leer es siempre una travesía, y a medida que avanzamos lo que queda a nuestra espalda o frente a nosotros es algo parecido a una tela de araña, con múltiples nodos, donde una lectura nos lleva a otra, una palabra a la otra, un autor a otro, y a veces volvemos y releemos y comprobamos que nuestra experiencia, nuestro cara a cara con el libro, ha cambiado, ya sea a mejor o a peor.

Bellas palabras las que Paz dedica a la poesía, para él una segunda vida, conocimiento y autoconocimiento, que le permitió comprender a los hombres y mujeres mejor que la metafísica, o entender el significado real de la palabra semejanza.

Para Octavio Paz «Un gramo de poesía pesa más que una tonelada de retórica».

En el último ensayo Paz se lamenta de que en Latinoamérica sí se pueda hablar de buenos críticos literarios, pero no de pensamiento crítico, al no haber tenido allá por el siglo XVIII un equivalente a la Ilustración y a la filosofía crítica y ve indispensable la crítica: literaria, política, moral como una suerte de higiene social, una crítica que permita crear el espacio -físico, social y moral- donde se despliega el arte, la literatura y la política- un espacio que es deber de los escritores contribuir a construir.

La brevedad de los ensayos te deja con ganas de más.