El mundo visto desde el cielo

El mundo visto desde el cielo

Da igual si se sobrevuela Terranova o el hervidero de luces que se extiende desde Boston a Filadelfia al caer la noche, los desiertos de Arabia relumbrantes como nácar, la cuenca del Ruhr o los alrededores de Frankfurt, siempre es como si no hubiera personas, como si únicamente existiese lo que han creado y el lugar donde se ocultan. Se ven los lugares donde viven y los caminos que los unen, se ve el humo que se eleva de sus casas y lugares de producción, se ven los vehículos en los que se sientan, pero a los propios seres humanos nunca se los ve. Y sin embargo, están presentes por doquier sobre la faz de la tierra, continúan multiplicándose a cada hora, se mueven por entre los panales de sus torres que se elevan hacia lo alto y en una proporción creciente están presos en redes de una complejidad que supera con mucho la fantasía de cualquier persona, como antiguamente las minas de diamantes de Suráfrica entre miles de tornos de cables, o bien como los vestíbulos de oficinas de las bolsas y agencias de la época actual, inmersos en la corriente de información constante que brota a borbotones de todo el globo terráqueo. Cuando nos contemplamos desde tal altura es horrible lo poco que sabemos de nosotros mismos, de nuestra finalidad y de nuestro fin, pensaba para mí mientras dejábamos atrás la costa y volábamos sobre el mar verde gelatinoso.

Los anillos de Saturno (W. G. Sebald). Traducción de Carmen Gómez García y Georg Pichter

Diario-de-1926

Diario de 1926 (Robert Walser)

Un año antes de ingresar en un sanatorio mental Robert Walser pasa a limpio este borrador, que no verá publicado en vida. La Uña Rota lo recupera con traducción de Juan de Sola Llovet (ganador del XXI Premio de Traducción Ángel Crespo). El diario de 1926, es una novela breve en la que Walser irá hablando de una cosa y de la otra, sin orden ni concierto, pero dejando caer algunos interesantes pensamientos como estos:

…aunque no bien nos encontramos en sociedad o nos dedicamos a la cultura, todos somos vanidosos sin excepción, pues la cultura misma, qué duda cabe, no es más que la encarnación de la vanidad, y debe serlo, y quien renuncia por completo a ser vanidoso, o bien está perdido, o bien se ha abandonado.

Creo que para completar lo que es real es necesario persuadirse o imaginarse de vez en cuando alguna cosa; en otras palabras, nuestras fantasías son tan reales corno lo son nuestras otras realidades. El sentimiento no es menos real que el intelecto.

La novela está impresa con el sello de la indefinición y viene a ser como una charla con un amigo, donde se irá saltando de una cosa a la otra, sin concretar nada en realidad, ensimismado Walser en unos cuántos circunloquios, en los que emplea ese yo al que tanto apela, para ocultarse, como si este texto fuese también un artefacto micrográmico inexpugnable en el que la mejor forma de ocultarse fuese la autoficción.

Robert Walser (1878-1956), aquel escritor, aquel poeta que como recogía en su título el libro de Jaime Fernández, prefería ser nadie.

…por atreverme a ser poeta, pues ser poeta significa nada más y nada menos que ser el mueble más inútil e inservible que uno pueda imaginar.

La Uña Rota. 2012. Traducción de Juan de Sola. 80 páginas.

Robert Walser en Devaneos

El paseo
Jakob von Gunten

www.devaneos.com

Jerusalén. El reino #3 (Gonçalo M. Tavares)

Jerusalén es el tercer libro de la tetralogía de los libros negros de Gonçalo M. Tavares publicados por Seix Barral, con traducción de Rita da Costa, bajo el título de El reino.

Si los dos primeros, Un hombre: Klaus Klump y La maquina de Joseph Walser eran, en palabras del autor, las dos caras de una misma moneda, aquí salimos de los dominios de Leo Vast y de la impronta de una guerra vigente y de sus consecuencias, para situarnos nuevamente en una ciudad y en un tiempo indeterminados. Como hiciera Faulkner en Mientras agonizo, la narración se presenta fragmentada, astillada, con continuos saltos en el tiempo y en el espacio.

En Jerusalén Tavares se vuelve más locuaz y su discurso pierde fuelle, aunque quizás esta sea la idea, dado que uno de los ejes de la novela tiene que ver con la maldad humana, el horror, con la cantidad de asesinados a lo largo de la historia y hasta el fin; Theodor, médico e investigador quiere elaborar la gráfica de la distribución del horror a lo largo de los siglos. La historia del horror es la sustancia determinante de la Historia, y toda Historia posee una normalidad, nada existe sin normalidad. Si el horror es constante, entonces sí que no habrá esperanza. Ninguna. Todo seguirá igual. Un trabajo a todas luces imposible, y por tanto necesario, en su afán de establecer causas y efectos llegando incluso a vaticinar en sus libros que países serían los ejecutores y cuáles los ejecutados, qué cantidad de muertos arrojaría cada contienda bélica, etc.

En su estudio Theodor tiene presente también la relación entre el desempleo y el horror.

«Tienes que entenderlo, llevo 5 años de paro a la espalda; pueden hacer lo que quieran conmigo».

El horror va sumado al miedo diario y e
al terror incesante que se manifiesta en la figura del perseguido.

El perseguido tiene en algún punto de su cuerpo esa marca terrible: la de alguien que huye.

Un perseguidor encarnado por el médico Gomperz Rulrich. Un perseguidor que también envejece y es entonces, solo entonces cuando ya no asusta, cuando ya todo el mal está hecho.

Tavares es más dado a formular preguntas que a contestarlas, aunque las novelas siempre le brindan al luso la oportunidad de ponerse en lugar del otro, aquí un esquizofrénico, Ernst Spengler, una esquizofrénica, Mylia, un médico abismado en el pozo negro de la Historia, Theodor, un niño discapacitado, Kaas, un médico sin moral alguna, Gomperz. Y llega a plantear una abominable Europa distópica: Europa 02. El campo de concentración como distopía.

¿Puede un hombre que práctica entusiasmado una actividad determinada transformarse al día siguiente en verdugo?

Si pensamos la maldad que Theodor maneja e investigador es inevitable no pensar en el holocausto judío.

Morian como ganado, como cosas que no tuvieran cuerpo ni alma, ni tan siquiera un rostro que la muerte pudiese marcar con su sello.

De una manera un tanto forzada todos los personajes acabarán concurriendo al final en un espacio en el que Tavares riza el rizo de tal manera que sin darse el batacazo, no logra a mi entender la intensidad y el sincretismo en las que se devolvían muy plausiblemente las dos primeras novela de la tetralogía.

Gonçalo M. Tavares en Devaneos


El reino (Gonçalo M. Tavares). Seix Barral. 2018. 744 páginas. Prólogo de Enrique Vila-Matas. Traducción de Rita da Costa.

Un hombre: Klaus Klump
La máquina de Joseph Walser
Jerusalén
Aprender a rezar en la era de la técnica

El Señor Valéry El barrio #1

Una niña está perdida en el siglo XX